Entrevista con la socióloga argentina Maristella Svampa sobre el acuerdo entre YPF y Chevron

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«Hay que diversificar la matriz energética para romper con la dependencia exclusiva del patrón energético basado en la extracción de hidrocarburos»
La socióloga argentina Maristella Svampa advirtió en su momento que la sintonía entre los gobiernos progresistas del Cono Sur con el modelo productivo extractivista hacía pensar que la región había pasado “del consenso de Washington al consenso de los commodities”. Esa idea es mucho más palpable en Argentina tras el acuerdo de la petrolera recientemente renacionalizada (YPF) con la multinacional estadounidense Chevron, acusada además de cometer un “ecocidio” en el Amazonas ecuatoriano por utilizar una metodología de exploración, el fracking, que está prohibida o sufre una moratoria en diversos países por su gran impacto ambiental. Nacida y criada en una zona cercana a donde estarían las reservas que harían de Argentina la Arabia Saudita del gas shale, Svampa advierte sobre las consecuencias de la asociación YPF-Chevron. 

—Plataforma 2012, un colectivo de intelectuales de izquierda opositores al gobierno nacional, calificó el acuerdo con Chevron como la reprivatización de YPF. ¿Por qué utilizaron esta caracterización?

—No, no es así. No hablamos de “reprivatización”, sino de una vuelta de tuerca en el proceso de falsa estatización de YPF, que hoy concluye en la entrega a Chevron. En mayo de 2012, en un largo documento titulado “Por una verdadera estatización de los recursos energéticos. La crisis de YPF o el fracaso de una política energética”, desde Plataforma 2012 sostuvimos que se trataba de una falsa estatización, ya que la anunciada “reconquista” de YPF no contemplaba los aspectos estructurales de la cuestión energética y carecía de una mirada estratégica de mediano y largo plazo. Por ejemplo, la ley no proponía cambio alguno del marco regulatorio ni política de nacionalización de los hidrocarburos; no asistíamos a una verdadera estatización de la empresa, ya que no se había optado por una sociedad de Estado; no existía una propuesta de largo plazo que apuntara a la diversificación de la matriz energética. También alertábamos que el país se aprestaba a ingresar de manera ciega e imprudente en una forma de extracción de gas y petróleo no convencional, a través de la fractura hidráulica o fracking, (*) una metodología muy controvertida, prohibida en varios países, sin siquiera abrir debate o informar sobre sus gravosas consecuencias ambientales.

—Las denuncias ambientales contra el fracking son conocidas en todo el mundo. Sin embargo, los técnicos de YPF aducen que la extracción en la zona conocida como Vaca Muerta será a mayor profundidad y por lo tanto será menos lesiva de la roca madre. Además, contraargumentan manifestando que esta técnica de exploración ya ha sido practicada en Argentina. ¿Ustedes cómo observan esta polémica?

—No me parece que haya polémica, pues no hay vocación por parte del oficialismo de debatir. Y tampoco el tema del fracking se limita a un solo punto, el de la contaminación del agua. Esto me hace recordar a la discusión sobre la megaminería, a la cual intencionalmente buscaban reducir a un solo tema: si se utilizaba cianuro o no.

Veamos qué sucede con los otros pozos de fracking. Primer ejemplo: Neuquén. En enero visité a la comunidad Gelay Ko, cerca de Zapala, donde se hizo el primer pozo de fracking del país. Allí, en ese territorio árido, la empresa estadounidense Apache entró sin autorización de las comunidades indígenas. No hubo consulta ni estudios previos de impacto ambiental. Apache está extrayendo agua del acuífero Zapala, mientras las comunidades carecen de ella. No hay que olvidar que el Estado neuquino es un violador serial de los derechos indígenas, lo cual incluye a la justicia provincial, que –salvo excepciones– falla sistemáticamente a favor de las corporaciones o de los grandes propietarios privados, cuando se trata de explotación hidrocarburífera, minería y emprendimientos turísticos.

Otro aspecto: la actividad sísmica. Hace unos días, cerca de Las Heras, provincia de Santa Cruz, donde YPF perforó tres pozos con técnicas de fracking, se registró el primer movimiento sísmico que podría estar ligado a esta actividad. Así apareció publicado en varios portales de noticias, tomando como fuente el Centro Nacional de Información de Terremotos del Servicio Geológico de Estados Unidos. El movimiento telúrico no se percibió, pero quedó registrado en los sensores de ese centro de alerta temprana.

Un último ejemplo: incompatibilidad con otras actividades productivas. En una localidad de la provincia de Río Negro, Allen, que tiene una matriz productiva centenaria ligada a la producción de peras y manzanas, Apache empezó a perforar, extrayendo tight gas, con el método de la “multifractura”. La población ignora si en algunos pozos están haciendo fracking o no, pues no hay información. Hay 300 pequeños chacareros en el lugar y más de 170 perforaciones, casi todas de gas convencional. Pero la incompatibilidad entre ambas actividades (sobre todo estamos hablando de peras de exportación) es algo que muchos vislumbran en un futuro cercano. Así que son muchos los aspectos o dimensiones que incluye la discusión sobre el tema del fracking, no solamente respecto de la contaminación del agua.

—Con relación a la megaminería y al agronegocio, ¿qué particularidades presenta el gas de esquisto como el nuevo hit del extractivismo?

—Más allá de los impactos ambientales, a diferencia de la megaminería y el agronegocio, la explotación del shale gas se hace en nombre de la soberanía energética. Esta carrera desenfrenada por el autoabastecimiento rompe con la perspectiva neocolonial clásica; esto es, con la idea de que en el Norte se consume y en el Sur se extrae, ya que en el Norte también hay países que apuestan por el shale gas. Las poblaciones de Holanda y Estados Unidos ya están padeciendo el sacrificio de sus territorios en nombre de la soberanía energética. En Canadá pasa lo mismo respecto de las arenas bituminosas. Entonces, lo que puede verse es que la opción por los combustibles no convencionales traerá profundas reconfiguraciones de los territorios, tanto en el Norte como en el Sur. Lo dicho puede ser visto también desde otra perspectiva. En mis incursiones europeas más recientes me di cuenta de que cuando hablo de megaminería me miran como si estuviera hablando de “un estudio de caso” y el Norte nada tuviera que ver con el tema; pero cuando hablo de fracking los ojos de mis interlocutores se iluminan y entran en sintonía con lo que digo. Quizá entonces esto pueda generar mayores solidaridades en las luchas.

—Otras petroleras estatales regionales, como Ancap y Pdvsa, se manifestaron interesadas en participar en Vaca Muerta. ¿Por qué los gobiernos sudamericanos no objetan un modo de producción petrolero que tiene atrás a todo el lobby del Departamento de Estado estadounidense?

—Es una buena pregunta, pues por debajo de los discursos grandilocuentes acerca del retorno del Estado, los gobiernos sudamericanos han aceptado que se mueven en un espacio de geometría variable, en el cual se insertan los imperativos de la globalización asimétrica. Por otro lado, no se olviden de que hablamos de gobiernos que viven bajo el influjo de la visión “eldoradista”, que trajo aparejado el “consenso de los commodities”. Más aun, antes de objetar el lobby del Departamento de Estado estadounidense, son capaces de dar vuelta el argumento antimperialista, para responder que se trata de objeciones de “ONG extranjerizantes”, de reacciones “pachamamistas” o aun de un “fundamentalismo colonial” que le hace el juego a aquellos que no quieren el desarrollo autónomo de los países del Sur. Enclaustradas entre el pragmatismo y la ilusión desarrollista, estas políticas terminan por generar un punto ciego para estos gobiernos.

—¿Cuál es, en líneas generales la reacción de la población local neuquina sobre el boom del gas de esquisto? Es decir, más allá de la movilización de sectores ambientales o de los pueblos originarios, ¿el sentido común acompaña este nuevo imaginario eldoradista?

—Soy hija de esas tierras. Además, hace un mes fui invitada por la Legislatura de la provincia de Neuquén a un seminario sobre hidrocarburos no convencionales. Había mucha gente, muchos profesores y estudiantes de colegios secundarios. Me tocó hablar de los impactos sociales y ambientales del fracking, sobre todo vinculado a los pueblos indígenas. En el seminario había tres técnicos –entre ellos dos ingenieros en petróleo con vasta trayectoria en empresas, y uno de ellos asesor del oficialismo– y un geólogo. Los tres técnicos fueron contundentes y desaconsejaron la explotación mediante el fracking. El único que habló a favor fue el geólogo. Pero las empresas no estaban presentes; no les interesa estar. Para ellos el tema ya está saldado. Tienen toda la prensa escrita a favor. Los legisladores del oficialismo aceptaron hacer el seminario para calmar a las voces críticas, pero lo hicieron pour la galerie. Más aun, los legisladores parecían no escuchar y hablaban extasiados una y otra vez del “segundo gran descubrimiento del petróleo” y del “clúster” que se generaría en Vaca Muerta. Por otro lado, tengo la impresión de que gran parte de la sociedad neuquina, que siempre fue petróleo-dependiente, sigue los avatares de YPF y Chevron como si fueran algo ajeno a su destino.

—¿Qué opina de la estructura argumentativa del kirchnerismo defendiendo el acuerdo con Chevron? ¿Es una nueva épica neodesarrollista o trasunta más pragmatismo de negocios?

—Cuesta creer que puedan transformar en gesta épica algo tan opaco como el acuerdo con Chevron, del cual ni siquiera la propia Legislatura de la provincia de Neuquén conoce el contenido. Mucho menos con el historial de Chevron, prófuga de la justicia ecuatoriana. En ese sentido, veo más un discurso de realpolitik, amparado en la demanda de autoabastecimiento energética. Y aunque se los ve empecinados en decir que sólo compran know-how, es poco creíble, ya que se trata de un contrato de explotación que además de otorgar numerosas ventajas (el derecho a exportar el 20 por ciento a partir del quinto año sin pagar derechos de exportación y sin la obligación de liquidar las divisas en el país), es por 35 años y en el principal yacimiento de gas no convencional del país.

—La matriz energética mundial se está reconfigurando. Si las fronteras del fracking son inestables, ¿dónde debería buscarse un nuevo mapa energético?

—En lo que respecta a Argentina, hay que diversificar la matriz energética, para romper con la dependencia exclusiva del patrón energético basado en la extracción de hidrocarburos. Hay que promover el desarrollo de energías alternativas no contaminantes (eólica y solar). E incluso, para poder pensar una transición, habría que explorar y desarrollar áreas hidrocarburíferas convencionales (que las hay, ya que Repsol en los últimos años no hizo exploración), antes que embarcarse ciegamente en los no convencionales.

Hay países, como Alemania, que abandonaron la energía nuclear y se están orientando hacia otras matrices energéticas, basadas en la energía eólica y fotovoltaica. Sobre todo la energía eólica es limpia, tiene costos operativos menores que otras energías (como la que se produce a través del fracking) y una vida útil más larga. Pero estas no son discusiones fáciles, requieren de consenso social y político y de grandes cambios culturales en los patrones de consumo.

Nota:

(*) Procedimiento que consiste en inyectar a presión en el terreno agua, arena y productos químicos para ampliar las grietas existentes en el subsuelo y así poder extraer más fácilmente los hidrocarburos. Este sistema es cuestionado ambientalmente, ya que, entre otros riesgos, los químicos inyectados para disolver la piedra suelen contaminar los acuíferos más profundos.

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