Venezuela: Alfredo Serrano polemiza con Aram Aharonian y Pedro Brieger

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Transición o no transición, esa es la cuestión en Venezuela – Por Alfredo Serrano Mancilla

El debate impulsado por NODAL es positivo para crear un ámbito de reflexión y discusión sobre temas puntuales del ámbito latinoamericano y caribeño. En este sentido los aportes de Aram Aharonian y Pedro Brieger sobre la situación en Venezuela pueden servir como puntapié inicial para reflexionar sobre las compleja realidad de los gobiernos populares.  Lo de golpear a la democracia cuando ésta no conviene a ciertos intereses es algo que data desde la propia implementación de las reglas democráticas. En Venezuela, esta práctica se ha repetido insistentemente desde que Hugo Chávez ganara las elecciones de Diciembre de 1998. Se han producido tantas modalidades de intentos de golpes de Estado que sería preciso denominar a este fenómeno como golpismo del siglo XXI como estrategia antidemocrática para buscar derrocar al socialismo bolivariano del siglo XXI. Cada batalla que se pierde en las urnas se procura ganar por otra vía. Es una suerte de alergia a cada intento de dirimir en una contienda electoral quién tiene más apoyo en el pueblo venezolano. Resulta verdaderamente contradictorio que los adalides de esa democracia liberal sean los mismos que nieguen los resultados de cada cita electoral. Aunque mirando las estadísticas electorales, uno puede explicar por qué ese comportamiento entre aquellos que nunca estuvieron acostumbrados a perder durante tanto tiempo. Es lo que tiene el cambio de época en Venezuela (y en muchos otros países de América latina): lo que antes era una hegemonía es ahora sustituida por otra, en la que el pueblo decide otro modelo social-económico-político, con otro sentido común, otros significantes y léxicos, otras preferencias. Y este cambio de época también parece haber provocado que la oposición no acepte ni entienda que son ellos los perdedores en cada cita electoral, una especie de autoengaño como mecanismo de defensa y rechazo psicológico a aceptar la nueva realidad. Este hecho seguramente se apoya en un dato nada sencillo para aceptar: 18 victorias electorales de 19 convocatorias (elecciones presidenciales, regionales y municipales, asamblea, referendos constitucionales y revocatorio); 95% de elecciones ganadas a favor del chavismo cada vez que se decide ir a las urnas.

El año 2002 fue el primer capítulo de esta serie golpismo del siglo XXI que lleva ya demasiadas temporadas. En el momento en el que el proyecto de Chávez decidió, con amplio apoyo popular, que la renta venezolana petrolera en origen debía ser reapropiada a favor de los venezolanos, entonces, el primer embiste no tardó en llegar. Primero, abril 2002, y ante este intento fallido, el golpe petrolero en diciembre del mismo año. Tampoco pudo ser, y a partir de ahí, siguieron empeñados en la misma tarea pero de distintas maneras. Acudieron al revocatorio (año 2004) pero tampoco les funcionó. Y así continuaron constantemente copiando viejas fórmulas y/o reinventando nuevos métodos más afines a los nuevos tiempos. La muerte de Chávez abrió más –aún- el apetito golpista opositor. Después de perder en Octubre contra Chávez (por 11 puntos de diferencia) en 2012, buscaron derrotar a Maduro en Abril 2013, pero tampoco pudo ser. Nueva derrota, nueva medalla de plata para la apuesta electoral de la MUD. Como la eficacia electoral brillaba por su ausencia, se tuvo que acudir a los viejos manuales de desestabilización, de golpe a cámara lenta, de guerra económica vía otra arma de destrucción masiva, la inflación, combinada con desabastecimientos en algunos bienes que puedan generar nerviosismo y desapego al proceso bolivariano. Marco ideal para plantear un plebiscito inconstitucional: las elecciones municipales como revocatorio contra Maduro. También lo perdieron a fines de diciembre 2013. ¿Y después? Operación La Salida; un término transparente pero inexistente en la Constitución actual. La propuesta opositora, encabezada por el trío Leopoldo López-María Corina Machado-Antonio Ledezma, no dio los frutos esperados pero sí muchas muertes cosechadas. Las guarimbas (que también las hubo en el año 2004), como disturbios violentos y cierres arbitrarios de las calles, fueron rechazadas por la mayoría de los venezolanos como así lo ratificaba la encuestadora no oficialista Datanálisis. Finalmente, no tuvo lugar La Salida durante el año pasado.

Este año, en una nueva temporada, el golpismo del siglo XXI busca cómo hacer y qué provocar, para que se pueda lograr el cambio que nunca es ratificado en las urnas. Después de tanta experticia, la oposición ha decidido introducir todo a la vez en un mismo cóctel a modo de tormenta perfecta: más guerra económica adentro, más presión económica internacional afuera (vía encarecimiento de los bonos gracias a las agencias descalificadas de riesgo), más guarimbas, y a ello se suma los viejos manuales de golpismo buscando a militares que se den la vuelta, más el apoyo de los Estados Unidos desde afuera. Lo último ha sido el intento de golpe revelado recientemente (Operación Jericó) en el que supuestamente ha estado involucrado el alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, según las primeras indagatorias oficiales, siendo éste el motivo de su detención.

En este punto, cabe retomar la pertinente pregunta del artículo de Aram Aharonian en NODAL (https://www.nodal.am/2015/02/venezuela-decimocuarto-ano-de-golpe-continuo-por-aram-aharonian/): ¿qué hay que hacer con los que atentan contra la democracia?”. Interrogación sin respuesta inmediata si no antes se discute qué tipo de atentados se está produciendo contra la democracia venezolana. Pedro Brieger responde en su artículo de NODAL ((https://www.nodal.am/2015/02/72366/) que “Los golpistas de hoy no apelan a los militares para que éstos desalojen del poder a un gobierno, cierren el Congreso, prohíban los partidos políticos y los movimientos populares”. Si bien esta generalidad es cierta, en Venezuela, tanto en 2002 como en este último intento, sí existe una arista militar que no ha de ser minusvalorada. Los intentos de golpe en Venezuela obligatoriamente han de contemplar el aspecto militar, y muy particularmente el papel de los Estados Unidos en cada maniobra.

No obstante, el debate planteado por los dos articulistas en NODAL corre el peligro de dejar en un segundo plano algo infinitamente más importante: la exigencia, demanda y alegato a favor de la transición con absoluta irresponsabilidad constitucional, por parte del señor Ledezma y aquellos que firmaron el 11 de Febrero el llamado «Acuerdo Nacional para la Transición». La discusión acerca de la legalidad o no en la detención de Ledezma, y qué hacer en estos casos de atentados contra la democracia, debe ser posterior a la importancia –muy desapercibida entre los medios hegemónicos- del acuerdo opositor para elaborar y firmar un documento en busca de una nueva versión de La Salida, ahora llamada “transición”,  sin apelar a las urnas ni a una consulta ciudadana que bien podría ser cuando se pueda realizar el revocatorio contra Maduro el año próximo.

He aquí la cuestión: transición o no transición. La transición, como tal, no es un término valido en la Constitución actual. En Venezuela no hay instrumento legal que permita una transición posible por fuera del cauce electoral; lo que hay es posibilidad de ir a elecciones (presidencial, asamblea, etc.) para que se pueda proceder a una transición política si así lo desea la mayoría ciudadana. Es tan así que cuando se hace el simple ejercicio de buscar la palabra transición en la Constitución Bolivariana, solo aparece una vez, en la Disposición transitoria decimoséptima (La circulación de monedas acuñadas y billetes emitidos con el nombre de “República de Venezuela”, estará regulada por la reforma de la Ley del Banco Central de Venezuela contemplada en la Disposición Transitoria cuarta de esta Constitución, en función de hacer la transición a la denominación “República Bolivariana de Venezuela”). Nada que ver con el sentido de transición que viene procurando instalar la oposición como demanda, no constitucional. Y tampoco nada que ver con la declaración de Psaki, directora de comunicaciones de la Casa Blanca, que dejó claro que EEUU “no apoya una transición política en Venezuela por medios no constitucionales”. Error, porque no hay transición legal existente por vía constitucional en Venezuela, sino que hay que hacer aquello que realmente no pueden ni quieren hacer, esto es, ir a las urnas, y esperar que el pueblo mayoritariamente apoye una opción no chavista para el futuro del país. Hasta el momento, la transición única posible avalada por la mayoría venezolana es la transición al socialismo del siglo XXI a pesar del constante golpismo del Siglo XXI.

*Director CELAG, @alfreserramanci

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