Exclusivo para Nodal: Análisis de la huelga general en Paraguay – Por Adolfo Giménez, periodista paraguayo

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Ultima huelga general en Paraguay

UNA PACIFICA VICTORIA

Adolfo Giménez

Unos días antes de la huelga general,  elementos del gobierno y organismos de seguridad comenzaron una campaña de miedo a la población con supuestas pruebas de que se estaban preparando elementos infiltrados para generar violencia.  El caso más notable fue una grabación que llegó a medios periodísticos de supuestos dirigentes campesinos del departamento de San Pedro hablando de provocar víctimas, incluso, el ministro del Interior Francisco de Vargas se refirió  a “numerosas pruebas” de preparativos que, sin embargo, nunca las presentó.

Con este clima previo se desarrolló la histórica huelga general del 26 de marzo pasado que no registró ningún hecho de violencia, no hubo detenidos ni heridos. Fue la movilización pacífica más exitosa nunca conocida, con un acatamiento del 70 al 80 por ciento y un alcance nacional. Las principales ciudades del país como Asunción y Ciudad del Este quedaron paralizadas, sin transporte y sin actividades comerciales. Organizaciones campesinas -con el apoyo de diversas organizaciones sociales y políticas de las ciudades- hicieron piquetes y cerraron las rutas en forma intermitente en los departamentos de San Pedro, Caaguazú, Alto Paraná, Misiones e Itapúa.

Un contingente importante de la Federación Nacional Campesina (FNC) llegó a la capital y realizó una marcha hasta la plaza frente al Congreso, en Asunción, haciendo unidad con la plenaria de Centrales Sindicales que convocó la huelga general. Todo transcurrió sin mayores incidentes, aún cuando la policía estaba sobrepasada.

Esta huelga fue una experiencia inédita de unidad entre sindicatos de trabajadores, organizaciones campesinas y estudiantiles, que deja un precedente importante en la historia de la lucha popular, las diversas organizaciones unificadas en la acción por el rechazo a la Ley de Alianza Pública Privada, contra la suba del precio del pasaje, por el reajuste salarial, por una política de empleo, por la reforma agraria, contra las fumigaciones sojeras y otras reivindicaciones.  Si bien hubo manifestaciones de esta naturaleza en año anteriores, ésta fue la más importante por su alcance nacional.

CEDE EL GOBIERNO

Poco antes de las 20.00 horas el presidente Cartes hizo una declaración señalando que su gobierno atenderá las demandas de los gremios que participaron de la huelga y de esta manera cerró una larga y tensa disputa. Fue designado el vicepresidente Juan Afara a cargo de las negociaciones.

Pero la Federación Campesina, unas de las mayores organizaciones del campo, anunció que no acudirá a ninguna mesa de negociación si es que no se deroga la ley de Alianza Público Privada, mientras que los dirigentes de la centrales sindicales acudieron a la cita el día siguiente y asumieron un protagonismo que habían perdido hace muchos años por un debilitamiento del sector sindical del país por diversos factores.

El otro sector que recobró protagonismo es el movimiento estudiantil que logró convocar a jóvenes de universidades del Estado y las privadas,  con un carácter diferente no solamente encuadrado en reivindicaciones académicas o sectoriales, sino más cerca de los problemas nacionales y en unidad con el movimiento popular.

Una victoria abre siempre un proceso diferente. El gobierno de Cartes para desinflar la huelga y el movimiento que se articuló a su alrededor hizo la convocatoria al diálogo, pero tiene muy pocas cosas que conceder y básicamente no transigirá en su política neoliberal, agroexportadora, de estímulo a las inversiones extranjeras con garantías especiales. Es probable que en la mesa de negociación presentará algunos proyectos sociales y promesas de cumplimiento del marco jurídico legal, sobre todo en lo que respecta a  las fumigaciones, ocupaciones de tierra o despidos de trabajadores.

Pero el movimiento popular en su conjunto no está en condiciones de organizar una nueva protesta nacional  a corto plazo si es que no obtiene resultados importantes en la mesa de negociaciones, aunque la apuesta está hecha. El éxito de la última huelga estuvo en la paralización de las actividades económicas, en el paro del transporte, en los piquetes en las rutas, pero existió una debilidad de las organizaciones convocantes que fue el poco arrastre de masas, las marchas y concentraciones no eran multitudinarias. A excepción de la Federación Campesina, las centrales sindicales y las otras organizaciones en unidad no pudieron demostrar una capacidad de movilización importante, además, la campaña de amedrentamiento del gobierno tuvo su efecto y mucha gente decidió quedarse en su casa ante que intentar llegar a su puesto de trabajo ante las amenazas de violencia. Lo mismo habría ocurrido con muchos patrones que prefirieron dejar que sus trabajadores no asistan.

En síntesis, una jornada de protesta victoriosa que obligó al gobierno de Cartes a sentarse en la mesa de negociación. Los próximos meses serán cruciales para ”el nuevo rumbo” que tendrá el relacionamiento de la dirigencia sindical con el gobierno que abrió 13 mesas temáticas para debatir sobre cada una de las reivindicaciones de la huelga. Al no asistir a la convocatoria la mayor parte del campesinado organizado, se abre una nueva incógnita sobre el futuro.

El gobierno logró articular provisoriamente  un puente con la tradicional burocracia sindical, pero nada puede asegurarse sobre los resultados.

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