25 de noviembre: un grito colectivo contra la violencia y la desigualdad de género – Por Yesica Leyes

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25 de noviembre: un grito colectivo contra la violencia y la desigualdad de género

*Por Yesica Leyes

El 25 de noviembre es un día de lucha, memoria y resistencia: el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Esta fecha nos convoca a honrar a las víctimas de la violencia machista, a visibilizar las opresiones que persisten y a renovar nuestro compromiso colectivo de transformar este sistema patriarcal que perpetúa desigualdades y violencias de género.

En 1981, durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogotá, se estableció el 25 de noviembre como una fecha simbólica en memoria de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa quienes fueron asesinadas en 1960 por la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, tras luchar incansablemente contra el abuso del poder político y militar. Su historia de resistencia y valentía se convirtió en un emblema de la lucha feminista en nuestra región y el mundo. Además, la fecha fue reconocida por la ONU en 1993, donde se aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Este día tiene como objetivo sensibilizar, visibilizar y exigir políticas públicas reales y efectivas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas. Desde la violencia física y sexual hasta la psicológica, económica y simbólica, esta problemática afecta a millones de mujeres y es una de las manifestaciones más crueles de las desigualdades estructurales que nos atraviesan.

Conmemorar el 25 de noviembre es denunciar la violencia de género como una problemática global y estructural. Pero también es alzar nuestras voces colectivas para reclamar justicia, exigir derechos y reafirmar que no descansaremos hasta construir un mundo donde las mujeres podamos vivir libres, seguras y con dignidad. Es un día de lucha, pero, sobre todo, un grito de esperanza y transformación.

Problemas globales con raíces históricas

Las desigualdades de género atraviesan todas las esferas de la sociedad y, aunque los contextos varían, la estructura opresiva patriarcal es común e histórica.

Brecha Salarial

Una de esas desigualdades se manifiesta en la brecha salarial, ésta es una forma de violencia estructural que perpetúa la discriminación y la subordinación de las mujeres y diversidades en el ámbito laboral. Los informes globales siguen mostrando esta desigualdad, evidenciando que, aunque hubo un leve progreso en comparación con el año pasado, el avance es desesperadamente lento.

Según el Foro Económico Mundial, el avance desde 2023 es de apenas 0.1 puntos porcentuales, lo que refleja la ineficacia de las políticas públicas y las resistencias patriarcales que sostienen estas disparidades. Si este ritmo de progreso se mantiene, se necesitarán 134 años para alcanzar la paridad total, lo que ubicaría este logró recién en el año 2158, dentro de cinco generaciones. Esta proyección es inaceptable. La brecha salarial no solo refleja la falta de acceso equitativo a los recursos económicos, sino que perpetúa situaciones de vulnerabilidad y dependencia, profundizando las violencias de género.

A nivel mundial, la brecha salarial sigue siendo la segunda brecha más grande que hay que cerrar y existen grandes variaciones entre países. La puntuación más baja registrada en este subíndice es del 31,1% (Bangladesh), mientras que la más alta es del 87,4% (Liberia). Las mujeres ganan en promedio, solo el 77% de lo que ganan los hombres, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Europa lidera con una reducción del 75 % de la brecha. Además, los sectores STEM (agrupan disciplinas relacionadas con la Ciencia, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas), clave en el desarrollo económico, presentan una importante subrepresentación femenina: solo el 29 % de los empleos básicos y el 12,2 % de los directivos en estas áreas son ocupados por mujeres.

En Latinoamérica y el Caribe, según el Informe Global sobre la Brecha de Género 2023 del Foro Económico Mundial, la región tiene el tercer nivel de paridad más alto del mundo, con un 74,3%. Al ritmo actual de progreso, la región tardará 53 años en alcanzar la plena paridad de género. De acuerdo con un informe de la CEPAL, las mujeres ganan en promedio un 17% menos que los hombres por el mismo trabajo. Y siguiendo el Banco Mundial, las mujeres que trabajan en la región ganan, en promedio, 70 centavos por cada dólar que ganan los hombres. La brecha salarial de género en América Latina y el Caribe (ALC) es un problema persistente.

En Argentina, la situación es particularmente grave. Según el INDEC, las mujeres ganan, en promedio, un 28% menos que los hombres. En el ámbito laboral, la segregación ocupacional persiste, con las mujeres concentrándose en sectores peor remunerados.

Enfrentar esta problemática exige reconocer que la desigualdad salarial es parte de un entramado más amplio de opresiones que incluye la violencia económica, la falta de acceso a derechos laborales, y las múltiples barreras que enfrentan las mujeres y las diversidades en los espacios de trabajo.

Eso que llaman amor, es trabajo no pago

La representación de las mujeres en la política y en los cargos de poder manifiesta otra de las desigualdades estructurales en el mundo. Los datos que mostramos a continuación, reflejan que la representación de las mujeres es insuficiente en todos los niveles de toma de decisiones del mundo. Por tanto, la paridad de género sigue lejos de ser alcanzada. Esto tiene de raíz problemas más profundos y estructurales que son las tareas de cuidado, destinadas históricamente al género femenino, marcando de esta manera un techo de cristal. Este fenómeno implica que las mujeres se encuentran con una barrera “invisible” para poder acceder a puestos jerárquicos más elevados y de toma de decisiones en sus puestos de trabajo.

El trabajo de cuidado o economía del cuidado, representa trabajo No pago y aparece como voluntario y asociado al amor y al cuidado. La mayoría lo realizan las mujeres, representando 6,4 horas diarias, en términos numéricos significa 12.500 millones de horas, que representan 10,8 billones de pesos. El 42% de las mujeres del mundo no consiguen trabajo porque están en tareas del cuidado. Sólo un 6% de varones se dedica a ello. El 80% del trabajo doméstico son mujeres, y más del 90% no tienen acceso a aportes y obra social.

A nivel mundial, las mujeres representan solo el 26% de los parlamentos nacionales (datos de la Unión Interparlamentaria, 2023), lo que muestra una subrepresentación política alarmante. Según la ONU Mujeres, las mujeres constituyen el 33 por ciento de los parlamentos de Europa y América del Norte. En el África subsahariana hay un 27% de mujeres legisladoras, seguidas de Asia oriental y sudoriental, con un 23%; Oceanía, con un 20%; Asia central y meridional, con un 19%; y África septentrional y Asia occidental, con un 18% de parlamentarias.

En América Latina y el Caribe, las mujeres ocupan el 36% de los escaños parlamentarios, y en muchos países ocupan solo un pequeño porcentaje de puestos de dirección en empresas.

En Argentina las mujeres representan solo un 39% de los puestos en la Cámara de Diputados y un 28% en la Cámara de Senadores.

Siguiendo a la ONU Mujeres, al ritmo actual, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará por otros 130 años.

Violencia Patriarcal

Según ONU Mujeres a nivel mundial matan a una mujer a cada 10 minutos y la violencia contra las mujeres alcanza cifras alarmantes: se estima que 736 millones de mujeres, es decir, casi una de cada tres, han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja. Y mientras que el 55 % de los homicidios de mujeres son cometidos por sus parejas u otros miembros de la familia. Esta cifra aumenta cuando hablamos de niñas y adolescentes: una de cada cuatro adolescentes sufre abusos por parte de sus parejas, lo que evidencia cómo la violencia comienza desde edades tempranas y atraviesa generaciones. Unicef subraya en su informe “Violencia contra niñas y mujeres” del 2024 que 370 millones de niñas y mujeres han experimentado abusos sexuales antes de los 18 años, con una incidencia particularmente alta entre los 14 y 17 años. Estos datos desgarradores no solo reflejan la brutalidad de los hechos, sino también la complicidad de las estructuras sociales y estatales que no logran garantizar la vida ni la seguridad de las mujeres.

A nivel latinoamericano, las encuestas indican que entre el 63% y el 76% de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia de género en distintos ámbitos de sus vidas. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta violencia afecta a mujeres de todas las edades, más del 75% de las víctimas tenían entre 15 y 59 años, lo que evidencia el impacto en mujeres en plena etapa productiva y reproductiva. Sin embargo, las cifras también son preocupantes en los extremos de la vida: un 3% de las víctimas fueron niñas menores de 15 años y un 10% eran mujeres de 60 años o más.

En lo que va del año en Argentina, 207 mujeres han sido asesinadas, lo que equivale a un femicidio cada 35 horas. Pese a estas cifras, el gobierno de Javier Milei ha desmantelado políticas públicas clave para combatir la violencia de género, dejando aún más desprotegidas a mujeres y diversidades.

Estas experiencias tienen repercusiones graves en la salud física y mental, incluyendo mayores probabilidades de depresión, trastornos de ansiedad y embarazos no deseados. Además, las sobrevivientes enfrentan barreras significativas para acceder a justicia y servicios de salud adecuados.

La violencia de género no es un hecho aislado ni un problema individual; es una manifestación estructural de las desigualdades de poder sostenidas por el patriarcado. Es una violencia que no discrimina fronteras, culturas ni niveles socioeconómicos, y afecta de manera desproporcionada a mujeres y niñas, quienes son las principales víctimas de feminicidios, abusos y explotación.

La fuerza de la organización feminista

Frente a este injusto y violento panorama, el movimiento feminista ha demostrado ser un motor transformador. En los últimos años el movimiento feminista protagonizó importantes luchas a nivel internacional, impulsando cambios sociales, políticos y culturales. Uno de los hechos más emblemáticos fue el surgimiento del #MeToo en 2017, que expuso la magnitud del acoso y abuso sexual en todo el mundo. Este movimiento, iniciado en Estados Unidos, rápidamente se globalizó, dando voz a millones de mujeres y generando reformas legales y sociales en torno a la violencia de género. Otro hito clave fue el Paro Internacional de Mujeres en 2018, una protesta masiva en varios países que visibilizó la desigualdad de género en el ámbito laboral, bajo el lema “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”.

Asimismo, el 8M representa un hito mundial, donde millones de mujeres y disidencias de todo el globo se manifiestan en contra de las desigualdades y de las violencias que sufrimos a diario, demostrando con sus consignas su poder de lucha. Desde España, pasando por Bélgica, Turquía, Azerbaiyán, Francia, El Salvador, Honduras, Colombia, Brasil, Haití, Venezuela, México, Estados Unidos, Argentina hasta África, y Oceanía, solo por nombrar algunos, las mujeres del mundo nos encontramos unidas y luchando contra el sistema patriarcal que nos oprime.

En América Latina, el feminismo cobró fuerza con el movimiento «Ni Una Menos», que comenzó en Argentina en 2015 como una respuesta a los feminicidios y se expandió rápidamente por la región. Esta lucha alcanzó un momento histórico en 2020, cuando Argentina aprobó la ley de interrupción voluntaria del embarazo, marcando un precedente en la defensa de los derechos reproductivos. En México, las movilizaciones contra los feminicidios se intensificaron entre 2020 y 2021, exigiendo justicia para las víctimas y denunciando la impunidad en un país donde cada día mueren decenas de mujeres por violencia machista.

En Argentina, además del 8 de marzo, el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Bisexuales, No Binaries y Agéneros ha consolidado su papel como uno de los espacios más importantes de organización y resistencia. Este año, su 37ª edición en Jujuy reunió a miles de personas para debatir estrategias contra las múltiples violencias y desigualdades que atraviesan la región.

Estos acontecimientos reflejan cómo, en los últimos años, el feminismo se ha consolidado como una fuerza global de transformación, enfrentando desafíos específicos en cada país y logrando avances significativos en derechos reproductivos, laborales y contra la violencia de género. Las consignas, desde “Ni Una Menos” hasta “Mi cuerpo, mi elección”, son un recordatorio de que esta lucha continúa, adaptándose a las realidades locales y uniéndose en una causa común: la igualdad.

Construir un futuro sin violencias

El feminismo no es un reclamo sectorial; es una fuerza social transformadora e instituyente que combate las opresiones estructurales que afectan a la sociedad en su conjunto. Las demandas por el aborto legal, la erradicación de las violencias de género y el reconocimiento del feminismo indígena son ejes centrales.

El pueblo latinoamericano se alza como protagonista de estas luchas: desde los Encuentros Plurinacionales en Argentina, el grito de Ni Una Menos, la marea verde, hasta las movilizaciones LGTTTBIQA+. Estas expresiones, diversas y federales, han logrado transformar nuestras calles, escuelas, universidades, barrios y sindicatos en espacios de organización y conciencia feminista.

Seguimos construyendo un feminismo popular, el feminismo de la rabia frente a las injusticias, de la firmeza de saber quiénes son nuestros enemigos y de la alegría de encontrarnos colectivamente.  Luchando codo a codo con trabajadoras, estudiantes, movimientos sociales y los pueblos originarios, convencidas de que con organización popular no hay imposibles.

En este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, reafirmamos nuestra lucha cotidiana contra el patriarcado y el capitalismo que perpetúan las desigualdades y las violencias. Nos encontramos en un momento histórico, fruto del trabajo colectivo del movimiento de mujeres, que nos ha permitido avanzar en cambios estructurales indispensables para nuestra sociedad.

Hoy más que nunca, alzamos nuestras voces por aquellas que ya no están, por quienes sufren en silencio y por quienes seguiremos esta lucha. Porque sabemos que, como decía Eva Perón, “no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”. Seguimos avanzando, unidas y firmes, hacia una sociedad libre de violencias, más justa y verdaderamente igualitaria.

* Leyes es Profesora en Psicología, Secretaria de Juventud de la CTA (Central de Les Trabajadores de Argentina). Asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

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