Siete claves para entender los siete puntos de Quito (Venezuela-Colombia) – Por William Castillo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

1.- Retorno inmediato de Embajadores. Ninguna intención de diálogo sería creíble si los embajadores de Venezuela y Colombia permanecen en sus respectivos países. Es una medida concreta y lógica que reestablece el canal diplomático regular y natural para avanzar en la agenda bilateral de los complejos temas pendientes.

2.- Realizar una investigación de la situación de la frontera. Ante todo cabe preguntarse, qué es lo que quiere investigar cada parte. ¿Y qué es lo que se debería investigar? Para Colombia, se debe investigar lo ocurrido con la supuesta (y nunca demostrada) violación a los derechos humanos de los colombianos deportados, eje sobre el cual ha montado Santos un discurso mediático de “indignada protesta”. Para Venezuela, es mucho y muy profundo lo que se debe investigar: la exportación desde el vecino país del modelo criminal del paramilitarismo (que en Colombia es llamado las Bacrim, bandas criminales), la legalización colombiana del contrabando de combustible y alimentos desde Venezuela; el éxodo masivo de ciudadanos colombianos empujados por la pobreza y el abandono del modelo neoliberal colombiano; la penetración del narcotráfico, que le ha declarado la guerra a la Revolución Bolivariana y se ha adueñado de un sistema financiero que manipula el cambio para utilizarlo como eje para el contrabando expoliador. De entrada, no hay Comisión de la Verdad, como quisiera Venezuela. Habrá que esperar cómo se concreta en el cara a cara entre los dos países esta investigación que deberá tener -de alguna forma- una relevante participación internacional capaz de darle credibilidad.

3.- Reunir a los ministros para tratar los temas sensibles en la frontera. Buena decisión que concreta el inicio del diálogo en 48 horas. ¿Qué pasará? No veo a Colombia derogando los decretos nacionales y ordenanzas municipales que legalizan el contrabando de combustibles o autorizan la manipulación cambiaria en la frontera, por ejemplo. ¿Permitirá Colombia que PDVSA instale estaciones de servicios o venda gasolina directamente a estaciones de servicio en el Norte de Santander y en la Guajira? ¿Qué medidas adoptará Venezuela en cuanto al tránsito del carbón colombiano para exportarlo desde nuestro país, un tránsito pesado que destruye nuestras vías? ¿El Estado colombiano, hará presencia por fin en la frontera y desmontará la economía paramilitarizada que actúa como una sanguijuela violenta sobre Venezuela? ¿Qué hara Santos con las Bacrim y demás delincuentes “desmovilizados” de Uribe?

4.- Progresiva normalización de la frontera. Aquí nuevamente cabe el juego de las interpretaciones ¿Qué significa “normalizar la frontera”? Depende. Para Colombia, es abrir la frontera nuevamente y volver al estatus quo anterior al 19 de agosto, es decir, retornar a la situación que provocó el cierre. Con libre paso de contrabandistas, mafias de bachaqueros, y delincuentes hacia Venezuela, junto al pueblo colombiano pobre que viene a buscar un mejor futuro. Algo inaceptable para Venezuela. Para nuestro país, la situación aun con el Estado de Excepción, hoy en día está “más normal” que antes del cierre. El Presidente Maduro ha sido muy claro: Venezuela propone una “nueva frontera de paz”, no va retornar a la caótica y amenazante situación del pasado reciente. Colombia desea ansiosamente la misma frontera de siempre, con cambios cosméticos y gestos diplomáticos. El modelo colombiano se basa en excluir a los pobres y empujarlos a la frontera, y que se apañen como bien puedan. Sólo así pueden sostener las “zonas rosa” y los privilegios de Bogota. Amanecerá y veremos.

5.- Coexistencia de los modelos sociales, económicos y políticos de cada país. Propuesta esencial para Venezuela, amenazada hoy desde el este y el oeste. No se acoge el término “convivencia” propuesto por el Presidente Maduro, pero se reconoce la existencia (y necesidad de coexistencia) de dos modelos. Dos modelos, por cierto, que no son solamente diferentes, si no que están cada uno en las antípodas del otro. Dos proyectos radicalmente enfrentados por su concepción y sus objetivos históricos. La oligarquía colombiana propone reposicionar a Colombia como plato de segunda mesa en el mapa de la descocada y militarizada globalización. Venezuela construye, aún a tientas, un experimento de justicia social y económica. Es lo colectivo versus lo privado. El mundo de élites contra la esperanza de los humildes. Los privilegios contra la solidaridad. Para decirlo en clave bolivariana, es Santander contra Bolívar. O en clave colombiana, es la oligarquía contra Gaitán. Y Bolívar, y Gaitán, están hoy de este lado.

Como en las parejas, para convivir hace falta el acuerdo de dos, pero -para separarse- basta que uno solo quiera. Si Colombia no está dispuesta a respetar el proyecto bolivariano. Si Bogotá sigue siendo nido de conspiraciones, acogiendo a la más retrógada y violenta derecha venezolana, y permitiendo la instalación de una paraeconomía en la frontera. Si sigue jugando el rol geopolítico decidido por Washington desde Uribe: “Para acabar con la Revolución Bolivariana, hay que ocupar militarmente Colombia”. Si la oligarquía bogotana nos sigue viendo como una pavorosa amenaza por nuestros avances sociales y nuestro sueño de justicia social, seguirá jugarando, soterradamente, destrucción del vecino. Nada hace pensar que eso vaya a cambiar siquiera un ápice. Con frontera cerrada o con frontera abierta.

6.- Hacer un llamado al espíritu de hermandad y unidad, propiciando un clima de mutuo respeto y convivencia. Diplomacia. Diplomacia. Diplomacia. No es lo más importante, pero hace falta, sin duda. Y mucho.

7.- Continuar trabajando con el acompañamiento de Ecuador y Uruguay. Básico. Vital. Este diálogo será sostenible -y avanzará aún con trabas y dificultades- sólo si lo acompaña la región. En ese sentido, Quito, y los instrumentos diseñados y creados por el genio de Chávez, la Unasur y la CELAC, han demostrado nuevamente la artificiosa inutilidad de la OEA, el caduco discurso intervencionista de la Unión Europea, y ha propinado una nueva derrota política al atribulado policía del mundo. En Quito,en el centro del mundo, América Latina ha anotado un gol por la paz. Más tarde, se verá si fue suficiente. Aún queda mucho partido por jugar.

William Castillo. Periodista venezolano. Presidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones

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