Mitos arraigados en el imaginario colectivo – Por Fernando Sauri
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Fernando Sauri*
Uno de los grandes logros que hemos tenido como humanidad en las últimas décadas es la conciencia ecológica. Lamentablemente algunas de nuestras percepciones más básicas sobre los recursos naturales son incorrectas o incompletas. A continuación, te presentamos cuatro mitos ambientales que debemos erradicar.
Mito 1: El agua se está acabando
Uno de los íconos más socorridos al momento de hacer campañas sobre el cuidado del agua es un grifo con una gota del líquido vital simbolizando su agotamiento. Lo cierto es que los científicos afirman que la cantidad de agua que hoy existe en el planeta es la misma que existía cuando los dinosaurios poblaban la Tierra.
¿Entonces cuál es el problema con el líquido vital? Simple, los humanos hemos modificado su ciclo natural al contaminarla, desviar su cauce natural, entubarla, almacenarla en presas e incluso sobreexplotándola, tanto en la superficie como por debajo de ella. El agua sigue en los ecosistemas, pero cada vez en formas menos accesibles y limpias. Es decir, lo que se está acabando no es el agua, sino más bien el agua potable y disponible para consumo humano.
Mito 2: El CO2 es tóxico
Siempre que nos hablan sobre contaminación del aire imaginamos una chimenea de alguna fábrica expulsando una columna de humo o vapor, asociándola directamente con el dióxido de carbono (CO2). Si bien es cierto que tanto industrias como automóviles emiten importantes cantidades de CO2, en realidad éste es un gas incoloro que está presente en nuestra vida cotidiana.
Lo exhalamos en la respiración y es el “gas” de los refrescos. No es tóxico ni representa un daño para la salud (a menos que se encuentre en concentraciones tan altas que desplace al oxígeno que respiramos, haciéndonos daño más bien la falta de oxígeno).
Ejemplos de gases que sí son dañinos para nuestra salud son los llamados óxidos de nitrógeno y de azufre, además de algunas moléculas presentes en los solventes, tales como el benceno y el tolueno. Sin embargo, el verdadero problema del CO2 es que se trata de un Gas de Efecto Invernadero (GEI), el cual aumenta la temperatura de nuestro planeta y es, junto con el metano, el principal culpable del calentamiento global.
Mito 3: El reciclaje va a resolver nuestros problemas de basura
Sería muy ingenuo de nuestra parte pensar que una solución definitiva a las enormes cantidades de residuos que generamos sería simplemente instalar más plantas de reciclaje con mayor capacidad. Este proceso requiere enormes cantidades de energía y agua, además de que no todos los productos son reciclables en la misma medida. Solo en los plásticos tenemos algunos como el famoso PET de las botellas que es un candidato perfecto bajo ciertas condiciones, mientras que otros como el PVC de las tuberías tiene muchas limitantes para su reciclaje por las partículas peligrosas que puede desprender.
¿Qué podemos hacer entonces? El simple hecho de reducir nuestro consumo de productos genera un impacto positivo inmediato, puesto a que no sólo se genera menos basura, sino que además baja la producción y, por ende, el uso de recursos naturales. Comprar sólo lo que verdaderamente necesitamos y usarlo hasta que concluya su vida útil son estrategias fáciles de implementar a nivel personal y que reflejan grandes cambios si se generalizan en la sociedad.
Mito 4: Mientras más árboles y más animalitos mejor
La reforestación es una estrategia muy común en lugares que han sido afectados por la actividad humana. Sin embargo, no se trata de plantar la mayor cantidad de árboles posibles en un área ni de plantar cualquier árbol que se nos venga a la mente. Se tiene que considerar a detalle qué especies son nativas del lugar a intervenir, cómo plantarlas, qué cuidados requieren y cuál es número más adecuado de individuos. Las reforestaciones realizadas al azar o sin planeación provocan la muerte de ejemplares y el deterioro de los ecosistemas.
Lo mismo sucede con los animales. No son pocas las veces que se han liberado ejemplares con buenas intenciones, pero cuyos desenlaces son desafortunados. Las llamadas especies invasoras compiten y desplazan a la fauna nativa, causando un absoluto caos en la cadena alimenticia. Inclusive el liberar ejemplares nativos de una región sin planificación no es una buena idea. Apenas hace unos días se liberó un número importante de ajolotes en Xochimilco. Sin embargo, la zona donde se liberaron se encuentra altamente contaminada y repleta de especies invasoras que harán muy difícil la supervivencia de estos emblemáticos anfibios.
*Ingeniero ambiental, columnista de Resilient Magazine.