Ecuador: entre el terror del ayer y hoy – Por Rommel Aquieta Núñez

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Ecuador: entre el terror del ayer y hoy

Por Rommel Aquieta Núñez*

Ecuador cerró el 2024 con 6987 homicidios intencionales, según cifras del Portal de Datos Abiertos del Ministerio del Interior. Este dato estadístico posiciona al 2024 como el segundo año más violento en la historia de esta nación. Desde que existen registros oficiales, enero de 2025 se convirtió en el inicio de año más brutal para este país. Solo en los primeros 26 días de ese mes ocurrieron más de 650 muertes violentas en territorio nacional. Es decir, una persona fue asesinada cada hora en promedio en esta nación, apenas iniciaba el nuevo año.

La violencia y la guerra interna que se viven en el país sudamericano no paran de generar cifras alarmantes que rompen récords. Con corte al 14 de febrero del año en curso, se calcula que 65 menores de edad fueron asesinados. Este dato resulta escalofriante, considerando que, según los registros del mismo Ministerio del Interior ecuatoriano, 70 niños menores de 15 años murieron en hechos violentos, durante todo el año anterior.

“El pasado no es algo fijo y cerrado”, dice la socióloga e investigadora social argentina Elizabeth Jelin, abordando la conflictiva y nunca acabada mirada sobre el ayer. “El tiempo de la memoria no es lineal. La idea de que a medida que pasa el tiempo el pasado está más lejos y menos presente no siempre se aplica, ya que el pasado puede ser renuente a pasar, y puede volver y actualizarse”, afirma.

Sus palabras toman forma de premonición dentro de la realidad ecuatoriana actual. En ella, hoy se vive un retorno y una actualización del terror experimentado en el pasado reciente. El miedo aquí está más vivo y renovado que nunca. El país sangra y su población sufre la arremetida de una ola de violencia, una crisis de seguridad y un conflicto armado interno que día tras día deja cientos de víctimas. En la tierra del sol recto, la oscuridad y el horror parecen ir cubriéndolo todo.

El discurso y los términos que usa el poder para contextualizar esta cruda realidad han cambiado muy poco. Ya por los años ochenta, en la “isla de paz”, como se calificaba al Ecuador en aquel entonces, se configuró la idea del “enemigo interno” como concepto de acción política que convirtió al país en territorio de combate. Desarrollando una guerra silenciosa el presidente de aquel entonces se permitió construir así su proyecto de “paz”. Un proyecto cobijado con la legitimidad de la Ley de Seguridad Nacional cuyo objetivo primordial estaba centrado en el aniquilamiento del enemigo.

“Hoy tenemos claro que tenemos un enemigo en común. Los tiempos de indecisiones y ambigüedades han terminado. La patria nos lo demanda”, dice el actual presidente de Ecuador, Daniel Noboa. Hace un llamado nacional que le permita consolidar el apoyo necesario del poder legislativo para el ingreso de fuerzas especiales de países aliados que ayuden a “reforzar la guerra” fortaleciendo la “ofensiva”. Es más que evidente que los términos no han cambiado, quizás tampoco las ideas y conceptos, y mucho menos los intereses políticos y estratégicos que esconde la propuesta de una guerra reforzada.

Queda claro que mientras se reciclan los sentidos y los conceptos, los estrategas gubernamentales se encargan de reencauchar viejas ideas para pasarlas como nuevas, consiguiendo que cada vez más el nuevo Ecuador huela mucho al viejo terror.

Existe un “enemigo en común”, afirma el presidente y al hablar sobre ello, intenta referirse de nuevo a quienes las fuerzas de seguridad deben combatir para erradicar la violencia en Ecuador. Él y su Gobierno los llaman también mafias narcoterroristas, actores no estatales beligerantes, organizaciones terroristas o simplemente “el enemigo”. Otra vez el enemigo.  Sin embargo, las y los ecuatorianos saben que el terror, la violencia y el enemigo no nace y se esconde solo entre las mafias y los grupos de delincuencia organizada que azotan al país.

Muchas veces el enemigo de la sociedad ecuatoriana también forma parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Desde que se reconoció por parte del gobierno nacional, en enero de 2024, la existencia de un conflicto armado interno, las operaciones militares ejecutadas para neutralizar a los grupos terroristas han dejado graves resultados. Según cifras oficiales de la Fiscalía General de Ecuador existen más de 145 denuncias por extralimitación en un acto de servicio (operativo militar) en lo que va del conflicto. Aproximadamente 27 casos de víctimas de desaparición forzada se han reportado sin tener respuesta o pronunciamiento por parte del gobierno nacional y sus representantes y autoridades. Tras más un año de guerra interna lo único que se ha conseguido es incrementar la violencia, derramar sangre inocente y violar los más elementales derechos humanos dentro de esta nación.

La historia nos demuestra una vez más, que al igual que en la actualidad, el precio que se paga por librar este tipo de guerra y conseguir la aniquilación del enemigo es muy alto. Sin embargo, la pérdida de muchas vidas inocentes parece no ser suficiente para el gobierno. Tampoco resulta relevante para sus objetivos de victoria los tantos torturados, desaparecidos y asesinados. “Estamos en una guerra… las guerras se ganan ganando batallas… el que logra eliminar al enemigo gana la guerra”, afirma Noboa.

Los viejos miedos ahora parecen nuevos. Es el “enemigo” quien siempre encarna la amenaza y corporiza el mal, consolidando una necesidad de erradicarla. El Gobierno de Ecuador predica el regreso de la paz y el orden, pero sus acciones demuestran todo lo contrario. La memoria permite que evidenciemos cómo, poco a poco, los discursos y dinámicas oficialistas buscan consolidar la necesidad de estructurar un Estado clandestino capaz de usar el terror como método. En este marco, las fuerzas especiales son el instrumento idóneo para activar el accionar represivo que pondrá fin a la amenaza del caos, pero a su paso también aniquilará muchas vidas inocentes más.

Tal parece que el ayer y el hoy se asemejan mucho. Quizás al entenderlo podamos regresar la mirada al pasado y comprender que ya en Ecuador, hace 40 años y en nombre de la Patria, los proyectos políticos de la derecha invocaron el apoyo a la guerra y el combate contra el enemigo. No olvidemos a los aliados españoles, norteamericanos e israelitas que llegaron para adiestrar a grupos élites creando verdaderas máquinas capaces de aniquilar a seres humanos.

Hoy más que nunca, en Ecuador debemos enfrentarnos con la realidad, luchar para ponerle un alto a los planes del terror, destruir la reactualización de nuestros miedos y develar la verdad sobre la represión, para que no siga convirtiéndose en parte de nuestra vida cotidiana. Si no somos capaces de darle otros sentidos a esta historia violenta estaremos hundidos por mucho tiempo en una guerra cargada de mentiras donde lo único que seremos capaces de seguir escuchando serán los gritos y los testimonios del horror.

*Rommel Aquieta es ecuatoriano, papá, militante y lector de tiempo completo. Comunicador social, periodista e investigador independiente en temas de memoria política. Magíster en comunicación con mención en visualidad y diversidades, y colaborador del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro IDEAL.


 

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