El paro nacional agrario, saltos cualitativos del movimiento social – Por Fernando Dorado

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El movimiento social en Colombia –a diez días de haberse iniciado el paro nacional agrario y popular– nos ofrece un amplio panorama de luchas, movilizaciones, desplazamientos, encuentros entre diversos sectores de la población, confrontaciones con el Estado a todo nivel y, por sobre todo, la evidencia de que están en desarrollo varios saltos cualitativos que han ido madurando al pasar de los años.

En una semana la estrategia del gobierno fracasó. El movimiento campesino –en una de sus vertientes (Dignidad papera y lechera de Boyacá, Cundinamarca, Nariño y otras regiones)– impuso su primera condición que era negociar en una mesa de carácter nacional. La soberbia y el cinismo del presidente Santos le aportó su dosis de “embarrada” al pronunciar su famosa frase de que “el tal paro nacional agrario no existe”, lo que enardeció los ánimos tanto de los manifestantes como de amplios sectores urbanos que hicieron recular al Gobierno y lo obligaron a sentarse a dialogar sin poner condiciones de levantamiento del paro (bloqueos de vías).

Sin embargo, el otro sector de campesinos y mineros movilizados desde regiones de colonización y áreas periféricas, que hoy están concentrados en Florencia (Caquetá), Villavicencio (Meta), Algeciras (Huila), El Pilón y El Cairo (Cauca), Barrancabermeja (Santander), Caucasia y Barbosa (Antioquia), Castilla (Tolima), varios sitios del Putumayo, Arauca y otras zonas, no ha logrado la suficiente visibilización y no consigue –hasta ahora– un espacio de negociación con el Estado.

En este artículo trataremos de hacer visibles las pulsaciones sociales que contribuyen a cualificar el contenido político, cultural y comunicacional del movimiento social colombiano y que van a generar cambios sustanciales en la vida nacional.

Esas manifestaciones de nueva cualidad en el movimiento social están representadas por: 1. La insurgencia social de importantes sectores productivos agrarios golpeados por la política neoliberal del Estado, especialmente por los TLC. 2. El resurgimiento del movimiento campesino de regiones de colonización que están en proceso de integración con la economía nacional. 3. La solidaridad activa de sectores urbanos. 4. Nuevas formas de lucha.

1. La insurgencia social y política de importantes sectores productivos

Desde la década de los años 90 del siglo pasado (XX) los productores de café habían protagonizado importantes movilizaciones en torno a la lucha por la condonación de deudas bancarias que habían sido causadas por la caída de los ingresos cafeteros como resultado de la terminación del Pacto Internacional del Café y la implementación de la llamada “apertura económica” por parte del gobierno de César Gaviria (1990-94).

Esas luchas tuvieron su concreción en la organización de Unidad Cafetera y su posterior transformación en el Movimiento Nacional por la Salvación Agropecuaria, que lograron realizar importantes manifestaciones regionales con un pliego que contemplaba aspectos cruciales de la economía agropecuaria como la lucha contra las importaciones agropecuarias; por precios de sustentación; control de los precios de los insumos; por créditos suficientes, oportunos y baratos; por la condonación de las deudas bancarias; y por el apoyo estatal en comercialización, infraestructura, investigación y asistencia técnica.

A pesar de tener una plataforma de lucha integral y de alto contenido político, en el desarrollo concreto de la lucha que aglutinaba a grandes, medianos y pequeños productores, las consignas se centraban en puntos específicos que golpeaban en determinadas coyunturas a los agricultores como el problema de los créditos impagables. Pero el movimiento no logró superar la dinámica de las marchas y concentraciones de un día sin conseguir un mayor impacto político.

Posteriormente, en la primera década del siglo XXI, el movimiento de los pequeños productores agrarios se centró en la lucha contra las resoluciones del Ministerio de Salud y del Invima que imponían nuevas condiciones sanitarias y de producción, que se plasmaron en marchas lecheras y en diversas actuaciones de los productores de leche y panela.

El gran salto adelante que representan las actuales movilizaciones cafeteras, paperas, lecheras, arroceras, de fruticultores, cebolleros y otros productores, consiste en que, por un lado, han sido sectores golpeados directamente por la firma e implementación de los TLC, importación de sus productos desde el exterior y otros fenómenos relacionados con el “libre comercio” (contrabando, presión de los precios internacionales), y por el otro, quienes están sintiendo el golpe con mayor fuerza son los pequeños productores agropecuarios, que son los que han resistido en sus pequeñas fincas subsidiando la producción con mano de obra familiar y otros recursos propios.

Es por ello que las movilizaciones de productores –tanto las del pasado paro cafetero como las del actual– cambiaron la dinámica de lucha hacia la búsqueda de un mayor impacto político y social mediante el bloqueo beligerante de las carreteras troncales para forzar negociaciones con el Estado y fortalecer su proceso organizativo para enfrentar el futuro.

Ello explica la fortaleza de los bloqueos de carreteras realizados en febrero-marzo en el Cauca y Huila, y los de agosto en Boyacá, Cundinamarca y Nariño, en donde los campesinos no necesitan desplazarse de unas a otras zonas sino que obstaculizan las carreteras en las vecindades de sus pueblos y casas de habitación, garantizándose un suficiente abastecimiento de comida y sobre todo, realizando en simultáneo los taponamientos en múltiples sitios con numerosos participantes que neutralizan la acción disuasiva de la Fuerza Pública, haciéndose imposible desbloquearlos.

Por otro lado está la negociación con el Estado. En el movimiento de los productores de papa se ha visto un avance muy importante. El pasado domingo (25.08.2013), el joven dirigente César Pachón lo decía con toda claridad: “No necesitamos subsidios, sino políticas. Políticas agropecuarias, para poder trabajar». Este paso supera la negociación cafetera de marzo que centró toda la atención sobre el subsidio llamado Protección al Ingreso Cafetero (PIC), que tiene la ventaja para el Gobierno de salir del paso en lo inmediato y desmovilizar las fuerzas campesinas, pero que en últimas es sólo un paño de agua tibia sobre la herida.

Independiente de cómo se desarrollen las actuales negociaciones con el Gobierno, el movimiento campesino productor ha logrado avanzar en aspectos claves para la lucha futura, obligó al Gobierno a negociar en medio de los bloqueos con un paro en pleno desarrollo y activo, y no se dejó llevar al terreno de la desmovilización que el Gobierno buscaba.

2. El resurgimiento del movimiento campesino de regiones de colonización

La convocatoria a la movilización hecha por las “dignidades” cafetera, papera, lechera, arrocera, y otras, fue aprovechada por las organizaciones que actúan en el Coordinador Nacional Agrario (CNA) y la Mesa de Interlocución y Acuerdo (MIA) para convocar a sus bases con la consigna del paro nacional agrario y popular.

Si se analiza el pliego de exigencias de la MIA se puede observar que lo esencial de ese pliego está centrado alrededor de la lucha por las zonas de reserva campesina, los programas alternativos a los cultivos ilícitos y la lucha por el desarrollo integral de sus territorios.

Este programa representa los intereses de campesinos medios y pobres que han construido sus fincas en zonas de colonización a lo largo de más de 60 años. Este campesinado colono ha sobrevivido y ensanchado la frontera agrícola de la Nación en lo que se dio en denominar la “Otra Colombia”. Desde los años 70 del siglo XX su principal producto es la hoja de coca, pero con el tiempo han podido construir fincas de pequeña ganadería con predios de pan coger, pero requieren de carreteras, obras de infraestructura, acueductos, electrificación, educación, salud y apoyo para la producción agropecuaria.

Hoy –al calor de los diálogos de La Habana– quieren hacerse escuchar y se han movilizado a centros urbanos y hasta sitios en donde los han bloqueado por la fuerza, dependiendo de la región de donde provienen que son el Magdalena Medio, el sur del Tolima, el occidente del Cauca y Nariño, las zonas rurales de Putumayo, Caquetá, Meta, Guaviare, Casanare, Arauca y otras zonas.

Decimos “resurgimiento” porque éste campesinado ya se había expresado, primero, en los años 70 por medio de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) que estuvo al frente de la lucha por titulación de baldíos, y luego, mediante las “marchas cocaleras” de los años 90 del siglo pasado (XX) en donde campesinos pobres y “raspachines” (jornaleros recolectores de la hoja de coca) pusieron en jaque al gobierno de Ernesto Samper, luchando contra la erradicación de los cultivos de coca (fumigación) y exigiéndole al Estado planes productivos alternativos.

Ahora sus exigencias son más cualificadas. Implican un plan de desarrollo alternativo al modelo agroexportador que se quiere imponer en Colombia. Están dispuestos a consolidar amplias áreas de territorio nacional mediante una economía agraria respetuosa del medio ambiente y basada en la economía campesina parcelaria que garantice la seguridad alimentaria, dirigido a romper con el círculo vicioso de migración, colonización, conflicto y monopolización de la tierra por grandes terratenientes, y nueva migración hacia lo profundo de la selva.

La coordinación de tan amplios sectores campesinos ha corrido por cuenta de sindicatos de trabajadores agrícolas y asociaciones campesinas a lo largo y ancho del país, entre las que se destacan la Federación Nacional Sindical Agropecuaria (Fensuagro), la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc) y asociaciones regionales como las de Catatumbo, Cimitarra, Caguán, Nordeste Antioqueño, Arauca, Casanare, Meta, Guaviare, Putumayo y muchas regiones más.

3. La solidaridad activa de sectores citadinos con la lucha campesina

El paro nacional agrario y popular iniciado el 19 de agosto de 2013 es la continuación de un nuevo ciclo de luchas de productores agropecuarios, mineros, camioneros y otros sectores sociales, y ha mostrado nuevas potencialidades de la lucha popular en Colombia.

La más sorprendente es la que se inició en la capital del departamento de Boyacá con las movilizaciones impulsadas por los estudiantes el tercer día de paro, que fue seguida por nutridas manifestaciones de respaldo de la población urbana de Tunja a la lucha campesina, que tuvo como expresión máxima el gran cacerolazo que aglutinó en la Plaza de Bolívar de esa ciudad a más de 40 mil manifestantes. Siguiendo ese ejemplo se multiplicaron por todo el país los cacerolazos que el día lunes (26.08.2013) se realizaron en 17 ciudades del país.

Es evidente que el menosprecio con que Santos se refirió a las luchas campesinas hirió en lo más profundo del alma a millones de colombianos que consideran justas las luchas agrarias del momento y que se han expresado de diferentes maneras a través de las redes sociales. Este sentimiento de solidaridad y las manifestaciones de respaldo van despertando las fuerzas aletargadas de los pobladores citadinos, les dará confianza en su fuerza y van a expresarse en poco tiempo alrededor de problemas acuciantes que también se viven en el sector urbano como el desempleo, la situación de los servicios de salud, altos costos de los servicios públicos, y otros.

La fusión de intereses rurales y urbanos alrededor de la lucha “por la renegociación de los TLC” va a constituir el salto cualitativo más importante de las luchas del pueblo colombiano en la segunda década del siglo XXI y va a potenciar la lucha por soberanía nacional y popular a niveles que todos soñamos y anhelamos, a fin de derrotar la casta oligárquica que nos domina.

4. Las nuevas formas de lucha

Además de los bloqueos masivos e impenetrables de carreteras debemos destacar la gran variedad de formas de lucha que se han presentado de acuerdo a las circunstancias de cada lugar. En donde no se ha acumulado suficiente fuerza para bloquear la vía, se han realizado marchas, plantones, concentraciones puntuales y diversas formas de hacerse notar.

Las nuevas herramientas de comunicación social (teléfonos celulares y redes sociales computarizadas) han sido elementos valiosos para comunicar a los manifestantes entre sí y mantenerse informados de lo que ocurre en el país. La convocatoria de los cacerolazos ha sido por internet y las organizaciones cuentan también con medios alternativos de prensa para denunciar los atropellos de la “Fuerza Pública” (ej. videos en You Tube) y orientar a sus bases.

Ese es el otro salto cualitativo a destacar. A pesar de que el Gobierno y los medios de comunicación al servicio de los grandes monopolios capitalistas han querido invisibilizar las acciones campesinas, no lo han logrado. Se rompió el cerco informativo. La lucha por la información es otro campo de batalla. Los esfuerzos y avances de los campesinos de Boyacá y Nariño, la solidaridad citadina, los errores del Gobierno, todo ello se juega en los medios de comunicación y se convierte en incentivo para mantener y fortalecer la lucha en las regiones más apartadas.

Conclusión

Hoy se muestra un nuevo nivel de ligazón entre lo reivindicativo y lo político, muy por encima del paro cafetero del pasado marzo. Se maneja un nuevo lenguaje, surge el enlace entre lo urbano y lo rural. Todo ello es un paso significativo en el movimiento social-político colombiano.

Poco a poco tendrá que irse dando la fusión o unión cualificada entre dos sectores rurales que han estado separados por más de medio siglo: los productores especializados de cultivos permanentes y transitorios, y los campesinos colonos que migraron sobre todo desde Antioquia, el Eje Cafetero, Santander y Cundinamarca, hacia lo que hoy son los departamentos de la periferia.

Además, se acumulan varios elementos que ayudan a la cualificación del movimiento social. A la división de las clases dominantes (que se va a agudizar), se suma la pérdida de territorio (San Andrés), la crisis de credibilidad en la política tradicional, un cambio generacional en las ciudades, los cambios en los medios de comunicación masivos, y la lucha por abrir canales de participación en la vida política del país.

Es por todo lo anterior que los movimientos y las organizaciones sociales están en mora de aprobar un verdadero programa de lucha revolucionario que recoja puntos como la nacionalización de recursos naturales, la renegociación de los TLC, la reforma total de la ley 100, y otros temas de impacto para la población en general.

Es importante que ese debate se desarrolle antes y durante el Encuentro Nacional de Organizaciones Populares que próximamente va a realizarse, que debía aplazarse para poder llegar con un más amplio debate. De lo contrario se va a reducir a hacer «más de lo mismo»: sumar reivindicaciones para negociar con el Gobierno (y fortalecer el régimen), y no para tumbarlo, que es de lo que se trata.

Una “izquierda social” empuja desde abajo a una “izquierda política” que se ha acostumbrado al parlamentarismo domesticado. Los saltos cualitativos en el movimiento social deben ser complementados con saltos cualitativos en la política de izquierda.

http://prensarural.org/spip/spip.php?article11878

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