“Ahí viene el Cuco”: Donald Trump a las puertas de la Casa Blanca – Por Rafael Cuevas Molina

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Rafael Cuevas Molina *

La elección de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos se anuncia como un vuelco radical que impactará no solo a su país sino al mundo entero. Cada gesto o decisión que toma es visto como vaticinio de lo que hará o dejará de hacer a partir de enero, cuando tome posesión del puesto.

Por lo pronto, las señales que envía son preocupantes, empezando por los nombres que ha elegido para su gabinete ministerial, que no podían ser más bizarros: una empresaria de eventos de lucha libre como secretaria de educación; un antivacunas para la de salud; Marco Rubio como Secretario de Estado; un presentador de televisión como Secretario de Defensa; un ejecutivo petrolero y negacionista climático como Secretario de Energía; un promotor de pseudociencia, medicinas alternativas, la sanación por fe y otras creencias paranormales como administrador de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid.

Asimismo, un Consejero de Seguridad Nacional que considera que EEUU actualmente se encuentra en una “Guerra Fría contra el Partido Comunista de China“; un “zar de la frontera” que durante la primera administración de Trump fue el principal promotor de la idea de separar a las familias de inmigrantes ilegales y deportarlos; un Fiscal General que fue encontrado culpable por un jurado de Nueva York de 34 delitos graves vinculados a falsificar registros financieros; además de varios multimillonarios, encabezados por Elon Musk, quien, emulando su política de cesantías en la antigua Twitter, anuncia despidos masivos en la administración pública.

Con su estilo de empresario grandilocuente y ampuloso, avisa que la solución a algunos de los problemas más graves de la actualidad será tajante, y en algunos casos, inmediata: la guerra en Ucrania, la migración ilegal por la frontera sur del país, la confrontación comercial con China.

México ya ha comenzado a sufrir sus impertinencias en relación con el tráfico de drogas y la migración. Ha llegado a amenazar con intervenir con su ejército en territorio mexicano y con imponer aranceles a sus exportaciones. Todo esto dicho con lenguaje ofensivo y prepotente que recuerda su primer mandato, cuando llamó a El Salvador “un agujero de mierda” y caracterizó a todos los migrantes como asaltantes y asesinos.

El trumpismo, un movimiento político-cultural que va más allá de Estados Unidos y del mismo Donald Trump, surge como consecuencia de la crisis que vive ese país por el declive de su potencial industrial a causa de la deslocalización de la producción en el marco de la globalización neoliberal. La frustración y la furia de amplias capas de trabajadores que han visto descender su nivel y calidad de vida, encuentra culpables en el ascenso del poderío comercial chino y la llegada de trabajadores del sur del continente.

Donald Trump promete detener a China con aranceles, prohibiciones y todo tipo de obstáculos. Puede ser que logre algunos resultados a corto y, eventualmente, a mediano plazo, pero no puede detener tendencias objetivas: Estados Unidos es una potencia en declive y China en una en ascenso, y solo esperemos que la desesperación no lleve a la potencia que se eclipsa a cometer barbaridades bélicas que acrecienten la inestabilidad que ya vivimos hoy.

Por otra parte, la migración solo podrá detenerse cuando quienes se desplazan encuentren condiciones de vida dignas en sus propios países. Uno de los flujos más importantes de la actualidad, el de venezolanos, está en sus manos solucionarlo: que levante las sanciones que ahorcan a la economía venezolana y condena a los venezolanos a las estrecheces económicas.

Quién sabe cuál de las facetas de Trump triunfará, el empresario pragmático que es capaz de vender su alma al diablo con tal de salirse con la suya, o el anticomunista obcecado cuyos prejuicios le nublan la razón. Si triunfa la primera, no solo levantará las sanciones a Caracas, sino hará tratos y vitalizará el comercio entre ambas naciones: el petróleo venezolano lo tiene más cerca y más barato, y ya existen trillos hollados en el pasado que pueden ser reverdecidos. Si triunfa el segundo, su cabezonada solo ahondará las causas de uno de sus quebraderos de cabeza.

Y, por último, la guerra en Ucrania. Frente a sí tiene a un zorro de la política mundial, a Vladímir Putin, que ha sido arrinconado por una Europa que quiere a Rusia humillada y no cesa de hostigarlo no solo en Ucrania, sino también en otros países limítrofes a la Federación Rusa con tácticas estilo Maidán como las que está ensayando en Georgia, o de lawfare en Rumanía en estos días.

En este mundo revuelto crece la expectativa por la llegada del magnate taciturno y bailarín espástico a la Casa Blanca. Por lo pronto, si por las vísperas se saca el día, los augurios no son promisorios.

* Historiador, escritor y artista plástico. Licenciado en filosofía y magíster en Historia por la Universidad de La Habana. Catedrático, investigador y profesor en el Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA), adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. Presidente de AUNA-Costa Rica.

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