Uruguay: Frente Amplio con chances y nuevos desafíos – Por Víctor Abelando

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Víctor Abelando *

Las posibilidades de que el Frente Amplio gane el balotaje son grandes, pero para ello deberá afinar su discurso, en procura de captar votantes de una coalición gobernante que aparece más volcada a la derecha y más homogénea en sus definiciones políticas e ideológicas. También deberá atender, en una elección que se define por pocos puntos porcentuales, a esa porción del electorado que optó por partidos menores y que mayoritariamente se autopercibe de izquierda o antisistema

La primera vuelta electoral demostró la persistencia del Frente Amplio (FA) como el principal partido político uruguayo, con el 43,94 por ciento de los votos emitidos en la jornada. Así, superó lo obtenido en 2019, cuando alcanzó el 39 por ciento de los votantes. Además, la oposición logró la mayoría (16) de las bancas en el Senado, y obtuvo la mayoría en esa cámara con independencia del resultado del futuro balotaje.

De los 99 legisladores que conforman la Cámara de Diputados, el Frente conquistó 48. Aún quedan algunas bancas por adjudicar, pero ese sería el número de los representantes frenteamplistas. Lo que es seguro es que la Coalición Republicana tampoco alcanzaría la mayoría en la Cámara Baja, pues llega a 49. La novedad es el ingreso de Identidad Soberana (IS), de Gustavo Salle, con dos representantes.

La interrogante es qué escenario se puede pronosticar hacia el balotaje del 24 de noviembre. En principio, en 2009 y 2014, la mayoría parlamentaria obtenida por el FA en ambas cámaras fue el anticipo de triunfo en el balotaje. A la inversa, ese fue el antecedente para que Luis Lacalle Pou obtuviera la presidencia del país en 2019. Ahora ninguno de los dos bloques tiene la mayoría en ambas cámaras, aunque los 16 senadores frenteamplistas son un factor determinante para muchas decisiones de gobierno y eso le acarrearía a la coalición multicolor mayores dificultades a la hora de gobernar. Asimismo, si el FA no ganara en segunda vuelta, su capacidad de bloqueo (en el caso de que esa fuera su actitud) sería mayor. En general se sostiene que para un partido gobernante es más fácil negociar en Diputados que en el Senado, en virtud de la característica departamental de los representantes y la necesidad de atender las necesidades de su lugar. Por ejemplo, cuando se discuten los presupuestos, importan mucho los recursos que la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) vuelca a las intendencias, varias de ellas más dependientes de esos dineros del Ejecutivo que de su propia recaudación. Un caso singular y conflictivo en este sentido fue lo ocurrido en este período con el Fondo Metropolitano, cuando la OPP eliminó esos recursos presupuestales destinados a Montevideo y Canelones.

Rumbo al Balotaje

Más allá de las implicancias de la distribución de las bancas, importa analizar posibilidades, estrategias, estados de ánimo y discursos de los contendientes. En parte de la grey frenteamplista existía la convicción de que podían ganar en primera vuelta. Por eso, los primeros momentos en el búnker del NH Columbia reflejaron cierta desazón en el rostro de los dirigentes y los militantes allí reunidos. Sin embargo, los números y el avance del conteo de votos por parte de la Corte Electoral fueron cambiando los semblantes. El escrutinio confirmó que la votación superó la de 2019 y que los votos de la coalición gobernante eran menos que los de octubre de aquel año. El FA subió de 39 a 43,94 por ciento y la coalición oficialista descendió del 55 al 47,45 por ciento. Además de sus 16 escaños en el Senado, el FA ganó y creció en 12 departamentos (a diferencia de los ocho de 2019) y por primera vez lo hizo en Durazno y Tacuarembó.

Si bien es cierto que en diez de esos 12 fue el tercio mayor, en Montevideo y prácticamente en Canelones logró la mayoría absoluta. A primera vista, la fórmula de Yamandú Orsi y Carolina Cosse tiene las mayores chances para la segunda vuelta, aunque tampoco se los puede dar como ganadores de antemano. Tiene importante favoritismo pues, entre otras cosas, puede argumentar que de acuerdo a la distribución de bancas le sería más fácil gobernar.

Ahora, también es claro que los discursos de ambos en la noche del 27 mostraron un talante negociador y de inclusión de todos los uruguayos, como un aditivo a esas mejores condiciones objetivas para gobernar. A pesar de esa lógica discursiva –que aparece como necesaria– se puede constatar que el escenario para rascar nuevos votantes no es el mismo de 2019, cuando el FA fue capaz de atraer votantes de una Coalición Republicana no consolidada y con diferencias más marcadas entre sus componentes.

Los restos de batllismo y wilsonismo de la coalición han quedado reducidos a factores residuales, y esta ha devenido en una fuerza más volcada a la derecha. Es más, si la dramática caída en votos de Cabildo Abierto (CA) puede explicarse en una posible migración de sus votantes más conservadores hacia el Partido Colorado, atraídos por la figura de Pedro Bordaberry, otro fenómeno posible es que el Movimiento de Participación Popular (MPP) haya recuperado esos votos –el profesor Óscar Bottinelli se refiere, por ejemplo, a segmentos de trabajadores informales, con empleos precarios que en 2019 migraron hacia CA decepcionados porque el gobierno frenteamplista no había mejorado la precariedad de sus vidas–.

Esa recuperación del MPP acotaría el universo desde donde atraer votantes. Con todo, algunas encuestas anteriores al domingo describían que una parte mayoritaria de la población, con mayor o menor énfasis, era partidaria de un cambio de rumbo.

Otro segmento al cual el FA podría prestar atención es ese electorado que, aunque reducido, ha elegido opciones de izquierda no frenteamplista, ha votado en blanco o ha sido enganchado por el discurso antisistema de Salle. El líder de IS ha declarado que votará anulado, pero parece difícil que pueda disciplinar a sus más de 64 mil votantes, que si bien despotrican contra el FA no parecen apostar a la permanencia de la coalición. También son parte del escenario esos 33 mil votantes que solo ensobraron la papeleta del sí de la enmienda constitucional de las jubilaciones y que naturalmente se oponen a la reforma aprobada por el gobierno.

Otras pistas

Pero las elecciones del domingo pasado también reafirmaron la hegemonía del MPP a la interna de la coalición de izquierdas –superó los 430 mil votos–, así como la reducción del peso electoral del astorismo. La alianza de la 1001 y Casa Grande se transformó en el segundo espacio (con más 126 mil), seguida de La Amplia (con 111 mil).

Como dato singular, es remarcable el peso del sistema de las listas recolectoras de votos, que le permitió llegar al Senado a Felipe Carballo, de la 711, pero también a Carolina Cosse, de La Amplia (la colectora de Humberto Castro le arrimó más de 70 mil votos a los 39 mil que obtuvo la 1358 en las internas), e hizo lo suyo para la banca de Gonzalo Civila (Partido Socialista).

Otro dato a analizar para la dirigencia frenteamplista es el nivel de votos alcanzado por el sí del plebiscito de la seguridad social (véanse las páginas 14 y 15). En esos 940 mil, según estudios de las encuestadoras, hay un 68 por ciento de frenteamplistas que desconocieron las directivas de sus dirigentes sectoriales, ya que dos tercios de los grupos del FA se opusieron a la enmienda constitucional.

*Periodista y analista del semanario Brecha, Uruguay

Brecha

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