“Acompañantas”: la difícil labor de ayudar a abortar de forma segura y gratuita a migrantes en México

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“Acompañantas”: la difícil labor de ayudar a abortar de forma segura y gratuita a migrantes en México

Por Brianda Almanza

Crystal Lira recuerda la angustia y la preocupación en los ojos de Ana*, una migrante de paso por Tijuana que acudió en busca de su ayuda para abortar.

“Llegó y estaba tan desesperada y tan incómoda con lo que estaba viviendo que veía en su rostro y en sus ojos su ansiedad. Estaba en crisis. Estaba pasando por algo muy duro y estaba quebrada como persona”, cuenta la activista feminista a Univision Noticias.

Sin dudarlo, Lira le dio las 12 pastillas de misoprostol que Ana necesitaba para interrumpir su embarazo. Y también le dio la información y acompañamiento que requería en el proceso.

La desesperación de Ana le recordó la frustración que sintió ella cuando abortó en 2012. En ese entonces no había información clara y ni una clínica cercana, lo que la obligó a cruzar la frontera para acudir a una clínica en San Diego, California.Ahí se practicó un aborto que le dejó una deuda de $600 y un deseo por cambiar esta realidad para las mujeres que desean abortar.

Tras su experiencia fundó Bloodys, una ‘colectiva’ de cuatro mujeres que desde 2016 brinda información y acompañamiento a quienes deseen interrumpir su embarazo con medicamentos de manera gratuita.

La acompañanta, como se definen las mujeres dentro de la ‘colectiva’, cuenta que al mes reciben entre 150 y 300 peticiones de ayuda. La mayoría son mujeres en su 20, pero también hay adolescentes que buscan abortar de manera segura.

Las migrantes afrontan condiciones que vulneran sus derechos sexuales y reproductivos

El caso de Ana puede ser el de otras migrantes que cruzan por México para llegar a Estados Unidos. El proceso migratorio es largo, puede durar desde unas cuantas semanas hasta meses, dependiendo su origen.

“Las mujeres migrantes están en una situación de desigualdad aquí en Tijuana, y una vez que cruzan no cambia mucho (su situación). Antes de llegar aquí ya pasaron un difícil proceso migratorio”, dice la acompañanta.

“A lo largo de la espera las personas pueden estar en condiciones precarias, sin acceso a agua potable o a una alimentación saludable e incluso vivir en condición de calle. En el caso de las mujeres, estas condiciones también significan el deterioro de la salud reproductiva ante las pocas o nulas posibilidades de prevenir un embarazo no deseado, contar con atención prenatal ante embarazos que desean llevar a término o bien, tener acceso a un aborto seguro”, dice Ipas México, una organización que lucha por los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a decidir de las mujeres.

Además, en el camino las mujeres son susceptibles a convertirse en víctimas de trata con fines de explotación sexual y de violaciones. También a ser obligadas a intercambiar relaciones sexuales por protección o recursos, acoso sexual, y otras formas de agresión sexual como los desnudos forzados frecuentes en la ruta migratoria.

Según el gobierno mexicano, Baja California, uno de los principales puntos de concentración de migrantes en México, registró en 2022 un flujo migratorio de 1.4 millones de ingresos terrestres. De acuerdo con Médicos Sin Fronteras (MSF), de las personas atendidas y entrevistadas en 2018 por esta organización, 57.3 % estuvieron expuestas a diversas formas de violencia durante su proceso de migración.

Durante su travesía, las mujeres tienen recursos muy limitados. No tienen acceso a métodos anticonceptivos ni atención médica inmediata. Es por ello que estas ‘colectivas’ buscan ayudar a las que no desean continuar con su embarazo.

Cómo funciona la red de acompañamiento de Bloodys

Bloodys ofrece un acompañamiento presencial, en territorio mexicano, y acompañamiento virtual, para las mujeres que se encuentran en Estados Unidos.

Aquellas que deseen abortar pueden contactarlas a través de redes sociales para recibir información y, en caso de que no cuenten con los recursos o no puedan obtener los medicamentos en su estado, ellas los proporcionan de manera gratuita.

Los ‘kits’ que Bloodys entrega en Tijuana contienen la dosis necesaria de misoprostol, una guía con indicaciones para tomar los medicamentos, toallas sanitarias, ibuprofeno y unas bolsas de té. El misoprostol es una pastilla abortiva que, de acuerdo con Planned Parenthood, «funciona en el 85% al 95% de los casos, dependiendo de cuántas semanas de embarazo» se tenga y cómo se tome el medicamento.

La difícil tarea de ayudar a las migrantes a abortar

Las acompañantas muchas veces se enfrentan al reto de desmitificar el aborto.

“Algunas temen por su salud, porque se ha creído que es superriesgoso. Yo a veces cuando les entrego el medicamento (para abortar) y yo estoy enferma de gripa les digo: ‘Tú primero sales de esto del aborto, antes de que yo salga de la gripa’. Les da risa”.

Otras temen por las consecuencias legales, pero ellas les explican sus derechos.

Lira y su ‘colectiva’ no solo se enfrentan al hecho de que el aborto sigue siendo un tema tabú para muchas personas. Además, se enfrentan al reto de poder acercarse a las migrantes que necesitan su ayuda, algo que afirma que en ocasiones es obstaculizado por albergues u otras organizaciones. “No siempre es fácil interactuar con los albergues porque algunos tienen perfiles religiosos, y eso hace que no les llegue tan fácil la información a las mujeres”, denuncia Lira.

“Otro problema es que (las migrantes) son población flotante. Hay mujeres que se quedan solo unos días, por lo que es difícil darles seguimiento”, agrega.

Además, tanto en México como en Estados Unidos existen organizaciones que se anuncian en internet como clínicas gratuitas de aborto, sin embargo, se trata de grupos religiosos que tratan de persuadir a las mujeres de no abortar. Cuando las mujeres acuden a las instalaciones son mal informadas acerca de las consecuencias del aborto con medicamentos, explica. Además, son presionadas psicológica y moralmente para desistir de su decisión de interrumpir el embarazo, agrega.

Según Salvador Frausto, coautor de un libro sobre Jorge Serrano Limón, un católico acérrimo que fundó varias clínicas antiaborto cuando era el líder de Pro-Vida, el número de estas clínicas creció drásticamente en México alrededor de 2002 gracias a la inversión de cientos de miles de dólares en fondos del gobierno federal luego de que los conservadores ganaran la presidencia y la legislatura.

Grupos antiabortistas de Europa y Estados Unidos también contribuyeron a su financiamiento.

Lira cuenta que en septiembre se hizo pasar por una embarazada y acudió a una de estas clínicas para saber qué tipo de información y ayuda les daban a las mujeres.

“Descubrimos cosas muy fuertes. Desde fraudes, violencia psicoemocional, porque les dicen que las van a ayudar a abortar y no ayudan. Abusos sexuales y explotación económica”, denuncia la acompañanta.

Gracias a que se hizo pasar por embarazada Lira logró ayudar a otra mujer que asegura acudió engañada a una de estas clínicas en Tijuana. La acompañanta escuchó que la recepcionista del lugar estaba haciendo una cita a una mujer. Así que una semana después Lira y otra compañera de la ‘colectiva’ se plantaron afuera de la clínica a esperar a que acudiera la persona que había hecho la cita.

“Cuando salió de la clínica le pregunté: ‘¿Viniste a abortar?’, y me dijo: ‘Sí, pero me dijeron que no me iban a ayudar’”. “Le conté cómo sabía de ella y finalmente acompañada por nosotras abortó”, narra Lira.

A pesar de estos inconvenientes Bloodys colabora con otras organizaciones y colectivos que atienden a población migrante, y a través de ellos logran difundir su misión y ayudar a más mujeres de manera gratuita, algo elemental para las migrantes que muchas veces no tienen los recursos para pagar una clínica privada.

Este tipo de clínicas antiaborto dificulta el camino de las mujeres que buscan interrumpir el embarazo, ya que logra desmotivar a algunas y, a otras, les roban el tiempo valioso que tienen hasta las 12 semanas de gestación para abortar.

“Las clínicas están ahí para algunas, pero no para todas”, dice Lira quien también cuestiona el papel del Estado mexicano al no abrir más centros de aborto gratuito en el país.

“Las que seguimos resolviendo el problema somos las redes de aborto. Porque, aunque hay estados que despenalizan (el aborto), no están creando las rutas que se merecen (las mujeres) para ejercer este derecho”, agrega.

Lira cuenta que aprovecha cualquier oportunidad para difundir información sobre el aborto, pero sobre todo de la ayuda que las Bloodys ofrecen. Si sale de vacaciones deja folletos en el avión o en el autobús. Si va a la tienda deja algunos protocolos de aborto en el mostrador. También hacen brigadas de información en varios estados en México.

La activista está orgullosa de su labor porque ha podido ayudar a miles de mujeres a ejercer sus derechos. “Después de abortar a Ana le sucedieron cosas muy buenas. Su vida cambió totalmente. Es una amiga ahora”, concluyó.

*Utilizamos otro nombre para resguardar su identidad.

Univision

 

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