Chile: Bachelet vuelve con todo – Por Pedro Brieger, director de Nodal

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El lunes 27 de abril la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, utilizó la cadena nacional para dirigirse a toda la población y retomar la iniciativa política y su liderazgo, afectado por varios casos de presuntos delitos de corrupción que también involucraron a su familia, y específicamente a su hijo.

A poco más de un año de haber reasumido la presidencia Bachelet retoma algunos de los puntos que planteó durante la campaña electoral y que le permitieron una contundente victoria en segunda vuelta frente a Evelyn Matthei, de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y candidata de la derecha chilena. En campaña había prometido una reforma tributaria, cambios en la educación y el trabajo y una nueva constitución. Estos temas implican un enfrentamiento con los partidos de la derecha chilena, el establishment económico y los poderosos medios de comunicación.

En su reciente discurso Bachelet ligó la reforma al sistema electoral binominal heredado de la dictadura –que se elaboró para favorecer a los partidos de la derecha- al financiamiento de los partidos políticos. Resaltando los efectos positivos dijo «hoy es un gran día para la democracia, hoy hemos dejado atrás la condena del sistema binominal que por tanto tiempo limitó a nuestra representación política». La reforma política implica también el paso a la representación proporcional y a una nueva división de distritos en el extenso territorio chileno, lo que es probablemente afecte a los grandes partidos de la derecha. Pero el gran tema que afectó al gobierno en los últimos meses es la corrupción, y es lo que permite comprender la serie de medidas anunciadas para luchar contra la corrupción.

En la última parte de su discurso Bachelet redobló la apuesta y comunicó la convocatoria para el mes de septiembre de una Asamblea Constituyente abierta a la ciudadanía con el objetivo de redactar una nueva constitución y eliminar la de 1980 elaborada por los intelectuales que rodeaban a Augusto Pinochet.

Bachelet ha decidido jugar muy fuerte ya que hace años que existe un movimiento por una Asamblea Constituyente y si el proceso se torna participativo puede implicar una confrontación abierta con los partidos de la derecha chilena que perciben que todos los cambios que enuncia la presidenta los van a perjudicar después de haberse beneficiado por décadas de la dictadura donde se llevaron adelante cambios profundos sin ningún tipo de debate democrático.

Una Asamblea Constituyente participativa puede tener dinámica propia y llevar a la conformación de nuevas mayorías sociales y políticas. Las posturas al respecto son claras y contrapuestas. Mientras el Secretario General de Gobierno Álvaro Elizalde reiteró que

“no hay que temerle a la gente, sino que todo lo contrario. Una Constitución verdaderamente democrática requiere de la activa participación de los ciudadanos en su elaboración”, el presidente de la UDI, Hernán Larraín, aseguró que «mecanismos como las asambleas constituyentes lo único que hacen es generar inestabilidad y sensación de crisis en el país». En Chile “estabilidad” todavía es sinónimo de no tocar lo heredado de la dictadura. Parece que ahora Bachelet está dispuesta a jugar fuerte.

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