«Así está el mundo (económico); especial atención a Venezuela 2015». Análisis del economista Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), en el que repasa los aspectos fundamentales de la actualidad económica mundial, haciendo especial énfasis en Venezuela  

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El año 2014 no va a pasar a la historia por el crecimiento de la economía mundial (se prevé una tasa del 2,6% en 2014 en comparación con el 2,4% registrado en 2013). La economía de los Estados Unidos sigue con un patrón de recuperación muy moderado (exhibe un crecimiento del 2,1%; levemente inferior al 2,2% de 2013); basado en buena medida por un proceso de desintoxicación financiera más que por el impulso de la demanda interna. La política de compra de bonos por parte de la Reserva Federal ha puesto cierto orden en el caótico tablero financiero interno aunque a costa de no respetar su auto imposición monetaria (violaron la relajación cuantitativa y emitieron dólares garantizando que la banca privada norteamericana pudiera sanearse). Sin embargo, esto no se traduce en recuperación de la economía real; no se observa ni mejora en la industrialización ni tampoco una reactivación de la demanda interna; el déficit comercial y el déficit fiscal siguen siendo problemas de la economía estadounidense, constituyendo éstos una debilidad estructural que le limita cualquier posibilidad real para recuperar la hegemonía unipolar en materia económica. Esta restricción interna es un importante handicap para afrontar la disputa en clave geoeconómica. Frente a este escenario, Estados Unidos apuesta por una ofensiva en materia petrolera (usando reservas propias vía fracking que se estiman que se agoten en poco tiempo pero que permiten una arremetida coyuntural) con el objetivo por ahora logrado de hacer caer los precios hasta el punto de poner en jaque a ciertas economías emergentes dependientes de este recurso natural; y al mismo tiempo fuerza una guerra contra Rusia y China en materia comercial y financiera que no logra tener sus frutos esperados. A ello cabe sumarle la iniciativa de firmar un gran acuerdo comercial con la Unión Europea para crear una gran zona de libre comercio que ayude a recuperar la tasa de rentabilidad del gran capital privado en detrimento de las pequeñas y medianas empresas. Es así como Estados Unidos encara un año 2015 en el que la disputa está más servida que nunca en plena consolidación de un mundo cada vez más multipolar.

Por su lado, en la zona euro, el crecimiento volvió a ser más que limitado en 2014. La apuesta es undeja vú; es un constante erre que erre dando continuidad a las políticas de austeridad (o austericidio) y recortes sociales. La prioridad descansa en el pago de la deuda financiera a favor de los acreedores sin conceder importancia alguna al empleo ni a la economía real. El endeudamiento social sigue en aumento sin atisbo de mejora. La década pérdida es un horizonte a punto de lograrse si la política económica continúa con esta misma tendencia. El Plan Juncker, el plan de inversiones para reactivar la economía, es ridículo en términos cuantitativos si éste se compara con la magnitud del PIB en la eurozona. Es una suerte de plan de inversiones sin dinero porque apenas se dota ningún fondo nuevo. El objetivo en realidad es una salida vía exportadora con lo cual solo puede salir ganando Alemania debido a que cuenta con una Unión Europea hecha a su medida en la que su competitividad depende de una periferia devaluada salarialmente. De este modo, la periferia es cada día más periférica, y Europa cada vez más desintegrada después de haber optado por una salida neoliberal frente a la crisis sistémica de su neoliberalismo. De ninguna manera, se prevé recuperación de su demanda agregada si la senda es la elegida hasta el momento.

El crecimiento de los países emergentes continuó desacelerándose en 2014, aunque sus niveles siguen siendo muy superiores a los del mundo denominado desarrollado. En promedio, el crecimiento de estas economías se estima de un 4,4% en 2014. Se destaca la disminución de la tasa de crecimiento de China, que pasó de un 7,7% en 2013 a un 7,3% en 2014; por otro lado, India sí muestra recuperación económica pasando de 4,7% en 2013 a un 5,4% en 2014. En el caso de China, no solo no crece al ritmo de hace años sino que además su apuesta es al inicio de un proceso de sustitución de exportaciones concentrándose más en el mercado interno al mismo tiempo que procura reducir el volumen de importaciones de bienes básicos procurando relanzar un proceso productivo adentro en pos de reducir todo aquello que hasta el momento compra afuera. Mientras tanto, China sigue con fuertes alianzas geoestratégicas con todos los países denominados no centrales, desde los BRICS, hasta otros polos geoeconómicos como es el caso latinoamericano. Los lazos y la dependencia es cada vez más fuerte, y se convierte por tanto en una cuestión de doble rasero; por un lado, evita la dependencia de los países centrales, y pero por otro lado, se forja una neo dependencia que ha de ser gestionada virtuosamente para que no acabe siendo un ancla inamovible.

El otro país clave en la escena geoeconómica es Rusia quien ha sufrido sanciones por parte de Estados Unidos y Europa. La consecuencia inmediata ha sido el movimiento de Rusia en busca de nuevas alianzas. La reinserción de Rusia en el tablero económico internacional sí ha tenido significativos cambios: se ha fortalecido la relación con China, y con toda la zona eurasiática. La Unión Económica Euroasiática podría pronto renunciar al dólar y al euro para pasarse a las monedas nacionales; la idea de crear una zona única de pagos tiene el respaldo tanto del Consejo de la Federación como de la Duma Estatal rusa. Incluso la relación con Japón también se ha estrechado a pesar que este país no termina de remontar su crecimiento económico (ha vuelto a padecer recesión en el segundo semestre del año 2014). Rusia también ha iniciado un proceso de acercamiento con algunos países del sur de Europa, donde por ejemplo destaca la reciente relación con Turquía que pretende usar para poder construir el deseado gaseoducto que impidieron en la zona euro para suministrar a algunos países periféricos europeos. A todo ello cabe sumarle el importante viraje de la política económica Rusia hacia América latina dando muestras de considerar esta zona económica como prioritaria en el futuro inminente. Resulta que las presiones estadounidense han tenido justamente el efecto opuesto al deseado, esto es, que Rusia haya respondido con un salto hacia delante en sintonía con la vigente transición geoeconómica hacia un mundo multipolar; Rusia se constituye así en un nuevo socio a considerar activamente en las relaciones económicas internacionales sin necesidad de transitar por los tradiciones centros de poder mundial.

Esta síntesis de la economía mundial explica por qué la demanda agregada externa que enfrentan los países de América Latina se ha debilitado; fundamentalmente debido al bajo crecimiento de las economías desarrolladas y a la desaceleración de las economías emergentes, sobre todo de China, quien se había transformado en el principal socio comercial de varios países de la región, en particular los exportadores de materias primas. Precisamente este escenario permiten explicar que los precios de las materias primas hayan descendido a lo largo de este año 2014 (en especial a partir del segundo semestre); como promedio del conjunto de las materias primas, el precio mostró en 2014 una caída estimada de alrededor del 10,5%, en comparación con una disminución del 5,2% en 2013; el precio de los metales cayó alrededor de un 2,3% en 2014, frente a una baja del 16,7% en 2013; el precio de los alimentos disminuyó en torno a un 6,9%, frente a una caída del 15,5% en 2013; el precio de la energía cayó cerca de un 17%, frente a un alza del 4,6% en 2013. En relación al petróleo, el precio se ha reducido de forma notable (no sólo por la caída de la demanda mundial sino muy explicada por la ofensiva especulativa de los Estados Unidos usando a su aliado en la OPEP, Arabia Saudí); se ha producido una caída de los precios de casi un 40% desde junio de este año. Este hecho es determinante a la hora de explicar cómo se avecina el año próximo en materia económica para América latina, y muy particularmente en el caso de Venezuela. La restricción externa es una cuestión fundamental para estudiar qué se avecina económicamente en este año 2015.

Sobre la economía venezolana

Según la Cepal,  las economías de América Latina y el Caribe crecerán un 1,1% en 2014, el valor más bajo de los últimos cinco años. Según la misma fuente, Venezuela tendría una contracción del 3% en su PIB. El volumen de las exportaciones de Venezuela se ha visto estancado claramente por la caída del precio del petróleo y por la reducción en la demanda mundial; por otro lado, el volumen de las importaciones se redujo 17,7%. Estos datos no se han visto traducido al área social; la inversión social en Venezuela sigue estando muy por encima del 60% del presupuesto de tal forma que se garantiza el Estado de las Misiones como estructura imprescindible para continuar con el proceso de revolución social que viene desde hace años. Además, estas cifras no positivas en materia de crecimiento económico tampoco tienen reflejo en materia de empleo ni en cuanto a la recaudación tributaria. Este no contagio de la contracción al terreno de lo social, laboral y tributario es una muestra efectiva de otro paradigma económico que precautela la irreversibilidad de lo logrado, de la década ganada para la mayoría social venezolana en los aspectos más básicos de la vida cotidiana. La tasa de desocupación al cierre de junio de 2014 se ubicó en 6,8 %, lo cual representa el registro más bajo en el desempleo en los últimos 30 años. En relación a lo segundo, el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) recaudó de enero a noviembre del 2014 la cantidad de 414,07 millardos de bolívares, lo que representa el cumplimiento de 145,3 % de la meta establecida para este período. Tanto lo uno como lo otro refleja que la economía venezolana a pesar de ciertos desequilibrios en el ámbito productivo, sí goza de buena salud estructural en cuanto a las cuestiones sociales, en el terreno de la economía real laboral y también en lo que concierne a la política tributaria, siendo realmente estos tres ejes la base sobre la que cual se puede seguir edificando una economía más sólida en el futuro frente a los retos que se avecinan.

Venezuela afronta además una región latinoamericana que no crece a gran ritmo (en 2014, el PIB de América Latina y el Caribe creció un 1,1%, la tasa de expansión más baja registrada desde 2009). El contexto internacional previamente descrito, y el entorno regional, son realmente importantes restricciones externas que implican serios condicionamientos a la hora de analizar qué se espera de la economía venezolana para el 2015, así como cuáles son sus principales retos y desafíos para sostener y hacer irreversible la revolución social en marcha a favor de la mayoría ciudadana.

A esta latente restricción externa, hay que añadirle la restricción interna de la propia estructura económica venezolana y el comportamiento de los agentes económicos en estos últimos años. La guerra económica es un hecho que no se puede ignorar pero es preciso que se caracterice rigurosamente para conocer en base a qué operan, quiénes son los actores, qué desequilibrios son los que aprovechan como grietas, y cómo actúan a modo de –como diría Meszaros- metabolismo de capital en un escenario de transición poscapitalista, en camino al socialismo bolivariano del siglo XXI. ¿Es posible una convivencia consensuada entre un socialismo emergente y un capitalismo que no acaba de morir? Esta es la gran pregunta que estuvo detrás del Golpe de Timón que anunció Chávez allá por el 20 de Octubre del 2012 después de haber ganado las elecciones. La durabilidad de la década ganada, en pro de esta época ganada, requería edificar mayores estructuras de irreversibilidad relativa, para impedir la posibilidad de dar marcha atrás en los avances democráticos en materia política, económica y social; y al mismo tiempo avanzar en los nuevos desafíos, según las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas que ahora disfruta la mayoría de los venezolanos. El pueblo venezolano ya no es el mismo paciente-enfermo que padecía las consecuencias nefastas de la larga noche neoliberal; este pueblo es otro, es un pueblo que ha disfrutado los logros del largo amanecer posneoliberal, y de ahora en adelante exige no solo salud y educación pública y gratuita, sino también que éstas sean más eficaces; demanda no solo satisfacer las necesidades básicas, sino que ahora desea acceder a nuevos patrones de consumo, que siempre fueron exclusivos de unos pocos privilegiados. Este desplazamiento de la centralidad de las demandas, en lo social y en lo económico, es el principal desafío a encarar en esta nueva década en disputa, a la que Chávez llamaba Década de Oro.

Cualquier proceso de transformación de alta velocidad trae consigo innumerables tensiones y contradicciones propias de la disputa entre el cambio acelerado y la inercia conservadora del statu quo. Lo importante es no descarrilar en ningún momento, a pesar de las dificultades para sortear las prácticas del viejo aparato estatal heredado; a pesar de tener que inventar nuevos instrumentos y marcos conceptuales que disputen el sentido hegemónico al pensamiento único neoliberal, impregnado en la política económica y su praxis en Venezuela; a pesar de tener que remar a contracorriente del imaginario popular y de ciertos hábitos culturales que el neoliberalismo había introyectado en la mayoría social venezolana en forma de sentido común; a pesar de que la guerra económica y mediática fuera constante, sin cejar un instante en el intento de derrocar al emergente paradigma económico humanista y bolivariano, que llegaba a su madurez bajo la forma del socialismo del siglo XXI. Para Chávez, se trataba de responder satisfactoriamente a ese legítimo derecho sin que hubiese vuelta atrás; esto es, se estaba “obligado a traspasar la barrera del no retorno”. Mientras queden residuos del capitalismo en la sociedad venezolana, en el Estado, en cada una de las actividades de la vida cotidiana, y fundamentalmente en las nuevas relaciones de producción, será complejo el tránsito definitivo hacia el socialismo. Se trata de afrontar seriamente un cuestión que no se puede ocultar: el inquilino capitalista no se va tan fácilmente de una casa aunque el nuevo dueño le diga que ya no puede seguir viviendo como antes. El metabolismo social del capital está arraigado desde hace siglos, y no resulta fácil expulsarlo de raíz, ni eliminarlo de las innumerables expresiones en las que se presenta en cada momento de la vida de los ciudadanos. Si se permite la connivencia del socialismo bolivariano del siglo XXI con elementos constitutivos del capitalismo —sea en cualquier aspecto determinante del orden económico—, se está en constante riesgo de volver atrás, e impedir hacia el futuro transformaciones democratizadoras del poder económico. En este sentido, uno de los elementos que Chávez observaba con mayor preocupación es la composición aún capitalista de un poder económico no afectado por esta década ganada para la mayoría social.

El “sistema de capital poscapitalista” se manifiesta en aquel sector empresarial privado que ha reorientado en gran medida su estrategia, acomodándose a la nueva propuesta económica bolivariana con el afán de mantener una tasa de ganancia elevada; muchas veces, hasta usurera. Si al inicio el capital transnacional disputó la apropiación de la renta petrolera en origen, luego se concentró en la renta petrolera en destino. a medida que avanzó el proceso de transformación económica de redistribución del excedente económico reapropiado a favor de la mayoría venezolana, entonces, se pasó así de un capitalismo basado en el rentismo petrolero del siglo XX a un capitalismo basado en elrentismo importador del siglo XXI. El sistema capitalista que persiste en Venezuela busca obtener la máxima tasa de ganancia disputando la renta petrolera que está en manos del pueblo por la vía de satisfacer su creciente consumo con las importaciones de bienes y servicios. Se trata de un nuevorentismo del siglo XXI, pero basado todavía en un modelo capitalista no productivo, sino más bien de base especulativa, que demanda dólares al Estado para comprar afuera, y revender adentro con tasas de ganancia tan elevadas como lo permita el incrementado poder adquisitivo del pueblo.

Este es el nuevo pulso estratégico en lo económico para afrontar el 2015 en un contexto además de restricción externa. El nuevo ciclo ha de responder a desafíos inminentes de carácter múltiple: 1) cómo afrontar a la emergente burguesía importadora, que se ha instalado como clase capitalista aprovechándose de los beneficios de la nueva política socialista de la década ganada; 2) cómo seguir transformando el Estado para una administración más eficaz desde el socialismo bolivariano del siglo XXI; 3) cómo alterar los términos de intercambio en la inserción nacional/regional en el mundo, garantizando más soberanía (autonomía) frente al proceso creciente de transnacionalización del sistema capitalista aún hegemónico; 4) cómo seguir impulsando la transición geoeconómica mundial, desde la región, haciendo compatibles efectivamente los procesos de transformación de base nacional-popular con los cambios supranacionales de carácter bolivariano; y por último, pero no por ello menos importante, 5) cómo construir en adelante categorías motivadoras/movilizadoras en el imaginario popular económico de una mayoría social en mutación, que ve muy lejana la larga noche neoliberal, y que está renovando constantemente sus demandas y exigencias, siempre mirando hacia delante.

Si persiste una estructura productiva desequilibrada, en discordancia con la nueva demanda interna, entonces se está permitiendo que el capitalismo tenga oportunidad para hacer efectiva una guerra económica a través de sus armas de destrucción masiva: inflación, desabastecimiento, dólares ociosos, etc. Son peligros provenientes del comportamiento capitalista anti popular, anti nacional, anti humano, anti democrático, que aún reside puertas adentro, con conexiones excepcionales puertas afuera. Frente a ello, la urgencia está en la Gran Revolución Productiva. La suma integral de avances en esta transformación productiva será factor correctivo del desequilibrio estructural consumo-producción, para cerrar las grietas por las que penetra el “sistema del capital poscapitalista”; esto es, los inquilinos capitalistas que se quedaron vivitos y coleando en el proceso de cambio revolucionario en busca del socialismo bolivariano del siglo XXI. Esta burguesía importadora sigue contribuyendo a resucitar el metabolismo social del capital que se constituye —en última instancia— en suelo fértil para guerras económicas a través de inflación y desabastecimiento.

No obstante, la transformación productiva no solo significaba introducir nuevos bienes, sino también cambiar la forma de producirlos, para incluir la participación de nuevos agentes económicos en el modelo productivo alternativo. Cambiar la matriz productiva es cambiar los bienes producidos, a la vez que las relaciones sociales de producción; y por otro lado, el proceso de sustitución de importaciones no es de ámbito estrictamente nacional, sino que ha de combinarse en muchos sectores con una planificación productiva/industrializadora supranacional en los nuevos tiempos, para así resistir a un capitalismo real basado en un modelo de producción transnacional —deslocalizado mundialmente—.

Además a esta doble exigencia, hay que sumar la dimensión alimentaria y tecnológica. Respecto a la primera, se trata de afrontar los nuevos niveles de consumo de la mayoría social en la industria agroalimentaria con más producción nacional. En relación a lo segundo, la tecnología adquiere una mayor relevancia desde ahora en adelante. El mundo está en pleno boom del conocimiento como valor principal a la hora de determinar los patrones de intercambio desigual a nivel mundial, y a esto no se le puede dar la espalda. El cambio de matriz productiva requiere insumos productivos intermedios, que tienen un alto componente tecnológico que en la actualidad es necesario importar por no tener soberanía tecnológica, y esto genera una suerte de neo dependencia que exige crecientes divisas. En este punto está uno de los principales reto a afrontar con una planificación ordenada que priorice los sectores económicos que tienen más pesos en la estructura económica venezolana, con potencialidad para responder a la demanda interna, y también para poder llegar a exportar.

Por último, el Estado de las Misiones ha de seguir siendo la piedra angular del proceso de cambio como pilar de justicia social de la economía que humaniza y democratiza las condiciones de vida digna a favor de toda la sociedad venezolana. El Estado de las Misiones no es ningún Estado de Bienestar porque no parte de ningún pacto con los de arriba para que concedan permiso para ayudar a los de abajo. El Estado de las Misiones debe estar a salvo de cualquier shock macroeconómico externo o interno, de las restricciones internas y externas. Se trata de mejorar el funcionamiento y la coordinación de las mismas, pero especialmente, sostenerla a pesar de la caída del precio del petróleo. Para ello se requerirá seguir profundizando en la reforma tributaria en aras de conseguir la soberanía tributaria suficiente para ir reduciendo la dependencia de la recaudación de los fondos públicos por la exportación de petróleo. En este sentido, se ha dado un importante paso con la última reforma fiscal que gravará más, con IVA, a aquellos bienes suntuarios consumidos predominantemente por la población de mayores ingresos; además se ha avanzando en la imposición ambiental aunque aún resta mucho por realizar en esta materia para conciliar justicia ambiental y justicia social, es decir, se trata de ir diseñando impuestos socialmente eficiente en materia ambiental pero siempre bajo el máximo respeto a la progresividad (quien más tiene, más paga). Esta herramienta de política económica, la tributaria, ha de ser fundamental para sortear la restricción externa sin caer en restricciones internas sustitutivas; se debe procurar buscar en la soberanía tributaria el camino sostenible que permitiría un mecanismo de reapropiarse del excedente económico que se genera no solo por la vía petrolera, sino gracias a las actividades comerciales (con gran importancia en el sector de las importaciones) que están siendo determinante en la generación de nueva riqueza y ganancias en la economía venezolana en el siglo XXI.

2015, el año de la oportunidad, el Nuevo Salto Adelante

Es por ello que hace pocos días, en una doble intervención (a fines de año y a principios del nuevo año 2015), el Presidente Maduro ha anunciado una suerte de nuevo Salto Adelante en lo económico, con la intención de convertir en oportunidad aquello que hoy puede ser contemplado como un momento de gran complejidad económica derivado de la guerra económica interna, de la restricción económica externa, y también de las propias tensiones y contradicciones en la estructura económica que acompaña un proceso acelerado de revolución social y política. En este sentido, se considera que el año 2015 ha de ser el año de la Recuperación Económica en base a una gran alianza productiva que permita avanzar materialmente en la construcción del sostén necesario para que la Revolución Social no tenga vuelta atrás. Se sigue fijando como centralidad económica la cuestión social, lo humano, la justicia social, lo laboral. Ser trataría (en palabras del propio Presidente) de perfeccionar el modelo de distribución de riqueza al mismo tiempo que se debe ir perfeccionando el modelo de generación de riqueza”. De este Plan Económico de Recuperación, se destaca la importancia de: a) nuevo sistema cambiario que se acomode a la nuevas necesidades de divisas para afrontar el nuevo orden económico a lograr; la política cambiaria ha de satisfacer una cuestión clave de justicia social al mismo tiempo que ha de procurar canalizar a los dólares de la forma más productiva posible, evitando los dólares ociosos-antiproductivos-especulativos; b) ir a fondo en la reforma fiscal buscando fortalecer capacidad recaudatoria siempre bajo los principios de equidad; c) optimizar el gasto público en la línea del programa de eficiencia socialista (o nada); la gestión es también parte de la política; d) fortalecer las reservas en dólares pero también en bolívares (creación del Fondo Estratégico de Reservas) como forma de avanzar en la soberanía monetaria (desdolarizando paulatinamente la economía venezolana en la medida de lo posible) y procurando disponer de “colchón” de estabilidad frente a cualquier tipo de shock externo o interno; e) una política eficaz de precios justo que logre equilibrar precios y costes de producción, con especial interés en descifrar qué ocurre en esa caja negra que el capital pretende de la cadena de valor; f) políticas de fomento para aumentar el ahorro interno y de control del exceso de liquidez, como medidas anti inflacionaria; g) la creación de zonas económicas especiales de desarrollo como iniciativa fundamental para ir construyendo un mayor equilibrio territorial y sectorial, teniendo un efecto multiplicador sobre el necesario del cambio de matriz productiva de Venezuela, y además, sirviendo como mecanismo para contrarrestar el preocupante contrabando que se dan en algunas zonas del país que tienen un efecto contagio desestabilizador en muchas variables macroeconómicas (entre ellas, el tipo de cambio ilegal); h) gran apuesta a recuperar al campo como sujeto social y económico para que se responsabilice de desatar la nueva fuerza productiva agroalimentaria; i) creación un Centro Nacional de Balance de Alimentos, que permite justamente controlar y dar seguimiento a inventarios, distribución, comercialización, cadenas de valor, y en última instancia a la conformación del precio justo; se trata de poner a la alimentación como derecho humano básico, en calidad centralidad económica; j) creación del Sistema Integral de Control de Abastecimiento que garantice que no haya fallas ni errores en este aspecto central para la economía cotidiana del venezolano.

En definitiva, este conjunto de acciones económicas constituyen un plan de inversiones anti cíclico en materia productiva que garantice sosteniblemente todo lo conquistado en materia social. La apuesta en 2015 es romper el ciclo vicioso de la economía a partir de mas inversiones productivas que quiebre este pasado de contracción económica. Se trata de hacer irreversible lo logrado al mismo tiempo que se avanza en romper con el rentismo petrolero y con el rentismo importador (compro afuera y vendo adentro), de tal manera que siga transitando hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI.

CELAG

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