Rinden homenaje al cura Carlos Mugica al cumplirse 40 años de su asesinato

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Mugica: lo sublime en lo humano

Organizaciones sociales y vecinos del barrio homenajearon al cura villero al cumplirse mañana 40 años de su asesinato. El recuerdo a un militante que hizo propia la historia de los invisibilizados.

 

Mañana templada y húmeda en una villa de Buenos Aires. Llego a Retiro reflexionando sobre la jornada. Imagino expectativas de barro. Pienso en ese cura blondo que osciló correr el velo del conformismo y la carrera eclesiástica segura a cambio de una incertidumbre llamada «Pueblo».

Bajo en Calle 12, a los pies del viejo correo y contemplo en un mural a Carlitos Tévez levantándose la casaca para celebrar un gol, enseñando una remera extraña para el glamoroso fútbol italiano: «Villa 31», señala el crack y nos da la bienvenida al barrio obrero que vivió los mejores sueños de Carlos Mugica, el cura villero.

Cruzo el puente peatonal que va hacia la capilla Cristo Obrero, donde descansan los restos físicos de Mugica y alcanzo a divisar un telón con su semblanza, junto a la firma de todos los grupos políticos y sociales, comedores populares, centros culturales que recogen el guante de la organización barrial como piedra angular de una ardua tarea que sembró un sacerdote comprometido, hace medio siglo.

En el predio de la capilla, la recepción incluye estampitas y porras festivas. Caripelas de diversa angulatura muestran su presencia política, entre el sentimiento y el oportunismo, según la subjetividad del prisma. Cientos de vecinos se mezclan con actores, dirigentes deportivos, religiosos, sociales, de derechos humanos y políticos. Están Gastón Pauls, Rodolfo D´Onofrio, Juan Carr, los padres Willy, Toto y Pepe, Norita Cortiñas, Juan Manuel Abal Medina, Gabriel Mariotto, Julián Domínguez y -hasta- Felipe Solá.

También están los villeros históricos, los que lo conocieron a Mugica, los que matearon con él, los que construyeron política territorial con él, los que lo aclamaron en asambleas y lo lloraron en la hora aciaga. Está Teófilo Tapia, está Carmelo Sardinas, está Roque Chejolán, hermano de Alberto -asesinado por las fuerzas de Seguridad en una marcha villera a Plaza de Mayo, en marzo de 1974, meses antes de la muerte de Mugica-.

Una muestra de fotos hace girar a los cientos de asistentes al evento, acompañados por la nostalgia y la alegría de las vestimentas andinas y la música latinoamericana que vibra en el parche del tambor y en el viento de una nota soplada a tiempo. Es la alegría de recordar luchando. De pensar lo sufrido como acumulación, como continuidad de un proceso que no se acabará hasta que los sueños de Mugica se concreten. La vivienda digna en el lugar donde se vive. Hoy la Constitución de la ciudad escribe «urbanización» donde el Movimiento Villero decía «Derecho a la tierra y la vivienda».

La jornada no es lúgubre, a pesar de la remembranza de un pasado coartado. La caravana hacia el playón y hacia la misa es bochinchera y apacible, a la vez. Las conversaciones cruzadas, los encuentros esperados y los abrazos certeros ratifican la obstinación de la senda surcada por Mugica, por Valenzuela, por Galleta Alfaro, titanes de barro que araron en tierra fértil.

Mugica fue asesinado por la Triple A hace 40 años, en un atardecer de Villa Luro. Murió por luchar por los invisibles de la historia, pero siguió naciendo en ellos. Ésta es la primera lectura que rastreo entre mis emociones. Sino no se explicaría la digna persistencia de los asistentes, bajo el escenario montado a los pies de la Autopista Illía, sin importar la lluvia copiosa. Sino no se hallarían respuestas a la denodada constancia de los patriotas de barrio que siguen diciendo Mugica, como otro nombre para señalar lo sublime en lo humano: luchar y ser mejores.

La fiesta popular seguía en las guitarras y las entonaciones del folclore familiar del Chaqueño Palavecino. El canto sería celebración y la danza distensión.

Sin embargo, la carga emotiva del evento no distrae una convicción: la memoria activa apuntando la figura de Mugica contornea  el futuro inmediato de impostergables reivindicaciones. La efectiva aplicación de la Ley N° 148, el efectivo cumplimiento de las leyes de urbanización N° 1770 y N° 3343 para Villa 20 y Villa 31, respectivamente. Ese es el camino de Mugica, que los villeros seguirán transitando mientras exista barro e ignominia en las barriadas populares, en honor a un cura de abajo y a una historia.

 

http://www.marcha.org.ar/index.php/nacionales/89-territorio/5204-mugica-lo-sublime-en-lo-humano

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