El debate sobre el paramilitarismo: ¿qué deja? – Por Carlos Obregón González
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Un debate en el Congreso siempre es contra un gobierno, sus ministros y sus políticas. Casi nunca contra un gobierno y un presidente que ya se fueron. Esa es la diferencia de forma y fondo de este debate sobre el paramilitarismo.
Es un debate al pasado de un presidente, al paramilitarismo, que se resiste a desaparecer como pasa con el debate recurrente sobre la toma del Palacio de Justicia o sobre la financiación de la campaña presidencial de 1994, o sobre los nexos de políticos y autoridades con los carteles para asesinar a los candidatos presidenciales en la década de 1990.
Este debate sobre el paramilitarismo, lleno de palabras duras, acusaciones mutuas, sindicaciones con pruebas o sin ellas y verdades a medias, llamó la atención de mucha gente que esperaba nuevas revelaciones. Pero de eso poco dio. A los que se sentaron frente al televisor les quedaron debiendo lo que viene demandando la gente hastiada con la violencia: verdad y claridad.
La verdad sobre el paramilitarismo con todos sus horrores o los horrores de guerrilla está lejos de conocerse mientras quienes hagan el debate político sean parte interesada. Las comisiones de la verdad no la integran los políticos sino los estudiosos que miran los hechos con distancia. El de hoy fue un debate político donde la inmunidad congresional da amplias licencias.
Políticamente, los que siguen a Uribe siempre pensarán que la izquierda es aliada de la guerrilla –ahora también meten a Santos en esa casilla—y los críticos del exmandatario siempre lo verán como el aliado de un grupo siniestro que intentó imponer un modelo de Estado apoyado en los principios de la extrema derecha.