El ejemplo de Mujica – Periódico Los Tiempos, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En los últimos años, toda región ha sido testigo de innumerables discursos de diferentes fuentes ideológicas, que han hecho referencia a la importancia de la democracia, la alternancia en el poder, la honestidad, la institucionalidad, la austeridad, la humildad y hasta la tan mentada “nueva forma de hacer política”, a la vez que hemos observado estupefactos cómo las acciones de sus propios autores contradicen por completo aquellos valores y principios abanderados.

Así, a la vez que se repiten incansablemente las palabras “humildad” y “honestidad”, las autoridades de turno cuentan con elevados presupuestos para seguridad, comitivas y protocolo, que les hacen parecer a los viejos e inalcanzables autócratas de la historia; y sus gobiernos caen en escándalos de corrupción que, lejos de ser admitidos y sancionados, suelen tratar de justificarse culpando a los mensajeros o a los adversarios.

De igual forma, mientras que se habla de democracia y alternabilidad, muchos gobernantes aspiran a ostentar el poder de manera casi vitalicia, utilizando a la voluntad del pueblo como justificativo de reformas constitucionales que les permiten permanecer en el poder de manera indefinida.

Estas disonancias no son exclusivas de gobiernos de una u otra corriente ideológica, sino de particulares visiones sobre la reproducción del poder y el ejercicio servil para impulsar cultos a la personalidad a cargo de personajes que sin el apoyo del líder al que endiosan no tuvieran posibilidad alguna de acceder al goce del poder.

En conjunto, todo ello causa que la “nueva forma de hacer política” no sea más que un refrito de los viejos vicios y las antiguas mañas que se suelen criticar a políticos del pasado, tan sólo aderezado por un discurso popular que interpela al cambio.

Son estas las razones que hacen tan destacable al saliente gobernante de Uruguay.

En primer lugar, por la sencillez personal y material sobre la que llevó adelante su mandato, manteniendo el mismo estilo de vida particular anterior al inicio del mismo.

En segundo lugar, y mucho más importante, porque a pesar de que aquel estilo y personalidad le han valido una culminación de gestión con altos índices de popularidad, no cayó en la tentación de intentar sacar provecho de ella a través de una nueva candidatura que, muy probablemente y más allá del debilitamiento institucional, habría decantado en una segura reelección de José Mujica.

Finalmente, debe reconocerse que adoptó, en forma valiente, políticas que tienen repercusión mundial y abren nuevas sendas de reflexión.

Este ejemplo abre la posibilidad del optimismo respecto de las clases políticas latinoamericanas, pues parece indicar que sí es posible el ejercicio del poder sin pretender empachos de privilegios ni la búsqueda de su goce indefinido.

Bien haríamos al observarlo con mayor detenimiento, interés y admiración, puesto que Mujica parece acercarse mucho al ideal de líder y gobierno democráticos que hemos sido muy hábiles para plasmar en constituciones y leyes, aunque muy poco certeros para realizar en los hechos y las acciones.

Probablemente, no se trate de hallar la “fórmula escondida” de la “nueva forma de hacer política”, sino simplemente de hacer lo posible por alcanzar el ideal democrático.

Los Tiempos

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