La historia de Juan Emilio Cheyre y la dictadura de Pinochet

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Nodal recoge tres notas que aportan datos y opiniones sobre la vinculación del ex presidente del Servicio Electoral, Juan Emilio Cheyre, y la dictadura de Augusto Pinochet

Caso Lejderman: La historia del hijo de desaparecidos que Cheyre refugió en un convento

En 2006, La Tercera cubrió el relato detrás del asesinato de la pareja Lejderman- Avalos. En esa ocasión, el periodista Francisco Artaza reporteó los detalles del deceso de los padres de Ernesto Lejderman.

El 10 de noviembre de 2012, La Tercera dio cuentas de la tercera ceremonia fúnebre a la que asistiría Ernesto Lejderman, el hijo del matrimonio que perdió la vida al enfrentarse con un contingente militar.

La investigación en esa época- que se reproduce a continuación- fue realizada por el periodista Francisco Artaza.

LA HISTORIA DEL HIJO DE DESAPARECIDOS QUE CHEYRE REFUGIÓ EN UN CONVENTO

En diciembre de 1973, con dos años y medio, Ernesto Lejderman sobrevivió al asesinato de sus padres, un matrimonio mexicano-argentino, a manos de una patrulla militar. El niño fue llevado al regimiento donde estaba destinado el entonces joven teniente Juan Emilio Cheyre, quien lo entregó a la Iglesia.

Ernesto Lejderman Avalos tiene 35 años, pero tardó más de dos décadas en reconstruir la verdadera historia de su familia y, de paso, la suya propia. Tenía apenas dos años y medio de vida cuando fue testigo inconsciente del homicidio de sus padres -Bernardo y María del Rosario- por parte de una patrulla militar del regimiento Arica de La Serena, comandanda por el oficial Fernando Polanco Gallardo. Los militares se llevaron al niño al regimiento y se lo entregaron a un joven teniente: Juan Emilio Cheyre, por entonces secretario personal del comandante del regimiento Arica, coronel Ariosto Lapostol.

Cumpliendo las órdenes que se le dieron, el militar de 26 años que llegaría a ser comandante en jefe del Ejército, dejó al menor al cuidado de las monjas del convento Casa de la Providencia.

Ni Cheyre ni el niño Lejderman volverían a recordar esta historia hasta mucho después, en abril del 2003, cuando el aún jefe castrense debió declarar ante el juez Daniel Calvo para relatar ese episodio.

Mirando directamente a los ojos del magistrado -según el propio Calvo-, en el living de su casa, Cheyreconfirmó haber sido él quien entregó el niño a las religiosas. «Mi participación en estos hechos parte en la tarde del día que vuelve la patrulla, ellos venían con un niño de un año y medio o dos. El capitán Fernando Polanco venía con un menor de edad y entregó una información que decía que habían perseguido a dos personas, que se escuchó una explosión y que al acercarse vieron a dos personas reventadas.

El comandante Lapostol me instruye que el niño pase en el más breve plazo a un convento de la ciudad de La Serena, que tuviera menores a su cargo».

Cheyre le explicó al juez Calvo, quien investigaba entonces el asesinato del matrimonio Lejderman Avalos, que tomó contacto con el obispado de La Serena, donde le mencionan la existencia de un convento cercano al cuartel militar. «Si mal no recuerdo las monjas vinieron al regimiento a buscar la guagua, no me parece que yo haya entregado al menor a las monjas. La guagua estuvo no más de una hora y media o dos horas en el regimiento hasta que se lo llevaron las religiosas», declaró el general.

El niño pasó tres meses bajo el cuidado de la monja María Cecilia Ibarra, hasta que fue reclamado por su familia en Argentina.

Su padre tenía esa nacionalidad y su madre era mexicana. A comienzos de marzo de 1974, cuando la noticia de la muerte de la pareja ya había trascendido, el gobierno del general Juan Domingo Perón presionó para recuperar al pequeño y los militares chilenos le indicaron al cónsul dónde estaba. Finalmente, fue entregado a sus abuelos en Buenos Aires.

Nota completa: http://www.latercera.com/noticia/politica/2013/08/674-538887-9-caso-lejderman-la-historia-del-hijo-de-desaparecidos-que-cheyre-refugio-en-un.shtml

 

Cheyre y el pasado

Por Carlos Peña

¿Sabía usted que Juan Emilio Cheyre, ex Comandante en Jefe del Ejército y actual director del Servel, entregó un niño de dos años, testigo del asesinato de sus padres a manos de militares, a un convento de monjas?

Ese increíble suceso -sobre el que Cheyre ha guardado hasta ahora silencio- ocurrió en 1973.

El caso permite volver sobre un tema que se discutirá por estos días y hasta que termine la conmemoración del golpe: la actitud que en el espacio público se debiera tener hacia lo que ocurrió hace cuarenta años.

A primera vista, parece mejor reprimir los recuerdos.

Es la actitud que hasta ahora adoptó Juan Emilio Cheyre: guardó en algún rincón de la memoria lo que entonces ocurrió, lo trató como un asunto privado, como algo que le concierne solo a él y a los directamente involucrados; pero que no se relaciona en modo alguno con las funciones públicas que él ha ejercido. El caso pertenecería, en su opinión, a él, al niño abandonado en brazos de unas monjas y a los deudos de sus padres asesinados. En la interpretación de Cheyre los actos del pasado deberían ser reprimidos o racionalizados, encerrados en la privacidad de la conciencia, a condición de que no hayan dado lugar, como ocurrió en su caso, a una condena penal.

Si se siguiera la interpretación de Cheyre, quienes ejercen funciones públicas podrían erigir su propia memoria en un coto vedado. Salvada la cuestión penal, nadie tendría derecho a pedir cuentas o pedir explicaciones.

¿Es correcta la alternativa Cheyre?

No.

En 1986, una revista descubrió que Kurt Waldheim había ocultado su pasado nazi. El gobierno austriaco encargó entonces a un comité de historiadores que revisaran su pasado. El caso despertó tal interés que incluso los medios se ocuparon de él, al extremo de que Thames TV hizo un programa de televisión, que más tarde transmitió HBO, simulando un juicio a Waldheim.

Nota completa:  http://www.elmercurio.com/blogs/2013/08/18/14473/Cheyre-y-el-pasado.aspx

 

Cheyre, la maldición militar y la impunidad de los civiles

MARÍA TERESA LARRAÍN

 Finalizada la Segunda Guerra Mundial,  los Juicios de Nüremberg  (1945) y de Tokio  (1947) fueron el primer bofetón a una humanidad que hasta esa fecha vivía en la burbuja. De los victimarios juzgados entonces, algunos se suicidaron, otros fueron ejecutados, pero una gran mayoría después de cumplir algunos años de cárcel, salieron  en libertad, muriendo de viejos en sus hogares. O viviendo como buenos vecinos. La mayoría de ellos  estaban convencidos que hacían un bien a la patria al liquidar  judíos, niños, hombres, mujeres, ancianos. Cumplían con su deber. El juicio moral que recae sobre ellos archiva miles de páginas enquistadas en armarios de bibliotecas, y la humanidad poco a poco las ha ido olvidando. Es la maldición de la historia.

En diciembre de 1973 un joven teniente Juan Emilio Cheyre, asignado a la Intendencia de  la IV Región  protagonizaba un hecho que lo marcaría por vida y que hoy, tal cual  Nüremberg, enfrenta el juicio de una comunidad nacional que recién despierta a hechos que la conmueven removiendo heridas que  a muchos  les gustaría ver cicatrizadas.  Bajo el mando del Comandante del Regimiento Artillería Arica de la Serena, General Ariosto Lapostol, Cheyre cumplió una orden: hacerse cargo de un niño de dos años, a quien, según se le dice, lo encuentran en una caverna en algún sitio eriazo de la montaña en el valle de El Elqui. Sus padres, se le dice, se dinamitaron. Ninguna otra pregunta, ninguna. Buen oficial, tal cual se le enseña desde los 14 años, simplemente, obedece. El niño, hoy adulto, el ciudadano argentino Ernesto Ledjerman, entonces de 2 años, con su mameluco sucio, vestido modestamente, apenas balbucea y llama a sus padres. Caminar de niño asustado y en brazos del joven Cheyre que lo entrega al convento de la Providencia en La Serena, acto que fue posible a través del obispo de la zona, Monseñor Francisco Fresno. Muchos años después, el año 2009, Cheyre y Ledjerman se encuentran en el estudio del abogado Héctor Salazar.  En un programa de televisión, vuelven a juntarse. Los chilenos saben hoy de una tragedia que envuelve a dos hombres: un niño y un joven en diciembre de 1973. El juicio de esta historia recién empieza.

Juan Emilio Cheyre no es otro más que una víctima bajo una sola maldición: ser militar en 1973 y hacer suyo, como todos los uniformados, el acto de obediencia debida,  jamás cuestionarla, caminar la vida y obedecer verticalmente. Nos espantamos hoy de ello. En 1973, tras el golpe, era una cuestión de vida o muerte. Preguntar o cuestionar una orden era sentenciarse. Algunos lo hicieron y murieron o fueron dados de baja. Hijo de familia militar, yerno de otro general, Carlos Forestier, cuestionado por muertes en Pisagua y otros casos como el  de los pasaportes falsos en 1976 firmados por Carlos Guillermo Osorio, ex Director de Protocolo de la Cancillería, asesinado por la DINA. Forestier no tuvo un día de cárcel y murió viejo en su casa como cualquier  buen abuelo.

Nota completa: http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/08/22/cheyre-la-maldicion-militar-y-la-impunidad-de-los-civiles/

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