30 años de democracia en Brasil – Por Inés Nercesian

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La marcha del pasado 15 de marzo contra el gobierno de Dilma Rousseff, impulsada por las fuerzas de la derecha brasileña, coincidió con la conmemoración de los treinta años del fin de la dictadura (1964-1985). Si bien la manifestación tenía como banderas la lucha contra la corrupción y la defensa de la democracia, paradójicamente, hubo consignas que pedían la destitución del gobierno y, aunque no fueron mayoritarias, la intervención de los militares. Las paradojas en la historia de Brasil no son nuevas. De hecho, el 15 de marzo de 1985, treinta años atrás, el fin de la dictadura fue singular.

La transición brasileña se produjo mediante un pacto entre las fuerzas políticas y los militares. Tras un acuerdo político, el Congreso eligió la fórmula Tancredo Neves (Partido Movimento Democrático Brasileño -PMDB) y José Sarney (Partido da Frente Liberal-PFL) para presidir el primer gobierno posdictatorial. Pero la historia no fue tan sencilla y tuvo su dosis de sarcasmo. La noche antes de asumir el cargo, una grave enfermedad atacó a Neves y Sarney, un hombre que había formado parte de la dictadura durante veinte años y recién en el año veintiuno se había vuelto opositor, lograba convertirse en el presidente de la transición. Este hecho parajodal ponía de manifiesto un rasgo histórico de la política brasileña, caracterizada por la resolución de conflictos mediante alianzas y compromisos entre élites políticas.

La transición brasileña fue lenta y gradual, precedida de un momento de distensión (1974-1879) y apertura (1979-1982). Tras la derrota de las guerrillas, promediando la década de los setenta, la dictadura entendió que la “amenaza” para el régimen eran las fuerzas políticas opositoras y los movimientos sociales no armados, en especial el movimiento obrero con la figura de Luiz Inácio Lula da Silva. Como parte de la nueva estrategia de distención, la dictadura tomó dos medidas centrales: derogó el AI-5, mediante el cual se había iniciado la represión brutal desde el año 1968 y, en 1979, restauró el pluripartidismo, derribando el bipartidismo que había forzado la dictadura desde el año 1965, mediante el AI-2. Si bien el objetivo de esta medida de liberalización era dispersar el arco opositor, el componente no previsto por el régimen fue la creación del Partido dos Trabalhadores (PT), expresión del movimiento social emanado del novo sindicalismo liderado por Lula. Tampoco previó la dictadura que, muchos años después, ese mismo Lula, que preocupaba a los militares a fines de los setenta, llegaría al poder muchos años después.

La salida definitiva del régimen se inició en el año 1982, tras el resultado de las elecciones directas a gobernador y legislativas. Para el año 1984 la presión de la sociedad civil se hizo cada vez más fuerte con las multitudinarias manifestaciones por las Direitas ja! Y cuando se supo que no habría elecciones directas para elegir al presidente posdictadura, se realizó el acuerdo entre el PMDB y el PFL. El irónico desenlace – ya lo dijimos – fue el siguiente: víctima de una enfermedad, Neves cedió paso a un hombre de la dictadura, Sarney, quien se convirtió en presidente el 15 de marzo de 1985.

La política de alianzas y acuerdos es un rasgo histórico de la política brasileña. El propio PT, desde su llegada al poder en el año 2003 logró construir mayorías a partir de la ampliación de la coalición electoral, que actualmente asciende a nueve fuerzas. Gracias a esta política de alianzas, el PT logró avanzar en un proceso de cambios e incluso frenar procesos destituyentes como el que se vive actualmente con el pedido de impeachmet y que –todo indica– no tiene posibilidades de prosperar. Sin embargo, estas alianzas, históricas en la tradición política brasileña, han colocado al PT en una gran encrucijada, atento a la posición del principal aliado, el conservador PMDB, el mismo partido que supo liderar la oposición política a la dictadura pero que, luego de la transición asumió un giro conservador. Este esquema ha sido también, un obstáculo a la hora de profundizar políticas transformadoras, entre ellas la reforma política.

 

 

 

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