Crítica a la militancia; una mirada desde Bolivia y Argentina – Por Canela Crespo y Joel Hernán Verón

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Crítica a la militancia; una mirada desde Bolivia y Argentina

Por Canela Crespo y Joel Hernán Verón*

Desde la filosofía política se ha pensado en los sujetos políticos encarnados en pueblo, proletariado o plebe como generadores de los grandes cambios. Sin embargo, se ha escrito menos sobre la subjetividad militante. ¿Qué son –somos– los militantes y qué rol desempeñan?

Partimos de que el sujeto militante elige sus causas primarias en función de lo que considera “correcto” en su esquema de valores. El militante, en su espectro ideológico, pretende ser coherente con las causas que milita; para ello, debe ser parte de un espacio articulador con otros individuos. Es tan así que incluso para militar causas individualistas, necesita de un espacio orgánico donde se conjugan ideas y objetivos. Es el engranaje de la maquinaria de acción política.

La militancia suele reproducir, erróneamente y de forma paternalista, sus causas en otros cuerpos; aquellos sobre los que quiere generar motivos para el apoyo electoral. Asume que hay sujetos a ser salvados o convertidos en adeptos; cuando la búsqueda de las estructuras políticas debería contener a todos, de forma horizontal y/o representativa, para lograr una construcción conjunta.

Bolivia

El sujeto militante surge de una tradición partidaria que ha tendido a burocratizarse. Los gobiernos de Evo Morales gestaron varios espacios urbanos de militantes afines al MAS-IPSP que condujeron su acción política hacia la institucionalidad del Estado. Esto nace de la necesidad de organización de aquellos que se asumían por fuera del sujeto histórico revolucionario encarnado en lo indígena-originario-campesino y lo obrero. El problema fue que la acción política de esta militancia priorizó programas burocráticos por encima de las agendas sociales, comunitarias y colectivas.

Después del Golpe de Estado de 2019, al perder la institucionalidad del Estado, la militancia tuvo que acercarse a las causas primarias del Proceso de Cambio: la defensa del Estado Plurinacional, de los recursos naturales, de la democracia, la resistencia al Golpe o la demanda de justicia por las masacres de Sacaba y Senkata, entre otras. Ahora bien, una vez que Luis Arce asumió la presidencia, una parte de esta militancia pasó inmediatamente a burocratizarse otra vez en cargos del gobierno, lo que denota que su arrimo a las causas no fue por convicción. Sin embargo, por otro lado, se afianzó una militancia por fuera de espacios institucionales y que hoy está dispuesta a defender banderas que van desde la defensa de procesos democráticos como las elecciones judiciales y primarias o la resistencia a la neoliberalización de la economía y que sobre todo, está dispuesta a la movilización. Esa militancia mantiene como horizonte la continuidad del Proceso de Cambio, reconoce a Evo Morales como el conductor y sabe su lugar junto a los sujetos históricos revolucionarios encarnados en las bases de las organizaciones sociales que no se venden al poder formal.

Argentina

Al haber anulado, en una lógica colonial, a los sujetos originarios, el sujeto político es difuso y se disgrega en elementos como su territorio o su actividad económica. A esto se suma que, después de la dictadura militar del 76’, se instaura un orden individualista. Por ello, la militancia toma un rol protagónico, así como en Bolivia, desde la institucionalidad del Estado y su accionar político suele encuadrarse en la disputa del poder formal.

Esta reducción del accionar militante a la demanda de políticas institucionales se suma a que no hay dirigente o estructura que pueda sintetizar las variables individuales, y al pensar la política en términos “resultadistas” es compleja la gesta de una causa o agenda construida en colectivo.

Existen diferencias entre el militante oficialista y el opositor. El primero surge en contraposición a “la casta política”, discurso generado por el espacio de Javier Milei y de otros partidos conservadores. Es un sujeto que se vio sometido a las falencias de los gobiernos de Macri y Alberto Fernández que no satisfacían las demandas sociales y que lo empujaron a generar afición por la idea de “libertad” planteada desde un registro populista. El militante oficialista tiene como principal problema defender a un gobierno que está a favor de los grupos financieros y que golpea el bolsillo de la clase trabajadora.

Por otro lado, la militancia opositora organizada en el Peronismo, el Progresismo y las Izquierdas, está desconcertada por el desplazamiento de la institucionalidad. Además, al dedicarse a denunciar la mala gestión del gobierno, descuida la construcción de una agenda propia. Sin la claridad del sujeto histórico, de agenda y de conducción, el sujeto militante opositor se encuentra, cuanto menos, con la responsabilidad de asumir y resolver estas discusiones.

Nosotros, como militantes de espacios políticos del campo popular, asumimos la necesidad de disponer el cuerpo a las causas y a la construcción del poder popular con coherencia y ética.

*Canela Crespo es militante del MAS-IPSP, Bolivia y Joel Hernán Verón, militante Peronismo en Marcha, Argentina

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