Manuel Zelaya, expresidente hondureño: “Cinco años después del golpe, Honduras está peor que nunca”
Hace cinco años, Honduras se vio envuelta en una crisis que hizo retroceder a su historia democrática e institucional varias décadas. A las 5 de la mañana del 28 de junio de 2009, a pocas horas de llevarse a cabo una consulta popular no vinculante (Cuarta Urna), en la que se pretendía auscultar la voluntad del pueblo sobre la necesidad o no de realizar una reforma constitucional, decenas de militares armados irrumpieron en la casa del presidente Manuel Zelaya, lo sacaron en pijama, lo montaron a un avión y, después de una escala técnica en la base militar norteamericana de Palmerola, lo fueron a dejar a Costa Rica.
El golpe cívico militar no sólo generó un grave quebrantamiento del orden constitucional, sino que hizo colapsar la economía y la institucionalidad del país, aislándolo internacionalmente y fracturando la sociedad hondureña, quizás de forma irreversible. “Nosotros perdonamos a los ejecutores intelectuales y materiales del golpe, pero no podemos, ni queremos olvidar, porque eso llevaría el país a repetir los mismos errores. Eso no podemos permitirlo y los responsables deben pedir perdón ante el pueblo”, dijo el ex presidente Manuel Zelaya durante una entrevista en exclusiva con Opera Mundi.
Después de unas largas y extenuantes negociaciones y la firma, en mayo de 2011, de los Acuerdos de Cartagena entre Zelaya y Porfirio Lobo, ese último ganador de las cuestionadas elecciones de noviembre de 2009, el ex presidente hondureño pudo regresar libremente al país. Pocos días después de su retorno, Zelaya impulsó la creación del partido Libre (Libertad y Refundación), en aquel momento considerado el brazo político del FNRP (Frente Nacional de Resistencia Popular), el movimiento popular que con fuerza e ímpetu luchó en las calles contra el golpe.
Estos acuerdos, promovidos y apoyados por los entonces presidentes de Venezuela y Colombia, Hugo Chávez y Juan Manuel Santos, permitieron la normalización de las relaciones internacionales de Honduras y abrieron paso al desarrollo de elecciones generales en noviembre de 2013, cuyos resultados oficiales favorecieron al candidato oficialista Juan Orlando Hernández, en medio de fuertes protestas del partido Libre y de su candidata Xiomara Castro, esposa del ex presidente Zelaya, por irregularidades en el conteo y transmisión de votos.
El partido Libre se convirtió en el primer partido de oposición, mientras que Hernández asumió el cargo como el presidente de Honduras con el menor respaldo electoral (36.80%) en más de tres décadas de gobiernos constitucionales.
Recordando aquellos días, el ahora diputado y jefe de bancada del partido Libre en el Congreso Nacional, no oculta su convencimiento pleno de que amplios sectores de la política norteamericana participaron activamente en su derrocamiento.
Asimismo, ataca con fuerza lo que considera un ”fracaso total” del presidente Hernández en materia económica, social, de institucionalidad, seguridad y participación ciudadana. “Siguen implementando un modelo que excluye a la mayoría y beneficia a unos pocos, en medio de una creciente militarización del país, la acumulación y control de todos los poderes del Estado y el ataque indiscriminado a la oposición. Sin embargo no pueden gobernar y el país cae en pedazos”, acusó Zelaya.
Opera Mundi: Han pasado cinco años desde que lo sacaron de su casa y lo montaron a un avión, rumbo a Costa Rica. ¿Qué lectura hace, hoy, de aquellos momentos?
Manuel Zelaya: El golpe no fue un evento aislado, sino que obedecía a una estrategia conspirativa de la derecha norteamericana para todo el continente. Se habían instalado siete bases militares en Colombia, se preparaba el golpe contra (Rafael) Correa en Ecuador, la política de Washington hacia Venezuela se derechizó más. En este contexto, estas fuerzas reaccionarias se confabularon con malos dirigentes de nuestro país y dieron un golpe de Estado.
El objetivo era claro y hasta lo expresaron claramente. “Venimos a sacar a Chávez de Honduras”, dijeron. Querían frenar los avances que estábamos teniendo y contrarrestar nuestra apertura hacia un modelo que no excluía a la mayoría de la población.
OM: ¿Cómo está Honduras hoy?
MZ: Está en muy malas condiciones. Honduras se ha convertido en el país más pobre y más violento de la región, con niveles altísimos de corrupción, con una economía quebrada, una deuda pública y un déficit fiscal insostenibles. Da mucha tristeza ver al mismo presidente Juan Orlando Hernández, que surgió de un fraude electoral, admitir que el país ha caído en recesión económica porque ya no circula el dinero del narcotráfico…
OM: En estos cinco años, ¿Honduras ha logrado reconstruir el hilo constitucional roto con el golpe?
MZ: Aún no se ha podido reconstruir la incipiente democracia que teníamos en 2009. La mitad de las personas que dieron el golpe de Estado todavía están entronizadas en el poder. Ni siquiera se ha podido establecer un diálogo para buscar un acuerdo político con un gobierno que sigue empecinado en desconocer y reprimir a la oposición. En estos cinco años, más de 200 militantes y activistas del FNRP y de Libre fueron asesinados.
OM: ¿Cuál es el análisis que hace del gobierno de Hernández?
MZ: Es un gobierno que sigue un patrón de conducta impuesto por los organismos internacionales. Impulsa privatizaciones, la venta del territorio y de los recursos naturales del país, con una visión muy equivocada de desarrollo. Además, ha venido promoviendo un régimen militarista que destruye a las autoridades civiles del país y persigue a la oposición, y ha privilegiado un modelo económico excluyente, abandonando la agenda de participación ciudadana y de consulta popular.
Definitivamente, el Partido Nacional ha caído en una trampa, que es la de entregarles todos los beneficios económicos a pequeños sectores que excluyen y explotan al resto de la población. Esto coloca el país en una situación de gran postración, con niveles insostenibles de pobreza, corrupción e inseguridad.
OM: En su libro “Decisiones difíciles”, la ex secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, dedica un entero capítulo a Honduras. De usted dice que es una “caricatura del pasado de la era de los caudillos centroamericanos”.
MZ: Es su opinión…y creo que ella perdió varias batallas. Perdió la batalla de la democracia y la reconstrucción de la paz en Honduras, no pudo detener la decisión de toda América Latina de readmitir a Cuba en la OEA (Organización de Estados Americanos), y ahora está tratando de manipular los hechos.
Sin embargo, sabemos perfectamente que Estados Unidos tiene grandes poderes políticos, económicos y financieros que maniobran en contra de la voluntad de la mayoría de la población estadounidense. Cuando digo que la derecha norteamericana estuvo apoyando al golpe me refiero precisamente a estos sectores.
OM: Los Acuerdos de Cartagena permitieron su regreso a Honduras, normalizar las relaciones internacionales y crear el partido Libre para que participara en las elecciones de noviembre pasado. A la luz de los últimos acontecimientos, ¿volvería a firmar esos acuerdos?
MZ: Cada época es diferente y lo que hicimos en aquel momento y en aquel contexto fue lo más acertado, porque era lo que necesitaba la sociedad hondureña. Hoy necesitamos volver a pensar a la consulta popular, a una Cuarta Urna; que Honduras se abra al mundo para que venga la inversión y la economía despegue.
OM: El partido Libre surge como brazo político del FNRP, pero lo que se ha visto en los últimos tiempos es una movimiento de resistencia popular desmovilizado y el partido político asumiendo la iniciativa política nacional. Actualmente ¿cómo son las relaciones entre estas dos entidades?
MZ: El concepto de “resistencia” es una actitud y una conducta y es permanente. Todos estamos en resistencia, oponiéndonos a las formas crueles de explotación y de marginamiento del sistema, contra el estatus quo impuesto por el gobierno nacionalista.
En estos cinco años hubo una metamorfosis del proceso de resistencia y ya nada es igual, todo ha ido modificándose.
Actualmente, el FNRP sigue existiendo pero las organizaciones que lo integran han sido blanco de ataques represivos y sus miembros han sido perseguidos y criminalizados. Eso ha menguado su capacidad de acción. En este sentido, no podemos ver a Libre y al FNRP como un fenómeno separado. Considero que es el mismo proceso y, si hay diferencias, son diferencias normales en un proceso de organización tan dinámico como el que ha venido estructurándose en los últimos años.
OM: ¿Cuáles son los cambios más urgentes que propone Libre y cómo lograrlos en un Congreso donde el partido es minoría?
MZ: Necesitamos reconstruir el sistema republicano y democrático de Honduras, porque está destruido. En el país, por ejemplo, no hay un Congreso, sino una asamblea manejada por un partido que prepara la agenda, discute y aprueba lo que quiere. Lo mismo está ocurriendo con los demás poderes del Estado. Queremos que se establezca un debate de verdad y lo que estamos haciendo es hacernos sentir con fuerza, proponiendo todas aquellas temáticas que son urgentes para el país.
En este sentido, es necesario repensar el tema de seguridad, desmilitarizando la sociedad, profesionalizando e impulsando una policía comunitaria, para que la comunidad sea la vigilante del proceso. Es necesario reformar plenamente el aparato judicial para que sea independiente y transparente, así como revisar el modelo económico, los tratados comerciales que Honduras ha ratificado.
También hay que volver a involucrar a la población, reactivando un proyecto social que apunte a la participación ciudadana y a la consulta popular. Todo eso solamente se puede hacer con el consenso, reconociendo, respetando y dialogando con la oposición.
OM: ¿Qué es lo que queda de aquel 28 de junio de 2009?
MZ: Indudablemente fue un evento trágico que dejó heridas abiertas y una secuela de muertos y heridos. Al mismo tiempo, representó el inicio de un proceso social que hoy se ha convertido en un proceso institucional de reformas y cambios para nuestro país. Tenemos la esperanza de poder llegar pronto a una sociedad más justa, con más equidad, donde la población no sufra diariamente la violencia, el militarismo y la represión.