Uruguay: asistencia militar con EEUU, entre el acuerdo y la resignación – Por Daniel Caggiani
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Daniel Caggiani*
La bancada de Senadores del Frente Amplio no va a acompañar la aprobación del Acuerdo para la adquisición de suministros y la prestación recíproca de servicios entre el Ministerio de Defensa Nacional de la República Oriental del Uruguay y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América, presentado en Cámara por la coalición de gobierno.
Y lo hacemos en el entendido de que hay algunos elementos que todavía no nos quedan claros y nos generan preocupación, no solamente por su contenido sino por el contexto en el que se desarrolla. Que -sin duda- no es el mismo que en la época del año 2000, cuando se firmó este acuerdo por primera vez durante el Gobierno del doctor Jorge Batlle y el entonces ministro Brezzo, ni tampoco es el mismo que el de 2012 cuando se firmó un acuerdo que después no tuvo ratificación parlamentaria.
Del primer antecedente del año 2000 no tenemos registro de discusiones parlamentarias porque ese acuerdo no pasó por el Parlamento nacional; se firmó entre el Ministerio de Defensa Nacional de la época y el Departamento de Defensa de Estados Unidos, pero no tuvo ratificación parlamentaria. Entre otras cosas, no se llegó a ratificar en ese momento porque el Gobierno del Uruguay –encabezado por el entonces presidente Mujica y también por el exministro Fernández Huidobro– decidió dar una nueva discusión acerca del marco normativo del relacionamiento entre Uruguay y Estados Unidos en materia de defensa. Entre ellos trataron de organizar un nuevo acuerdo marco de defensa. ¿Por qué? Porque el convenio de asistencia militar con Estados Unidos que todavía nos sigue rigiendo hasta hoy es de 1953 –tiene setenta años, como bien decía el señor ministro (en esa fecha) de Defensa Nacional, Javier García– y fue realizado para un contexto y un mundo que a todas luces hoy ya no existe. En esa época, era la salida de la Segunda Guerra Mundial y había una crisis entre el modelo soviético y el modelo internacional.
Esto también estaba engarzado con otro tratado, del que en un momento el Uruguay se retiró y en el que lamentablemente este Gobierno volvió a ingresar, que era el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, firmado en 1947. En realidad, nunca se llegó a aplicar y ha tenido una triste historia para la región y para el mundo.
Nos parece que el contexto es importante, primero, porque los temas de defensa nacional tienen que ver, sin duda, con las definiciones de la política exterior del Uruguay. Muchas veces son temas que se debaten poco en los grandes medios de comunicación, pero también se debaten poco en este Parlamento.
En segundo lugar, creo que es importante el contexto porque estamos hablando nada más y nada menos que de la coyuntura y del momento en que esos acuerdos se van a aplicar. No es lo mismo el contexto actual del Uruguay y de la región, que lo que se estaba viviendo hace diez, veinte o setenta años.
Hay elementos que todavía nos generan dudas y mucha preocupación. Por un lado, en el año 2022 en Brasil, se reunió nuevamente la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas, un organismo que funciona en el marco de la Organización de Estados Americanos –Uruguay participó, además de un conjunto de países que la integran, entre ellos, Estados Unidos con la presencia del mismísimo secretario de Defensa Lloyd Austin–, y allí se debatió sobre la estrategia de seguridad nacional que Estados Unidos está promoviendo en la región, que fuera aprobada en 2022, con el nuevo Gobierno de Joe Biden. Entre otras cosas, se debatió sobre un concepto que nos preocupa: el de disuasión integrada, que proporciona un marco para mantener la paz y la estabilidad en el hemisferio occidental, según las declaraciones realizadas por parte de los propios ministros de Defensa.
Pertenecemos a un país que tiene una independencia y una soberanía muy sólidas, pero además en nuestra región hay una disputa por la hegemonía entre China y Estados Unidos. Detalle no menor, pues son dos de nuestros principales socios comerciales, China es nuestro principal socio comercial, tenemos relaciones diplomáticas y amistosas con los dos países.
También es importante tener en cuenta que hay problemas que son de algunos países y no necesariamente deben ser nuestros. Con este tipo de acuerdos en materia militar, podemos estar siendo parte de un engranaje un poco mayor que puede afectar nuestros intereses nacionales.
Me parece que estas son cosas importantes, primero porque el propio ministro de Defensa Nacional en esta Conferencia Estadística de las Américas dijo, entre otras cosas, que parte de esta estrategia es para tratar de reducir los esfuerzos de la República Popular China por ganar influencia en la región, y creo que para nosotros, en tanto China es el principal socio comercial, eso es un problema. No voy a leer todos los conceptos que se han vertido, pero se habla de disuasión estratégica o –para citar el concepto concreto– de disuasión integrada.
Además, esto se suma a otros aspectos que se han dado en el propio concepto estratégico de la OTAN del 2022 que Estados Unidos ha promovido junto con otros países –nosotros no integramos la OTAN porque no tenemos absolutamente nada que ver–, que también tiene el concepto de disuasión integrada e incluye a China como uno de sus enemigos estratégicos. Estos son elementos que a nosotros nos preocupan. ¿Por qué? Porque, en realidad, estos convenios pueden estar asociados a esa estrategia en la región y creo que, sin dudas, ese es un problema.
Por otro lado, creo que para nosotros también es un problema porque, en realidad, la región está tratando de recuperar determinados niveles de autonomía estratégica perdidos en los últimos años. El liderazgo del Gobierno de Lula en la región ha hecho que se empiece a discutir nuevamente cómo se incorpora y cómo reconstruye algunos aspectos que hacen a la integración regional, y creo que ese es un aspecto muy importante, entre otras razones, porque hace muy poco tiempo existía un organismo muy importante para Uruguay, que era la Unasur, mecanismo de integración del que también este Gobierno decidió salir.
Una de las instancias más importantes que creo que tenía ese organismo era el Consejo de Defensa Suramericano, que daba la posibilidad de que los países que integraban las naciones sudamericanas pudieran compartir información en materia de defensa saliendo del conflicto birregional o bilateral entre cada uno de los países y teniendo una lógica de compartir intereses en materia de defensa y soberanía
Ese organismo es uno de los que impulsó el propio Gobierno de Brasil y, sin dudas, hoy también se está rediscutiendo en la lógica regional cómo puede restaurarse, no necesariamente la Unasur –Uruguay está participando en esa discusión– sino un organismo regional justamente para considerar estos temas. Creo que en este momento estos temas deben debatirse junto a la discusión general de nuestra política exterior y de defensa.
Ese es el contexto en el que tendríamos que discutir la aprobación de este convenio, pero también hay elementos que hacen al contenido de este acuerdo que a nosotros nos preocupan. Esto se lo planteamos al propio ministro de Defensa Nacional; algunas cosas intentó contestar, pero en otros casos hubo contradicciones importantes en sus manifestaciones las dos veces que fue al Parlamento.
Me parece que esto hace a los temas que son importantes, uno de los cuales es el concepto de interoperabilidad que incluye este acuerdo –un asunto muy complejo para las fuerzas militares– y que, sin duda, lo retoma. El otro tema importante tiene que ver con el derecho a aplicar en cada una de las fuerzas militares que van a ejercer ciertas acciones en determinados territorios, entre ellos, Uruguay. Sin duda, la extraterritorialidad es un concepto bastante complicado y este acuerdo lo incluye, por lo menos en cierta medida.
Sin lugar a dudas, el aspecto más debatido fue el apoyo logístico y el suministro de servicios. Incluso, en un informe que recibimos de un abogado del Ministerio de Relaciones Exteriores se habla de la posibilidad de operaciones en bases y la construcción correspondiente a ese apoyo. Dicho informe decía que, en realidad, este tema no significaba lo que realmente dice, por lo que no era sustantivo por parte del acuerdo. Entonces, si no era tan importante, preguntamos al ministro de Defensa Nacional por qué no se renegoció.
A algunos integrantes de este Parlamento nos genera mucha preocupación que este término esté en un texto, sobre todo de este tenor. También nos preocupan los aspectos que hacen al ámbito de aplicación de este convenio porque es demasiado amplio, ya que dice: «… facilitar el apoyo logístico recíproco entre las Partes, para ser utilizado principalmente durante los ejercicios combinados, el adiestramiento, los desplazamientos, escalas, operaciones y otras actividades cooperativas, o en circunstancias imprevistas o situaciones en que una de las Partes pueda requerir apoyo logístico, suministros y servicios».
O sea que establece que puede ser aplicado en cualquier momento, lugar o circunstancia que las partes acuerden. Por lo tanto –reitero–, nos preocupa porque es demasiado amplio, laxo y flexible. Si estamos hablando nada más y nada menos que de acuerdos entre países con asimetrías tan grandes en materia de defensa, creo que son elementos importantes a tener en cuenta.
Hay otros temas vinculados con propuestas de pago en especies por servicios recibidos que podían tener algún tipo de interpretación en su aplicación y eso tampoco fue debatido en la comisión o no fue desasnado por las autoridades. Además, hay aspectos que hacen a los acuerdos de implementación que muchas veces no van a estar controlados por este Parlamento, sino que van a estar subsumidos por los ministerios de cada uno de los Estados partes.
Creo que, como se propuso en años anteriores, Uruguay debería discutir un nuevo acuerdo regional en materia de defensa con Estados Unidos para tratar de quitar, entre otras cosas, los temas que hacen a las cuestiones de seguridad y así poder reequilibrar una relación que, sin duda, es bastante compleja. Para Uruguay es muy importante tener buenas relaciones –en este caso con Estados Unidos– de amistad, de cooperación, de apoyo mutuo en muchas áreas, dentro de las cuales la de cooperación militar es significativa.
Lamentablemente este acuerdo, al ser tan amplio y tener varias indefiniciones, se presta para una aplicación que a la fuerza política que represento le genera mucha preocupación y muchas dudas. Por eso no lo acompañamos.
* Senador por el Frente Amplio (Movimiento de Participación Popular)