Fabrizio Mejía Madrid, escritor y periodista mexicano: “El PRI es una dictadura refrendada por los votos comprados”

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Por Mario Casasús

En entrevista con Clarín.cl Fabrizio Mejía Madrid (1968), escritor y periodista mexicano, recuerda la década de 1980: “No podemos olvidar toda la movilización social que había en México durante esos años, comenzando por el terremoto de 1985, siguió inmediatamente después la Huelga de la UNAM y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, fueron tres tipos de encuentros: por un lado el encuentro con la ciudad que conocíamos a pedazos –en el terremoto conocimos las entrañas de la ciudad-, luego conocimos a la UNAM –una ciudad en sí misma con 300,000 estudiantes-, y el enfrentamiento o sorpresa cuando el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas descubrió un campo que era cardenista desde siempre, desde Lázaro Cárdenas. La idea de Arde la calle era el reencuentro, yo veo a los ochenta como una época de encuentros”.

Autor de: Erótica nacional (1994), Pequeños actos de desobediencia civil (1996), Salida de emergencia (1997), Hombre al agua (2004), Viaje alrededor de mi padre (2004), El rencor (2006), Tequila DF (2007), Ciudad de México. Ciudad solidaria. Capital de asilos (2008), La edad del polvo (2009), Disparos en la oscuridad (2010), México indómito (2012), Vida digital (2012), Septiembre. Zona de desastres (2013), Días contados (Almadía, 2013), Nación TV. La novela de Televisa (2013) y Arde la calle. La novela de los ochenta (Suma, 2014).

El cronista y novelista Fabrizio Mejía Madrid contrasta el movimiento social de los ochenta ante el regreso del partido político que gobernó 80 años desde 1929: “El PRI era una dictadura refrendada por los votos comprados, es una dictadura que tiene un refrendo cada seis años. Yo creo que hay mucha gente en el Movimiento Todos somos Ayotzinapa que están convencidos que tomar Palacio Nacional sería el final del régimen, recordemos a frase de Carlos Monsiváis, cuando nos hicieron el fraude electoral de 1988: ‘No es lo mismo ganar, que te dejen ganar; no es lo mismo que te dejen ganar, que te dejen gobernar; no es lo mismo gobernar y gobernar bien’, en los ochenta se veía una gran lucha por la ciudadanía y la democratización del país, en la actualidad tenemos ese sentimiento a flor de piel”.

MC.- Fabrizio, ¿cuándo decides escribir sobre la corrupción de Petróleos Mexicanos en 1978, la histórica Huelga de la UNAM en 1987 y el fraude electoral de 1988?

FM.- La idea original es pensar la década de 1980 sin nostalgia, pensarla desde el presente, había muchas cosas que estaban pasando en México –entre 2012 y 2013- que tenían que ver con la década de 1980. Por supuesto uno de los temas era que desde 1980 nos habían prometido la “abundancia con el petróleo”, entonces pensé: “este país tiene la maldita costumbre de repetir las cosas, se volvió a plantear ‘la abundancia’ que traerá el petróleo con la reforma energética de Peña Nieto”. Viví mi adolescencia y juventud en los ochenta y empecé a escarbar no tanto en archivos, sino en la memoria, me sirvió contactar a mucha gente que no veía para preguntarles sobre nuestra época, de pronto me acordaba lejanamente de algunas cosas.

La idea del boom petrolero la conté a través de una familia que por la corrupción de PEMEX pasan de la clase media a los nuevos ricos, y por otro lado están las historias de gente de clase media que pasaron a la pobreza vía el terremoto de 1985, era muy atractivo ver cómo había desaparecido la clase media en México, en general, desde una mirada no nostálgica se trata de una exploración del espíritu de los ochenta, de esa generación que lo mismo le tocó por primera vez el rock en español, hecho específicamente para los hispanohablantes, esa educación sentimental del rock argentino, del rock de garaje en Ciudad Satélite del DF y de la movida madrileña. Por otro lado están las nuevas tecnologías en ese entonces las casas se llenaban de videocaseteras, microondas y walkmans, ahora es una tecnología caduca pero ciertamente melancólica, y no podemos olvidar toda la movilización social que había en México durante esos años, comenzando por el terremoto de 1985, siguió inmediatamente después la Huelga de la UNAM y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, fueron tres tipos de encuentros: por un lado el encuentro con la ciudad que conocíamos a pedazos –en el terremoto conocimos las entrañas de la ciudad-, luego conocimos a la UNAM –una ciudad en sí misma con 300,000 estudiantes-, y el enfrentamiento o sorpresa cuando el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas descubrió un campo que era cardenista desde siempre, desde Lázaro Cárdenas. La idea de Arde la calle era el reencuentro, yo veo a los ochenta como una época de encuentros. Finalmente, un encuentro importante, ante la epidemia del SIDA, ahí surgió el encuentro con la comunidad gay, ellos abrían los bares los jueves para los conciertos de rock, fue un momento de emergencia donde se necesitaba información sobre el SIDA y repartir condones para detener la epidemia que a mediados de 1986 y 1987 era un problema grave y un terror por la desinformación. Yo veo así a la década de 1980, además están mis memorias personales…

MC.- Lo que escuchaste, lo que recuperaste con tus amigos…

FM.- Sí, le hablé por teléfono a Julio Patán, le hablé varias veces para preguntarle: “¿cómo se llamaba el antro al que íbamos?”, pero todos tenían distintas direcciones de un bar, nadie se acordaba bien, en fin, así es la memoria, y Arde la calle se trata de eso.

MC.- Además de la historia oral, tu novela retoma una extensa bibliografía, desde un manuscrito de Guillermo Osorno, a los libros clásicos de Elena Poniatowska y Adolfo Gilly. ¿“Arde la calle” es una novela histórica o documental?

FM.- Habría que establecer fechas y datos precisos, es una manía mía, para darle elementos para entender de lo que estoy hablando -a los que no vivieron la década-, también porque soy periodista, y para brindarle un ritmo al lenguaje, privilegié el ritmo del lenguaje capítulo por capítulo, tienen distintas melodías para brindar una idea nueva de lo que yo hago, si hago siempre lo mismo ya no me divierto.

MC.- Cada capítulo es distinto por el ritmo del lenguaje, un capítulo puede ser político, o de denuncia, y otros son lúdicos: la pornografía en la década de 1980, los videojuegos de la época –Tetris- y el enigma del cubo Rubik…

FM.- Esa experiencia que yo relato de tener un videocasete con una película porno fue irrepetible, finalmente eran experiencias colectivas –hombres y mujeres en un cuarto viendo una prono, nunca se veían bien porque estaban mal iluminadas-, el porno avanzó mucho con Internet, se hizo atmosférico. En la década de 1980 teníamos la sensación de que el porno era prohibido, esa experiencia colectiva de experimentar la sexualidad, imagínate qué traumados debemos estar los que crecimos en los ochenta que experimentamos ese tipo de cosas, pero a la mitad del camino llegó el SIDA.

MC.- En “Arde la calle” aparecen el presidente López Portillo, el policía asesino Miguel Nazar Haro y el corrupto líder sindical de PEMEX, ¿Qué personajes del México turbio encontraremos?

FM.- Por supuesto están Jorge Díaz Serrano, Miguel Nazar Haro, José López Portillo y Acosta Chaparro, ellos fueron los grandes articuladores de la represión y del terror en las zonas donde se extraía el petróleo y se iba construyendo el oleoducto de PEMEX –que ahora sucederá una vez más, por eso te digo que no es una novela nostálgica, la represión y el terror volverán-, también están en la novela el presidente Miguel de la Madrid, Ramón Aguirre –el regente de la Ciudad de México en 1985-, y el policía José Antonio Zorrilla Pérez –quien terminó asesinando al periodista Manuel Buendía-, y en un tono más light están muchos grupos de rock y muchas películas.

MC.- En “Arde la calle” también están Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas, ¿qué personajes de la izquierda cimbraron a México en la década de 1980?

FM.- A nivel político está el colectivo, el Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM en 1987, por supuesto Cuauhtémoc Cárdenas, Súper Barrio –él mismo contó su historia en el terremoto, hizo una burla de los cómics-, las brigadas anónimas, colectivas y horizontales del terremoto de 1985, sale el tenor Plácido Domingo ayudando a los sobrevivientes de Tlatelolco, también sale este personaje tan interesante que llamaban La Pulga, por chaparrito lo metían entre los huecos de los escombros para salvar gente y después acabaría en la cárcel por robo.

MC.- De “Pulga” a robo hormiga…

FM.- Exacto, este país es así, un gran héroe puede cometer un delito.

MC.- Habíamos olvidado los movimientos sociales de la década de 1980, porque en la actualidad también “Arde la calle”…

FM.- Sí, creo que es fundamental la idea de la ciudadanía en los ochenta, recuerdo cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó las elecciones de 1988 y Carlos Salinas orquestó el fraude electoral, muchos de nosotros estábamos convencidos que era muy fácil tomar Palacio Nacional para acabar con el PRI.

MC.- Porque no pasamos por una dictadura formal…

FM.- El PRI era una dictadura refrendada por los votos comprados, es una dictadura que tiene un refrendo cada seis años. Yo creo que hay mucha gente en el Movimiento Todos somos Ayotzinapa que están convencidos que tomar Palacio Nacional sería el final del régimen, recordemos la frase de Carlos Monsiváis, cuando nos hicieron el fraude electoral de 1988: “No es lo mismo ganar, que te dejen ganar; no es lo mismo que te dejen ganar, que te dejen gobernar; no es lo mismo gobernar y gobernar bien”, en los ochenta se veía una gran lucha por la ciudadanía y la democratización del país, en la actualidad tenemos ese sentimiento a flor de piel.

MC.- Después de la trilogía: “Disparos en la oscuridad”, “Nación TV” y “Arde la calle”, ¿cambiarás el tono de tu próxima novela?

FM.- La trilogía fue un invento de Paco Taibo II, estábamos en la FIL del Zócalo y Paco dijo: “la trilogía de Fabrizio comienza con El rencor”, entonces serían cuatro novelas. Yo no trabajo por trilogías, el próximo año publicaré otra novela que tendrá que ver con la política mexicana y entonces será quinteto.

MC.- ¿Siempre transcurrirán tus novelas en la Ciudad de México?

FM.- No necesariamente, este libro comienza en Tabasco. Yo hablo mucho de la Ciudad de México en Arde la calle, no hablo de Guadalajara porque sé que hubo una experiencia muy importante de contracultura en la década de 1980, están Jis y Trino -baterista y bajista del grupo rock El Personal-, está la revista de los dos caricaturistas: La chora interminable, se cuentan cosas de ellos míticas: se dice que de madrugada le pusieron un enorme condón a la torre de la Catedral de Guadalajara, para protestar por la no acción de los sacerdotes ante la epidemia de SIDA. Se cuentan muchas cosas de Jis y Trino, pero yo no lo tengo muy claro, le decía a Trino, ahora que lo vi en Oaxaca: “tú escribe una novela sobre la vida en Guadalajara durante los ochenta, debe ser muy interesante su experiencia de caricaturistas y músicos”.

MC.- ¿Qué dijo el monero Trino?

FM.- “No cabrón, no tengo tiempo, hago cuatro libros al año” (frase recreada con el típico acento tapatío).

MC.- Fabrizio, ocasionalmente publicas crónicas de largo aliento en “Proceso”, ¿qué semblanza harías sobre el novelista, dramaturgo y periodista Vicente Leñero?

FM.- Creo que con la muerte de Vicente Leñero se pierden tres Leñeros, el primero es el periodista, su libro Los periodistas (1978) es un ejemplo de crónica literaria increíble, puntual y precisa sobre el golpe a Excélsior en 1976. Se pierde a un Leñero guionista, creo que después de José Revueltas, Leñero fue el máximo guionista del nuevo cine mexicano –con El callejón de los milagros, y El crimen del padre Amaro-, finalmente se pierde al Leñero novelista, experimental, siempre que le decía que su novela El garabato me encantaba, respondía: “estás loco”. El garabato (1967) es una novela circular: un escritor inventa a un novelista, el novelista inventa a un lector, el lector inventa al escritor, El garabato es un prodigio de acrobacia literaria, y por supuesto Los albañiles (1964) que le mereció el Premio Seix Barral, Leñero decía: “es que en España necesitaban darle el premio a un mexicano”, él nunca quiso valorar en público su obra narrativa. Creo que perdimos a tres Leñeros.

MC.- Finalmente, en un plano personal perdiste a un maestro y amigo, ¿nunca trabajaron Vicente Leñero y tú el guión de una novela?

FM.- Sí, nos quedamos sin poder terminar, habíamos comenzado a trabajar un guión, Sebastián del Amo –director de la película Cantinflas (2014)- y yo visitamos a Vicente Leñero hace tres años, estuvimos trabajando intermitentemente en un guión sobre Díaz Ordaz (Disparos en la oscuridad, 2010), prácticamente quedó terminado, pero acordamos que discutiríamos los comentarios que nos hizo Vicente para vernos después, en eso se enfermó, entonces no pudimos concretar el proyecto. Una semana antes de su muerte hablé por teléfono a casa de Vicente para saber cómo estaba, pero ya no me contestó él, sino su hija. Perdí a un gran maestro y amigo.

El Clarín

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