Argentina: convocatoria al encuentro contra la violencia de género: ¡NI UNA MENOS!

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Manifiesto: Ni una menos

Tiradas a la basura, desgarradas, en pelotas: en la montaña asquerosa, un cuerpo como una cosa, como una cosa ya rota y que no sirve para nada, los restos del predador, la carne que le sobró de su festín asesino. Afuera espera la prensa: las cámaras y micrófonos buscando mostrarle al mundo el dolor más lacerante, la frase más torturada, la cara más arrugada por la angustia que la arrasa. Ya terminó el predador. Seguirán la policía, los abogados, los jueces y las cámaras de TV: sigue la carnicería en una especie de show que explica los femicidios. Cada vez que asesinan a una adolescente se monta un teatro carroñero y culpabilizador. Cada acto de la piba convertido en causa eficiente de la muerte. La ropa erigida en símbolo de una conducta que llevaba inscripto su castigo: en el short se escribe una condena a muerte. Alrededor: multiplicación de hechos de violencia que cada una puede rememorar, padecidos en carne propia o escuchados en la voz ajena. Si la prueba dice que ser mujer, ser vista o leída como tal es un riesgo al que cada una se asoma apenas pone pie firme en la vida, seamos también la rabia, que por aquí no se pase más. No queremos más víctimas. No vamos a vivir como víctimas. No se puede enseñar el silencio aunque el miedo atenace. Seamos la rabia, expropiemos la consigna contra los femicidios, el pico más cruel que emerge del inmenso magma de violencias y microviolencias cotidianas que ya no se toleran. Algo se soltó de la trama de la resignación y de esa hebra hay que seguir tirando, por una, por todas. De la bolsa, esta vez, salió más que un cuerpo. Un griterío furioso, un aquelarre. Las brujas que dicen: ahora somos mujeres de la bolsa. Tenemos cuerpos y palabras, proyectiles arrojadizos para la lucha, tenacidades antiguas y deseos siempre nuevos. El hombre de la bolsa era uno y se llevaba niños. Las mujeres de la bolsa somos muchas y salimos de ellas para que no haya ni una menos. Activar desde la bolsa no significa invitar a una identificación sacrificial o melancólica con las víctimas, ocupar el lugar en donde se encubrió el cadáver y romperlo para leer y hablar es evocar aquello que la muerte tiene para decir aún desde el silencio, por eso de que “el cadáver habla”, da señales de su identidad, pistas que llevan al asesino como lo demuestra la tradición política del Equipo Argentino de Antropología Forense. Que la bolsa se transforme en el símbolo del luto popular y el compromiso porque no haya ni una menos.

En el marco por una campaña independiente por la concientización y por más y mejores políticas contra la cultura de la violencia hacia las mujeres, el jueves 26 de marzo, desde las 16 hs, vamos a estar en “Ni una menos”, Maratón de lecturas, performances, intervenciones, proyecciones, contra el femicidio, en la Plaza Spivacow, de Las Heras y Austria (CABA).

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Basura – Por Gabriela Cabezón Cámara

Araceli Ramos, Serena Rodríguez, Noelia Akrap, Ángeles Rawson, Melina Romero, Daiana García. Tiradas a la basura, al costado de la ruta, en un descampado. Usan shorts, tienen novios, salen de noche. Las construyen poco a poco, como si fueran culpables, dice la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara.

Tiradas a la basura, desgarradas, en pelotas: en la montaña asquerosa, un cuerpo como una cosa, como una cosa ya rota y que no sirve para nada, los restos del predador, la carne que le sobró de su festín asesino. Horas antes o después a la chica la buscaron la familia, los amigos, al final la policía y casi siempre la encuentra el que hace de la basura su trabajo cotidiano: un cartonero, el chofer de un camión recolector, alguien que anda por ahí. Después viene la ambulancia, le cambia la bolsa a blanca, se la llevan a la morgue y un auto lleva a los padres a ver si la chica es suya. Afuera espera la prensa: las cámaras y micrófonos buscando mostrarle al mundo el dolor más lacerante, la frase más torturada, la cara más arrugada por la angustia que la arrasa.

Tiradas a la basura en la bolsa de consorcio: igual que se tira un forro, la cáscara del zapallo, los papeles que no sirven y los huesos del asado entre tantas otras cosas. Tiradas como si nada, como objetos de consumo que ya fueron consumidos. Agarrarlas, asustarlas, verlas rogar, desnudarlas, humillarlas, violarlas, después matarlas, meterlas en una bolsa, tirarlas a la montaña de restos de la ciudad. Ya terminó el predador. Seguirán la policía, los abogados, los jueces y las cámaras de TV: sigue la carnicería en una especie de show que explica los femicidios.

Si la chica usaba short. Si tenía más de un novio. Si puso fotos en Facebook con boquita pecadora. Si salía mucho de noche. Si volvía a la mañana y tenía olor a whisky. Si estudiaba o no estudiaba. Si trabajaba de día o repartía tarjetas en la puerta de un boliche. Si era virgen. Si le gustaba enfiestarse. Si fumaba marihuana o sólo tomaba agua. Si tenía buenas notas o había repetido de año. Lo que dicen los amigos. Lo que piensan los vecinos. Lo que recomienda el cura que dirige la parroquia. Lo que supone un psiquiatra que va a la televisión. Lo que dice el movilero. Lo que supone la prensa. La idea que todos dicen sin terminar de decir: si la chica usaba mini y le gustaba bailar y si llevaba adelante su propia vida sexual según lo que le gustaba, era una trola y las trolas se la buscan y la encuentran.

La construyen poco a poco como si fuera culpable: digamé, comunicador y digan sus audiovidentes, si una mujer joven tiene más de un novio o, peor, ninguno, y vuelve en pedo a las seis y salió en vestido corto, ¿Se está buscando la muerte? ¿Piensa que se la merece? ¿Usted cree que debería volver antes de las doce? ¿Vestirse con una burka e ir a misa los domingos? ¿Usted quiere que le pida permiso a algún buen señor para salir cuando quiere? ¿Que deje de salir sola? ¿Que piense lo que se pone porque si a un hijo de puta le parece algo indecente por ahí la hace pelota? Le pregunto más cortito: ¿Piensa que una chica es propiedad de algún muchacho y que si no tiene dueño pueden matarla tranquilos? ¿De verdad se siente bien eligiendo como elige la foto más provocativa para decir sin decir “la piba era una atorranta”, “los padres no la cuidaban”, “su vida no tenía rumbo”? Empieza una denigración, algo que está en la cultura, no digo que lo inventa usted, pero podría revisar la máquina de prejuicios que le salta cuando habla y cuando hablan los demás.

Entre otras cosas se nota la puntuación del mercado: hay cuerpos que valen más y hay cuerpos que valen menos. Casta, rica y estudiosa vale más que pobre y trola pero todas valen menos que el cuerpo del matador que es la manifestación extrema de este estado de las cosas: buena parte del planeta cree, a veces sin saberlo, que cosas somos nosotras. Pobres cosas, poca cosa, algo que se usa y se tira, nada de bienes suntuarios, muñecas que se descartan como globos ya pinchados. Es como canibalismo. Es una bestialidad. Piensen un poco, señores, piensen también las señoras y sientan un poco más: somos sus madres, sus hijas, sus hermanas, sus esposas, sus amigas, sus amantes, sus novias.

Anfibia

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