Se fue la luz en todo el barrio – Por Rommel Aquieta Núñez
Se fue la luz en todo el barrio
Por Rommel Aquieta Núñez *
A finales de 2021, desde Europa se extendía para todo el mundo una noticia especial y de gran impacto. Las redes sociales estallaban llenas de alertas y los medios más importantes del planeta compartían declaraciones oficiales de los portavoces de distintos gobiernos. Muchos hacían eco del posible acontecimiento socializando información cargada de teorías, rumores y recomendaciones. Parecía un evento poco probable pero posible. El mundo entero hablaba y discutía sobre un apagón mundial.
Millones de hogares sin suministro eléctrico suena a premonición apocalíptica. ¿imaginas vivir sin electricidad? Pues hoy, en Ecuador, esta resulta una realidad tangible y parte de la cotidianidad diaria para su población. 8, 10, 12 y hasta 14 horas sin electricidad cada día. 24 horas sin luz en diversos sectores industriales. Ecuador sufre una de las crisis energéticas más severas de su historia.
Apocalíptico o no, es claro que la crisis y todos los problemas que se han derivado de ella pudieron prevenirse. De septiembre a noviembre de 2024, las políticas, proyectos y comunicados oficiales del Gobierno de Daniel Noboa, actual presidente de Ecuador, han evidenciado discursos vacíos, poca claridad de respuesta y una falta completa de planificación y acciones concretas que puedan mitigar los efectos que sufre día a día el país sudamericano.
Intentos para comprar energía a los países vecinos, especialmente a Colombia, se suman a la estéril propuesta de adquisición de plantas energéticas flotantes (barcazas) como alternativa única para aliviar la crisis y la sequía. Todo sigue a oscuras. Tal parece que Noboa y su equipo de gobierno no hacen más que concentrarse en los discursos de campaña para conseguir una reelección en febrero del próximo año. La crisis energética en este marco queda en segundo plano y el primer mandatario constantemente no para de emitir mensajes demagógicos sin ningún plan o propuesta más que la de pedir que cada ecuatoriano se resigne a “enfrentar nuevos desafíos que requieren que arrimemos el hombro para superarlos”.
Tres ministros de energía en menos de un año de gobierno, lentitud en la toma de decisiones, falta de planificación, poco conocimiento técnico y experto en materia energética y una falta completa de comunicación directa y precisa que evidencie la verdadera realidad y permita conocer a la población de primera mano lo qué está pasando con esta crisis y cuáles serán las afectaciones que tendrá que afrontar en un futuro muy próximo todo el país. Esa ha sido y es la tónica que lo cubre todo en el Ecuador militarizado que sigue desangrándose por dentro y ahora a oscuras.
Desde el mes de septiembre que arrancaron los racionamientos de energía el impacto económico que han experimentado principalmente los pequeños y medianos negocios bordea pérdidas por casi 496 millones de dólares, según análisis y estimaciones de la Cámara de la Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha. Para la Consultora Multiplica, firma especializada en análisis económico, el impacto real de esta crisis en pérdidas económicas derivadas de los apagones es de aproximadamente 13 millones de dólares por hora.
En este contexto el Ecuador no solo sufre pérdidas millonarias a nivel económico. La inseguridad es un problema cada vez peor, el desempleo es el pan de cada día, la migración se vuelve opción única para muchas familias que poco a poco dejan de resistir la crisis y todo lo que de ella se deriva. Los apagones generan en la población nacional una suerte de nueva normalidad, de nuevas formas y dinámicas para trabajar, estudiar y vivir. La ciudadanía no puede ejecutar sus actividades más básicas sin contar con el suministro de electricidad, la gente comienza a enfrentar serios problemas de salud mental y hasta el aire se convirtió en un foco de contaminación debido a la adquisición y funcionamiento de generadores eléctricos. Ciudades como Quito y Guayaquil se llenan de azufre y monóxido de carbono hora tras hora. El humo negro lo cubre todo dentro y fuera de los hogares ecuatorianos.
Los efectos de la sequía y el peor estiaje registrado en los últimos años en Ecuador, representa mucho más que solamente quedarse sin electricidad. La vida en el país comienza a convertirse en una realidad cruda y drástica que de a poco no se resiste. Los niveles de agua presentes en los embalses de las principales centrales hidroeléctricas están al borde de experimentar una situación crítica, en este sentido la capacidad de generación de electricidad es casi nula y con ello el futuro próximo, al menos hasta los primeros meses del año que viene, parece igual de oscuro que el día a día.
“Tenemos el vigor de un carpintero, por lo menos tres palos pegamos, con estas fuerzas y estas ganas vamos a seguir”, comentaba efusivamente el presidente Noboa en su última visita a la provincia de Esmeraldas. Su discurso cargado de connotaciones sexuales y dobles sentidos es tan solo un reflejo de la línea discursiva y de acción que su gobierno configura para intentar permear una idea de “solución” llena de “coraje y fuerza masculina”, pero plenamente vacía de respuestas contundentes, acciones y soluciones efectivas para atender las necesidades de la población nacional.
Más de 60 días de sufrir la arremetida de una crisis energética crítica, sin un proyecto político que atienda a la ciudadanía y responda a sus demandas, con un presidente completamente desorientado de la realidad nacional y en medio de un conflicto armado interno que contribuye a que en el país se violen los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad del estado, sin frenar la escalada de violencia y el crecimiento del crimen organizado. Este es el verdadero apagón que enfrentan todos los ecuatorianos.
Como señala en su último libro de crónicas políticas sobre América Latina, el sociólogo y periodista Marco Teruggi, el Ecuador hoy es otro, “una gran crónica roja narcopolítica”. Una donde cada ecuatoriano se vuelve protagonista de una historia de resistencia que le permita sobrellevar la realidad desde el minuto mismo en que empieza el día. Es más que evidente ante el contexto social y político que hoy afronta el país, que un cambio es necesario, un cambio de proyecto político, social y económico que busque enfocarse en lo humano, que se preocupe en buena medida por el bienestar social y garantice las condiciones mínimas para una vida armónica y plena. Un proyecto que mínimamente resulte capaz de pensar y actuar para la mayoría, atendiendo sus verdaderas necesidades.
Por lo pronto, la sociedad ecuatoriana comienza a despertar y actuar. Organizaciones políticas, gremios de trabajadores, ciudadanos y estudiantes lentamente hacen escuchar sus voces y reclamos en las calles. La lucha social vuelve a ser el camino para construir un mundo más justo. Al final del día y entre la tenue luz de las velas que se encienden en los hogares de las familias en Ecuador, parece que el pueblo comprende que no queda nada más que pueda perder, pero en cambio hay todavía “un mundo entero que ganar”.
Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!
* Rommel Aquieta es ecuatoriano, papá, militante y lector de tiempo completo. Comunicador social, periodista e investigador independiente en temas de memoria política. Magíster en comunicación con mención en visualidad y diversidades, y colaborador del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro IDEAL.