Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Jorge Majfud
Es significativo cómo los dogmas ideológicos que luego pasan por «sentido común», «pragmatismo» y otras decoraciones ficticias, se pierden siempre el marco general de la historia y se limitan a una pieza del rompecabezas.
En el video que incluyo aquí, Margaret Thatcher pone ejemplos como Rusia y el Congo, subdesarrollados a pesar de su riqueza en recursos naturales, «porque no han tenido una economía de empresarios». Por supuesto que la han tenido, y en África, América latina y otras regiones del Sur global la libertad empresarial (me refiero al verdadero empresario capitalista, no al pequeño empresario que vive de su trabajo) y la libertad de los capitales ni siquiera tenían los límites de los gobiernos que tenían en Europa y Estados Unidos.
Eran economías capitalistas y empresariales al servicio directo del desarrollo de brutales y sangrientos imperios extractivos como el suyo, Gran Bretaña (razón por la cual hoy están en decadencia y culpan de ello a los inmigrantes; ciegamente, como en este caso de ciego orgullo por el desarrollo y la prosperidad propia).
Como es propio de la secta neoliberal, tanto del amo como del cipayo, la señora Thatcher omite lo más importante: gran parte del Sur Global era más rico y más desarrollado que Gran Bretaña, Francia o los Países Bajos y, en muchos casos, hasta siglos después. Todos los países ricos y desarrollados de entonces fueron destruidos por los cañones, las drogas, el fanatimso y las ideologías europeas (como la del «libre mercado» luego de que se destruyera el libre mercado), sobre todo por los británicos y sus empresas piratas (privatizers) como la East India Co.
Decenas de trillones de dólares fueron transferidos de India a Inglaterra solo en un par de siglos al tiempo que cientos de millones eran masacrados o hambreados hasta morir de forma deliberada. Rusia tuvo un gran desarrollo económico y social hasta la barbarie nazi (apoyada por los grandes y exitosos empresarios de Gran Bretaña y de Estados Unidos) y luego fue acosada y bloqueada durante la Guerra Fría por los mismos imperios racistas como el suyo.
El Congo, que menciona Thatcher, fue destruido y desangrado varias veces por y para los europeos hasta ayer–con la colaboración natural de los cipayos de turno. No solo le robaron trillones de dólares para el desarrollo de las «naciones libres, inteligentes y empresariales» sino que en pocas décadas le exterminaron diez millones de personas y dejaron sin manos a miles, sino millones de otras víctimas que no trabajaban lo suficientemente rápido para el éxito empresarial de los blancos.
Si en algo Noroccidente superó a todas las demás culturas, desde el continente de las naciones originarias en América hasta las milenarias y altamente productivas sociedades asiáticas, fue por su fanatismo materialista y por el desarrollo sin competencia de sus instrumentos de guerra y destrucción. Porque su prosperidad, como se la continúa entendiendo hoy, no es posible sin la «destrucción de la competencia». El otro que no obedece, el otro que no es esclavo, colonizado o adulón, es siempre (siempre) un peligroso enemigo.
No por casualidad cuando hablamos de imperialismo se nos acusa de “sesentistas” o algo por el estilo, para silenciar la raíz del problema que, como raíz, continúa estratégicamente enterrado.