El desafío electoral en Estados Unidos: entre debates, violencia y tensiones internas – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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El desafío electoral en Estados Unidos: entre debates, violencia y tensiones internas

Por Paula Giménez y Matías Caciabue *

El clima electoral en Estados Unidos, de cara a las elecciones presidenciales, se encuentra marcado por una creciente tensión política y social. Los debates entre candidatos no solo muestran la polarización interna del país, sino que también reflejan una democracia, dominada por la plutocracia y la concentración de poder en unos pocos “representantes” de los partidos, que hace ya años se encuentra en crisis, con un sistema político que parece tambalearse entre la incertidumbre, la violencia y las disputas internas del bloque angloamericano.

La lucha interna: globalistas vs. neoconservadores

Uno de los factores clave que definen esta elección es la lucha interna entre dos bloques que pugnan por definir el rumbo de Estados Unidos. Por un lado, el bloque globalista, promueve una agenda basada en el multilateralismo y el asiento político de la gobernanza global en las instituciones internacionales, al tiempo que construye un discurso caracterizado por lucha contra el cambio climático y la apertura económica. Busca ampliar la hegemonía del gran capital de origen angloamericano, favoreciendo instancias de gobernanza mundial como el G7, el G20, la OTAN y la OMC, por citar algunos ejemplos. Este proyecto se apoya en la interdependencia económica y la digitalización de los procesos en esta fase del capitalismo, mientras incluye la centralización de dicha arquitectura económica desde una imbricada red global de control corporativo y un aumento en la influencia de actores no estatales y organizaciones supranacionales. Esta fracción, en gran medida alineada con sectores del Partido Demócrata y algunas facciones republicanas, instala una propuesta de política exterior en apariencia más conciliadora y un avance de reformas sociales y económicas dentro del país, aunque los hechos demuestran que luego sostiene una política beligerante y coercitiva.

Por otro lado, están los neoconservadores, que a su vez contienen discursos nacionalistas, encabezados por figuras como Donald Trump, que defienden una agenda centrada en el proteccionismo económico, la restricción de la inmigración, el fortalecimiento de las fronteras y el retorno a una política exterior más aislacionista y beligerante. Los neoconservadores defienden una postura que subraya la primacía capitalista con los Estados Unidos como poder hegemónico unilateral, apostando por mantener la supremacía del dólar y la preeminencia del complejo militar-industrial estadounidense. Bajo esta perspectiva, la seguridad y el control sobre las reservas energéticas globales son esenciales para mantener el liderazgo, lo que ha llevado a guerras y conflictos para proteger esos intereses. Esta lucha fue bien capturada por Noam Chomsky, quien ha señalado que “lo que estamos presenciando en gran parte del mundo, incluyendo Estados Unidos, es una rebelión de los sectores más afectados por la globalización contra las élites globalistas”. El enfrentamiento entre estas dos visiones define gran parte del escenario electoral actual.

Ambos proyectos son subsumidos por la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica, que proyecta en su conjunto el desarrollo y la profundización de la Nueva Fase del sistema económico, basada en la digitalización-financiarización de la economía. Además, ambos sostienen una confrontación directa con China, entendida no sólo como un Estado, sino como una fuerza financiera y tecnológica emergente. Sin embargo, la disputa entre neoconservadores y globalistas ha generado una polarización interna que complica el consenso en torno al rol de Estados Unidos en el mundo.

La violencia política y el auge bajo Trump

La llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016 coincidió con un notable aumento de la violencia política en Estados Unidos. La retórica incendiaria del expresidente, sumada a la radicalización de algunos sectores de la derecha, desencadenó una serie de incidentes violentos que se han intensificado en los últimos años. Desde manifestaciones que derivaron en enfrentamientos armados, hasta ataques a figuras políticas y actos de terrorismo doméstico, la escalada de violencia ha sido alarmante.

Como señaló Bernie Sanders en un discurso reciente, “el clima de odio y división que ha fomentado Trump no solo ha incrementado la violencia política, sino que ha creado un ambiente donde la democracia misma está en peligro”. Esta declaración refuerza la idea de que la violencia política no es un fenómeno aislado, sino una consecuencia directa de la polarización exacerbada por la retórica del actual ciclo electoral, en un mundo donde la escalada de la violencia acompaña el crecimiento en la escena política de proyectos neofascistas.

A esta escalada de la violencia, se suma el obsoleto y restrictivo diseño electoral del país, concebido a imagen y semejanza de las élites WASP (blancas, anglosajonas y protestantes), tradicionalmente temerosas de la participación popular. Así, la política estadounidense se desarrolla en un complejo entramado de clanes político-familiares, “superdelegados” bipartidistas, senadores casi vitalicios, burócratas del deep state en Washington, y los vastos recursos que la aristocracia financiera y tecnológica destina a uno u otro bando político, según si responden a las pretensiones estratégicas de globalistas o neoconservadores. La violencia política, antes un fenómeno esporádico, parece haberse convertido en el telón de fondo sobre el cual la élite económica y política estadounidense escenifica la campaña presidencial. Según Reuters, desde el 2021 a la fecha se han registrado 213 incidentes de violencia política, de los cuales dos tercios implicaron violencia física y enfrentamientos, y en 18 de ellos hubo víctimas fatales.

Sin ir mas lejos, el pasado lunes, en un acto de campaña, luego de hacer alusión a robos y delitos, el candidato a presidente Trump, sugirió la posibilidad de implementar algo muy similar a la trampa de la saga de películas de terror “La Purga”, al afirmar que “si tuvieras un día realmente violento… una hora dura, y me refiero a algo realmente violento. La noticia se difundiría y la delincuencia terminaría inmediato”.

El poder de los donantes en las campañas electorales

Otro aspecto crucial en las elecciones es el papel de los grandes donantes y el dinero que financia las campañas. Las elecciones en Estados Unidos han estado históricamente dominadas por millonarios, corporaciones y grupos de presión que aportan cuantiosas sumas a los candidatos con el fin de influir en las políticas que promueven. Tanto los demócratas como los republicanos dependen en gran medida de estos donantes, lo que genera una creciente preocupación sobre la influencia que los intereses privados tienen en las decisiones políticas.

El influyente columnista Thomas Frank ha señalado que «el dinero es la sangre vital de la política estadounidense», una afirmación que refleja cómo la financiación de las campañas puede distorsionar las prioridades políticas. Tanto globalistas como neoconservadores cuentan con el apoyo de grandes empresas tecnológicas y bancos, mientras que los últimos reciben también mayores aportes vinculados a industrias más tradicionales, como el sector energético-petrolero. Esta competencia por el financiamiento ha convertido las campañas en una batalla de poder entre las grandes fortunas del país.

El 26 de agosto, el diario del magnate tecnológico Jeff Bezzos, The Washington Post, publicó una nómina de los 50 mayores donantes de esta campaña presidencial, en base a los datos proporcionados por la Comisión Federal Electoral de los EEUU. Esas cinco decenas de aportantes inyectaron, colectivamente, 1.500 millones de dólares a candidatos, comités políticos y otros grupos de acción política vinculados, conocidos como PAC´s. que compiten en las elecciones, según un análisis del Washington Post.

La gran mayoría del dinero de los principales donantes ha ido a parar a los súper PAC, que pueden aceptar sumas ilimitadas de individuos y a menudo trabajan en estrecha colaboración con las campañas de los candidatos, a pesar de las reglas que prohíben coordinar su publicidad con los mismos.

La disputa por la financiación de las campañas no es ajena a esta escalada en la retórica violenta y la cultura de la cancelación, esta semana, Elon Musk, dueño de diversas empresas tecnológicas de escala global, publicó en su red social X, una crítica a Netflix por aportar todas sus donaciones al Partido Demócrata, y la plataforma ha visto aumentadas las cancelaciones del servicio por parte de los usuarios. Cabe aclarar, que la disputa política es uno de los terrenos en los que algunas personificaciones de la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica disputan, pero la economía también lo es: el mes pasado, Elon Musk lanzó X TV, una plataforma de streaming que busca competir con otras como Netflix.

Los candidatos a vicepresidentes: figuras clave en la contienda

En este contexto de polarización, los candidatos a la vicepresidencia juegan un papel central en la campaña. Por el lado demócrata, el candidato a vicepresidente es Tim Walz, actual gobernador de Minnesota, un político con un historial de apoyo a las políticas progresistas, incluyendo la reforma educativa, el acceso a la salud y la lucha contra el cambio climático. Según una entrevista con The New York Times, Walz destacó que su objetivo es “unir a las facciones más diversas del partido en un esfuerzo conjunto por restaurar la confianza en la democracia estadounidense”. Su discurso intenta expresar y contener al “ala izquierda” del Partido, muy crítica con el manejo actual de la Casa Blanca en relación al tema Israel-Palestina.

Por el lado republicano, el candidato a vicepresidente es James Vance, un joven senador republicano por Ohio. Vance es conocido por sus posturas populistas y nacionalistas, con una fuerte oposición a la globalización y a las políticas liberales. En una reciente intervención en Fox News, Vance declaró que «la batalla que estamos librando no es solo por la Casa Blanca, es por el alma misma de América», consolidando así su papel como defensor de la agenda «América Primero». The Washington Post llamó a Vance la “voz del Rust Belt” (cinturón del óxido), como se conoce a los estados industriales del centro-noreste estadounidense. Vance no tiene una mirada simplista de América Latina, cofundó en 2019, Narya Capital con apoyo financiero de, entre otros, Peter Thiel, exsocio y amigo de Elon Musk, uno de los mentores de la ideología política autodefinida como Neorreaccionaria o NRX, de gran popularidad dentro de Silicon Valley, el famoso conglomerado tecnológico de la costa este norteamericana.

Vance, además, ocupa ese lugar principalmente por su paso por la industria tecnológica, que le permitió establecer conexiones con ejecutivos e inversores multimillonarios como Peter Thiel, David Sacks y Elon Musk, que fueron quienes lo apalancaron para su candidatura en una cena de recaudación de fondos cuya entrada tenía un costo de U$S 300.000 por persona.

Desafíos para la democracia estadounidense

A dos meses de las elecciones, la democracia de Estados Unidos enfrenta retos significativos. Las reglas electorales, el acceso al voto y las narrativas en torno a la legitimidad de los resultados son objeto de disputas constantes. Fareed Zakaria, en un análisis para The Washington Post, advirtió que “la erosión de la confianza en las instituciones democráticas es el mayor peligro al que se enfrenta Estados Unidos en décadas”. Las tensiones actuales podrían derivar en un escenario pos-electoral complejo, donde los resultados sean fuertemente impugnados, sumiendo al país en una crisis aún mayor, con una llamativa escalada de la violencia.

Estados Unidos vive un momento crucial. La polarización política, la violencia creciente y la lucha interna entre globalistas y conservadores están moldeando el rumbo de las elecciones. Con un sistema democrático debilitado y un electorado profundamente dividido, los próximos meses serán decisivos para definir si el país logra superar estos desafíos o si, por el contrario, las tensiones internas continúan erosionando la democracia estadounidense. Como advirtió Zakaria, “el futuro de la democracia en Estados Unidos, y quizás del liderazgo global que aún ostenta, pende de un hilo”.

*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, directora de NODAL. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).


 

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