Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Osvaldo Eloy Proaño *
En su campaña de aterrorizar a la población, el presidente de Ecuador y candidato a la reelección, Daniel Noboa, instó al Consejo Nacional Electoral (CNE) a prohíbir el acceso con celulares a los espacios de votación durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 13 de abril, en la que se enfrentará a la candidata correísta Luisa González.
Noboa manifestó su deseo en que se aplique esta medida ante su temor de que los votantes puedan sufrir amenazas para registrar el voto, conforme señaló tras la primera vuelta electoral, en la que aseguró sin aportar pruebas de que en determinadas zonas los votantes habían sido presionados por grupos criminales para votar a favor de González.
Este escenario brotó de la polarización política promovida por el poder económico y gubernamental, el accionar de los grandes medios de comunicación y las dantescas empresas electorales, y que puso a los mismos finalistas que actuaron en el balotaje de 2023, mientras un gran operativo de seguridad amedrenta a la ciudadanía, pero no a los criminales.
La población se encuentra ante a dos partidos políticos que ya tuvieron oportunidad de ser gobierno, que tuvieron en sus manos la posibilidad de resolver los acuciantes problemas y necesidades de la población y lamentablemente no lo hicieron.
El tercero en la votación de primera vuelta fue el dirigente indígena Leonidas Iza, que se hizo conocer durante las protestas indígenas de 2019 y 2022 contra la eliminación de los subsidios a los combustibles, señaló que hoy a Ecuador lo gobierna una clase política que raya el fascismo…Hoy los votos de su movimiento serán cruciales, pero Iza niega hasta el momento que acordara con uno de los dos candidatos.
Noboa propuso el ingreso al país de «fuerzas especiales de países aliados» para combatir al crimen organizado en el país, en una una jugada política que termina asumiendo el fracaso en materia de seguridad. En plena campaña electoral y a poco más de un año de haber declarado la existencia de un «conflicto armado interno» en el país, sorprendió al solicitar la llegada al país de «fuerzas especiales de países aliados».
Asimismo, exhortó a la Asamblea Nacional a expresarse sobre este plan, así como un proyecto enviado meses atrás por Noboa para dejar sin efecto la prohibición constitucional de instalar bases militares extrajeras en territorio ecuatoriano. El reclamo es la aceptación de que el Estado no es capaz de solventar la seguridad dentro de sus fronteras y que Ecuador se convirtió en un Estado fallido, mostrándose vulnerable frente a vecinos y posibles enemigos.
La institucionalidad política, ya de por si debilitada, está atravesada por los intereses del crimen organizado. Y todo con un gobierno, el del presidente Daniel Noboa, quien atropella la Constitución y las leyes, abiertamente al servicio de los intereses estadounidenses.
El período de año y medio de gobierno de Noboa (completó el período de Guillermo Lasso) ya evidenció su compromiso con el capital de los monopolios extranjeros y el Fondo Monetario Internacional, fue claro su interés por la explotación indiscriminada de los recursos mineros y petroleros, y en favorecer a su familia y círculo cercano, reprimiendo y afectando los derechos laborales.
En este gobierno creció la pobreza, la pobreza extrema, el IVA, el precio de las gasolinas, el costo de la vida, el subempleo; decreció el empleo adecuado, la afiliación al Instituto Ecuatoriano de Seguro Social, la capacidad de compra de los ecuatorianos, la inversión extranjera.
Obviamente, todo esto afectó a la inmensa mayoría de la población, mientras el 1% de la población, concentrado en los grupos económicos tuvo ganancias extraordinarias.
Para el economista Alberto Acosta, como nunca antes, el escenario se presenta en extremo complicado en todos los sentidos. Gran parte del aparato productivo está colapsada, el desempleo se expande, los narcodólares permean -directa o indirectamente- toda la vida económica. La pobreza crece, mientras los ricos no dejan de acumular y, en su soberbia, ni siquiera esconden su opulencia.
Mientras, la emigración se ha acelerado nuevamente, la destrucción de los territorios crece de la mano de los extractivismo, la inseguridad aumenta sin parar, inclusive por efecto del “conflicto interno armado”. Enero marcó un record de muertes violentas, con 730 asesinatos, unos 25 por día. Lo que es más grave y preocupante, seguimos atrapados en visiones ideológicas transformadas en verdaderas teologías indiscutibles. Mientras tanto no aparecen propuestas concretas de cómo desmontar esta dura realidad desde sus raíces, con impulsos que contribuyan a construir colectivamente horizontes esperanzadores.
Con el verso de que hay que disminuir el tamaño del Estado, la inversión del sector público se ha restringido de forma brutal. Si el año 2013 se alcanzó una inversión de 8.506 millones de dólares, al año 2024 apenas llegó a 446 millones de dólares, un 1,2% del Presupuesto General del Estado. Esta caída de la inversión pública, esa austeridad a ultranza provocó un austericidio múltiple: social, productivo e inclusive energético. También impacta en el ámbito de la seguridad ciudadana, en la medida que no se han ejecutado los presupuestos establecidos para este fin.
No solo la economía arrastra los problemas estructurales de su dependencia en tanto exportadora de materias primas, sino que está siendo estrangulada por la violencia criminal y por la misma militarización de la sociedad, que han afectado duramente casi todas las actividades económicas; ahuyentando la escasa inversión extranjera, que sigue concentrada en el ámbito de los extractivismos minero y petrolero donde estos capitales doblan la mano a los gobernantes para imponer sus condiciones.
Nuevamente se confrontan la derecha tradicional neoliberal trasmutada en ultraderecha y el autodenominado progresismo; es decir, el liderazgo servil fondomonetarista de Noboa versus el liderazgo generado por los seguidores del expresidente Rafael Correa, hoy en el exilio.
Noboa representa los intereses económicos, políticos y sociales de los diversos grupos económicos que son parte de la gran burguesía (ricos, poderosos y corruptos) que han gobernado y gobiernan el Ecuador. Ninguno de los dos finalistas representa los intereses de trabajadores, campesinos e indígenas, maestros, estudiantes y pueblo en general.
*Analista e investigador ecuatoriano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)