La guerra mediática “nos usa” a nosotros contra nosotros mismos – Por Roberto Regalado*

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Roberto Regalado*

Fracasado el intento del presidente James Carter de fomentar la transición del poder del Estado de las Fuerzas Armadas a partidos políticos de derecha mediante un mal llamado proceso de democratización, durante la presidencia de Ronald Reagan el proceso fue reconvertido en una transición de las dictaduras militares que implantaron el neoliberalismo a los partidos políticos de derecha que dotarían de un “nuevo rostro” a esa doctrina a través de la instauración de democracias neoliberales, entendida como alternancia exclusiva en el ejercicio del gobierno entre candidatos y partidos políticos neoliberales.

El colapso del llamado bloque socialista europeo y el hecho de que no fructificase gobierno latinoamericano de izquierda o progresista alguno posterior al triunfo de la Revolución cubana parecían depararle estabilidad al nuevo sistema político institucional. Sin embargo, la extensión del derecho efectivo al voto a toda la sociedad, a partir del supuesto de que gran parte de ella no lo ejercería o lo ejercería “correctamente”, no previó que el agravamiento extremo de las contradicciones sociales provocado por la reestructuración neoliberal derivaría en que esa gran parte de la sociedad, movilizada por combativos movimientos populares, no solo ejercería el voto masivamente, sino que lo ejerciera de forma “incorrecta”.

La sorpresa derivada de que un sistema político concebido para ser neoliberal se convirtiera en un sistema político con participación popular efectiva en la elección de sus gobernantes –en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Honduras, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y El Salvador– y la imposibilidad de volver en forma abrupta a los golpes y las dictaduras militares sangrientas de las décadas de 1960 a 1980 llevó al gobierno de los Estados Unidos y a la derecha latinoamericana a usar en la Región los “métodos de acción noviolenta” sistematizados por Gene Sharp, cuya principal obra, impresa por primera vez en los Estados Unidos en 1973, titulada en español La lucha política noviolenta [1], pautó la producción teórico práctica de su autor destinada a fomentar, organizar y guiar la desestabilización y el derrocamiento de “gobiernos dictatoriales”.

La metodología de Sharp jugó un destacado papel en las llamadas “revoluciones de colores” de 19891991, de las cuales, a su vez, se retroalimentó. Por supuesto que él no fue el único “experto”, ni la Institución Albert Einstein –de la que fue fundador– es la única dedicada a la desestabilización de gobiernos considerados enemigos o inconvenientes por las potencias imperialistas, en primer lugar, por el imperialismo norteamericano. Lo menciono aquí por lo mucho que en los últimos años se ha denunciado su “receta” para “derrocar a gobiernos en cinco pasos”, utilizada contra los proyectos y los procesos latinoamericanos de izquierda y progresistas.

Con el acumulado de larga data de la dominación colonial, neocolonial e imperialista en Asia, África y América Latina y el Caribe, en las que, según fundamenta Gilberto López y Rivas, “la participación de antropólogos en misiones coloniales e imperialistas es tan antigua como la propia antropología, la cual se establece como

 ciencia estrechamente ligada al colonialismo y a los esfuerzos por imponer en el ámbito mundial las relaciones de dominación y explotación capitalistas” [2] –es decir, con el acumulado de larga data en el uso y abuso de

 la ciencia para determinar cómo “dominar más y mejor”, incluso cómo “torturar más y mejor”, física y sicológicamente, a las y los seres humanos, engrosado con las experiencias de la Guerra Fría y las estrategias contrainsurgentes elaboradas para destruir a los movimientos de liberación nacional de las décadas de 1950 a 1980–, en virtud del salto tecnológico de finales del siglo XX y comienzos del XXI, durante las últimas décadas emergen y dominan los “nuevos universos” de las guerras de cuarta y quinta generación, que relegaron a la Voz de América y a la Radio Europa Libre de la Guerra Fría a la prehistoria mediática, lo que en el caso de Cuba relegó a la prehistoria mediática a las mal llamadas Radio Martí y Televisión Martí.

En los universos de las guerras de cuarta y quinta generación se desarrolla la guerra mediática contra las fuerzas populares de América Latina. Con respecto a este tema Aram Aharonian dice que en medio de la explotación de las plataformas y las redes sociales para difundir desinformación y noticias basura, ejercer la censura y el control y socavar la confianza en la ciencia los medios de comunicación y las instituciones públicas, y cuando el consumo de noticias es cada vez más digital y la inteligencia artificial, el análisis de la Big Data y los algoritmos de la “caja negra” son utilizados para poner a prueba la verdad y la confianza, pareciera que a la izquierda, los movimientos y los medios populares de comunicación “nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados o ya perimidos, enarbolando consignas que no tienen correlato con este mundo nuevo”: “se habla de nuevos caminos –lamenta Aram–, pero pocos parecen dispuestos a transitarlos, porque seguramente afectan su identidad, su memoria y su vida.

Se insiste en denunciar la desinformación, la información basura, el terrorismo mediático (tenemos doctorados en denunciología y lloriqueo), pero no nos preparamos para aprender a usar las nuevas herramientas, las nuevas armas de una guerra cultural ciberespacial. Quizá el problema no sea formular, sino tener oídos dispuestos a intentar, dice el humanista Javier Tolcachier” [3].

Un aspecto poco identificado y analizado de la guerra mediática es cómo esta estrategia desestabilizadora se relaciona con la realidad, interactúa con la realidad, trabaja con la realidad y manipula a la realidad. La guerra mediática utiliza la realidad no en una, sino en dos dimensiones. Me preocupa que los movimientos populares, las fuerzas políticas y social-políticas y los gobiernos de izquierda y progresistas solo formulen sus estrategias y tácticas de contraguerra mediática a partir de esa única dimensión.

Me refiero a la dimensión en que “(…) las corporaciones mediáticas hegemónicas desarrollan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos campos de batalla donde se pelea con nuevas armas, donde la realidad no importa, en lo que quizá ya ni se trata de la guerra de cuarta generación, la que ataca a la percepción y sentimientos y no al raciocinio, sino a una guerra de quinta generación, donde los ataques son masivos e inmediatos por parte de megaempresas trasnacionales, que venden sus ‘productos’ (como el espionaje) a los Estados” [4].

Con otras palabras, me refiero a la dimensión en que las redes sociales “(…) son aprovechadas para la desinformación, la imposición de imaginarios colectivos con la difusión de información falsa, creando realidades virtuales lejanas a las realidades reales, la apropiación de datos personales para fines comerciales y/o de manipulación política e, incluso, para conculcar la intimidad de los ciudadanos, invadiendo sus espacios de trabajo, educación, ocio e incluso de socialización” [5].

Combatir todo lo anterior es imprescindible, pero insuficiente. Además de eso, o quizá antes que eso, hay que reconocer y actuar en consecuencia con el hecho de que en la guerra mediática existe otra dimensión de la realidad. Esa otra dimensión es que los tanques pensantes y los laboratorios de la guerra mediática sí conocen y reconocen la existencia de la “realidad real” (valga la redundancia). Esas instituciones investigan, estudian, analizan la realidad de los movimientos populares, las fuerzas políticas y social-políticas, y los gobiernos de izquierda. El conocimiento adquirido es utilizado para explotar y sacar el mayor partido posible a nuestras insuficiencias y errores, en primer término, a las incomprensiones, insatisfacciones, descontentos y contradicciones sociales que provocamos, subestimamos e ignoramos, insuficiencias y errores que la guerra mediática potencia y emplea en detrimento nuestro. Dicho de manera más gráfica: la guerra mediática “nos usa” a nosotros contra nosotros mismos.

Téngase en cuenta que en la década de 1970 Gene Sharp formuló el concepto de judo o jiujitsu político, según el cual: 1) no se ataca al adversario donde es fuerte, sino donde es débil; 2) se busca que el adversario pierda el equilibrio de manera que su propio peso lo derribe; y 3) se recomienda realizar acciones noviolentas destinadas a promover reacciones del adversario que lo aíslen y lo estigmaticen internacional y nacionalmente, acciones que destruyan su apoyo social y que generen duda, preocupación, disconformidad, disenso y ruptura en sus propias filas. Si ya eso estaba sistematizado a principios los años 70 del pasado siglo, ¿qué magnitud tiene ahora?

Todo el caudal de conocimientos que podamos acumular mediante el estudio de la guerra mediática tiene que aprovecharse con un enfoque integral: no solo para responder noticias falsas y realidades virtuales, sino también para detectar y erradicar las insuficiencias y los errores nuestros están siendo utilizados para atacarnos. A partir de la información es preciso erradicar las insuficiencias y los errores detectados con la mayor prontitud y efectividad. Para ello es preciso tener en cuenta tres elementos:

  1. La guerra mediática no es solo una utilización perversa que las potencias imperialistas, las oligarquías del Sur y el conjunto de instituciones y personas a su servicio hacen de las nuevas tecnologías, sino una de las principales formas actuales en que el capital cumple su función primaria, histórica, de atacar y destruir a quienes amenazan su existencia o la intensidad y voracidad de su crecimiento;
  2. Si bien una de las causas de los reveses sufridos por los movimiento populares, las fuerzas políticas y social-políticas y los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina es el embate del imperialismo y las oligarquías criollas, la otra radica en sus propias insuficiencias y errores, a saber en las carencias y los desaciertos de sus objetivos, programas, estrategias y tácticas, en los apetitos egoístas y sectarios que quiebran la unidad; y en los flancos que esas carencias, desaciertos y quiebres de unidad les abren a las metodologías desestabilizadoras, cuyo propósito no es otro que sacarle el máximo provecho a nuestros puntos vulnerables;
  3. Estas carencias, desaciertos y quiebres no son solo responsabilidad de los movimientos, fuerzas políticas, gobiernos y liderazgos populares, de izquierda y progresistas, sino también expresión de que la Humanidad aún no ha descifrado todas las claves, ni ha resuelto todos los problemas teóricoprácticos, para transitar por la senda de la emancipación. Descifrarlas es la gran tarea del presente y del futuro.

Si dividimos en tres tercios, hipotéticamente iguales, primero, los flancos abiertos por las propias fuerzas de izquierda y progresistas que son aprovechados por sus enemigos para utilizarlos en su contra; segundo, la nula o la insuficiente transparencia en que esas fuerzas incurren por acción u omisión, que es fácilmente aprovechada para elaborar noticias falsas y realidades virtuales; y tercero, los ejes de ataque carentes de toda base real o parcialdistorsionable, quedaría claro que el orden de prioridad para combatir y derrotar a la guerra mediática es: 1) identificar, asumir y erradicar nuestras insuficiencias, errores y quiebres de la unidad; 2) identificar, asumir y erradicar nuestras faltas de transparencia; y 3) librar la contraguerra mediática con la máxima eficiencia posible para desenmascarar los ejes de ataque carentes de toda base real o fabricada con supuestos visos de realidad.

Con este enfoque, los ejes de ataque del imperialismo y la derecha se reducirían, hipotéticamente, en dos tercios de lo que son en la actualidad, y podríamos concentrar toda nuestra atención en el combate contra las noticias falsas.


Notas

1  La lucha política noviolenta consta de tres volúmenes: El poder y la lucha (I), Los métodos de acción no violenta (II) y La dinámica de la acción noviolenta (III).

2 Ver a Gilberto López y Rivas: Antropología, etnomarxismo y compromiso social de los antropólogos, Ocean Sur, México, 2010.

3  Aram Aharonian: “¿Enfrentar la guerra de quinta generación con arcos y flechas?”, Cubadebate 25/8/2018. (Consultado 25/8/2021).

4  Ídem.

5 Ídem: estas son ideas de la experta británico ecuatoriana Sally Burch reseñadas por Aram.

 * Politólogo cubano. Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre EEUU de la Universidad de La Habana (CEHSEU). Miembro de la Sección de Literatura Histórica y Social de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba

CLAE

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