Rebelión en la granja: el desafío de los agricultores franceses al neoliberalismo global – Por Sebastián Irigoyen

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Rebelión en la granja: el desafío de los agricultores franceses al neoliberalismo global

Por Sebastián Irigoyen*

El descontento en Francia, una mirada desde el sur

Desde el 15 de enero, Francia ha sido testigo de masivas manifestaciones, evidenciando un marcado descontento social que refleja, en cierta medida, las consecuencias de las políticas neoliberales. Estas políticas, no dejan de ser asociadas al Consenso de Washington y a los ajustes estructurales, que tuvieron su «etapa experimental» en América Latina durante los años noventa. Puntualmente en México, este periodo se caracterizó por dos eventos significativos: la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994 y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, este último simbolizando una resistencia viva y colectiva ante la globalización neoliberal.

La modernización capitalista del sector agrícola en México condujo a un debilitamiento del campesinado, una situación que Calderón (2014) describe como un «repliegue del Estado», que dejó vacíos regulatorios y deterioró las condiciones de vida de las y los agricultores. Esta transformación ulteriormente favoreció a las empresas transnacionales y a los monopolios locales, permitiendo una concentración de la producción y una apropiación de la rentabilidad que culminó en una plataforma agroindustrial de alcance global.

Concretamente, se edificaron dos proyectos simultáneos durante la llamada larga y triste noche neoliberal en México, polarizados y distinguibles: por un lado, el campo de los pequeños y medianos productores, carentes de acceso al crédito, tecnología, investigación y desarrollo, así como de un trato comercial equitativo y justo; y, por otro lado, la realidad de los grandes monopolios, quienes se apropiaron del Estado e influyeron en la disminución de los subsidios a la producción, los precios de garantía y las acciones regulatorias, y que finalmente promovieron la apertura comercial.

Esta perspectiva, en extensión, sitúa la narrativa actual de la problemática en Francia y el sector del campesinado, si bien con ciertos matices, pero nos permite entretejer una lectura de rasgos comunes, que responde al malestar social, las condiciones de rechazo de los proyectos comerciales y económicos donde se promueven los mismos fundamentalismos de mercado que fueron instaurados en el pasado reciente en México bajo la unidimensionalidad de la ley del mercado.

La rebelión en la granja, ¿una respuesta consistente al neoliberalismo?

Las razones explicativas sobre la cólera del sector agrícola frente a las acciones del actual gobierno de Emmanuel Macron se esclarecen al observar una secuencia en el desmantelamiento del sector agrícola y el rol (des)regulador del Estado, como la reducción de subsidios a los pequeños campesinos y la promoción de pesticidas altamente nocivos para la salud de los trabajadores directos. Por otro lado, se destaca una promoción de liberalización comercial que beneficia a los grandes consorcios locales agroindustriales y transnacionales, imponiendo dos narrativas que evocan una amplia desigualdad dentro del sector. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (INSEE, por sus siglas en francés), al revisar la evolución de los últimos diez años de los índices de precios de compra de los medios de producción y el índice de precios agrícolas a la producción desde 2013, que era de 102%, hasta alcanzar 140% en 2023, se evidencia un incremento significativo en los costos de producción que afecta principalmente a los pequeños productores. Además, en 2023 se registró una caída promedio del 9% en los ingresos agrícolas, lo que ejemplifica una pérdida de productividad generalizada en el campo. La disparidad de los beneficios entre los productores agrícolas del primer decil (el 10% que menos gana) y los del último decil (el 10% que más gana) es notable, con ingresos anuales de 21.800 euros para los primeros y 195.500 euros para los segundos, según el INSEE. Esta distribución desigual de la renta es en gran medida resultado del método de asignación de la ayuda europea, basado en la cantidad de hectáreas cultivadas, lo que promueve que los apoyos se concentren en los mayores productores y se eliminen las estructuras medianas y pequeñas.

Esta situación se agrava por normativas medioambientales restrictivas e injustas y acuerdos comerciales que precarizan aún más a los pequeños y medianos agricultores. La agenda neoliberal del gobierno ha ampliado el descontento, evidenciado en movimientos sociales como la crisis de los chalecos amarillos y las protestas contra la reforma de las pensiones. La derogación del impuesto a las fortunas y otras medidas antipopulares reflejan un enfoque gubernamental que favorece a los sectores más acomodados, incrementando la desigualdad y la precarización.

La disputa política se mide en las zonas rurales

La reciente obra de Piketty y Cagé (2023) destaca cómo diversas dimensiones sociales y espaciales influyen en la decisión del voto, subrayando la importancia de abordar las preocupaciones de los sectores rurales precarizados. En la disputa política entre izquierda con la derecha (unificada con la extrema derecha), es vital que las estrategias aborden las inquietudes de los sectores rurales precarizados, en donde se incluye la pérdida del poder adquisitivo y la escasez de servicios públicos de calidad.

El alejamiento del voto rural de la izquierda se vincula históricamente a temas como la propiedad privada y la nacionalización de sectores clave, lo que genera desconfianza entre los votantes rurales (agraviado por la influencia mediática de los medios corporativos tradicionales). Sin embargo, la desindustrialización y el abandono de infraestructura productiva del sector agrícola son claves en la falta de representación de la izquierda en el campo francés. Al respecto, Piketty y Cagé (2023) señalan que es necesario replantear las estrategias, desde un enfoque de finanzas públicas locales para atender las diferencias en recursos, acortando la brecha con los centros urbanos. Una nueva agenda de economía social y solidaria que permita dotar de mejores condiciones productivas y de comercio justo frente a la arquitectura desigual de los acuerdos comerciales que persisten. La desconexión del sector rural con el gobierno de Macron representa una oportunidad para que la izquierda se alinee con las demandas campesinas, unificando esfuerzos por la justicia social en todas sus dimensiones, y que esta no sea capitalizada por la extrema derecha.

*Sebastián Irigoyen es candidato a doctor en Economía por la Université Rennes 1 en Francia. Ha sido consultor de la Organización Internacional del Trabajo en temas de educación. Maestro en Economía por la Université de Rennes 1 y licenciado en Economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Colaborador del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro IDEAL.

 

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