Avances, desafíos y el papel de la biotecnología en la agricultura boliviana

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Avances, desafíos y el papel de la biotecnología en la agricultura boliviana

Horacio Guido Valle Santa Cruz

De acuerdo a información del Instituto Nacional de Estadística (INE) el Índice de Precios al Consumidor, lo que comúnmente conocemos como inflación, al mes de octubre acumuló un incremento del 7,26%, siendo que el componente que tuvo mayor incidencia sobre el alza es el que corresponde al sector alimentos y bebidas no alcohólicas. En efecto, aspectos coyunturales relacionados a la política, energía, monetario, entre otros, explican su impacto en el aumento del nivel general de precios de los alimentos. Sin embargo, existe un factor estructural al que se debe prestar especial atención y es el que se vincula a la productividad y medioambiente, cuestión que invita a realizar la siguiente reflexión.

El informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señala que desde la pandemia en 2020 se han desplazado a umbrales de pobreza y hambruna a entre 713 y 757 millones de seres humanos, manteniéndose estas cifras hasta el 2023, mencionando además que el gasto público que realizan los gobiernos en seguridad alimentaria y nutrición se destina principalmente al consumo de alimentos, existiendo una escasa capacidad de gasto para hacer frente a los principales factores determinantes de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, rasgo que no es indiferente al caso boliviano. Existen ciertas diferencias importantes que es necesario mencionarlas al momento de identificar las medidas que se asumen para afrontar esta cuestión.

Durante los últimos años, y en concordancia a los principios constitucionales que señalan que el Estado tiene la obligación de “garantizar la seguridad alimentaria a través de una alimentación sana, adecuada y suficiente para toda la población”, se dedicaron esfuerzos a mejorar y ampliar la producción de alimentos a nivel nacional a través de diversos programas, así como con la creación de empresas y ampliación de unidades de negocio de empresas públicas existentes.

Algunos casos concretos refieren a la Empresa Estratégica de Producción de Abonos y Fertilizantes (Eepaf), cuya función principal es la de producir abonos y fertilizantes para incrementar la productividad agrícola y contribuir a la seguridad alimentaria, prestando servicios de tratamiento de residuos biodegradables para la producción de abonos, además de comercializar fertilizantes de distinta índole, lo que permitió que la empresa aumentara sus ingresos percibidos llegando a registrar 95,8 millones de Bs en 2022 y 122 millones de Bs en 2023, derivando en una utilidad neta de 19,1 millones y 23,5 millones en moneda boliviana respectivamente. Asimismo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) amplió su giro de negocio a través de inversiones para la producción de urea y amoniaco que permite ser utilizada como fertilizante para la producción de alimentos e incrementar el rendimiento.

Un caso similar refiere a la Empresa Estratégica de Producción de Semillas (EEPS), dedicada principalmente a producir, acopiar, almacenar y comercializar semillas, grano comercial y derivados, apoyando el desarrollo y fortalecimiento de los emprendimientos comunitarios potenciales. Los resultados que obtuvo durante la gestión 2022 y 2023 señalan ingresos por 29,4 millones y 38 millones de Bs, lo que se plasmó en una utilidad de gestión de 14,3 millones y 1,6 millones respectivamente. A su vez, la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), contribuye a la cadena productiva alimentaria apoyando tanto la producción agropecuaria como agroindustrial y estabilizando el mercado interno de productos agropecuarios.

Sin embargo, a pesar de estas políticas e inversiones realizadas, según la FAO, el rendimiento agrícola en Bolivia es uno de los más bajos de la Región cuando nos referimos a la producción de maíz, arroz, caña de azúcar, sorgo, trigo, papa, quinua, maní, entre otros, ocupando únicamente un cuarto lugar en la producción de grano de soja.

Si se observan datos sobre balance alimenticio, el país cuenta con 617 kg por persona al año, lo que sitúa al país solamente por encima de Ecuador y Venezuela, razón por la cual, para cubrir la demanda insatisfecha, se importan y consumen alimentos de países como Perú, Brasil, Argentina y Chile, que adoptaron biotecnología, por lo cual nuestra dieta ya incluye este tipo de alimentos. Actualmente el país ha quedado rezagado en cuanto a la producción de este tipo de cultivos, a excepción de la soja, siendo importante destacar que el uso de biotecnología en la producción de alimentos no está prohibido por la Constitución, siempre y cuando se demuestre que no representa riesgos para el medio ambiente ni la salud humana.

Bolivia no debe mantenerse ajena a las experiencias globales, donde millones de hectáreas están dedicadas al cultivo de alimentos transgénicos que no han demostrado afectar negativamente el medio ambiente ni la salud humana, más al contrario ayudan a cuidar la naturaleza como el caso del maíz modificado que posee cualidades que impiden la proliferación de plagas, lo que reduce el uso de pesticidas y disminuyen los costos, además de evitar los daños a la salud que conlleva el uso excesivo de estos. Conjuntamente, algunos cultivos son más resistentes a condiciones climáticas adversas, lo que aumenta el rendimiento por hectárea, e incluso pueden ser enriquecidos con vitaminas y minerales para combatir la desnutrición, así como disminuir o evitar la ampliación de la frontera agrícola al existir un mejor rendimiento en menores áreas.

Finalmente, para mitigar los riesgos asociados al uso de biotecnología, es necesario que el Estado en el marco de sus competencias mejore los procesos de evaluación a productos que pudieran representar riesgos a la salud de la población, disminuir la afectación de otras especies a través de la aplicación de tecnología e infraestructura adecuada y monitoreo de un comercio adecuado entre los proveedores de semillas y los productores, ante la necesidad de modernizar la agricultura boliviana, adoptando biotecnología para incrementar la productividad para garantizar la seguridad alimentaria, mientras se promueve una regulación efectiva para evitar posibles efectos negativos.

La Época


 

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