Zelensky y Milei presidentes ficción
Por Sebastián Salgado*
Toda obra de ficción, necesita un final contundente para generar impacto en su audiencia. Este parece ser el destino marcado, para los presidentes de Ucrania y Argentina.
En 2014, el mundo fue testigo de una gran operación estadounidense, para generar un cambio de Gobierno en Kiev, indispensable para romper el vínculo histórico y natural con Moscú. Para eso, fue necesario sacar del congelador, los gérmenes fascistas que durante décadas habían estado congelados en Ucrania, en el estiércol de las hordas hitlerianas que intentaron llegar a Moscú, con la colaboración de Stephan Bandera y sus seguidores.
Esa revuelta de la que poco se habla ya, conocida como el Euro Maidan, nos deja el recuerdo de lo que fue el asedio a las provincias ucranianas del sur, por su impronta de cultura rusa y el consabido regreso de la península de Crimea al control del Kremlin. Un referéndum dejó en claro, que no aceptaban la imposición de un gobierno de la OTAN en Kiev y el reconocerse como los hijos y nietos de los defensores de Sebastopol, todavía está presente en sus mentes y sus corazones.
Las Repúblicas populares de Luhansk y Donetsk, intentaron el mismo camino de Crimea, pero tuvieron que enfrentar en soledad, con ejércitos populares, el asedio militar de Kiev, que dejó un saldo de 15 mil civiles muertos en el Donbass.
La credibilidad de que Ucrania era un gobierno occidental y democrático se derrumbaba, en las construcciones de los medios corporativos y hacía falta un personaje nuevo, que contrarrestara con la dureza del perfil de un estadista como Putin y cautivara en las elecciones de 2019 a los más jóvenes, como el golpe del Euro Maidan lo había hecho en 2014. Las cicatrices de la matanza de ciudadanos rusos en el puerto de Odessa, todavía sangraban y necesitaban una cara fresca.
Para eso, la ficción fue la respuesta buscada. Crear un perfil político de un actor cómico y convertirlo en presidente. Ese fue el derrotero de Volodomir Zelensky, a través su rol protagónico en la serie “El servidor del Pueblo”, que generó impactantes audiencias en Ucrania. Lo que fue un papel de ficción, llevado adelante con la inversión del magantes sionista con nacionalidad ucraniana e israelí Igor Kolomoisky, se transformó en el disfraz de payaso necesario para que el fascismo ucraniano sobreviviera un nuevo período presidencial.
Un personaje de ficción con el respaldo de las corporaciones mediáticas, que amenaza a la Federación Rusa y seduce a los jóvenes que votaron a por él, para que se alisten en los batallones nazis, como el Azov, el Aidar o el Sector derecha. Un reclutamiento que lleva consigo la sombra de la muerte y de las familias rotas. El mandato de Zelensky finalizó en mayo del 2024, pero occidente mantuvo a su Frankenstein enano hasta el día de hoy, para cobrarle ya no solo las vidas perdidas, sino con las riquezas minerales de las planicies ucranianas, regadas con sangre y odio.
Nunca hubo un partido político, que le condicionara al presidente Zelensky los límites de su poder, en el marco de la democracia republicana y el resultado fue la devastación total.
En Argentina, la presidencia de Javier Milei parece repetir los mismos patrones. Un año antes de ganar las elecciones, Milei cantaba en shows musicales, insultaba a todo el arco político argentino, se disfrazaba de rockero y super héroe de caricaturas, hablaba con su perro muerto y otro sin fin de acciones que cautivaban a las audiencias al calor de las pantallas de TV. Al momento de asumir, no parece casual que su colega de ficción, el presidente Zelensky, se hiciera presente en Buenos Aires, para la asunción presidencial de un ignoto sudamericano. Tal vez, los 300 kilogramos de cocaína que cargaron en el avión presidencial ucraniano en el aeropuerto de Ezeiza, puede haber sido un motivo suficiente.
El daño que Milei le está generando a Argentina, es de proporciones ucranianas, pero sin la necesidad de una guerra. Tampoco lo arropa algún movimiento político que pueda defender los intereses nacionales. Mieli está entregando los recursos naturales argentinos a corporaciones extranjeras a través de decretos de necesidad y urgencia. Como cualquier otro impostor de la realidad, publicitó una criptomoneda, utilizando su posición de mandatario “anarco capitalista” para estafar a inversores de todo el mundo. Todo es parte de un mundo de ficción llevado a un escenario como la propia Casa Rosada.
Pero como cada obra llega a su fin, el período de Zelensky ya tiene fecha de caducidad desde la embestidura de Donald Trump, quién no está dispuesto a seguir con el financiamiento de ese plan vinculado a la familia Biden en Ucrania.
Igualmente parece madurar el rechazo a Milei en Argentina. La negación de la realidad, por parte del libertario, llegó en los últimos días a que los aficionados de clubes de futbol salieron en defensa de los jubilados que ya no pueden comprar sus medicamentos básicos y prefieren morir reprimidos que solos en la oscuridad de un cuarto. En la Patagonia, se están generando incendios intencionales cercanos a los cursos de agua para que los latifundistas extranjeros puedan comprar grandes latifundios incluso en zonas fronterizas, al tiempo que miles de militares israelíes, vestidos de mochileres caminan la geografía austral sin control alguno. Tal vez su cercanía a la secta judía investigada por desapariciones de menores, Jabad Lubavicht, puede dar algunos motivos.
La reciente represión frente al Congreso argentino, ha sonado como un despertador para un pueblo dormido en la película de Milei. Las denuncias y pedidos de juicio políticos se amontonan en juzgados argentinos y extranjeros, sin un liderazgo político opositor que esté a la altura de la situación que se vive y las granjas de trolls financiadas por el gobierno argentino, mantienen el respirador artificial que lo distancia de un estallido como el de 2001.
Hemos llegado al final de las películas de Zelensky y Milei, un largometraje y un cortometraje de una ficción sádica, que no deparan final feliz, para ninguno de los protagonistas.