Competir solos y salir segundos: ¿Qué pasa en Chile? – Por Juan Pablo Sanhueza Tortella

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Competir solos y salir segundos: ¿Qué pasa en Chile?

 

Por Juan Pablo Sanhueza Tortella*

En Chile, los días 26 y 27 de Octubre y 24 de Noviembre de este año, se vivieron elecciones regionales, municipales y segundas vueltas de Gobiernos Regionales respectivamente. Si bien, estas elecciones son siempre importantes porque permiten dilucidar la distribución del poder territorial de sectores, partidos y proyectos políticos, también han significado una suerte de antesala del escenario presidencial que se vivirá en 2025.

Para la oposición, estas elecciones de medio término representaban un “plebiscito” al actual Gobierno de coalición entre el Frente Amplio, el Partido Comunista y la ex-Concertación; para el oficialismo, por su parte, era la posibilidad de consolidar los territorios ya ganados en las elecciones pasadas y crecer; mientras que para las fuerzas emergentes de izquierda, suponía la primera medición de un nuevo referente político, la existencia de una nueva articulación que se plantea como coalición en la disputa electoral.

Nadie puede celebrar: un 20% de quienes votaron, lo hicieron anulando o dejando su voto en blanco, mientras que un 15% de la ciudadanía simplemente no fue a votar. Por otra parte, un 30% de quienes concurrieron a las urnas lo hicieron eligiendo candidaturas fuera de los partidos políticos, fortaleciendo la idea de los outsiders o independientes. Estos números indican que tenemos una tarea pendiente respecto a nuestro sistema político y la legitimidad de los procesos de elección y de representación en nuestro país, que no podemos obviar.

Retomando la cuestión de la medición de fuerzas. Para entender los resultados, en general, luego de la segunda vuelta de Gobernadores Regionales, no basta con la mera sumatoria o resta de votos. De ser así, el dato exacto nos dice que el oficialismo pasó de tener 15 Gobiernos Regionales a 9 y, por su parte, la derecha de 1 a 6. Sin perjuicio que el Partido Republicano (a la derecha de la derecha) obtuvo 0 Gobiernos Regionales. En la misma línea, por primera vez la derecha obtuvo más concejalías que la centro-izquierda e izquierda juntas, además de haberle arrebatado comunas emblemáticas al oficialismo como Santiago, Ñuñoa y Concepción.

A ello debemos contrastar, los resultados de alcaldías electas como Puente Alto con Matías Toledo, Pudahuel con Ítalo Bravo, Felipe Muñoz en Estación Central, y Fares Jadue en Recoleta,  quienes con proyectos nítidamente de izquierdas, y sin pertenecer a la Ex-Concertación ni al Frente Amplio, echan por el piso la tesis de la moderación como horizonte de triunfo.

Pero como sabemos, en política 1 + 1 no es 2 y debemos hilar más fino si no queremos caer en la autocomplacencia o la autoflagelación a priori. Las listas de izquierda no oficialista, donde se agruparon fuerzas y movimientos ecologistas, feministas, humanistas y de izquierdas populares superaron el millón ochocientos mil votos y obtuvieron sobre el 10% de los votos en aquellas regiones en donde compitieron, lo que no es suficiente pensando en la vocación de unidad, de poder y de mayorías, pero representa un buen punto de inicio para un nuevo referente que no teme sostener el horizonte de transformación ni ha abandonado la disputa cultural.

Analizando los números, es evidente que el pacto de la transición ya cumplió su ciclo y es incapaz de responder a las demandas actuales de la ciudadanía, sostenerlo y seguir dándole oxígeno es un capricho y una decisión de la clase política que no ayuda a la construcción de un proyecto de futuro para nuestro país, porque sólo refuerza la idea de la concentración del poder en unos pocos, que no representan a la mayoría ciudadana.

Chile no es ajeno al fenómeno mundial de ascenso de discursos de odio emanados de una derecha radical, que reivindica un proyecto anti-derechos, que niega la comunidad y se posiciona desde una falsa superioridad racial o de clase, que busca el desarme y minimización del Estado como garante de equilibrios democráticos, y que ven en la justicia social y proyectos populares su principal enemigo.

No hay casualidades en lo que acontece en Chile. Desde el año 2022, la recapitulación programática del Gobierno del Frente Amplio, el Partido Comunista y la ex-Concertación también ha supuesto ceder posiciones en la batalla cultural. Los temas que durante años se plantearon a la ciudadanía como fundamentales para el proceso de cambio social, y por el que muchos les votaron (votamos), parecieran quedar en el baúl de los recuerdos.

La firma del tratado transpacífico (TPP-11), luego de haber legislado con camisetas que decían “¡NO AL TPP-11!” mientras se era oposición; la ejecución de políticas presupuestarias de ajuste y recorte del gasto público; el récord histórico de estados de excepción constitucional y militarización de la población en Wallmapu (macro-zona Sur); el abandono de la agenda de educación y endeudamiento que agobia a miles de familias; el salvataje legislativo a las Instituciones privadas de Salud Previsional (ISAPRES) que fueron condenadas por la Corte Suprema a devolver 1.000 millones de dólares por concepto de abusos y cobros ilegales a los afiliados pero que actualmente han comenzado a pagar en montos absurdos que han generado indignación ciudadana; el drástico giro respecto a la reforma a las policías a las que no se les modificará un ápice pese a ellas mismas reconocer que se requiere reformarlas (las “3-R” de las policías podrían resumirse así: en campaña se dijo “vamos a refundar las policías”; una vez iniciado el Gobierno se dijo “hay que reformar a las policías”; actualmente el discurso oficial es “respaldamos a las policías”) y haber asumido la agenda de seguridad, con una mirada inquisidora de la justicia, impuesta por los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad; son sólo algunos ejemplos de cómo tanto el programa del Gobierno electo, como las ideas del sector, han pasado a ceder frente a la presión de los medios de comunicación tradicionales y a la agenda impulsada por la derecha.

La segunda vuelta de Gobernadores de la Región Metropolitana (la de mayor caudal de votos en Chile, sólo superada por la elección Presidencial) es una muestra clara de la derrota programática y cultural: la derecha representada por Francisco Orrego, un joven abogado que usa guayaberas, aros y tatuajes, un pretendido candidato “outsider” (que no lo es) que ha sido vicepresidente de Renovación Nacional (partido del fallecido ex Presidente Sebastián Piñera), panelista del programa más polémico y seguido de youtube, reconocido por su anticomunismo visceral y su discurso violento y caricaturesco, además de haber asesorado al ex alcalde de La Florida, Rodolfo Cárter (cuyos contratos han sido impugnados y objeto de cuestionamiento por parte de la Contraloría General de la República), quien pese a su procedencia popular y supuesto rol de renovación de la derecha sólo logró imponerse en las conocidas 3 comunas del rechazo (en alusión a su composición elitista económica y socialmente, cuyo carácter de clase se vio reflejado en el primer plebiscito constituyente de 2020 en donde la opción “rechazo a la nueva Constitución” se impuso en dichas comunas -Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea- a contrapelo del resto de las 49 comunas de la Región Metropolitana).

Por su parte, el abanderado del oficialismo y apoyado por la mayoría de fuerzas de izquierdas, Claudio Orrego, actual y reelecto Gobernador de la Región Metropolitana, un abogado no tan joven que renunció hace un tiempo a la Democracia Cristiana (formaba parte de su ala más conservadora) quien sostuvo su campaña sobre el relato de la experiencia adquirida por más de 3 décadas en el aparato estatal, antagonizando con la inexperiencia y juventud de su contendor. Dicen la juventud no tiene / para gobernar experiencia suficiente / menos mal, que nunca la tenga / experiencia de mentir, coreaban junto a León Gieco y el spot de la campaña Presidencial, “otra cosa es con guitarra” dicen hoy, sin música de fondo. Así mismo,  hasta última instancia buscó distanciarse comunicacionalmente del Partido Comunista y buscar apoyos hacia el centro y la derecha inclusive, recordándonos que su primer mandato lo logró gracias a los apoyos públicos y notorios de los votantes de derecha quienes incluso celebraron en ese momento que “triunfó la democracia. Se evitó el “Olivazo” (en referencia al estrecho triunfo de Claudio Orrego frente a Karina Oliva en 2021). Chile despertó y la derecha también” según publicaba en El Mercurio Pablo Longueira, reconocido Pinochetista y ex ministro de Sebastián Piñera.

Entonces, gana Orrego ¿Quién celebra?

En definitiva, la reelección con el 54,51% de Claudio Orrego ante el 45,9% de Francisco Orrego, dejan una sensación de indeterminación de cara a las Presidenciales de 2025. Sin duda, la ciudadanía no es menor de edad y ni una guayabera para disfrazar momias, ni el “todos contra la derecha” que hizo las veces de dique de contención durante los impugnados 30 años de gobiernos neoliberales, son cartas seguras frente a los debates ineludibles que deben encararse tales como la integración al BRICS, la reforma estructural al sistema de pensiones, el derecho a la vivienda, entre otros que han quedado en el tintero. ¿Hay agua en la piscina para una alianza de las izquierdas populares, ecologistas y humanistas que logre convocar a ese 40% que no se identifica con las dos coaliciones ya dadas? Más allá de los movimientos de ajedrez que se juegan por arriba siempre es momento de recordar al último Presidente que recibió el apodo de “compañero” por la gente: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos.”

*Juan Pablo Sanhueza Tortella. Egresado de Derecho con postítulos en Ecología política y Filosofía de la Liberación. Es panelista del programa “SinFiltros”, que se ha convertido en el panel político más visto en Chile. Vicepresidente de Política Internacional del Partido Popular de ese país. Integrante del comité “Jadue Libre”.

 

 

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