[Exclusivo de Nodal] Gabriela Montaño, diputada boliviana: “La derecha entendió que los intentos de una salida violenta del gobierno no eran el camino”

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Gabriela-Montano_LRZIMA20121012_0135_12Gabriela Montaño, una de las principales figuras nacionales de la política boliviana, explica las razones de la estabilidad institucional y económica del Estado Plurinacional, examina la coyuntura venezolana y subraya que Estados Unidos deberá pedir disculpas a la región.Por Cecilia Escudero

Gabriela Montaño es una de las figuras prominentes de la escena política boliviana, y del gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS), que lidera el presidente del país, Evo Morales. Frente a Nodal.am, parece no dejar libradas al azar las palabras que componen su discurso; habla pausado, y con gesto serio, medita sus respuestas antes de pronunciarlas.

Esta médica de profesión, especializada en Salud Pública, presidió la Cámara de Senadores durante dos gestiones, y -en ausencia de Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera- fue la primera mujer en estar al frente del ejecutivo del Estado Plurinacional de Bolivia, en tres ocasiones.
En enero último, asumió la presidencia de la Cámara baja del nuevo periodo legislativo 2015-2020, luego de haber sido elegida diputada por el MAS en representación del departamento de Santa Cruz, el corazón económico y financiero del país.

En diálogo con este portal, Montaño, que se confiesa feminista, amante de la danza y de la crianza de sus dos hijas, revela las razones del éxito del modelo económico y social boliviano, en una nación, que hasta hace pocos años, convivía entre los intentos de golpes de Estado y las iniciativas secesionistas de los prefectos de la región llamada Media Luna.

Usted identifica su origen político en la “izquierda más clásica”, ¿cómo fue la experiencia de integrarse en un movimiento de carácter “indígena campesino”, que lideraba Morales?

En lo personal, comencé a militar cuando ingresé en la universidad en una agrupación de la izquierda trotskista. Así como soy muy crítica de mi pasado, a la vez lo respeto mucho porque me dio una disciplina de militancia que creo que muchos jóvenes hoy quisieran poder aprenderla en algún lado. En aquel entonces, desde una autocrítica colectiva, nos fuimos aproximando a la teoría indigenista. Era indispensable siendo que aquello que se cataloga como lo indígena es mayoritario en mi país, está muy presente en todas partes. En general, la izquierda en su conjunto estaba muy dividida, hasta que irrumpió en la escena Evo Morales y el MAS, con mucha notoriedad en el año 2000. Entonces, se produjo una gran aproximación de dos tradiciones populares en Bolivia. Una, con una trayectoria más larga, que tiene que ver con el movimiento minero, con una formación política de izquierda más clásica. Y, la otra, los movimientos sociales del sector indígena campesino, que se convirtieron en la vanguardia del proceso de transformación en Bolivia. Mi ejemplo personal simplemente visualiza todo este fenómeno de convergencia de dos tradiciones políticas.

¿Cómo se vinculó de modo más orgánico al MAS?

Ocurrió a partir de un acercamiento al proceso pre-constituyente y constituyente, del año 2006. Fue un momento histórico en la historia del país. Se trató de una convocatoria impresionante para la redacción de una nueva Constitución boliviana. Toda la izquierda, por entonces fragmentada en mil pedacitos, confluyó de una manera que no nos hubiéramos podido imaginar. Fue como un tsunami que nos llevó a todos. Un nivel de fortaleza muy grande para las organizaciones sociales.

Se trató de un proceso político que -después de varias turbulencias- hoy goza de paz institucional y gobernabilidad, mientras en otros países de la región se observan procesos de desestabilización o inestabilidad política. ¿Cómo lo explica?

En primer lugar, creo que en 2007 y 2008 quedó probado que el intento de la derecha por fracturar y violentar de manera torpe este proceso no era un camino viable. La oposición interna no tuvo buenos resultados en sus intentos de golpe de Estado cívico-prefectural. Es más, creo que fue un búmeran y perjudicó a los dirigentes que proponían una salida violenta porque en la actualidad no hay una disposición, ni siquiera de los sectores conservadores, de respaldar este tipo de intentos. Asimismo, el otro factor que funciona como correa de transmisión para la estabilidad social y política es la estabilidad económica. Aunque, intentaron instalar que los buenos resultados sólo se daban en el ámbito de la macroeconomía, eso no es cierto.

¿De qué manera lo explica?

Hay mucha evidencia que en el nivel de la microeconomía, el bolsillo de la gente, la inversión ya sea en el ámbito de la educación o de la salud, por ejemplo, le ha cambiado la realidad a la gente. Por otro lado, a favor de la estabilidad social y política juega la enorme credibilidad que tiene el presidente Morales en todos los sectores de la población. No solamente en el indígena campesino, o en los sectores de la producción del área rural y pobres, o en las clases medias comprometidas con el proceso de cambio, sino también en el sector gremial, en los cooperativistas mineros, en las organizaciones sociales. Hoy la credibilidad ha crecido y se ha expandido a otros ámbitos que, en el pasado, habían apostado por la confrontación. Ejemplo de estos últimos son la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia o la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz. Con estas organizaciones fue posible generar puentes que nos permitieron sentarnos en una misma mesa. Podremos no estar de acuerdo en todo, pero hemos sido capaces de dialogar y generar credibilidad en ellos.

Con el foco puesto en la económica, también, mientras países de América Latina se ven afectados por la crisis internacional, Bolivia fue la economía regional que más creció en 2014, con un 5,5%. ¿A qué atribuye este desempeño?

Creo que el éxito del modelo boliviano radica en que nacionalizamos muy pronto nuestro principal recurso económico, los hidrocarburos. El presidente asumió en enero de 2006 y tomó la decisión de nacionalizar en mayo de ese año. Además era un mandato de las organizaciones sociales desde hacía muchísimo tiempo, tanto como la conformación de una Asamblea Constituyente. A la nacionalización temprana se le sumó un ciclo bastante largo de altos precios internacionales de los hidrocarburos, una situación que permitió distribuir los beneficios entre la población mediante transferencias directas. Pero más importante todavía fue la transferencia de una parte de los ingresos por la exportación del gas y el petróleo a otros sectores productivos de la economía, como la industria. Todos los gobiernos previos a Morales, de signo neoliberal, desecharon la idea de que Bolivia pudiera ser industrializada, o que se industrialicen sus recursos naturales. Veían al país como primario exportador y el resto no importaba.

Entonces, ¿se apuesta a fortalecer el consumo?

Precisamente. Se invirtió muchísimo en infraestructura caminera que generó el fortalecimiento del mercado interno, porque otro gran pilar del modelo es que no está diseñado solamente para pensar en el mercado externo, como antes. Desde el comienzo se trató fortalecer el flujo del mercado nacional y eso hoy nos permite tener mayores condiciones para defendernos frente a la caída de los precios de materias primas en el mercado externo, como ocurre actualmente con el petróleo y el gas. Entonces, creo que la ecuación del modelo consiste en nacionalización, redistribución, fortalecimiento del mercado interno y una fuerte inversión pública que intentó atraer a la inversión privada, que también creció aunque no en la magnitud de la pública. En este contexto internacional no vamos a sacar recursos de la inversión pública ni vamos a recortar beneficios sociales, al contrario. Creemos que eso va a permitir que se siga motorizando nuestra economía.

Morales gobernará hasta 2020. ¿Cuáles son los próximos desafíos de la gestión?

Hoy estamos empeñados en avanzar en temas de producción de alimentos y de generación de energía en otras plataformas, no solamente las vinculadas a los hidrocarburos, sino a la energía solar, eólica, que nos permita seguir avanzando y tener equilibrios. Queremos generar en Bolivia cadenas productivas completas, por ejemplo, desde la producción de la soja hasta su mecanismo de industrialización, complementando lo público con lo privado, porque no en toda la cadena tendrá que estar el Estado. Pero sí podrá ser éste el que impulse lo últimos eslabones, para que la industrialización efectivamente pueda darse.

Este camino que recorrió Bolivia hacia la estabilidad económica y política parece diferenciarse, especialmente, de la situación que experimenta Venezuela. ¿Cuál es su lectura de la coyuntura de ese país?

Creo que en el caso de Venezuela, el imperio estadounidense decidió no cesar en sus intentos de desestabilización e injerencia porque creyó que con la muerte del comandante Hugo Chávez ya no había posibilidades de que el proceso de transformación profunda en ese país continuara. Apostaron a que la ausencia del líder iba a generar una crisis final. Y el pueblo venezolano ha demostrado una fortaleza, en mi opinión, admirable. A diez días de la muerte de Chávez, estaba yendo a unas elecciones con el corazón destruido, con un dolor colectivo que no he visto nunca antes, y fueron capaces de hacerlo en orden, en paz. Los venezolanos fortalecieron su democracia a pesar de los continuos ataques de la derecha interna en el país y del conservadurismo externo, que empezaron mucho antes de la muerte de Chávez y siguieron sin ninguna compasión hasta hoy. Ahora bien, la declaración de Obama de que Venezuela representa una amenaza a su seguridad nacional es, para mí, el clímax de una intentona de terminar de una vez con el proceso bolivariano.

¿Qué significa a nivel regional?

En buena medida, sirvió porque Estados Unidos, con esa declaración, se saca la careta frente a Latinoamérica. Porque, permanentemente, nos habían dicho que no había ninguna intención de intervenir en asuntos internos, de invadir, que eso era una locura. Trataron de mostrar al presidente Nicolás Maduro como un gobernante irresponsable que planteaba cosas que no eran posibles. Hoy, se revela que todo lo que había dicho Maduro era posible y puede concretarse. Porque cuando se define a Venezuela como una amenaza para Estados Unidos, está claro que es un paso previo a intentar una intervención violenta.

En paralelo, se produce el acercamiento histórico entre Estados Unidos y Cuba. ¿Cómo lo interpreta?

Sí, es muy complicado analizar las dos medidas en su conjunto. Es probable que haya por parte de Estados Unidos una intencionalidad de pintarse como el bueno para que algunos le crean, como podría estar haciendo con Cuba, y después poder sacar la garra de una manera más fácil. Lo que es seguro es que, en América Latina, tenemos una interconexión y una interdependencia muy grande. Sería injusto creer que Cuba podría avanzar en un proceso sin importarle el resto de lo que pase en la región. Cuba ha sido un faro todos estos años para toda la izquierda del continente. Y sabemos que la isla va a mantener la dignidad siempre y va a defender los procesos de soberanía de los pueblos en el continente, tal como lo hace hoy y lo va a seguir haciendo.

En 2008, Bolivia retiró su embajador en Estados Unidos, que también hizo lo mismo. En la asunción de Morales pareció haber un acercamiento diplomático. ¿Prospera?

Hace varios años que hay momentos que parecen acercar a mi país con Estados Unidos, pero luego se producen distanciamientos muy grandes, no porque nosotros tengamos idas y vueltas, sino porque ellos las tienen. Lo que no saben o no toman en cuenta es que ni Bolivia, Ecuador o Cuba van a poner por encima del interés colectivo visiones particulares. Sabemos que si hoy se están metiendo con Venezuela se están metiendo con todos nosotros. La integración que han ido construyendo nuestros presidentes, nuestros líderes, ha llegado al punto de comprender eso. Y no lo vamos a perder. No vamos a retroceder. Evo dijo que Estados Unidos va a tener que pedirle disculpas a Venezuela y a América Latina en la próxima Cumbre de las Américas. Este pedido quiere decir, además, que retrocedan en su intento de aplicación de leyes extraterritoriales, que retrocedan en su intento de inmiscuirse en temas internos de Venezuela.

Durante su visita a Argentina, en el Foro por la Emancipación y la Igualdad planteó la singularidad de la experiencia boliviana, ¿cuál podría ser el aporte a otros procesos de transformación en el mundo?

A primera impresión pareciera que el proceso político revolucionario que experimentó Bolivia no podría compartir experiencias con otras realidades porque es muy específica su condición de ser una revolución indígena. Yo creo que no es así. Bolivia puede aportar a los otros procesos políticos que impulsan transformaciones en vistas a la inclusión social y a la igualdad, o para pueblos que estén en una etapa de apertura a ese proceso revolucionario, progresista. El primer aporte que puede brindar la experiencia boliviana es que es totalmente posible que los marginados más marginados de la historia de un país puedan gobernar. El segundo, que pueden hacerlo bien, que pueden generar condiciones objetivas de equidad para la gente. La tercera, es que el Estado se puede transformar, éste no es una entelequia que si se toca se nos cae el mundo, no. El Estado se puede cambiar, amoldar, reestructurarse, los ciudadanos le podemos meter mano al Estado. Y la izquierda puede transformarlo de manera pacífica y democrática. Por último, podemos decir que es necesario reinventarse todos los días, cotidianamente, que no quiere decir, cambiar de dirección a cada momento, pero sí reinventarse en términos de expectativa, de capacidad creativa, sin dejar de lado los principios, los valores que constituyeron esta fuerza transformadora en la sociedad.

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