Elecciones 2014: diálogos, delitos y debates pendientes – Por Alejandro Mantilla Q.
Un tenebroso paisaje de acontecimientos
Hace algunas semanas el reconocido periodista Daniel Samper Pizano decidió renunciar a su tradicional columna semanal, a propósito de su retiro le preguntaron, “¿no es difícil retirarse en un momento político tan coyuntural?”[1]a lo que respondió “Colombia siempre está en un momento político coyuntural” . En efecto, Colombia es un país con exceso de acontecimientos y la actual campaña electoral lo muestra con creces.
A finales de abril la campaña estaba marcada por la apatía. A diferencia de las elecciones anteriores, las candidaturas no generaban mayor entusiasmo. El presidente Santos era el favorito para ganar la contienda al prometer la continuidad con el proceso de paz con las FARC –EP, generar una posible apertura de diálogos con el ELN, y gozar de una coalición parlamentaria que parecía garantizar las preferencias de la mayoría de la clase política. Los principales rivales de Santos eran Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá de origen liberal, y Oscar Iván Zuluaga del Centro Democrático, el nuevo partido de derecha impulsado por el ex presidente Álvaro Uribe. Las encuestas indicaban que uno de los dos enfrentaría a Santos en la segunda vuelta, aunque el presidente candidato mantuviera su favoritismo.
Pero todo cambió el primer fin de semana del mes. El domingo 4 de mayo varios medios publicaron notas que señalaban al principal asesor de la campaña de Santos, el venezolano J.J Rendón, de actuar como intermediario de un plan de sometimiento de un cartel de narcotraficantes a cambio de varios millones de dólares. Al otro día la Fiscalía General de la Nación allanó una oficina bogotana para capturar a un funcionario de la campaña de Oscar Iván Zuluaga acusado de interceptar comunicaciones sobre el proceso de paz, y de intervenir ilegalmente el correo personal del presidente Santos.
Ante el nuevo paisaje de acontecimientos las preferencias electorales se modificaron, pero no en el sentido esperado. Zuluaga despegó en las encuestas e incluso en varias de ellas llegó a aparecer como vencedor en primera y segunda vuelta. La cuestión no es de poca monta, pues su victoria podría poner fin a los diálogos de paz y generar el retorno al poder de una coalición política teñida por los escándalos del periodo de gobierno de Uribe entre 2002 y 2010.
A una semana de las elecciones los escándalos no cesan. El domingo 18 de mayo la revista Semana y el periódico El Tiempo publicaron un video donde aparece el candidato Zuluaga reunido con el hacker detenido por la Fiscalía. Al parecer en el vídeo aparecen planeando ataques a la campaña de Santos y la divulgación de información de inteligencia sobre el proceso de paz, lo que implicaría la comisión del delito de espionaje por parte del candidato de derecha.
El baile de los que sobran
Los nuevos hechos parecen regresar el péndulo hacia la probable reelección de Santos. Situación paradójica si tenemos en cuenta que el actual presidente se ha visto afectado por una creciente impopularidad que ha marcado buena parte de su mandato. El ascenso de las protestas y movilizaciones sociales que rechazan su gestión son un indicador bastante claro, valga resaltar que el año 2013 fue el más rico en movilizaciones desde 1975 [2].
A pesar de tal impopularidad, los rivales de Santos, con la excepción de Zuluaga, no logran canalizar el descontento creciente. Enrique Peñalosa fue perdiendo fuerza, mientras la candidatura conservadora de Martha Lucía Ramirez tampoco logró despegar.
Una situación curiosa se vive con la candidatura de izquierda, encabezada por la unidad entre Clara López del Polo Democrático y Aida Avella de la Unión Patriótica, quienes hoy aparecen en el tercer lugar de preferencias electorales. Clara López es una veterana dirigente que ha ocupado importantes cargos públicos, entre ellos la alcaldía de Bogotá, mientras Aida Avella es una exiliada que recientemente regresó al país, tras alejarse por 17 años, después de ser víctima de varios atentados contra su vida. La candidatura de López y Avella refleja un esfuerzo de unidad entre diversos sectores de una izquierda fragmentada que, si logra canalizar el descontento popular, la ascendente movilización y los escándalos de Zuluaga bien podría dar la sorpresa en las elecciones de finales de mayo
No obstante, aunque la izquierda pareciera tener el camino allanado para pasar a la segunda vuelta, la polarización simplista entre guerra y paz, representada por Zuluaga y Santos respectivamente, ha debilitado la candidatura de Clara López. Varios sectores clave de la izquierda, como el encabezado por el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, han anunciado que apoyarán al presidente Santos para asegurar el avance del proceso de paz.
Como ya se mencionó, la impopularidad de Santos puede medirse por los altos grados de movilización social y protestas contra su gobierno, destacándose el Paro Nacional Agrario de agosto de 2013, la más importante jornada de protesta de las últimas dos décadas. Aunque la mayoría de tales movilizaciones fueran impulsadas por las organizaciones de izquierda, su capacidad electoral es reducida frente a los partidos de derecha. La fuerza de la izquierda se encuentra en las calles pero no se materializa en votos. En las elecciones parlamentarias el Polo Democrático apenas alcanzó 5 senadores de 100 posibles, resultados que reflejan los costos de las divisiones de ese partido, así como las dificultades de la oposición de izquierda en un contexto de guerra y persecución.
Delitos y debates
Jorge Eliecer Gaitán contrastó al país político con el país nacional, Diego Montaña Cuellar hizo la contraposición entre país formal y país real, y Darío Echandía habló de un orangután con sacoleva para describir a la democracia colombiana. Al hablar de Colombia ha sido recurrente el juego de las contraposiciones y las metáforas que reúnen extremos. En las últimas semanas los contrastes vuelven a flote. Mientras en la campaña presidencial los debates fueron reemplazados por las acusaciones mutuas de comisión de delitos, el movimiento campesino, indígena y afro abrió un debate programático sobre la política agraria y el futuro del campo.
La movilización desplegada entre finales de abril e inicios de mayo retomó los esfuerzos de los paros agrarios de 2013. A diferencia del año anterior, las recientes jornadas de protesta tuvieron como eje la agitación de un pliego unificado impulsado por la Cumbre agraria, campesina, étnica y popular, proceso que reúne 12 organizaciones nacionales que, de acuerdo con los datos del gobierno nacional, fueron responsables del 96% de los puntos de movilización [3]. El pliego consta de ocho puntos que cuestionan el modelo económico implantado en las últimas décadas, incluyendo un nuevo modelo de ordenamiento territorial, la modificación de la política minera, una reforma agraria integral, la garantía de los derechos humanos, una relación distinta entre campos y ciudades, alternativas a los cultivos de coca, marihuana y amapola, y la solución política al conflicto social y armado con la participación de las organizaciones populares [4].
En suma, mientras los dos candidatos con mayores opciones para ganar las elecciones se acusan mutuamente de cometer graves delitos, la política pública del país se debate en las veredas, los resguardos y las carreteras. Ante la crisis de la política tradicional, lo popular cobra fuerza como alternativa de paz y fuente de democracia desde abajo y con la gente.
http://rosalux.org.ec/es/analisis-colombia-analisis-electoral/item/268-coyunturacolombia2.html