Un enemigo declarado – Periódico El Tiempo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Aquello de que “en cualquier momento salta la liebre” bien podría aplicarse a la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, que ayer concluyó sus deliberaciones en Paraguay. Una resolución presentada de manera sorpresiva por Ecuador estuvo a punto de ser aprobada, pues parecía contar con el respaldo de naciones como Brasil, Argentina o Chile.
El texto en cuestión buscaba debilitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en particular a la Relatoría para la Libertad de Expresión, adscrita a dicho cuerpo. Desde hace tiempo, el propio Rafael Correa ha tenido la intención de cortarle las alas a un sistema al que no le ha temblado la voz para denunciar la ofensiva de Quito en contra de la prensa, mediante la expedición de normas restrictivas y sentencias judiciales que intimidan a los periodistas.
Afortunadamente, la presión internacional logró detener el intento en la presente oportunidad. Pero lo ocurrido es un nuevo campanazo de alerta, pues no solo demuestra el empeño del gobierno ecuatoriano sino su tendencia a buscar resquicios para salirse con la suya.
Para quien no conozca de estos temas, en principio no hay motivos de preocupación. A fin de cuentas, en el lenguaje diplomático siempre se habla de fortalecer a los cuerpos mencionados, incluyendo el traslado de su sede con el argumento de que hay que acercarse a la región. No obstante, lo que se busca en realidad es promover un aislamiento, al igual que cerrarles las puertas a diferentes fuentes de financiación, aparte de someter al escrutinio de los países el borrador de informes antes de que salgan a la luz pública.
Como ha sido la norma en otras ocasiones, la iniciativa del país vecino recibió el apoyo de Venezuela y Nicaragua. Resulta lamentable constatar que son esos regímenes, supuestamente de izquierda, los que se han encargado de silenciar a medios de comunicación que no están alineados con sus políticas. En lugar de respetar uno de los principios básicos de cualquier democracia –como lo es el de la libertad de expresión–, el mensaje bien parece ser: “el que no está conmigo está contra mí”.
Por causa de esa animadversión contra la prensa, Quito no ha dudado en utilizar tácticas que rompen con la tradición de la OEA, en donde han primado el consenso en las decisiones y la propensión a jugar con cartas destapadas. En este caso se trató de aprovechar que había cancilleres recién llegados al cargo, con el fin de hacer aparecer como inofensivo un intento que bien podría describirse como una carga de profundidad.
Afortunadamente, países como Perú y Costa Rica reaccionaron a tiempo. Posteriormente se sumaron México, Paraguay y Panamá, mientras que Uruguay y Colombia aparecieron un poco más tarde. Aparte del debate sobre quién tenía la guardia arriba y quién no, lo destacable es que se conformó un bloque que pudo impedir el objetivo ecuatoriano.
No obstante, a raíz de lo sucedido, queda en claro que así como este no fue el primer intento, tampoco será el último, pues los trinos del canciller ecuatoriano no dejan dudas al respecto. Hay que recordar que el presidente Correa se ha vuelto amigo de otra reelección, lo cual augura que seguirá insistiendo si triunfa. Razón de más para extremar las precauciones, algo que implica enviarle instrucciones a nuestra embajada ante la OEA para que abandere la defensa de un sistema cuyo desempeño ha contribuido a hacer a esta región mejor, contra las tentaciones del totalitarismo.