Promesa de igualdad laboral en América Latina: faltan 53 años – Por Yésica Leyes, especial para NODAL

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Por Yésica Leyes*, especial para NODAL

Es de público conocimiento que la brecha en la participación laboral de las mujeres de América Latina y el Caribe ha disminuído. Según estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la tasa de incorporación de las mujeres al mercado laboral aumentó en promedio “del 41,3% a principios de los noventa a 53,3% en 2022 para 18 países de la región’’. Y aunque estos datos son prometedores, se encuentran muy lejos de la igualdad que busca el movimiento transfeminista latinoamericano.

Si bien, y en términos de participación política, el Informe Global sobre la Brecha de Género 2023 del Foro Económico Mundial (WEF) analiza la proporción de mujeres que ocupan cargos ministeriales y parlamentarios, arrojando una paridad del 35%, siendo América Latina y el Caribe la región con la segunda puntuación más alta después de Europa, también sostiene que ‘’la región tardará 53 años en alcanzar la plena paridad de género’’.

La disminución de la brecha en la participación en el mercado laboral no significa una garantía de proporcionalidad directa con respecto a la brecha salarial entre hombres y mujeres. Según la CEPAL, en 2022 de cada $10 que ganaba un hombre promedio, una mujer de la misma edad ganaba sólo $8, equivalente al 88,2% del salario mensual real de los hombres en zonas urbanas. Número que aumenta notablemente cuando se considera el total de los ingresos laborales, incluyendo los distintos tipos de empleo y las horas trabajadas, donde las mujeres perciben sólo un 59% de lo percibido por los hombres.

Pandemia del COVID-19: la excepción

A pesar del aumento en la participación laboral de mujeres desde los noventa hasta hoy, durante la pandemia dicho aumento quedó sin efecto. En 2020, la participación laboral de mujeres disminuyó 5 puntos porcentuales respecto de 2019.

Según el Panorama Laboral de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) 2021, durante la pandemia las medidas tomadas por los gobiernos en relación a la crisis sanitaria afectaron el empleo de las mujeres de todo el mundo, siendo las latinoamericanas y caribeñas quienes ‘’sufrieron la mayor pérdida de empleo, registrando una contracción del 18%, frente al 14% del empleo masculino, entre el primer y segundo trimestre de 2020’’. En términos absolutos, los puestos de trabajo masculinos perdidos fueron alrededor de 26 millones, los cuales se recuperaron casi en su totalidad el primer trimestre de 2021. Sin embargo, ‘’de los 23,6 millones de puestos de trabajo femeninos que se perdieron, sólo se recuperaron 19,3 millones’’, 4 millones de puestos de trabajo femeninos parecen haberse esfumado.

El trabajo de cuidados

Según un informe de la OIT(1), la informalidad, que afecta a casi la mitad de las personas trabajadoras en América Latina (48% en 2023), es más prevalente entre las mujeres. En América Latina “las mujeres dedican entre 6,3 y 29,5 horas semanales más que los hombres a realizar trabajos de cuidado no remunerados, lo que representa un total de 8.417 millones de horas semanales” dedicadas por mujeres en la región, principalmente para aquellas provenientes de hogares pobres, indígenas y afrodescendientes y de sectores rurales.

Desigualdad de género y de clase

En América Latina y el Caribe se ve con claridad la tendencia desigual de la participación laboral entre varones y mujeres, siendo los varones quienes reciben mejor paga por el mismo trabajo que realizan las mujeres. Sumado a esto, con el advenimiento de la pandemia, el acceso al trabajo remoto (según la OIT, en 2019 la proporción de asalariados de trabajo remoto era inferior al 3%, y se elevó entre el 25-30% en el segundo trimestre de 2020) y al cierre de escuelas y centros de cuidados, denota que la desigualdad sigue existiendo en sus múltiples formas.

Con la pandemia como proceso catalizador de la crisis sistémica mundial, y a pesar de la desigualdad de pago entre hombres y mujeres, el salario promedio de la clase trabajadora en su conjunto se encuentra disminuído casi hasta el límite. Tal como indican los estudios económicos actuales, su reducción implica la mera posibilidad de sobrevivir. Así, el costo del trabajo cada vez contempla menos una de sus funciones: la reproducción humana, apuntando directamente al cuerpo de la mujer como el capital constante de la fuerza de trabajo, restringiendo la reproducción de la misma para detener la sobreproducción de trabajadores, como fenómeno novedoso.

Respuesta a la promesa de igualdad

Ante el desasosiego de un futuro incierto, el movimiento feminista y transfeminista ha demostrado que hay otro camino y que puede construirse en colectivo. El 8 de marzo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y Disidencia Trabajadora, y en Argentina un millon de mujeres y disidencias marcharon con la consigna ‘’Con hambre no hay Libertad’’, número que se suma a las millones de mujeres y disidencias de América Latina y el Caribe, quienes marcharon con consignas contra el ajuste de la derecha neoliberal, contra la represión y la persecución política por parte de los gobiernos, denunciando el abandono del estado en la lucha por la igualdad y el endeudamiento y genocidio hacia los pueblos del mundo. Siendo la vanguardia de los movimientos sociales por su capacidad de organizarse en heterogeneidad para reunir diversos sectores en una misma lucha y con un mismo objetivo, el feminismo y transfeminismo popular tiene grandes desafíos por delante.

En respuesta a los grandes capitales que desatan esta nueva fase del sistema capitalista, en su lucha por imponer y controlar los tiempos sociales de producción de la llamada Cuarta Revolución Industrial, lo que impacta directa y desigualmente en el mundo del trabajo, tal como se ha expuesto, los feminismos y transfeminismos de la región se configuran como el sujeto social que rompe con lo establecido y que continúa generando redes de organización popular que tengan en el centro el humano, con ollas populares, ayudas solidarias y acompañamiento en violencias.

Hoy el feminismo demuestra ser un movimiento con profundos niveles de potencia política, demuestra ser el sujeto de la revolución que articula fuerzas sectoriales, genera heterogeneidad de programas políticos articulados y rompe con lo establecido, lo que permitirá construir una realidad con justicia social, repleto de hombres, mujeres y diversidades sexuales libres y unides, contra la opresión impuesta por los “patrones” del mundo.

Notas:

(1) Informe de la OIT. Las personas trabajadoras de América Latina con responsabilidades de cuidados: Una mirada regional al Convenio 156. 2023

*Leyes es Secretaría nacional de la Juventud de la CTA de los Trabajadores (Argentina).

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