Gustavo Grobocopatel, productor agropecuario argentino: «No es que la soja nos esclavizó: nosotros, con autodeterminación, nos decidimos a ser esclavos de la soja»
Produce 300 mil toneladas anuales de soja transgénica, y cree que el mercado es un “amigo de los pobres”. No es un terrateniente clásico: alquila todo. Dice que debería haber 10 Monsanto y rechaza la minería de oro. La entrevista El que tiene coronita, en Mu: un debate sobre las claves del agronegocio.
El empresario que más conversa con la prensa sobre el modelo sojero produce 300 mil toneladas anuales de soja, 100 mil de trigo y 100 mil de maíz. Pero no es un terrateniente clásico: alquila todo. Desde el campo hasta el trabajo. ¿Rey o esclavo de la soja? es la primera pregunta de esta entrevista que debate todas las claves del negocio.
Le pregunto:
¿Rey de la soja, o esclavo de la soja?
Gustavo Grobocopatel, 53 años, 1,90, 110 kilos, 900 millones de dólares de facturación anual a través del emporio Los Grobo, vocero del trío folklórico Cruz del Sur, y tenor del establishment del agronegocio, responde:
Es una esclavitud voluntaria. No es que la soja nos esclavizó: nosotros, con autodeterminación, nos decidimos a ser esclavos de la soja. No sé si me entendés.
Más o menos.
Si hubiese trigo, maíz… pero como se destruye todo lo demás a través de las políticas públicas, decidimos ser esclavos de la soja.
A los pocos minutos, el mundo es chico, aparece Samuel Gelblung, saluda y Grobocopatel le dice: “Chiche, me está haciendo calentar” en referencia a las preguntas de MU. Gelblung responde estirándose el párpado con el índice.
El triple encuentro, levemente transgénico, sucedió en el café del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), en el que se puede ingerir tostado y gaseosa por 95 pesos. La entrada al museo es libre para discapacitados y menores de 5 años. El encuentro se concretó con un mecanismo ágil. Pedido de entrevista por mail, veloz respuesta con sitio y hora: este ingeniero agrónomo y CEO omite mediadores con la prensa.
Grobocopatel se limitó a una botella de agua mineral (25 pesos). Camisa azul a cuadritos, jeans gastados, sandalias de cuero entrelazado, celular (o smartphone, o como se llame). Gelblung, parado junto a la mesa, con el pulgar en uno de sus tiradores, me informa sobre Los Grobo: “Estos, en Carlos Casares, tienen la NASA”.
Junto a Grobocopatel, el mundo es chico II, está Víctor Trucco, sonriente presidente de AAPRESID, (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa), bioquímico y activista del tema sojero y todo un modelo de monocultivo celebrado tanto por el establishment económico como por el gobierno. En todo caso, discuten cuánto del queso le corresponde a cada uno. Trucco, además, es socio de Grobocopatel en Bioceres, negocio de biotecnología.
Grobocopatel administra a través de Los Grobo Agropecuaria 50.000 hectáreas en la Argentina, 80.000 en Uruguay, 15.000 son las de la NASA familiar, y 2.000 las personales. La facturación de 900 millones de dólares anuales corresponde a los negocios de Argentina (75%), Uruguay (20%) y Brasil (5%). Produce 300.000 toneladas anuales de soja, 100.000 de trigo, 100.000 de maíz y 10.000 de girasol. El mecanismo es el arriendo o alquiler de campos de otros productores. No es un terrateniente clásico: “Demostramos que esto se puede hacer sin la propiedad de la tierra, que la arrendamos; del capital, que nos lo prestan para que lo hagamos producir; y del trabajo, que lo tercerizamos”, me explica sobre su modelo de explotación rural. El negocio abarca la producción agrícola y los cultivos, la comercialización de granos y oleaginosas, logística, acopio, transporte y comercialización de granos, agroinsumos y, entre otras cosas, Pastasole, marca de pastas para mercado interno y exportación a Brasil.
La empresa vendió el año pasado gran parte de sus activos, justamente en Brasil, que representaban casi la mitad de su facturación, hecho que resultó curioso para los observadores (¿cómo irse del imperio, y quedarse en Argentina?). La respuesta tal vez sean los 450 millones de dólares que le pagó el conglomerado japonés Mitsubishi, nuevo actor del agronegocio continental.
Posa con profesionalismo para las fotos, vuelve a la mesa en la que apoya las manos, adelanta la cabeza y dice: “Sigamos”.
Monocultivo
La esclavitud voluntaria implica que entre el 60 y 70% de los suelos cultivables estén cubiertos por soja. Eso no puede ser bueno para el país.
No es bueno para el país depender de una sola producción, obviamente. Cuanta más diversificación haya, mejor. Pero también es cierto que en el mundo hay tendencia hacia un patrón de especialización. Pero tenés que diversificar en las cosas que sos bueno, competitivo y mejor que los demás.
No hablo de diversificar pensando en los mercados, sino en el país. Nunca fue positivo el monocultivo.
En lugar de mirar por qué le va bien a la soja y pensar que es el problema, pensemos que es la solución. Y veamos por qué no hay otras cosas que crezcan igual. Si no, estamos tratando de nivelar para abajo. ¿Por qué no podemos ser un país superproductor de otros cultivos, de otros productos industriales y ser competitivos?
Lo que nos nivela para abajo es tener monocultivo, y estar atados a un solo producto.
La idea de diversificar también está en la mente del productor, no quiere hacer monocultivo sino poner los huevos en distintas canastas: un poquito de maíz, un poquito de trigo. Evidentemente las políticas de gobierno han provocado que el productor se inclinara al monocultivo, pero no por un deseo oportunista, estratégico, sino por una especie de imposición: no tiene más opciones que la soja.
No sé si es oportunismo: es ir a donde hay rentabilidad rápida. Como cuestión personal es lógica, pero como cuestión general…
Perdoname: es que con lo demás perdés plata. No podés obligar a un productor a perder plata, porque se funde. Y si se funde tenemos el problema de pobreza en el campo que hay en el resto de Latinoamérica, donde el Estado los subsidia. Aquí el sector le aporta al resto de la economía. El tema es que gracias a ese aporte, el resto de la economía también pueda ser competitiva y sustentable.
Pensar el tema de la alimentación sólo desde el punto de vista económico, ¿no es mercantilizar lo que en realidad es un derecho?
No es que se piensa de manera mercantilista la alimentación. Los precios de los granos suben o bajan dependiendo de la demanda que haya, que está vinculada con los hábitos de consumo y las necesidades de la gente. Eso determina que un producto sea demandado, y que haya producción para cubrir esa demanda.
La demanda no es de alimentos para la gente, sino de forraje para chanchos chinos.
Pero esos animales son los que luego serán consumidos como alimentos. La cuestión es: ¿es sustentable tener cada vez más producción de soja? Obviamente tendríamos que hacer más rotación de cultivo. Pero el tema no es la soja. Es como si tuviéramos una vaca lechera: le podés extraer toda la leche, pero lográs que la vaca adelgace y eventualmente se muera. Hay que tratar de extraerle leche suficiente para poder seguir sacándole, mantenerla gorda y que haya nuevas vacas lecheras. Al campo se le extrajo mucho. La reacción para defenderse ante esa situación es una conducta más oportunista. ¿Es lo natural? No: es una reacción defensiva para no morir. El problema tiene gravedad si se sostiene en el tiempo. Hay que tratar de hacer rotaciones, diversificar la economía. ¿Cómo se soluciona eso? Con políticas públicas que no maten la vaca lechera.
La vida y el campo
Hablás de no morir, de algo defensivo, pero nadie muere, y lo que ha crecido es un modelo sojero de ganancias extraordinarias. Aparecen los rentistas, la ostentación, las 4×4 y un cambio de cultura que, además, va vaciando el territorio.
Las 4×4 aparecen porque son más cómodas que ir en un tractor Someca.
Sabés a lo que me refiero.
Lo del cambio de vida que decís es real: un proceso a partir del cual la gente no quiere vivir más en el campo porque la calidad de vida es inferior. La gente prefiere no vivir en una casa aislada, sin luz, sin gas, sin televisor, prefiere ir al pueblo más cercano donde puede socializar, hacer estudiar a sus hijos, estar cerca de sus amigos. Hay gente que dice que hay que volver al campo, pero nunca vivió en el campo. Es un debate entre gente urbana. Los productores se van del campo a la ciudad buscando mejor calidad de vida.
Pero…
Esperá: yo digo ¿ese proceso de redistribución de la riqueza es justo? Yo preferiría que vaya más guita al emprendedor que invierte y menos al rentista, no porque esté en contra del rentista, sino porque los que dinamizan la economía son esos emprendedores que cuando ganan dinero se compran una 4×4, y entonces dinamizan la industria automotriz, hacen galpones, plantas de silo.
¿Es una idea de progreso la de un país volcado a un patrón de consumo de autos o de electrodomésticos como única variante de crecimiento?
De acuerdo: yo critico el patrón de consumo. Pero ¿quiénes somos nosotros para saber cuál es el patrón de consumo que vale la pena? La gente elige su patrón de consumo, que está vinculado con múltiples causas: a mí me gusta la comida vegetariana, a otro le gusta comer carne, a otro los autos y otro prefiere viajar al exterior… Lo importante es que la gente tenga la posibilidad de elegir. La libertad hace que la gente tome distintas decisiones.
El actual modelo, ¿garantiza eso sólo para un sector de la población? Además, parece un momento con poca generación de empleo genuino, sólido.
Ceo que en el mundo hay cada vez más gente que puede decidir. También creo que la evolución de los últimos años en el país, si bien se hicieron cosas reparatorias, no trajo la suficiente creación de empleos de calidad. Hay más gente que depende del cheque del Estado y esas cosas.
Hay sectores que no tienen libertad de elegir lo que comen por falta de acceso o por los precios. ¿No ocurre que cada vez se producen menos alimentos como consecuencia del monocultivo?
No es así, porque se cultivan 35 millones de hectáreas, y de hortalizas se hacen 100.000 hectáreas. Hay espacio para hacer 10 veces más cultivos de hortalizas, sin tocar la superficie de la soja. No es que Argentina no hace hortalizas o frutales porque hay soja. Al contrario. Con los frutales se funde y la única opción para sobrevivir es la soja. Si incentivan la producción, habrá más frutales. Es lo que pasa con el algodón. Si los algodoneros no se hubieran pasado a la soja, estarían en estado paupérrimo.
El color del dinero
¿Cómo es la situación de los fondos de inversión? Hipótesis: el sistema es opaco, juntan dinero que no se sabe de dónde viene, se sospecha de lavado y favorecen una economía turbia.
La primera cuestión es que los fondos del exterior que vinieron a agricultura, que no son muchos, vinieron, perdieron plata y se fueron. Esos en general son fondos transparentes, públicos que cotizan en bolsa, jubilados europeos y demás. Pagan impuestos, cargas sociales. Pero hay miles de fonditos locales que coexisten con eso. Pueden ser vecinos, el peluquero del pueblo. El tema es cómo fluye el dinero. Como Argentina no tiene desarrollado un mercado de capitales se generan opciones por el costado, y aparecen estos pooles de siembra. Si estuvieran sólo los bancos, te cobran mucho interés. Entonces, bienvenidos los fondos para financiar la agricultura.
Más que el peluquero, ¿los fondos no son consecuencia del estallido de las burbujas especulativas mundiales, trasladadas ahora a la especulación y la ganancia rápida con las materias primas?
Yo no me llevo bien con la cultura especulativa, por ejemplo, de los bancos. Pero tampoco la critico. ¿El mundo tiene que revisar el tema de la financiarización de la economía? Sí. Hay incentivos mal dados. Pero la finaciarización de la economía es necesaria, sin flujos de capital que aceleren proceso de desarrollo no tendríamos Facebook ni Twitter, ni Internet. ¿El exceso de eso es malo? Yo creo que sí, porque se generan las burbujas y hay que regularlo. Me parece que la crisis de 2008 fue una falta de regulación. Para mí la falla no es de los financistas, es del Estado, que no regula.
Cuando regula, ¿no lo acusan de autoritario y despótico? En ese caso no puede regular. Pero en muchas situaciones el Estado no quiere: cumple un rol no opuesto, sino asociado a esos modelos y a las corporaciones, para financiarse.
Pero el Estado tiene que poner las reglas de juego, marcar la cancha. Para mí la crisis financiera no es responsabilidad de los mercados sino del Estado. El problema no es de los que juegan el partido sino del que pone las reglas.
Lo que se ve es que hay capitales trasnacionales que son más fuertes que los Estados, o Estados que los dejan hacer. Un hecho: no pudieron ni instalar tasas para los capitales especulativos.
En ese caso el problema es otro: habría que pensar en ir hacia formas de gobierno también más globales que den más fuerza a los Estados para poder regular.
¿La clave es la mercantilización de todo? Hace 15 años si alguien decía que iban a patentar las semillas, le contestaban que era un paranoico. Hoy están patentadas. Eso no parece mercado, ni libertad.
El mercado no es una cosa negativa. Es un conjunto de reglas para que la gente pueda hacer transacciones. Cuando hay mercado hay transparencia, y los más débiles son los que se benefician porque hay información disponible para todos. El mercado es el mejor amigo del pobre.
Pero la economía y los mercados aparecen como cuestiones totalmente opacas: nadie sabe de dónde viene o a dónde va el dinero, no se conoce ni quiénes son los dueños reales de muchas empresas. El problema parece ser la concentración y la monopolización.
En ese caso, ¿por qué funciona mal el mercado? Por culpa del Estado, que tiene que facilitar la competencia. Ojalá me dieran el monopolio de algo. Como empresario tiendo a construir un monopolio porque es la forma en que puedo ganar guita más fácil, mejor y con menos riesgo. ¿Vos qué quisieras? Que tu revista sea la única.
Todo lo contrario: quiero que haya muchas.
Y que todo el mundo lea la tuya.
El que quiere estar solo o dominar el mercado es Clarín. Nosotros queremos que haya muchas revistas, muchas voces.
Pero en general la gente quiere hacer cosas que impacten sobre los demás, si no sos un autómata al que no le importan los otros.
¿No es al revés? ¿El autómata es el que sólo puede pensarse en términos de competencia? Se puede pensar también la acción en términos de colaboración.
Y bueno: el mercado es una forma de colaboración, un espacio de información compartida. Y el monopolio es un espacio de información estructurada.
¿No es esa la situación actual, con una economía cada vez más concentrada a nivel mundial en pocas manos? Si hay una Monsanto, ¿es culpa del Estado?
El problema es que no haya 10 Monsanto que compitan entre sí. Y no hay más, porque muchas organizaciones ecologistas le han hecho la vida imposible a Monsanto y nadie quiere ser una nueva Monsanto para no tener problema con los ecologistas.
O sea, ¿los monopolios son culpa de los ecologistas? Además, son los vecinos los que frenan esos emprendimientos porque denuncian los problemas de agrotóxicos, malformaciones de bebés, enfermedades.
El Estado tiene que intervenir de modo muy objetivo para ver de dónde vienen los problemas. Hay una parte de la gente que, si el hijo tiene una malformación, piensa que es por el glifosato. Otros piensan que es por estar contaminados por otros productos de un basural. Otros pueden decir que son malformaciones genéticas. Discutimos los no-datos. Entonces en algo hay que tener fe y confiar. El Ministerio de Salud debería determinar los problemas. Si el glifosato es malo, prohibámoslo. Si es otra cosa, arreglemos lo otro. Lo que no se puede es generar una nebulosa donde nadie sabe qué pasa.
La justicia juzgó el tema: en Córdoba condenó al Grobocopatel del barrio de Ituzaingó, por las fumigaciones que generaron muertes y enfermedades.
Y a lo mejor tienen razón. A lo mejor el Grobocopatel de Ituzaingó usó mal los agroquímicos, contaminó la napa de agua con no sé qué. Bueno: objetivamente alguien lo tiene que determinar. Pero objetivamente el glifosato es un producto aprobado en muchas instancias, en muchos países del mundo, se usa más que el gasoil. Salvo el caso de Ituzaingó y algún otro, no es un producto que haya tenido problemas en la aplicación. Lo que digo es que como productor, como ciudadano, el Estado me dice “está prohibida la soja transgénica, está prohibido el glifosato”, yo no lo uso más. Cumplo las reglas.
¿No dudás?
Soy ingeniero. Por formación no creo en los absolutos y las certezas. Y tampoco creo que la bayaspirina no dañe. Pero dicho eso, les doy crédito a los organismos como SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) o la CONABIA (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria, la encargada de aprobar los transgénicos). A algo tenés que creerle. Si no, es una anarquía.
Decían que no pasaba nada con las grasas trans y ahora las prohíben. El que denunciaba tenía razón, y lo acusaban de anarquista.
Es una mejora en la calidad de vida. Dentro de poco habrá autos sin combustible, pero no es un error que haya autos como los que hay ahora.
Al que cuestiona le dicen que está contra el progreso, pero en realidad está marcando que ahí hay un problema.
De acuerdo: entonces, que se cuestione al glifosato. Lo que no estoy de acuerdo es con que se prohíba si no hay una evidencia formal. Los productos que se usan en el campo son cada vez menos impactantes sobre el medio ambiente. Y eso lo sabe todo el mundo.
Los productos y las dosis ¿no tienen que ser cada vez más agresivos porque las malezas van generando resistencias?
En esos casos, más que dosis fuertes, lo que hay que hacer es cambiar el producto y usar productos que estén permitidos y autorizados. Puede suceder que dentro de 10 años el glifosato ya no controle la maleza que hay y se usará otra cosa, pero la tendencia es a hacer las cosas cada vez mejor.
El Ministerio de Salud de Santa Fe investigó lo que pasó en San Jorge cuando se alejaron las fumigaciones…
(Interviene Trucco) Todo mentira.
Si en algo hay que creer, acá tiene un ministerio que comprobó que al alejarse las fumigaciones, disminuyeron los casos de bronquitis, crisis asmáticas y broncoespasmos hasta en un 77%.
(Vuelve Grobocopatel a tomar la palabra) Es obvio que no ven más los aviones, y la gente deja de ir al médico. Mirá: en Europa se hacen pulverizaciones cinco veces más que acá. No hay que crear fantasmas. Si alguien aplica mal, es mala praxis, pero no es que el sistema anda mal.
El sistema son millones de toneladas de herbicidas que se usan por año. Cuando aparecen las malformaciones y enfermedades, ¿no es obvio que el partido ya está jugado, y no hubo precauciones previas?
Pero por precaución deberían dejar de andar los autos por el calentamiento global, o no deberíamos usar minería, ni cobre ni cables ni celulares. Por precaución nos quedamos en el Medioevo. Hay un riesgo que la humanidad corre siempre, y la determinación de ese nivel de riesgo la debe hacer el Estado republicano y con división de poderes.
El riesgo lo corren los vecinos. ¿Las cosas tienen que hacerse de todos modos, incluso contra la gente?
Por eso te digo: si el Ministerio dice que hay un problema, que el glifosato enferma, que lo firme y que lo prohíba. De lo contrario, es una irresponsabilidad.
Lo de las mineras también es discutible: lo que declaran, al pagar regalías, es que solo extraen un producto medieval: oro.
Pero lo que más se usa es el cobre, eso es lo importante, y cantidad de elementos para tecnología. El oro es un producto absurdo: lo desenterrás para volver a enterar los lingotes. Y encima usás cianuro para obtener el oro. Es absurdo.
Actualmente se producen alimentos que alcanzarían para alimentar a 12.000 millones de personas, en un planeta con 7.000 millones de habitantes, pero hay hambre. Entonces: ¿hay que producir más o repartir mejor?
La realidad es que los precios de los alimentos suben porque hay más demanda de chinos, hindúes, indonesios, africanos, y también europeos. China consumía 7 kilos de carne por habitante hace 30 años, ahora consume 70. Los que dicen que no hay que venderle forrajes a los chinos piensan: que se caguen de hambre. No les importan los pobres del mundo. El que piensa así es un hijo de puta. Bueno: que permita que otros ayudemos a esa gente.
La razón no es la bondad, sino la rentabilidad, como me explicaste antes.
Está bien, pero nosotros no estamos produciendo diamantes. Estamos produciendo alimentos para que la gente coma.
Padres del borrego
Todo lo producido por el agro argentino se exporta a través de un puñado de cerealeras multinacionales que han sido capaces hasta de empujar a una devaluación. Quién maneja la situación, entonces: ¿el Estado o las corporaciones?
El Estado no tiene por qué manejar la exportación porque son compañías nacionales y multinacionales que compran los cereales y los venden al mundo. ¿Qué quiere el Estado si ya nos saca el 35% con las retenciones? ¿Qué quiere controlar?
Que no haya un manejo especulador de cerealeras trasnacionales,por ejemplo.
No creo que haya maniobras especulativas de empresas exportadoras. No conozco cada una, pero en general no es esa la forma en que funcionan. Y también es una desproporción pensar que la decisión de los chacareros de tener silobolsas es lo que pone en riesgo el futuro de la Patria. Yo no estoy en contra de que el Estado regule, si es inteligente. ¿Argentina tiene un Estado inteligente? No. Cuando manejamos la carne la hicimos de goma. El trigo y el girasol, lo hicimos de goma.
O sea: ¿la idea de una Junta Nacional de granos o de nacionalizar el comercio exterior no te convence demasiado?
Eso sería un desastre.
¿Qué pasaría si el gobierno anunciara que quiere hacer algo así? ¿Cuánto duraría sin que incendien el país?
Si el gobierno lo plantea, uno lo tiene que respetar. Lo que tiene que tratar es de que lo hagan de forma inteligente y con la gente más capacitada posible.
Respuesta sobria. Imagino otras más violentas por parte del establishment.
Es que todo el debate público, de ida y de vuelta, está sumamente atomizado, politizado y banalizado. Pero lo que es cierto es que, en muchos de los temas que estamos planteando, la madre del borrego del problema es el Estado.
Y el padre del borrego, ¿no son los poderes concentrados?
¿Por qué son concentrados?
¿Por dinámicas del capitalismo actual?
Los poderes son concentrados porque los Estados los permiten, porque tienen poder de fuego de destrucción de los monopolios, y no lo hacen.
Hipótesis: las trasnacionales son más fuertes y hasta con mayor volumen económico que muchos Estados.
Eso es cierto, pero lo que se necesita entonces es poderes que también vayan más allá. Nuevos organismos de gobierno global para los problemas globales. Pero Argentina no lo hace. No somos más Mercosur, ni más Unasur, sino menos: se los ve como instrumentos políticos y no económicos, lo que es un error enorme. No hay decisión política de ir hacia Estados o multi-estados que regulen estos procesos y pongan reglas de juego. Entonces los pelotudos somos nosotros.
Simplificando: ¿dónde te parás? ¿Sociedad o multinacionales?
Yo soy parte de la sociedad. Pero no es una cosa o la otra. Para mi hay que estimular que haya multinacionales argentinas, que son las que te conectan al mundo. Si me voy a sembrar al África, compro maquinaria argentina y llevo industria argentina a esos lugares. Yo trabajo para eso. Entonces: soy parte de la sociedad y quiero ser una multinacional. Yo quisiera ser la Cargill del Mercosur.
La república de la soja
La corporción Syngenta apeló a la creatividad, y publicó un mapa que abarca a la zona pampeana, norte y noroeste de Argentina, medio Uruguay (al que ni nombra), sur de Brasil, todo Paraguay, y el este de Bolivia. El mapa es verde y su título es República Unida de la Soja, con una bandera en cuyo centro flamea un poroto transgénico. El otro mensaje: “La soja no conoce fronteras”. Syngenta produce semillas y herbicidas, como Monsanto, y el aviso se difundió en 2003 en los medios contrainformativos Clarín y La Nación. Fue revelador de un modo de actuar, y de una tendencia que los años han reforzado. Despierta preguntas interesantes, siguiendo el juego: ¿quiénes gobiernan esta República? ¿Cuáles son sus leyes y justicia? ¿Qué rol cumplen esos viejos conglomerados llamados “países”?
La organización internacional Grain, de defensa de la biodiversidad, actualizó el tema con un informe: La República Unida de la Soja, recargada. Plantea que el mapa abarca 46 millones de hectáreas de monocultivo transgénico, fumigadas con 600 millones de litros de glifosato (mas otros agrotóxicos), y provoca una deforestación de 500 mil hectáreas anuales. Carlos Vicente, de esa ONG: “Se depende cada vez más de las corporaciones como Monsanto o Syngenta, los transgénicos y los agrotóxicos que ellas mismas venden. Es una relación adictiva”. Alimentación humana: “Los campesinos, pequeños y medianos productores, con el 20% de las tierras producen el 70% de la alimentación que precisa la humanidad. Entonces hay que producir alimentos, no chatarra alimentaria”. Efectos: “Un sector se enriquece, pero el territorio va quedando despoblado para que hagan lo que quieran. Se engrosan las periferias urbanas, se destrozan las economías regionales y suben los precios de los alimentos”.
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