«El empresariado y la banca quieren manejar las divisas venezolanas y la renta petrolera». Artículo del economista argentino Claudio Della Croce, en el que analiza con ojo crítico el Sistema Cambiario Alternativo de Divisas-2 (Sicad 2) implementado recientemente por el gobierno venezolano
El anuncio del lanzamiento del Sistema Cambiario Alternativo de Divisas-2 (Sicad 2) generó inicialmente una corriente de opiniones superficiales y sin capacidad de reconocer el complejo clima político del país, los comportamientos reales de actores económicos y financieros de peso y – sobre todo- las prioridades que debe atender la inmensa mayoría de la sociedad, que no compra y vende divisas, pero sí sufre las alteraciones de la inflación y el desabastecimiento.
Con el SICAD 2 se consolida la propuesta de un sector con gran influencia en el gobierno nacional, de promover la liberalización de la economía como vía para enfrentar la crisis económica. Esta salida contó con el apoyo de la banca nacional e internacional, cuyos agentes no ocultaron su satisfacción. La medida recibió elogios del Bank of America, cuyo representante, Francisco Rodríguez, maneja la tesis que el gobierno puede promover los fuertes ajustes macroeconómicos que reviertan, según ellos, el equivocado modelo económico chavista. A pesar de esta impúdica celebración, la banca transnacional no está completamente satisfecha con el desempeño que hasta ahora ha mostrado el Sicad 2
Desde este año en Venezuela conviven tres tipos de cambio oficiales: la tasa del Cencoex (antiguo Cadivi) a 6,30 bolívares por dólar (para las importaciones de bienes prioritarios como alimentos básicos y medicinas), la tasa del Sicad 1, que actualmente está a 10 bolívares por dólar y liquida a sectores productivos que son convocados a subastas por parte del Gobierno; y la del Sicad II, que es un mercado que se rige por el libre juego de la oferta y la demanda, y cuya tasa se ubica en alrededor de 50 bolívares por dólar.
Las premisas o supuestos que basaron estas expectativas refirieron a que la puesta en marcha del nuevo mecanismo, por su sesgo liberalizador como respuesta a la demanda de divisas, reduciría la sobrevaluación real del bolívar, tendería a (hacer) desaparecer el mercado no oficial y, como corolario de todo esto, se pondrían en funcionamiento fuerzas para bajar la inflación pasados algunos meses.
Pero, pasado ya un mes de la puesta en marcha del Sicad 2, los lobistas manejan la hipótesis de que las expectativas se han ido modificando, lo que produjo la consternación y preocupación entre muchos empresarios, ante la no satisfacción de su demanda efectiva de divisas. Afirman que esto se debe a la falta de disposición de los entes oferentes – sin duda el propio Estado aunque se tienda a hablar de oferta y demanda y mercados libres- a presentar posturas con un mayor precio.
Los economistas ortodoxos quieren imponer, sin fundamento, alguno, la premisa de que la liberalización es sinónimo de eliminación de la brecha cambiaria, lo que, evidentemente, no es factible en períodos de alta incertidumbre como el que vive hoy Venezuela. Se trata de presionar y exigir más dólares y menos control para los empresarios, bajo la excusa de que la oferta contenida en un precio techo de referencia estable (en torno a los 50 bolívares por dólar) produce un desabastecimiento que los obliga a seguir acudiendo al mercado paralelo.
Pero la excusa sirve para revertir las culpas, porque deja inferir que la demora en relanzar la actividad económica –y el desabastecimiento, se debe a que se mantiene un precio bajo, mientras bajo el título de defensa de la libertad de mercados se insiste en la aceptación de la ilegalidad, el mercado paralelo o negro.
Desde una visión ortodoxa, se tiende a vincular el control cambiario con los problemas de escasez de productos, la inflación y el déficit fiscal y se reconoce que la tendencia a la apertura de la cuenta capital de la balanza de pagos tiende a incentivar el ahorro externo en vez del interno, por ser negativo el nivel real de las tasas de interés en Venezuela, si se compara internacionalmente y, además, se adiciona el diferencial que podría requerirse por la depreciación del bolívar.
Las presiones no solo vienen desde el empresariado y la banca venezolanos, sino también desde el poder económico del capital financiero trasnacional, con opiniones que son reproducidas y repetidas por los medios locales e incluso por asesores y lobistas con influencia en los despachos oficiales.
Por ejemplo, el Bank of America para el próximo año, institución que considera que la unificación estará acompañada de una importante devaluación del bolívar.
“Esperamos que el gobierno haga una transición hacia una sola tasa de cambio en 2015, la cual estimamos que se estabilizará a 45 bolívares (por dólar)”, resalta el último reporte del banco estadounidense, que presiona para que la tasa del Sicad 2 ascienda hasta converger con el tipo de cambio del mercado paralelo, a unos 70 bolívares por dólar para fines de 2014.
Y sin tapujos, le ofrece argumentos a los decisores políticos venezolanos, al señalar que la lejanía de un proceso electoral permitirá al gobierno realizar esos ajustes cambiarios sin pensar en su costo político, pero al mismo tiempo logrando ingresos fiscales que permitan asumir la expansión del gasto en 2015, año para el que están pautados los comicios legislativos.
Bank of America indica que a medida que transcurra el año, más el 50% de las divisas serán inyectadas a la economía por la vía del Sicad 2, al transferirse a este sistema los servicios de líneas aéreas, turismo y comercio electrónico, que aún se mueven a tasa de Sicad 1. Hoy, a través de ese esquema se libera entre 8 y 10% de los dólares suministrados a la economía; aunque el banco estadounidense asegura que el porcentaje real es de alrededor de 20% del total.
Bajo el supuesto que el precio de oferta del Sicad 2 no es el de equilibrio se infiere que la falta de garantía irrestricta a la compra sin restricciones ni limitaciones de dólares hace crecer la demanda para ahorrar en el exterior. Los lobistas sostienen, asimismo, en que el hecho de existir una oferta limitada de divisas lleva a que su asignación sea arbitraria o cuestionable, y genera suspicacias, minando la credibilidad de las autoridades
Impulsan, asimismo, una mayor devaluación, que más allá del pingüe negocio que significa para la banca privada, permitiría –dicen- mayores ingresos para equilibrar las cuentas fiscales y sin elementos reales de juicio insisten en que podría reducirse del 13% actual a su virtual desaparición de aumentar la cotización para el Sicad 2, al punto que equilibre la oferta con la demanda . ”
Por otra parte, a través de “opiniones” en los medio, tratan de imponer en el imaginario colectivo que la credibilidad general de la política económica se perdería por haberse comprometido las autoridades y no cumplido la implementación de un régimen cambiario en el cual la oferta y la demanda determinarían el precio de la divisa.
Para el vicepresidente del sector económico, Rafael Ramírez, el Sicad 2 es un gran estímulo a la exportación. “Los sectores privados o públicos no petroleros, que exporten con el apoyo del Estado, pero que exporten y obtengan divisas, van a poder manejar sus divisas. El 60 % de las divisas van a poder reutilizarlas para reposición de inventario, capitalización, todo lo que necesita un sector privado, y el 40 % de las divisas ingresan al torrente nacional pero a la tasa del Sicad 2″.
¿Más de lo mismo?
Ya superadas las ilusiones iniciales, ante el nuevo marco de mayores desafíos/dificultades la soluciones o recomendaciones que plantean las posiciones liberalizadoras tienden a coincidir que es preciso sólo reafirmar la confianza en los mecanismos automáticos de ajuste positivo y equilibrado de los mercados cambiarios y de los movimientos de capitales plenamente desregulados.
Los lobbistas y economistas de la derecha indican como sugerencias prácticamente directas permitir que el precio del Sicad 2 vaya deslizándose, para ir acercándose a un equilibrio de oferta y demanda, y que el flujo de oferta cotidiana por parte del Estado vaya en aumento en detrimento del Cencoex y Sicad I, reduciéndose los rubros con tipo de cambio “subsidiado” (se señala una cifra inicial conveniente de requerimiento de oferta para el Sicad 2 de 50 millones de dólares diarios )
Mientras, presionan para que no se discrimen instituciones bancarias para colocar las divisas del Sicad 2 (notoriamente no se plantea la necesidad de normatividad particular para establecer prioridades, garantizar su transparencia y evitar desviaciones), y tampoco se discrimine entre beneficiarios, aun si estos se repiten, ya que el objetivo entienden que debe ser crear oferta suficiente a través del precio que vacíe el mercado.
Otras “sugerencias” son que se vayan aumentando las tasas de interés activas y pasivas con la excusa de ir cerrando la brecha entre los niveles internos y externos, y que no se impongan mayores restricciones y controles a la liberalización vía SICAD 2, aun ante la continuidad del mercado paralelo y su diferencial de cotización de alrededor del 30%.
Visión no ortodoxa, que no gusta a los banqueros
En un marco de reconocibles tensiones, Venezuela se encuentra en un momento clave de definiciones y decisiones para fortalecer la paz social. No es posible por lo tanto ponderar este enorme desafío prioritario sin reconocer en primer lugar que los comportamientos y decisiones de los actores económicos y financieros no están basadas únicamente en simples decisiones de subasta igualitaria cotidiana en el mercado, sino también por las expectativas e incertidumbres que puede estar generando el marco general.
Más aún, de no atenderse debidamente la existencia de la excepcionalidad o particularidad de las condiciones generales por suponerse que los comportamientos individuales no son alterados por éstas, puede llegar a negarse el peligro del desarrollo círculos viciosos regresivos auto-generados por actitudes y decisiones de sálvese quien pueda, que profundicen más aún las dificultades. Es la habitualmente denominada racionalidad perversa de las externalidades.
Concretamente en la situación actual de Venezuela es preciso analizar y ponderar con seriedad que el marco de polarización política, azuzado por sectores que apuestan a la inestabilidad, ha venido perturbando los movimientos económicos financieros – fuga/salida de capitales y altísima especulación “preventiva” con los precios- aún en forma más significativa si tiene en cuenta el desarrollo social cotidiano honesto (no especulativo) de la abrumadora mayoría de la población.
Es comprensible que el SICAD 2 no haya satisfecho las expectativas de libertad plena para la dolarización masiva e inmediata de sus activos en bolívares que demandan sectores que valorizan sus patrimonios y resultados en moneda extranjera, o directamente desean apostar o especular con la mayor desarticulación del país.
Asimismo, persiste la confusión en quienes impulsan la inmediata liberalización cambiaria sobre el sentido al superponer ésta en forma dogmática o interesada a la necesidad de mantener en un marco de incertidumbre política, económica y social mecanismos de supervisión/control de la cuenta capital por parte del Banco Central.
Los economistas de la derecha realizan un análisis contradictorio sobre las causas de la inflación: por un lado dicen que se debe a la monetización del déficit fiscal (se la vincula con deformaciones en la demanda azuzada por emisión sin respaldo), pero por otro lado señalan como mecanismo explicativo del alza creciente de precios en la capacidad de los oferentes de anticipar en sus precios futuras devaluaciones esperadas (aun cuando sus costos vinculados con importaciones pudieran no haber sido afectados), llevando a suponer entonces que los precios no se ajustan entonces por competencia sino a decisiones unilaterales preventivas de empresas o personas en posición dominante.
La falencia analítica lleva también a simplificaciones muy delicadas y peligrosas como el suponer que una devaluación mayor del bolívar no tendría efecto alguno sobre la inflación o la distribución del ingreso ya que los precios ya “reflejaron costos de reposición no asegurados por la tasa oficial”. Plantean suposiciones falsas como que una devaluación mayúscula y la eliminación extensiva del control cambiario para conformar mayor ofrecimiento de divisas al SICAD 2 no tendría efectos sociales y económicos severos y perturbadores para el sostenimiento de la prioridad N°1 hoy del país: la paz social.
Existe, asimismo, una visión sesgada sobre la situación del mercado financiero. Se tiende a referirlo a comportamientos de grandes empresas, operadores o inversores – que refieren sus decisiones a tasas interés pasivas o activas internacionales y a diferenciales de riesgos, sin observar que incrementar tasas sin analizar detenidamente sus efectos en la actividad económica no iría en la dirección correcta.
La mayor parte de los actores de la economía venezolana refieren únicamente una vinculación en bolívares, siendo sí su principal preocupación sobre todo la pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos por la carestía y del valor de sus ahorros al no contar con instancias de reserva de valor en moneda nacional.
Las alternativas reales viables
El marco de circunstancias que vive Venezuela sigue siendo delicado. Por lo pronto, de no imponerse una visión peligrosamente sesgada por confusión o presiones particulares interesadas en jugar el destino del país a la suerte de una rápida y drástica liberalización y unificación cambiaria con consecuencias políticas, sociales y económicas imprevisibles, deberá considerarse la perspectiva de mantener el control de la cuenta capital(Sicad 2).
Aún más allá de los debates ideológicos, en forma pragmática es ello necesario para responder a desequilibrios inmanejables en la estabilidad macroeconómica, política y social, dotar equilibrio elemental de la balanza de pagos , lograr el sostenimiento imprescindible de reservas del Banco Central y permitir dar continuidad a una independencia básica de la política monetaria y financiera nacional con respecto a los poderes del capital financiero internacional.
En todo caso, ello se reflejará en el mantenimiento de limitaciones/restricciones y, por lo tanto, a la necesidad de dar prioridad -considerando en qué proporción- a las divisas a un tipo de cambio regulado preferencial para garantizar el abastecimiento de productos de consumo, insumos y de inversión para el consumo popular y el mantenimiento dela actividad económica. Algo absolutamente factible al contar Venezuela con el mejor perfil de cuenta corriente de los países de América Latina.
Asimismo, parece urgente establecer una normatividad pública clara del BCV para evitar la arbitrariedad discrecional cuanto a la asignación de divisas de todos los sistemas cambiarios vigentes (Cencoex, Sicad 1 y Sicad 2)- a empresas y personas en condiciones elementales para hacerlo (por ejemplo, origen de fondos legales, y situación impositiva al día).
Significativamente, los sectores más favorables a la liberalización, que suelen reclamar siempre mayor transparencia, no lo hacen para evitar problemas adicionales a la economía y las personas.
Es necesario, asimismo, generar en Venezuela –y en el resto de Latinoamérica- un debate sobre el fortalecimiento del bolívar y la estabilidad de la economía, así como evitar la definición sobre la magnitud y las condiciones de la oferta de dólares para el Sicad 2 quede presa de juegos especulativos privados, drenando recursos que corresponden a todo el país, considerando que el proveedor de divisa es centralmente el Estado,a través de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).