La nueva memoria de América Latina y el Caribe – Por Pedro Brieger

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Esta semana en Colombia se conmemoró un nuevo aniversario del asesinato del dirigente político liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. El diario La Nación de ese país lo presentó como “el magnicidio que cambió la historia”, y casi setenta años después este hecho es relevante para comprender la actualidad política y social de Colombia. Vale la pena recordar que su asesinato provocó una revuelta popular –conocida como el Bogotazo- durante la cual se destruyeron innumerables edificios públicos, murieron unas 3 mil personas, y hasta el día existen dudas respecto de quién ordenó el magnicidio. Este caso, como tantos otros, interpela sobre el pasado y el presente que en América Latina y el Caribe se entrecruzan día a día. Lejos han quedado los tiempos en que los libros de historia marcaban el “descubrimiento” de América como efemérides civilizatoria. El rescate de la propia historia ocultada o ignorada ahora va más allá del “interés” turístico de visitar ruinas incas, mayas o aztecas. El pasado colonial es parte del presente como lo demuestra el reciente reclamo de los países del Caribe hacia las potencias coloniales europeas por siglos de “esclavitud, genocidio y explotación colonial”, como suele decir Ralph Gonsalves, el primer ministro de San Vicente y las Granadinas cada vez que participa de un foro internacional. Y aún más presente en la memoria colectiva son los golpes de Estado que azotaron tantos países en el siglo veinte. Es lo que sucedió este año en Brasil cuando se conmemoraron los 50 años del derrocamiento de Joao Goulart con mucha mayor intensidad que otras “efemérides” del siglo veinte.

No es que no hubiera memoria en el pasado. Los colonizadores, los gobernantes pro-europeos o los aliados de Washington y sus políticas basadas en la Escuela de las Américas, construyeron un sentido de la historia y la memoria en base a sus propios intereses. Lo ha que cambiado en los últimos años del siglo veinte y comienzos del veintiuno es el sentido de la memoria. Desde las protestas en la República Dominicana por la construcción del Faro a Colón en 1992 para festejar los 500 años del “descubrimiento” hasta el juicio al dictador Ríos Montt en Guatemala, pasando por la revuelta zapatista de manifiesta reivindicación de los pueblos originarios y la búsqueda de los hijos de desaparecidos en la Argentina, “la memoria” está en pleno proceso de transformación. El ascenso de una corriente “progresista” en el más amplio sentido de la palabra está contribuyendo de manera significativa a este cambio. En algunos casos llevando al banquillo de los acusados a responsables de golpes de Estado, masacres, genocidios o desapariciones; en otros, reivindicando la historia y el accionar de figuras políticas que llegaron al poder por la vía democrática y fueron destituidos por las Fuerzas Armadas. Las nuevas tecnologías han contribuido de manera notable a la recuperación de la memoria. En 1992 fuera de la República Dominicana pocos se enteraron del escándalo que existió en derredor de la construcción del Faro a Colón, hoy algunos de los juicios a represores son transmitidos en directo, en las redes sociales se pueden ver documentales inéditos de épocas pasadas, grabaciones clandestinas de músicos que intentaban burlar la censura, documentos desclasificados a disposición de cualquiera, libros, etc. La tecnología se ha convertido en una gran aliada para la recuperación de la memoria, sacando de archivos escondidos una gran parte de lo que se intentó ocultar durante décadas. Esto ayuda a (re) construir la historia, la memoria, el presente, y –no menos importante- el futuro entrelazado de la región.


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