Santos le apuesta a diluir la marcha de Marcha – Por Andrés Bermúdez Liévano
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Este lunes el presidente Juan Manuel Santos dijo que saldrá a marchar por las víctimas y que le dará permiso a los funcionarios públicos para que hagan lo mismo. Con ese anuncio, el Gobierno intenta diluir una marcha que vienen convocando la Marcha Patriótica y otros sectores sociales de izquierda que respaldan los diálogos en La Habana, pero cuyos reclamos centrales -un cese al fuego bilateral y una Asamblea constituyente- van más alineados con lo que están demandando las Farc en la mesa de negociación en La Habana que con lo que quiere Santos.
Desde hace tres años, el 9 de abril ha sido el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas. Ese día, se convocó una gran marcha en favor del proceso de paz y de las víctimas en el que confluyeron sectores muy distintos, desde las organizaciones de víctimas más cercanas al Gobierno -que homenajeaba a las víctimas del conflicto el día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán- hasta los movimientos sociales de izquierda que respaldan una salida negociada al conflicto y que apoyaron la reelección de Santos.
Desde entonces, esos sectores de izquierda se han ido fortaleciendo y actúan con mayor independencia desde que las elecciones quedaron atrás y para esta marcha, están impulsando los temas que el Gobierno no ha querido abordar todavía en la mesa de negociación con las Farc.
“Nosotros hemos sido impulsores desde hace dos años de que el 9 de abril se constituya en una fecha icónica para el impulso de la paz. Si bien es cierto que también se volvió el día de dignidad de las víctimas, está más ligado a la fecha del Bogotazo y, como fecha clave para explicar la violencia histórica en el país, es importante en la consecución de la paz”, dice David Flórez, uno de los líderes de la Marcha Patriótica que es uno de los sectores políticos detrás de la movilización. “Vemos como algo positivo que el Gobierno se sume porque, aunque tenemos algunas visiones distintas en el tema de la paz, coincidimos en lo fundamental”.
Los sectores más activos en convocar la marcha son los que se reunieron en el Frente Amplio por la Paz, una amalgama de partidos políticos y sectores sociales que están intentando crear una coalición de izquierda como las que gobiernan en Chile y Uruguay. Y que, como contó La Silla, están pensando seriamente ir juntos en algunas regiones del país a las elecciones de octubre.
Allí están la Marcha Patriótica, el movimiento de izquierda que deriva su peso sobre todo de los sectores rurales, que protagonizó los paros agrarios del año pasado y que dice tener 2 mil organizaciones afiliadas.
Está la Unión Patriótica, que revivió políticamente hace dos años gracias a una sentencia del Consejo de Estado que le devolvió la personería jurídica.
Está el sector de Iván Cepeda y Clara López en el Polo Democrático y el de la Alianza Verde de la representante Ángela Robledo.
Está el progresismo, están los indígenas de la Onic y la CUT, la mayor central sindical del país. Y está el Alcalde Gustavo Petro, cuyas aspiraciones y posibilidades presidenciales para el 2018 estarán ligadas a la bandera de ser él mismo el producto de un proceso de paz exitoso con el M-19.
La Marcha Patriótica sola espera mover a 250 mil personas en todo el país: la mitad de ellas provenientes de sus sectores urbanos -como Colombianos y Colombianas por la Paz de la ex senadora Piedad Córdoba- y la otra mitad de los rurales, como el movimiento de zonas de reserva campesina que lideran Andrés Gil y César Jerez.
Su estrategia fue escoger seis ciudades a donde movilizar a todos sus militantes. En Bogotá, donde esperan mover a 80 mil personas solo ellos, llegarán sus bases campesinas de Meta, Arauca, Boyacá y Guaviare. En Medellín, donde le apuntan a 50 mil, estarán los de Antioquia, Córdoba, Chocó y el Eje Cafetero. En Neiva, donde esperan 40 mil, estarán los del Caquetá, Putumayo y Tolima. En Bucaramanga lo harán 25 mil personas de los Santanderes y el Magdalena Medio. Y, finalmente, en Barranquilla otras 25 mil de toda la Costa.
Parte de la meta de Marcha Patriótica es que lleguen a esas ciudades muchas personas de las zonas más golpeadas por la guerra (incluidas aquellas con fuerte influencia de las Farc), para hacerle contrapeso a voces críticas del proceso como las del uribismo.
De paso, mostrarán la fuerza social que respalda las peticiones de un cese del fuego y de una Asamblea Constituyente que discuta temas estructurales que están vetados en La Habana como un modelo económico dependiendo del sector extractivo y de los Tlc.
“Lo rural definitivamente estará movilizado. El conflicto lo hemos sentido muy crudamente los campesinos y nosotros [de Anzorc] les llevamos el mensaje [de salir a marchar] y vemos que está teniendo buena aceptación”, dice Javier Soto, líder de la zona de reserva de El Pato-Balsillas en el Caguán -una de las zonas claves para el proceso de paz- y próximamente candidato de ese movimiento a la alcaldía de San Vicente del Caguán.
A mediados de la tarde de hoy una veintena de buses habían salido de San Vicente, El Pato-Balsillas y Florencia hacia la capital opita. Lo mismo sucedía en el Catatumbo, en el Magdalena Medio, en el sur del Tolima y en las montañas del Cauca y Nariño donde también tienen fuerza las reservas campesinas.
En Bogotá, Petro también se la jugó a fondo por la marcha. Ordenó el cierre para este jueves de todas las oficinas de la Administración, facilitó que hicieran lo mismo los colegios distritales y le dio el ‘día cívico’ a todos sus funcionarios (a excepción de hospitales, bomberos y Supercades) para que salgan. E incluso organizó un “concierto para la paz” en la Plaza de Bolívar con el salsero panameño Rubén Blades.
Todos le han intentado subir el perfil a la marcha y, de paso, ‘adueñarse’ de su protagonismo.
Piedad Córdoba trajo a la leyenda futbolística Diego Maradona para jugar un “partido por la paz” el viernes en el estadio bogotano de Techo. Petro anunció en Twitter que vendría José ‘Pepe’ Mujica, el hasta hace poco presidente uruguayo, y diez horas después explicó que por razones de salud ya no podría viajar.
La ambivalencia del Gobierno
El Gobierno no se pronunció casi sobre la marcha hasta esta semana, y desde entonces, Santos ha sido ambivalente. El lunes salió a invitar a los colombianos “a que salgamos a marchar, extendiendo de esta manera el llamado a los colombianos para que se movilicen por la paz” y dándole permiso a sus funcionarios para salir.
Luego, el martes, en Palacio empezaron a decir que la marcha se había politizado y que el Presidente solo irá a tres actos puntuales: una ofrenda floral en el Monumento de los Caídos en el CAN, tras lo cual caminará por la 26 hasta el lote donde pondrá la primera piedra del futuro Museo de la Memorua y finalmente prenderá una llama por las víctimas en el Centro de Memoria que inauguró Petro.
Eso es un gran contraste con la no tan exitosa marcha por la vida de Antanas Mockus hace un mes, que el Gobierno promovió activamente enviando correos de los consulados en el exterior y enviando a funcionarios nacionales a marchar en distintas ciudades de todo el país. Ese día salieron -en distintos rincones del país- desde los ministros de Santos hasta el Fiscal Eduardo Montealegre y los congresistas de la Unidad Nacional. Esta vez, por ejemplo, los negociadores de la Habana no estarán presentes y tampoco los ministros.
“Vemos con buenos ojos que Santos y el Gobierno convoquen, aunque ojalá fuera con más apoyo. Tal vez hay miedo de que se vea que ésta tendrá más fuerza que la que él intentó promover con Mockus”, dice Andrés Gil, el líder de Marcha y del movimiento de zonas de reservas campesinas que es uno de los súper poderosos de la movilización social en el país.
“En todo caso queremos que se posicione la idea de que los movimientos sociales deben tener amplio protagonismo en el proceso de paz y que no puede ser, como le dijo Santos a Vicky Dávila, que cuando quiera correrse se corre. Esa es una frase muy peligrosa porque el proceso de paz no es patrimonio ni del Gobierno ni de las Farc, sino del pueblo”, añade Gil, que se hizo políticamente en la ZRC del Valle del Río Cimitarra en el Magdalena Medio.
La ambivalencia de Santos obedece quizás a que la marcha de mañana lo enfrenta a un dilema: por un lado, es una expresión política multitudinaria en respaldo al proceso de paz que se ha convertido en el eje de su gobierno y mal le quedaría no respaldarlo. Pero por el otro, representa una presión sobre el gobierno para que ceda en la Mesa de la Habana en dos puntos cruciales con las que el gobierno no está de acuerdo en este momento.
De hecho, Las Farc ya anunciaron que respaldan la marcha. En Anncol -la página que reproduce sus comunicados- hay todo un despliegue sobre el 9 de abril, incluido el calendario completo de actividades en todas las ciudades y la visita de Maradona.
El Gobierno considera que la discusión de un cese de fuego bilateral implica el acuerdo sobre múltiples aspectos logísticos que no se han acordado de concentración de combatientes y también que el proceso de paz haya llegado a un punto de inevitabilidad que haga que el costo de cesar las operaciones militares sea mínimo y no le dé una ventaja militar a las Farc.
Frente a la Asamblea Constituyente hay un rechazo enfático pues considera que lo que haría sería abrir una agenda de negociación que ha funcionado precisamente por ser acotada.
La forma cómo el gobierno ha resuelto este dilema es apoyando públicamente la marcha pero como un homenaje a las víctimas y metiendo a la mayor cantidad de gente posible -incluidos miles de funcionarios públicos-. Mañana se sabrá si su apuesta de ‘dilución’ funciona.