Álvaro García Linera, vicepresidente boliviano: «En el país todavía tiene que haber durante mucho tiempo un presidente indígena»

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Por Sergio León

El vicepresidente del país, Álvaro García Linera, alerta del peligro para América Latina de los golpes blandos y analiza los nuevos retos que debe encarar el Gobierno de Evo Morales

«Desde la adolescencia me imaginaba como un subversivo más, pelear y morir en la lucha por un gobierno indígena, que soñé desde mis 18 años. Ser ante todo uno de los ladrillos para construir esa sublevación». Lo fue, lo es, y no tuvo que perder la vida en ello. El camino fue largo, pero tras una dura batalla, Álvaro García Linera se convirtió en 2005 en el vicepresidente del primer Gobierno indígena de Bolivia.

El triunfo del partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), no se entiende sin García Linera. Matemático de formación, se define como «marxista clásico». En 1992 fue encarcelado por su pertenencia al Ejército Guerrillero Tupaj Katari acusado de unos cargos que nunca se probaron. Permaneció en prisión preventiva cinco años, durante los cuales aprovechó para estudiar sociología y afianzar su carrera como reconocido académico e intelectual.

De paso por Madrid tras llegar de Japón, atiende a Público, casi a la carrera, tras participar en Otra Vuelta de Tuerka con Pablo Iglesias, entrevista que La Tuerka emitirá las próximas semanas en Público TV. Con su discurso pausado, recuerda el papel fundamental de Morales en un país al que, reconoce, le falta potenciar los liderazgos indígenas locales y denuncia los intentos de desestabilización en América Latina que, a diferencia de los golpes de Estado tradicionales, ahora «comienzan en lo político pero desembocan necesariamente en lo militar».

¿Cómo se puede gobernar en América Latina entre todos esos intentos de desestabilización de los gobiernos de según qué países?

Hace unos días, el presidente Evo Morales y yo estábamos revisando un manual de EEUU de 2010 elaborado por una de las unidades del departamento de Estado. Al compararlo con los manuales que se empleaban en los golpes de Estado de los años 70, se evidenciaba que quienes se ocupan de estos temas se han preocupado mucho de enriquecerlos y adecuar las políticas de contrainsurgencia a las circunstancias actuales. Lo más notorio es el papel que otorgan a la cultura, a la idea, a las palabras, a los símbolos, a la influencia en los medios de comunicación para manipular a la llamada opinión pública a nivel mundial y local.

Después se busca articular lo mediático con lo empresarial para generar dificultades, ya sea de alimentos o de crédito, y, posteriormente, crear en el contexto internacional una serie de temores, de falsedades o de exageraciones para provocar una actitud de antipatía. Luego ya vienen los capítulos dedicados a la parte más estrictamente conspirativa: trabajar con la oposición, fortalecerla a nivel local, movilizarla y usar la violencia a través de estructuras semi militarizadas. Son manuales hechos para atacar a Gobiernos considerados enemigos.

Los llamados golpes blandos

Son blandos pero sólo al principio. Usan la parte cultural y política como un pretexto que rápidamente desemboca en dar poder a estas fuerzas y estructuras paramilitares, fuerzas que generan enfrentamientos civiles y militares con muertos y heridos. Su objetivo es que a la larga conformen unas estructuras que luego sean reconocidas o tomadas en cuenta por fuerzas externas.

Antes comenzaban por el lado militar e inmediatamente se reflejaba en el político, ahora comienzan en lo político pero desemboca necesariamente en lo militar. Lo estamos viviendo en América Latina, Venezuela, Ecuador, y en algunos lugares de Oriente Próximo y de África. Siria es esto multiplicado por diez. En Bolivia ocurrió algo parecido en 2008. Se formó una derecha muy conservadora, que conquistó poder territorial con algunas alcaldías y gobernaciones. Crearon grupos de choque, contrataron mercenarios, formaron estructuras paramilitares y grupos para que se enfrentaran militarmente al Gobierno.

¿Achaca a estas herramientas las derrotas que han sufrido en algunos departamentos en las últimas elecciones locales?

No. Uno nunca lo puede descartar del todo, pero Bolivia no está en los inicios, en los preparativos de lo que podría ser algún tipo de golpe blando. En 2008 había otro proyecto político conservador con legitimidad que permitía que, a través de su poder territorial, radicalizara sus actitudes. Hoy no hay un proyecto así. Lo que ha resultado en Bolivia en 2009, y reafirmado en 2014, es un único proyecto de estado de economía y sociedad. En las municipales no se han confrontado diferentes proyectos de estado, se han confrontado personalidades locales, con mayor o menor credibilidad, que se mueven en torno al proyecto nacional.

Eso hace la situación actual muy diferente a la de 2008. Si hubiera algún proyecto o algún gobernador o alcalde que quisiera repetir lo de 2009 no entendió lo que pasó y está condenado al fracaso porque no tendría legitimidad para actos agresivos. No son tontos. No es que puedan imponer un golpe de Estado donde les dé la gana. Cuando surgen los golpes de estado siempre requiere un ámbito de legitimidad. Por eso se preocupan antes de la parte ideológica, cultural, mediática. Y si no tienen legitimidad se aguantan y se esperan.

¿El Gobierno Morales mantiene todavía un apoyo popular fuerte?

Claro. La popularidad del presidente Evo está en su tope máximo. Hemos perdido ciudades en las elecciones, claro que perdimos, es normal. Perdimos porque nuestro candidato no era creíble y porque Evo no era el candidato. Siempre perdemos la mitad de los votos de la elección nacional en las municipales. En 2009 tuvimos 3,8 millones de votos, el 64%. Tres meses después, en las municipales, sin que se haya sacada ningún decreto, ninguna medida, bajamos a 1,8 millones. Y luego, cinco años después, hemos vuelto a ganar las elecciones nacionales.

Ese ciclo, ¿hasta cuándo se podrá mantener?

Hay una regularidad. Una cosa es el voto nacional, donde se ponen en juego proyectos de carácter nacional, de estado, de economía, y otra es el voto local, donde entran en juego los líderes, las personalidades locales. Nadie puede decir, de momento, que el sistema económico de Bolivia no sirve, que el sistema político ha caducado. Ese no es el debate, el debate a nivel local es si eres o no eres más corrupto, si eres más o menos capaz.

¿Qué retos debe afrontar ahora Bolivia?

Industrializar, selectivamente, materias primas. No se trata de la clásica sustitución de importaciones de los años 50 ó 60. Hay cosas que nunca se pueden industrializar. Tienes a China u otros países que te venden diez veces más barato lo que tú puedes hacer. Pero se puede industrializar selectivamente en los lugares donde tienes ventajas comparativas. En segundo lugar debemos continuar con esta acelerada reducción de la pobreza y de la extrema pobreza. En los últimos 10 años, el 20% de la población boliviana ha pasado a la clase media. Tenemos que mantener ese ritmo hasta el año 2025, cuando calculamos que la cifra de extrema pobreza sea de un solo dígito.

El tercer elemento es mantener este flujo de movimiento social y el Gobierno. Eso requiere un mayor esfuerzo de renovación de liderazgos. Es lo que ha demostrado las últimas elecciones, que tenemos un problema de liderazgos y de construcción de liderazgos a nivel local. El ‘evismo’ llega al 62%, el ‘masismo’ al 35%. Hemos tenido un proceso permanente de renovación de nuestros diputados y senadores muy acelerado que nos ha dejado muchos huecos. Para formar a un líder se tarda entre 10 y 15 años. Es un trabajo de partido que hay que abordarlo ya. Hoy hay que estar pensando en el año 2020.

Habla de liderazgos, ¿qué hay de la futura Bolivia sin Evo Morales? ¿Usted mismo protagonizaría ese cambio de liderazgo a nivel nacional?

En Bolivia todavía tiene que haber durante mucho tiempo un presidente indígena. Es un tema de necesidad histórica. Y, hoy por hoy, no cabe duda de que Evo es imprescindible. Evo tiene una gran virtud que no tienen otros líderes sociales. Una capacidad de interlocución única con los sectores sociales indígenas, campesinos, obreros y una capacidad de conocimiento y de respeto con los sectores urbanos profesionales. Muy pocas personas tienen esa habilidad. O eres más cercano al ámbito académico e intelectual o eres más cercano al movimiento social, pero cabalgar entre los dos hoy por hoy, de los líderes indígenas, sólo lo puede hacer Evo.

¿Por qué a la izquierda latinoamericana le cuesta abordar ciertos temas de derechos sociales como la reivindicación del matrimonio homosexual o el aborto?

Vamos a tener que abordarlo más pronto que tarde, pero está claro que en la agenda mediática, en la agenda social, ha habido otros temas prioritarios. Cuando uno quiere abrir el abanico del debate a estos temas se encuentra con posiciones todavía conservadoras que predominan en los sectores sociales movilizados. No es un tema de falta de voluntad de Gobierno. Hay que abordarlo. No va a ser fácil, es una revolución dentro de la revolución.

Público

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