Argentina y la motosierra del neofascismo ultraliberal – Por Marco Consolo
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Argentina y la motosierra del neofascismo ultraliberal
Por Marco Consolo
En América Latina no se detiene la ola de derecha y del neo-fascismo del siglo XXI, ese fascismo neoliberal 2.0 “de traje y corbata”, y por momentos violento, que por ahora parece imparable.
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Javier Milei con su partido “La Libertad Avanza” se impuso con contundencia con el 55,69% (14.476.462 votos), frente al 44,30% (11.516.142) de Sergio Massa, actual Ministro de Economía, a quien la mayoría de los votantes pasó factura con una participacion del 76% del electorado.
La tercera economía de América Latina atraviesa tiempos difíciles, con una inflación de tres dígitos (143% en un año), un 40% de la población por debajo del umbral de pobreza, el 10% en indigencia, un nivel de endeudamiento preocupante y una moneda en serios apuros. La población argentina se enfrenta a precios que suben cada semana, mientras que el salario mínimo es de 146.000 pesos (400 dólares), pero sólo para los asalariados. Los alquileres se disparan y ha reaparecido el trueque, como en la traumática crisis de 2001, mientras crece el crimen organizado y la presencia del narcotráfico con sus tentáculos en la política. Y según un estudio de la Universidad de Buenos Aires publicado a principios de año, el 68% de los jóvenes de 18 a 29 años emigraría si pudiera.
En este contexto, era difícil ganar con un candidato como Massa, actual Ministro de Economía, y su 44% de apoyo se debió más al voto “anti-Milei” que a su escaso consenso.
La crisis económica y social, el cansancio político y el desencanto de gran parte de la población fueron los principales aliados de Milei. Tras el gobierno derechista de Mauricio Macri (2015-2019), con un saldo final de pobreza, inflación y endeudamiento récord, el tímido gobierno peronista de Alberto Fernández (2019-2023) fracasó en la redistribución de la riqueza.
Es útil y oportuno recordar que el país está bajo la pesada hipoteca de las condiciones leoninas del Fondo Monetario Internacional (FMI), al que Argentina está devolviendo penosamente un gigantesco préstamo de 44.000 millones de dólares concedido en 2018 al gobierno ultra-conservador de Mauricio Macri.
La palabra mágica del “cambio” y la eliminación de la “casta política parasitaria” funcionó una vez más en los debates televisados y en los algoritmos del Big data y de las redes sociales que sembraron el odio y la violencia irracional.
El resultado ha sido el “voto castigo” y “el voto bronca” de una población al límite de sus fuerzas, contra una gestión económica del actual gobierno que no ha sabido dar respuestas a una crisis que se agudiza. Así, la mayoría de los votantes optó por un “cambio radical” con Milei, un personaje profundamente misógino, que propone la venta de órganos, la eliminación del Banco Central, la dolarización de la economía y la privatización de la salud y la educación (que, sin embargo, dependen en parte de las provincias), de la TV y la Radio Pública y también la Agencia Estatal de Noticias Télam, en nombre de la “libertad de mercado”.
Evidentemente, los Spin doctors le aconsejaron moderar la imagen tan agresiva que tuvo en la campaña electoral y ayer Milei apareció en televisión tranquilo, sin la motosierra (hecha en china) con la que prometió eliminar a la “casta”. Ratificó la línea del ajuste fiscal y la reestructuración económica, la voluntad de cumplir el acuerdo con el FMI y de “hacer pedazos” al “Estado enemigo”, al tiempo que evitó hablar sobre su propuesta electoral de dolarización. También eludió la prometida ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Brasil y China (primer y segundo socio comercial de Argentina), propuesta que preocupa fuertemente a los sectores exportadores del país. También es de esperar un intento de reforma laboral y de las pensiones, en una línea regresiva de reestructuración del orden capitalista. Milei fue más allá en su discurso, rechazando la idea de “unidad nacional” propuesta por Massa, y apelando a todos los “argentinos de bien” a formar parte de su proyecto. Es decir, una subordinación de los demás sectores a su proyecto de extrema derecha, “con medidas drásticas sin medias tintas” para lograr lo que no se pudo llevar a cabo en el gobierno de Macri.
Ratificando su programa de gobierno neoliberal y “libertario”, Milei amenazó con una represión “implacable…dentro de la ley” contra todos los “violentos” que se opongan a su próximo programa de gobierno. “Se acabó el modelo de casta empobrecedora”, continuó Milei. “Hoy adoptamos el modelo de la libertad, para volver a ser una potencia mundial”. Y en la sede del comando de su campaña, entre música hard rock y la popular murga, cientos de personas corearon el lema favorito del candidato: “La casta tiene miedo”.
El nuevo Presidente electo es también un declarado negacionista climático, afirmando que el cambio climático no es responsabilidad humana, sino una “mentira del socialismo”.
Con estas propuestas, ha captado la rabia que ha impulsado el voto de los más jóvenes que no ven perspectivas de futuro, los temores de la clase media empobrecida y también de sectores populares tradicionalmente peronistas. Ha sido una expresión más de las periódicas explosiones sociales (ahora en términos electorales) que se desatan en Argentina, consecuencia de un modelo de desarrollo que, mientras por un lado busca proteger la producción nacional y favorecer a los más pobres y excluidos, por otro no puede y/o no quiere abordar los necesarios cambios estructurales. Un modelo que sigue anclado y subordinado a una economía dominada por el capital financiero y por los grupos multinacionales a escala global.
Y hablando de capital financiero, el lunes es feriado en Argentina y mientras escribo los mercados locales están cerrados. Mientras tanto, la especulación financiera continúa y hoy el dólar paralelo superaba los 1100 pesos al cambio (alrededor del triple del cambio oficial). Veremos el martes qué pasará en los mercados financieros argentinos e internacionales.
Después de Brasil con Bolsonaro, El Salvador con Bukele, Ecuador con el millonario Noboa, hoy es el turno de Argentina con Milei, mientras en Chile el pinochetista Kast toca a la puerta. Se trata de personajes de la “antipolítica” que se presentan sin relaciones con los partidos tradicionales (de derecha, centroderecha o progresistas), culpándoles de las crisis económicas y sus consecuencias sociales.
El acuerdo con Macri para la segunda vuelta
En el plano interno, funcionó el acuerdo para la segunda vuelta con Macri y Bullrich, representantes de la odiada “casta” (aludida permanentemente por Milei) derrotada en el primer turno. De hecho, desde la primera vuelta Milei ha aumentado su consenso del 30% al 55% actual gracias al trasvase de los votos de la derecha neoliberal de Macri y Bullrich, buena parte de los votos de Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba de la derecha peronista (también conocido como El Gringo), y la confirmación del apoyo de la extrema derecha fascista y de la “familia militar”.
En agosto pasado, Milei dio la gran sorpresa en las elecciones primarias al obtener el primer lugar con el 30% de los votos y consagrarse así, en tiempo récord, como uno de los políticos emblemáticos de la ultraderecha latinoamericana. Este liderazgo era impensable para un hombre que hace tres años sólo era considerado una figura popular en los medios de comunicación, invitado en los programas de televisión porque el odio y los improperios garantizan audiencia. Sin embargo, contra todo pronóstico, Milei se convirtió en diputado nacional en 2021. Desde entonces, poco a poco, y sin que ninguna encuesta lo predijera, desplazó en votos a las dos coaliciones que dominaron la política argentina en las últimas dos décadas.
En Argentina, el escenario político se está reestructurando, la extrema derecha y la derecha se están realineando con nuevos liderazgos, empezando por la alianza Macri-Milei, que arrastra a Bullrich. Veremos cómo se materializa esto en los nombramientos de gobierno y en el programa a partir del 10 de diciembre.
El odio al kirchnerismo y el declive del peronismo
Desde hace tiempo, el objetivo de la derecha fascista y conservadora es eliminar de raíz el kirchnerismo, expresión de la odiada ala progresista del peronismo, y que eligió a dos presidentes, primero Néstor Kirchner y luego en dos oportunidades a Cristina Fernández, hoy Vicepresidenta. Con una pesada e implacable artillería mediática, la derecha hizo lo imposible para impedir que Cristina participara en el desafío electoral, primero con una guerra judicial sin cuartel, luego con un frustrado intento de asesinarla. Cristina se mantuvo alejada de los escenarios electorales y hoy el kirchnerismo está mucho más debilitado.
Así continúa la larga agonía del peronismo, como complejo fenómeno político y social específico de este país. Un fenómeno que siempre ha sido difícil de entender fuera de Argentina. El actual presidente, Alberto Fernández, contribuyó al declive de su hegemonía política y cultural, un “peronista” que había despertado muchas esperanzas, pero al que sus propios compañeros de partido enviaron a China en plena campaña electoral de su correligionario Massa.
Perspectivas económicas del capital
A diferencia del país, el capitalismo argentino tiene buenas perspectivas económicas, en parte gracias a los probables mayores ingresos de divisas por la venta de energía. Mientras que el año pasado fue un año de déficit energético con fuertes importaciones, el año que viene se espera una balanza comercial energética equilibrada. De hecho, la energía (principalmente el gas del yacimiento petrolífero Vaca Muerta) se añadirá a la exportación primaria tradicional (soja, trigo, maíz). Por lo tanto, será más fácil obtener un superávit consolidando las reservas internacionales, con más recursos para pagar los elevados vencimientos de deuda tanto con el FMI, como con acreedores privados. Además de esto, el gobierno de Milei estimulará la exportación de litio, cobre y oro, profundizando el modelo primario-exportador extractivista, fortaleciendo el poder de las multinacionales petroleras y mineras y el de las grandes empresas nacionales de alimentos y biotecnología.
El movimiento popular en la nueva etapa
No cabe duda de que con esta votación se abre una nueva etapa política en Argentina. Así como el 2001 fue un parteaguas que agotó la lógica del bipartidismo, hoy parece llegar a su fin la fase de las “bi-coaliciones” (representadas por el macrismo por un lado y el kirchnerismo por el otro), conteniendo ambas coaliciones las expresiones tradicionales del peronismo y del “radicalismo”. Apareció un nuevo actor, Milei, que primero desordenó y luego reordenó la estrategia de la derecha.
A este proceso debería corresponder una nueva y diferente estrategia de la izquierda y del propio “peronismo progresista”. Y habrá que ver la respuesta del movimiento popular y sindical, que hoy está obligado a repensarse y reorganizarse, junto a la izquierda, tanto la que tiene presencia parlamentaria como la que no. Urge una reflexión autocrítica para reconstruir un movimiento popular de masas, consciente, con perspectiva de transformación, de conflicto con el poder económico y oligárquico y con el FMI.
En términos más generales, lo sucedido tiene su origen en el cambio del capitalismo a escala mundial, con la dura ofensiva capitalista y los nuevos proyectos de la derecha. Pero hasta ahora, no sólo en Argentina, el “campo popular” ha ofrecido viejas soluciones a nuevos problemas.
A partir de esta dura derrota, veremos si la izquierda y el movimiento popular serán capaces de leer estas transformaciones del capitalismo mundial y de estas nuevas derechas, para lograr crear las condiciones de una propuesta política alternativa. Una propuesta que tiene que hacerse cargo de que fueron los sectores empobrecidos los que marcaron la diferencia y dieron luz verde al proyecto de la ultraderecha en línea con lo ocurrido con Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Meloni en Italia, etc.
Son estas algunas de las novedades que llegan de Argentina: una reestructuración de la política que busca consolidar una reestructuración económica, algo que la propia dictadura militar no había logrado hacer, a diferencia de la era Menem (como líder de la derecha peronista). Tampoco lo logró Macri y ahora le toca a Milei (junto a Macri) intentar avanzar en este proyecto. Por lo tanto, no hay que subestimar la alianza Macri-Milei, dado que, mientras tanto, Macri ha logrado colocar a su primo, Jorge Macri, en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y ahora pone sus manos en la presidencia con la idea de consolidar este proyecto.
La gran interrogante es si estas derechas podrán mantener el consenso con este programa de gobierno o se crearán las condiciones de resistencia ya vistas en Argentina primero con el menemismo y luego con De la Rúa en la confrontación de 2001. Milei llega al gobierno sin mayoría parlamentaria, sin el apoyo de muchos gobernadores y con amplios sectores de la población en su contra y en contra de su Vicepresidenta, Victoria Villarruel, hija de un conocido militar, negacionista y nostálgica de la dictadura y de su accionar criminal. La dictadura y l@s 30.000 desaparecid@s son un tema muy sensible en Argentina, pero el negacionismo se abre paso también en este país.
El escenario es, pues, de gran incertidumbre, a corto y mediano plazo. Parafraseando una conocida frase de Mao Tse-tung: grande es el desorden bajo el cielo, pero para los proyectos de transformación la situación dista mucho de ser excelente.