Bolivia: quieren acortar el mandato del presidente Arce – Por Jhonny Peralta Espinoza

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Jhonny Peralta Espinoza *

¿Se acabó el ciclo del Proceso de Cambio?

El evismo está señalando el fin de su ciclo, reflejado en que la potencia de efectos provocada por el primero gobierno del Movimiento Al Socialismo en 2006 se agota, el Proceso de Cambio liderizado por el evismo ya no es capaz de nuevas metamorfosis y lo que oferta Evo no emociona.

Paradójicamente y como contrafinalidad de la política, vemos que un nuevo orden político sui generis se recompone, es la nueva derecha (evismo-camachismo-mesismo) que ha apostado a la caída del Gobierno mediante la política del chantaje, la espiral de violencia, la ingobernabilidad y la conspiración, y todo en medio de la deriva de la vida política inaugurada en 2003.

El evismo conjurado con ir por la cabeza del Presidente, tal como lo reconoció Ponciano Santos, quien afirmó que “los bloqueos buscan la renuncia del Luis Arce y hasta que se vaya su gobierno”, todo porque desde agosto de 2022, cuando se lanzaba la candidatura de Evo, esta candidatura no tomaba en cuenta que la gente estaba y está centrada en la estabilidad económica, empleo y generación de ingresos, y que el evismo ahogado en su “reserva moral” como es el sector chapareño, como lo proclamó Evo, apostaba a morir en su etnocentrismo.

Ahora, el evismo y sus soldados “leales” (Quintana, Romero, Zavaleta, etcétera) están seguros que la política del acoso y derribo, la injuria, la ofensa y la mentira, han tenido efectos, sin tomar consciencia que son significantes vacíos, porque todo lo que vertieron como espuma no se comprobó. Eso sí, lo real es que hay más de 900 millones de dólares bloqueados por Andrónico Rodríguez, que en castellano castizo significa: vaciamiento de la democracia, cuando se sabe que ese dinero no va a los bolsillos de Lucho, y solo se perjudica a municipios que quieren obras y nada más. Pero esto no le importa al evismo, por encima de todos está que Evo sea candidato a las elecciones generales, porque es el “enviado de Dios” para salvar por segunda vez a

 Bolivia. Qué opinarán los “solados leales” de Evo, que por obsecuencia y sumisión, y al carecer de una estrategia, solo les queda el tacticismo desenfrenado, o sea la ejecución de una acción política y ver sus resultados, en una típica conducta reaccionaria, aferrándose a una actitud identitaria fanática: el indio es el salvador.

Por esto en septiembre de 2022 J. R. Quintana vociferaba que el “2025 se ganará para dar huasca a los golpistas y a los traidores por vendepatrias”; que era una declaración vindicativa cuyo objetivo era castigar a los que, según su punto de vista, han cuestionado el liderazgo de Evo y su entorno. A esto se ha reducido el evismo sin Evo, a suposiciones ideológicas, a política sin contenidos, asumiendo al Gobierno, al Presidente, como un desigual, para confrontarlo con el conflicto y, lo peor, basado en una política trumpista, donde la mentira quiere imponerse: “derrotar al lacayo de los gringos”, “este es un gobierno peor que Áñez”, etcétera.

Identificar el punto a partir del cual las cosas se retorcieron

El fracaso del evismo no está inscrito en el deseo de transformación, sino en la vía concreta que han elegido, o sea, en el caos o la reelección del Evo, y en esta guerra irregular uno de los contendientes está en inferioridad clara; el evismo tiene una fuerza política real basada en los movimientos sociales o es el gobierno el que lo posee, y aquí los “soldados leales” de Evo tienen todo el derecho democrático de hacer su balance de fuerzas. Pienso que el elemento “moral” que puede definir esta situación es a partir de que el Gobierno está en el deber de localizar, encontrar y reconstituir el punto a propósito del cual la decisión fue desastrosa, donde las cosas empezaron a torcerse.

Ese punto es nítido y evidente: cuando se gobernó a través de un centralismo encarnado en la figura del caudillo; cuando no se tuvo una estrategia política, cuando se impidió el debate y la confrontación de ideas, cuando se utilizaron de forma prebendal a las organizaciones sociales, cuando no se afectó los intereses de burguesía agroindustrial y financiera y cuando los excedentes económicos no mejoraron en calidad la educación y la salud.

Por tanto, todos los partidos políticos, incluido el MAS evista, con su dinámica y su cultura, están en el origen de la debacle de la democracia; no hay duda que están en cuestionamiento los caudillos Evo, Camacho, Mesa, y el discurso de los izquierdistas de salón, que en su momento arguyeron que los grandes líderes nacen cada 200 o 500 años, y que el predestinado era Evo, no era más que colonialismo puro y duro, más aún en un país como

 Bolivia, donde la gente común sin formación política siempre demostró su capacidad para pensar y hacer política; otra cosa es que los caudillos se aprovecharon de esas potencias y nunca tuvieron capacidad para traducir lo que demandaban los pueblos.

El Gobierno tiene la responsabilidad de asumir la etapa histórica que vive el país, distinguir entre normalidad y excepción; y la etapa que vivimos es una etapa de excepción. Es una crisis política porque es una guerra política que enarbola la nueva derecha, y esto significa lucha y conflicto, y en el centro de esta lucha y este conflicto está el poder; el evismo para recuperarlo, y al Gobierno, como posee el poder, solo le queda transformarlo, como lo anunció el presidente en un poder popular.

René Zavaleta decía que “la política se realiza a base de concesiones y entre estas y la derrota no hay más que diferencias sutiles”, frente a esta afirmación y el posicionamiento abierto del evismo, “hasta que caigan Lucho y David”, al Gobierno solo le queda apuntalar a los movimientos sociales para que afronten la guerra política. El mensaje es claro, no es un slogan, y tiene que ser coherente y con el menor número de contradicciones y ser diferente a lo que plantea el evismo.

En esta guerra no se tiene que derrotar al evismo, sino a la nueva derecha y su narrativa elaborada por la Embajada yanqui. Así de claro y concreto. Explicando los hechos de esa narrativa, para que las capas sociales más dinámicas puedan comprender y asumir la lucha.

Como la etapa que vive el país es de excepción, en esta situación hay dos condiciones que el Gobierno debe sí o sí construir. El primero es la unidad indígena-popular, y esto significa un modo de hacer y organizar la política concebida como acción consciente y colectivamente realizada. Para entender esto es necesario construir una convergencia de fuerzas sociales y políticas desde los movimientos indígenas-populares, los colectivos urbanos y la militancia que está en el aparato estatal. No se trata de un juego de palabras, lo que se quiere decir es que la nueva derecha (evismo-camachismo-mesismo), individual y colectivamente, tienen un poder económico-político-mediático.

Golpe de Estado blando: imbecilidad o alucinación

Javier Zavaleta, exministro de Defensa, apareció señalando que la denuncia del presidente sobre el golpe de Estado blando era “una alucinación o ignorancia política, que Luis Arce nunca fue el más aventajado en ciencias políticas, que su olfato político no es el mejor”; también arguyó que si no era alucinación podía ser un “exceso de viveza para intentar distraer la atención con el discurso del terror”, y al finalizar su análisis puso su sello machista cuando afirmó que este entuerto “no lo va a aclarar la Viceministra de Comunicación, quien no hace política ni en su junta vecinal”.

Habiéndose transformado la ejecución de los golpes de Estado, pero donde los yanquis han estado siempre detrás de todos los golpes de Estado sin excepción, es harto conocido el manual que siguen los golpes de Estado blando: comienza con la promoción del malestar a través de la inseguridad, manipulación o escasez del dólar, denuncias de corrupción, intrigas políticas; luego sigue la manipulación de los prejuicios antipopulares, o sea, denunciar la falta de libertad de prensa, acciones para impedir la vigencia plena de una nueva, artimañas judiciales; para desembocar en el calentamiento de la calle.

Y, después subir en la escalada y desarrollar diversas formas de lucha; y concluir con la fractura institucional en base a acciones, movilizaciones, cortes de ruta, toma de edificios públicos, pronunciamientos de la iglesia, militares en retiro y empresariales para acorralar al presidente y lograr su renuncia. Si dicho objetivo no se logra, proponen proseguir con el hostigamiento permanente para desgastar al gobierno y su legitimidad popular.

Para confirmar lo anterior, basta recordar los dichos del evismo: “Bolivia está siendo gobernada por una mafia”; “la caída de las RIN ha regresado a la época del neoliberalismo”; “es grave la situación económica, está hundida, estando peor que en tiempos neoliberales”; “los gringos saben cómo el Ministro de Gobierno y un viceministro se lotearon las zonas de protección al narcotráfico”; “la protección al narcotráfico no solo es policial sino también político”; “Usaid opera en

 Bolivia a través de los Ministerio de Relaciones Exteriores, Salud y Defensa”; “se está llegando a un momento en que los sectores sociales dicen ‘tiene que irse Lucho’”; “la deuda externa tiene un promedio de mil millones de dólares al año y una deuda interna de 20 mil millones de bolivianos, y nos lleva a entrar en quiebra técnica”; “hay un golpe a la democracia”; “el arcismo como el capítulo más funesto, más oscuro y tramposo de los 200 años de nuestro país”; “la intención de Luis Arce es quitar la personería jurídica del MAS, eso no vamos a permitir, si va a correr sangre, va a correr”. Etcétera.

Para el cientista político Zavaleta López todas esos dichos del evismo seguro que no forman parte de un discurso del terror, estoy de acuerdo; pero es ideología, y es la clave para hacer política; así como la democracia también es ideología, porque desde Camacho, Tuto, Evo y Trump se reclaman como demócratas, otra cosa es cómo lo son. En conclusión, lo que planteó el presidente Lucho es un punto de vista ideológico y ninguna “alucinación o ignorancia política”.

Javier Zavaleta afirma que Lucho nunca fue un aventajado en “ciencia” política, lo que expresa el exministro es la defensa de la política ejercida por los “profesionales”, como decía P. Valéry, “la política como el arte de impedir que la gente se meta en lo que le importa”. Pero lo peor es cuando señala que la política es “ciencia”, cuando la política es simple y sencillamente relación social, es diálogo, y cuando esa plática no se hace sobre bases iguales la política se convierte en conflicto. Diálogo y conflicto son, de hecho, las bases de la política.

Por esto, cuando el exministro renunciaba en 2019 sostenía que la “política es las ideas contra las ideas y no el zumbar de las balas” cometía un craso error, porque solo asumiendo que la política es conflicto, y en momentos de excepción es guerra, solo así se tiene claro quién es el enemigo. Para terminar, y parafraseando a Nietzsche: “no hay hechos, solo hay interpretaciones”, por tanto, el hermano que vive en Chachacomani, la hermana que vive en Limoncito, o el albañil que pinta el edificio de Doria Medina, o la Viceministra de Comunicación, hacen política y tienen el derecho de interpretar la democracia, la economía, un golpe de Estado, o la educación, etcétera.

La política sin raíces causa la derrota del golpe blando

Evo Morales peca de extremista porque está urgido y cree que se le escapa su oportunidad o, por el contrario, se siente culpable de negligencia criminal por tolerar por más tiempo un gobierno “corrupto y encubridor del narcotráfico”. Pero el evismo no puede avanzar porque no hace política con raíces, se refugia en el territorio chapareño y quiere avanzar a Santa Cruz, haciendo política sin militantes que estén dispuestos a defender ideales; lo paradójico es que el Gobierno también posee esas debilidades, situación que augura una batalla política mucho más contingente.

Entonces, en esta confrontación entre el evismo y el arcismo, sus experiencias colectivas, o sea sus luchas políticas, no están asentadas en territorios políticos organizados, aspecto que afecta a la toma de consciencia de lo que sucede en la realidad, y tener la certeza de saber dónde están parados. En este sentido, tanto el evismo como el arcismo, al no superar las dinámicas internas que están atravesando, les provoca una crisis prolongada que les conduce inevitablemente a la esterilidad, pero el gobierno debe afrontar la guerra política planteada por el evismo, consciente que la victoria se conseguirá en las calles y los caminos, sin confrontarse exclusivamente contra el evismo, también contra sus aliados, que en el fondo es enfrentar y derrotar a la Embajada norteamericana.

Por tanto, la guerra política que el Gobierno debe asumir es de una enorme trascendencia, porque exige una recomposición de todas las fuerzas que expresan su malestar general contra el evismo y sus aliados. Y esta articulación, si llega a ser posible, no puede proceder de lo instituido políticamente hasta ahora, porque para afrontar tal reto no es suficiente con las actuales fuerzas políticas como son la militancia y los bloques, y sus estructuras conocidas; la recomposición de fuerzas políticas demanda lo nuevo, nos referimos a la juventud, a las mujeres y sectores informales, descontando que los movimientos y organizaciones sociales estarán en pie de lucha. Esto implica una capacidad para organizar hacia una nueva realidad.

Pero en qué fundar la unificación o la convergencia de esta pluralidad, y este es el punto nodal de falta de lectura y de acción políticas por parte del gobierno.

El país no consiste en individuos, sino que expresa la suma de relaciones y condiciones en las que esos individuos se encuentran recíprocamente situados, en otras palabras, los individuos que sufren las relaciones de dominación, de discriminación y de explotación y que generan conflictos, son con los que el Gobierno está en la obligación de tejer alianzas para generan relaciones políticas y de politización, o sea conflictos, y ensanchar o profundiza la democracia. Esto es retomar la iniciativa política, mostrar un frente unido y no perder la oportunidad de reconducir el Proceso de Cambio.

Por esto, movilizar a los movimientos y organizaciones sociales no es en función de actos públicos en apoyo al Gobierno, sino movilizarlos en actitud de entrega, esfuerzo, de sacrificio, de comprensión. Hasta ahora el pueblo ha conquistado el gobierno, que es una parte del poder político, necesita afianzar esta conquista y avanzar todavía más, lograr que todo el poder político, que todo el aparato estatal pase a sus manos de una sociedad plurinacional, es un reto enorme que solo podrá ser fruto de la lucha de todo el pueblo, de la movilización de millones de personas, enarbolando una bandera política.

El Gobierno no puede volcarse hacia el sueño rooseveltiano de un cambio sin conflictos. Una política del avestruz que es ajena a lo que se está gestando en el Poder Legislativo y en el Poder Judicial, donde se están cometiendo crímenes políticos sin responsabilidad, pero que fortalecen la vía reaccionaria que conduce a la deriva nacional. De esta manera, el problema estructural para el Gobierno es que no le será factible estabilizar la democracia en el país sin transformaciones estructurales; además que la actual configuración parlamentaria y gubernamental del Gobierno estaría reflejando la terminación de un ciclo político y el ingreso a una transición de una nueva etapa de recomposición política y prioridades estratégicas.

* Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka

LA ÉPOCA

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