Tesla, México y el riesgo trumpista

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Tesla, México y  el riesgo trumpista

Editorial de La Jornada

Elon Musk, director ejecutivo de Tesla, anunció que los planes para construir la nueva planta del mayor fabricante de autos eléctricos del mundo en Santa Catarina, Nuevo León, quedan congelados hasta que pase la elección presidencial en Estados Unidos. El magnate especificó que no tiene mucho sentido invertir en México si Donald Trump regresa a la Casa Blanca, pues éste ya amenazó con imponer aranceles a los vehículos producidos de este lado de la frontera como parte de su política de obligar a los industriales estadunidenses a devolver a ese país todas las operaciones manufactureras que se trasladaron a regiones donde la mano de obra era más barata durante las décadas de apogeo del neoliberalismo.

Es importante tomar con escepticismo los argumentos esgrimidos por Musk, ya que el multimillonario es bien conocido por su propensión a incumplir su palabra, a hacer con total ligereza promesas y proyecciones irrealizables, así como a cambiar abruptamente de opinión. En este caso, debe recordarse que la noticia de la llegada de Tesla al área metropolitana de Monterrey se dio de modo oficial desde marzo de 2023, pero en todo este tiempo la compañía no dio un solo paso para iniciar las obras, pese a que las autoridades locales se apresuraron a facilitarle todos los permisos necesarios e incluso aprobaron 2 mil 600 millones de pesos en incentivos al gigante de la electromovilidad. En mayo pasado y sin mediar aviso ni explicación, Tesla borró de su sitio web la lista de plazas laborales que había abierto en Nuevo León. Por ello, no puede descartarse la posibilidad de que las diatribas de Trump sean un mero pretexto para una decisión tomada con anterioridad.

Sin embargo, persiste la realidad de que un triunfo electoral del candidato republicano traería consigo un casi seguro fortalecimiento de las políticas proteccionistas y del patrioterismo comercial en detrimento no sólo de rivales comerciales como China, sino también de los más estrechos socios, con México en primer lugar por su elevado grado de integración (o dependencia, según se vea) a la economía estadunidense.

Aunque es sabido que una guerra comercial contra México se traduciría en enormes costos para las empresas de la superpotencia y en un generalizado deterioro de la calidad de vida de sus ciudadanos, el primer periodo de Trump en la Oficina Oval demostró que al máximo representante de la ultraderecha no le importa dañar al conjunto de la economía con medidas contraproducentes con tal de alimentar los instintos xenófobos de sus seguidores.

Ante la posibilidad de que Trump concrete su regreso al poder, la clase empresarial y el gobierno mexicanos deben preparar una estrategia que permita contener los estropicios trumpianos e incluso sacar rédito de ellos, por ejemplo, aprovechando las rivalidades de Washington con otras potencias para hacer de México una alternativa deseable de inversión, siempre dentro de un marco de respeto a la soberanía nacional y a los derechos ambientales y laborales.

La Jornada

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