Deterioro de una relación ya maltrecha – Periódico Los Tiempos, Bolivia
El siguiente editorial responde exclusivamente a la visión de este medio Todos debemos aprender de este ofensivo episodio: para conducir las relaciones exteriores y para no dar impunidad a una acción prepotente
La forma en que el senador Roger Pinto ha salido del país no hace más que tensionar aún más las relaciones con Brasil, país que reúne algunas características que exigen una atención privilegiada: con él mantenemos la frontera más larga, es nuestro principal comprador de gas y se erige en la potencia regional más importante.
Se trata de unas características que el Gobierno no entendió o no lo quiso hacer. Más bien sus prioridades han sido de orden ideológico, lo que ha significado, en general, subordinar las relaciones con los vecinos, salvo con Argentina, con cuyo equipo gubernamental mantiene afinidades ideológicas.
Ha ayudado a que se adopte esa posición la actitud paternal que el gobierno dirigido por el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil ha tenido respecto al de Bolivia, particularmente en circunstancias en que coincidieron en las respectivas presidencias Luis Inacio Lula da Silva y Evo Morales. Lula sustrajo las relaciones con el país del ámbito de su Ministerio de Relaciones Exteriores para encomendarla a un equipo político.
Aparentemente estas especiales circunstancias no fueron bien comprendidas por la autoridades bolivianas que han mantenido un trato displicente con los representantes diplomáticos brasileños, particularmente con su último renunciado embajador, al que algunos ministros no relacionados con la Cancillería decidieron maltratar públicamente y hacer trascender que su cambio sería a pedido del Gobierno boliviano por el caso Pinto.
Esta actitud ha tenido un costo muy grande. Más allá de los intentos por explicar lo inexplicable lo cierto es que Brasil ha violado la soberanía nacional, ha actuado con efectivos militares dentro del país y ha trasladado a un connacional refugiado en su sede, sin el respectivo salvoconducto, a su propio territorio, en una operación planificada por personal de esa Embajada en el país con el apoyo de un senador oficialista desde Brasil. En su beneficio, hoy el senador Roger Pinto se encuentra en Brasil, gozando de asilo político.
Mientras tanto y luego de una inicial perplejidad, el Gobierno boliviano ha pedido una explicación y la respectiva satisfacción al Gobierno brasileño, y, al parecer, esta demanda ha sido escuchada por la Mandataria de esa nación que ha aceptado la renuncia de su Ministro de Relaciones Exteriores.
Aún es difícil prever cómo terminará este peligroso episodio cuya gravedad es similar al que sufrió el Primer Mandatario en Europa, con una agravante: hasta ahora no se conoce que algún gobierno de la región o voceros de alianzas como Unasur, Mercosur o ALBA, en los que tanto confía el Primer Mandatario, haya emitido criterio alguno.
Por ello, hay que insistir en que si bien el país no tiene una política inteligente respecto a Brasil y su actuación en el caso Pinto ha sido pésima, esa nación nos debe una disculpa y el Gobierno tiene que utilizar todos los recursos diplomáticos para que una acción de esta naturaleza no pase desapercibida. Por otro, todos debemos aprender de este ofensivo episodio: en el Gobierno, sobre la manera en que debe conducir las relaciones exteriores y en la región para no dar impunidad a una acción prepotente e injustificable.