Defensa actualizada del derecho a la pereza. ¿Somos dueños de nuestro tiempo de ocio?
Por Lucas Aguilera *
«Los pueblos antiguos tenían esclavos para realizar sus tareas. Los pueblos modernos tienen proletarios. El destino de estos proletarios sería infinitamente más noble si, en lugar de consagrar su vida al trabajo, supieran gozar de su ocio», escribía Paul Lafargue ya en 1880 en su libro “Derecho a la Pereza”, desatando la polémica sobre la afirmación “el trabajo dignifica”, en pleno desarrollo capitalista. Y afirmaba, en el siglo XIX, que “una jornada laboral de tres horas sería suficiente para colmar todas las necesidades del lujo”, gracias a los avances de la técnica. Dos siglos después, ¿somos dueños de nuestro tiempo libre?
En la sociedad actual observamos una profunda interrelación entre el ocio, la manipulación del tiempo y la vida humana plena, constituyendo un verdadero campo de batalla. Trataremos de analizar estos elementos, las formas en que se entrelazan y se complementan.
El Ocio y la Vida Humana Plena
A los fines de nuestra reflexión, al tiempo disponible lo llamaremos también tiempo de ocio o tiempo libre. Partimos de la aclaración de que no estamos haciendo alusión a un tiempo de ocio improductivo, sino que nos referimos a algo esencial para una vida humana plena; no se trata simplemente de tiempo libre, sino de un espacio vital donde las personas pueden desarrollarse, expresarse y conectarse con otros y con la naturaleza, más allá de la mera satisfacción de sus necesidades materiales vitales.
El ocio habilita el crecimiento personal, la creatividad y la reflexión, aspectos fundamentales para una existencia humana significativa. Además, constituye un ámbito donde se pueden fortalecer las relaciones sociales y participar en la comunidad, contribuyendo así al bienestar colectivo. En este sentido es que el capitalismo y las élites mundiales se desviven por manipular el ocio y controlar el tiempo libre, abarrotandolo en una instantaneidad permanente, con contenidos vacuos, banales, repetitivos, monótonos o caóticos que derivan en la estupidización planificada de la sociedad y en la obturación de la capacidad de reflexión, esencialmente humana.
¿Qué es el ocio en la nueva fase capitalista?
Podríamos decir que en la sociedad capitalista, “tan planificada” alrededor de las relaciones de producción, el ocio comenzaría cuando terminan las horas de trabajo. De esta manera, en una jornada laboral de ocho horas, restarían ocho horas de sueño y ocho horas de ocio (actividad libre), que ya desde los orígenes del capital están abocadas a recuperar la fuerza de trabajo y estructuradas por sus necesidades
En esta nueva fase de digitalización y virtualización se desvirtúa al extremo esa estructura, y la clase dominante, personificada socialmente como nueva aristocracia financiera y tecnológica, logra superponer los tiempos y los espacios. O sea que, paradójicamente, cuando trabajamos, existe el ocio, y cuando existe el ocio, trabajamos. Pero ese no sería el problema central. El nudo problemático que nos ocupa es que esa superposición del tiempo y del espacio en esta nueva fase genera una tendencia a la desaparición absoluta del tiempo disponible (ocio), colonizando ese tiempo y poniéndolo a disposición de los dueños de las corporaciones tecnológicas, para, además, valorizarlo bajo las leyes del capital.
La industria del entretenimiento, del consumismo desenfrenado y, luego de un par de décadas de desarrollo, la industria digital (en general, la llamada “industria cultural”), ha dado un salto cualitativo, transformando el tiempo libre en una extensión del trabajo alienado. Las opciones de ocio son dictadas por intereses de las corporaciones digitales, limitando la autonomía y la libertad individual y colectiva.
¿Cómo logra esta nueva fase apropiarse del tiempo de ocio, y además, valorizarlo?
Socializando los medios de producción, poniendo en la mano de cada ser humano uno o más dispositivos tecnológicos desde la más temprana edad. Logra por un lado, direccionar la atención y por otro, obtener la actividad diaria del sujeto: dicha combinación le permite transformar ese tiempo en trabajo no remunerado, valorizándolo. De esta manera, construyen a través del aparato tecnológico un “GPSocial”, donde se fijan los márgenes de la acción social, donde la capacidad de reflexión, la actividad, la emocionalidad, y hasta la misma capacidad deseante, no encuentren la posibilidad de sobrepasar los márgenes de intereses (im)puestos por las corporaciones.
En nuestras percepciones, en el campo de la representación social elaborada rigurosamente desde los centros de poder, se impuso como núcleo central (idea fundamental en torno a la cual se articulan las subsidiarias) el relato de mayor libertad: nos hacen creer que disponemos de mayor tiempo y que somos dueños de nuestras propias decisiones, haciéndonos por ello absolutamente responsables de manera intransferible, por nuestros fracasos. Pero la realidad es otra. La élite global ha logrado configurar un ambito privilegiado para aumentar los grados de alienación subjetiva e hiperfragmentación social, profundizando la colonizacion mental y una forma de esclavitud casi distópica, pero más actual que nunca.
Vale recordar que el sujeto se constituye en la relación con el otro, en la alteridad, es decir, en el reconocimiento de la diferencia, pero fundada en la necesidad, la dependencia, la cooperación, sin lo cual, no hay sujeto posible. La sociedad está para organizar la alteridad; el ser humano necesita de la comunidad para poder ser. Al hiper-fragmentarnos, mediarnos y relacionarnos por medio de la competencia, el capitalismo nos animaliza, nos reduce a una supervivencia biológica, carente de sentido.
Sin comunidad como espacio de sostén humano y civilizatorio, se produce una angustia automática que avasalla la conciencia y la deja al borde de un proceso de desestructuración (como un estado de locura, normalizada). Repitamos: la subjetividad es inter-corporal en un entramado de relaciones histórico-sociales; si tales relaciones se pulverizan, con ellas se pulveriza nuestra humanidad.
Los síntomas agresivos, depresivos y adictivos emergen de la frustración que genera el imperativo que comanda al sujeto en nuestra época, que es el empuje a gozar sin límites -cuando estamos marginados de casi todo- en la ilusión de obturar el desvalimiento originario que funda el deseo como motor de búsqueda. Así, los síntomas “individuales” que constituyen una pandemia mundial, no solo revelan el sufrimiento del sujeto, sino también las contradicciones de una época que promete una satisfacción imposible, mientras margina a gran parte de la población de los medios materiales y simbólicos para alcanzarla.
En este escenario, la manipulación del ocio suma consecuencias negativas para la salud mental y física. No solo porque la falta de actividades creativas y significativas puede causar insatisfacción, alienación y apatía, dando por resultados “sujetos zombies”, sino que además, promueve sistemáticamente un consumismo desenfrenado, adicto, ya no solo al dinero, sino que se trata también de un hiper-consumo solitario de “experiencias” en las redes y plataformas. La afirmación de que el ser humano no está solo alienado en su trabajo, sino también en su tiempo de ocio, llega en la actualidad a sus límites históricos.
La batalla por despertar el Género Humano. El ocio como liberación
La lucha central de nuestra época, en tanto sujetos productores del conocimiento y riqueza a través de nuestro trabajo humano ya no es por el salario, puesto que representa una porción insignificante. Seguiríamos discutiendo solo pobreza. Lo que se producía en ocho horas en 1970, hoy se produce en una hora y media, reduciendo a un mínimo histórico el tiempo de trabajo necesario, lo que constituye un indicador concreto de las transformaciones analizadas y una reafirmación del planteo de Lafargue.
La lucha es por el tiempo que se libera, la lucha es por la riqueza que se produce en el tiempo de ocio, la lucha por la liberación es la lucha por la apropiación de nuestro tiempo disponible, nuestro tiempo de ocio. El tiempo libre es la medida real de la riqueza y su verdadero fundamento, constituyéndose así, tanto para el sujeto como para la sociedad toda, en la mayor de las fuerzas productivas.
Reflexionar sobre la importancia del ocio en la vida humana plena y los peligros de su manipulación y colonización en la sociedad capitalista es fundamental, ya que la disputa por la apropiación del tiempo disponible se vuelve un campo de batalla central en momentos donde los avances científicos y tecnológicos han vuelto posible la reducción al mínimo del tiempo de trabajo necesario para satisfacer las necesidades meramente materiales. Dichos avances, producto del trabajo histórico de la humanidad toda, abren la posibilidad objetiva de una vida plena para cada uno de los seres humanos que habitamos el mundo. Hoy, dicha potencialidad es apropiada por unos pocos que gozan realmente del tiempo disponible que se libera, a costa de mayor sufrimiento y esclavización de millones.
Si accionamos en consecuencia de esta conciencia o esta reflexión, podremos construir una sociedad más justa y humana, donde el ocio sea realmente un espacio de desarrollo humano pleno, de libertad, creatividad y conexión, superando el proceso de reificación absoluta de nuestro tiempo de vida bajo el yugo del capital y de su “reino de la necesidad”. Donde el ser humano se realice en comunidad, superando las relaciones sociales existentes de dominación y la mercantilización absoluta de los lazos humanos, reapropiándonos de nuestro tiempo y resignificando nuestro trabajo como actividad creadora, en una relación cualitativamente distinta. Hoy es posible pensar una sociedad donde el ser humano sea el centro y su desarrollo pleno, así como el desarrollo pleno de su comunidad, sea un fin en sí mismo. Es la batalla por despertar el género humano.
*Magíster en Políticas Públicas y Director de Investigación de NODAL