Un Frente más Amplio – Diario El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

A pocas semanas ya de iniciada la segunda administración Vázquez se va confirmando una forma de Frente Amplio algo distinta de la que hemos conocido hasta ahora. Por supuesto que mantiene dos liderazgos importantes: Vázquez y Mujica. Pero su amplitud va más allá de las personas: pasa por la definición de dos discursos diferentes pero unidos por el ejercicio del poder.

Por un lado, hay en torno al vazquismo un fuerte sentido pragmático de gobierno. Si hay que estar a la derecha de Obama y reunirse con los disidentes cubanos y venezolanos, se está. Si hay que abrir el juego a inversiones privadas para avanzar en inversiones de infraestructura, se abre. Si se puede implementar el sistema «neoliberal» de bonos para la educación, similar al chileno, se implementa. El impulso estará puesto en la inserción comercial fuera de la región y el énfasis económico girará en torno al respeto de los equilibrios macro, con marcados señalamientos a la prudencia fiscal. Todo esto, y tantas otras medidas de similares características, perfectamente podrían definirse como el programa de una izquierda socialdemócrata. Y todo esto convive en el Frente Amplio con una izquierda distinta y populista.

En efecto, por otro lado, y con el mismo énfasis, está el sentido ideologizado de gobierno al cual adhiere una parte importante del Frente Amplio, acompañada de su brazo sindical. Si hay que marcar su alineamiento tras el gobierno autoritario en Venezuela de Nicolás Maduro, se hace una marcha frenteamplista. Si hay que espantar toda posibilidad de apertura comercial y de servicios, se ratifica la importancia del Mercosur y se pone frenos a cualquier negociación multilateral de liberalización de servicios. Si hay que prevenirse frente a la previsible baja del ritmo de crecimiento, el brazo sindical exigirá que los salarios conserven su ritmo de mejora del poder de compra y que se pongan más impuestos. Reforma de la educación sí, pero siempre desde la connivencia con los intereses de los corporativismos sindicales, y nunca admitiendo ninguna medida que contradiga sus designios.

Si bien esta lógica no es nueva, lo que sí parece novedoso es que logra captar hoy mayor atención política y cultural que antes. Hay como una sensación de que los debates pasan solamente adentro de este Frente que es más Amplio que hace 10 años.

El ejemplo más evidente, quizá, sea el proceso electoral de Montevideo. Por un lado está el que quiere ser el representante de esa izquierda pragmática, Martínez. Por el otro, quien representa a la otra izquierda, Topolansky. Entre medio, cierto convencimiento colectivo de que se debe incidir y por tanto participar de esa interna. Y ese convencimiento redunda, evidentemente, en beneficio de todo el Frente Amplio que amplía así, por una vía o por la otra, su base de apoyo electoral.

Lo que realmente nuclea a estos dos polos frenteamplistas es el ejercicio del poder. Podrán tener diferencias de políticas públicas y énfasis distintos. Pero nadie puede engañarse creyendo que algún día habrán de dividirse. La sangre nunca llega al río. Porque los une el calor del poder, su ejercicio y el reparto de sus prebendas, que permiten amplios gestos clientelistas. Por ejemplo: la izquierda pragmática plantea que hay que terminar con los acomodos prebendarios del Fondes, y la izquierda populista le responde que habrá que negociar el asunto en el Parlamento. Así las cosas, la salida se encontrará en una negociación política que intentará conformar un poco a todos. Eso sí, siempre adentro de la izquierda.

Porque lo que también está claro en este esquema de un Frente más Amplio que logra mayor audiencia y protagonismo, y deja de lado cualquier participación de partidos de oposición que representan al menos al 45% de la ciudadanía, es que el núcleo duro de la identidad izquierdista no hace sutiles diferencias entre un ala más pragmática y otra más populista.

En efecto, es un núcleo duro que no se forja en la política, sino que se asienta en la cultura. Ella fija pautas éticas y estéticas por las cuales la adhesión frenteamplista, sea cual fuere su matiz, es la mejor posible de las que dispone el ciudadano. Ella afirma su hegemonía en la formación ciudadana desde muy temprano, en los cursos de Historia reciente que se imparten en la escuela y en el liceo y que normalizan esa adhesión. La hacen natural, obvia, correcta.

Desde ese lugar cultural hegemónico, y desde esa amplitud política que plantea diferencias pero se une en el ejercicio del poder, el Frente se hace cada vez más Amplio.

El País

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