El claroscuro y los monstruos: El renacer de las derechas en América Latina – Por Constanza Moreira

Milei, Bolsonaro y Kast, juntos en San Pablo
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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El claroscuro y los monstruos: El renacer de las derechas en América Latina

Por Constanza Moreira, especial para NODAL

¿En qué se parecen Kast, Bolsonaro, Manini y Milei? Les llamamos “ultraderechas” o “nuevas derechas” o “derechas radicales”, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de “nuevas derechas”?

Este miércoles 3 de octubre tuvo lugar el seminario ¿Ultras, radicales, nuevas, alternativas? Las derechas emergentes en América Latina, organizado por la Universidad de la República y en el que participaron investigadorxs de Argentina, Brasil, Chile, España y Uruguay.

Se destacó que estas derechas, solas o acompañadas en amplias coaliciones donde conviven con derechas más “clásicas”, como en el caso uruguayo, tienen varias cosas en común.

En primer lugar, intentan un “revisionismo” del terrorismo de Estado, cuando no su negación pura y dura. En el caso de Milei, como lo vimos en el último debate presidencial en Argentina, llegamos a lo que, con gran acierto, Miriam Bregman llamó “negacionismo”. Esto implica ya no la defensa de la dictadura sino su justificación o la negación de sus efectos. En esto se parecen Kast, Bolsonaro, Manini y Milei.

Bolsonaro y Manini han llevado a la dirección de los gobiernos a gran cantidad de ex militares, produciendo lo que se llama la “militarización” de la política. Pero el efecto más a largo plazo es la “politización” de los militares de la mano de estos líderes y estos discursos.

Junto con ello, se afirma la idea de que las organizaciones de derechos humanos son un “curro”, como dice Milei, o que mienten o están al servicio de organismos extranjeros que sólo quieren lesionar nuestra soberanía (como sostiene Manini). De este modo, al menos en el plano discursivo, las derechas expresan una continuidad con las derechas antidemocráticas de los años 60 y 70. Para Manini el golpe de Estado fue la conjunción de la guerrilla, la clase política corrupta y unas FFAA que cometieron “excesos”. Para Bolsonaro, la represión de la guerrilla no es más que la defensa de la soberanía brasilera.

En segundo lugar, todas -aunque no sólo ellas- reivindican la “mano dura” en el combate a la delincuencia, y la idea de una sociedad fuertemente armada o controlada por las armas. Para la derecha, la delincuencia es resultado de la falta de “orden”, y el “orden” se impone por las armas. En las marchas de la derecha brasilera, directamente se pedía una “intervención militar” y Bolsonaro realizó la mayor liberación de armas de las décadas recientes. En el Uruguay no se llega a tanto. Pero los prespuestos de policía y militares aumentan de año año, y ya no es la ultraderecha sino la vieja y convencional derecha la que ha impulsado dos plebiscitos en defensa de la “seguridad pública”.

En tercer lugar, estas derechas son abiertamente antifeministas. Kast se saca fotos con una mujer que declara ser ella “fruto de una violación” -y allí está, vivita y coleando para contarlo- y otra que tiene dos niños hermosos, uno de los cuales también es el resultado de una violación. Manini dice que la ley de violencia de género es tan injusta, que muchas veces los hombres reaccionan “desesperados”, porque las madres les arrebatan a sus hijos. Milei dice, lisa y llanamente, que la desigualdad salarial entre hombres y mujeres no existe. Y todos afirman que el aborto es un asesinato.

En los cuatro casos, se ha invertido poco, o muy poco, en la construcción partidaria de largo plazo. Aunque tanto Kast como Bolsonaro son políticos de larga data, se han lanzado a aventuras partidarias propias, descontentos con la falta de radicalidad de la derecha “clásica”. Milei hace pocos años que está en política, pero ha tenido que venir un sindicalista de la vieja guardia menemista, como Barrionuevo, a darle estructura en las provincias, porque carece de aparato partidario propio. Manini ha creado un sector propio, en parte porque en el Uruguay es difícil entrar a la lucha política sin partido, pero es sin duda el político más improvisado de los cuatro. Su carrera en la política partidaria tiene poco más de tres años.

El viejo anticomunismo los abriga a todos, como una gran manta tejida hace más de un siglo, y que abrigó todos los golpes de Estado en América Latina durante la guerra fría. En ellos se destila un odio virulento contra toda izquierda, y especialmente contra el “marxismo cultural” que ostentan feministas y defensores de los derechos humanos. Y se vuelve a repetir el slogan que caracterizó al fascismo en los años treinta: Dios, patria, familia.

Son muchos los factores que alientan al surgimiento de estas “nuevas derechas”, y no nos detendremos aquí en sus orígenes sino en las funciones que cumplen en el sistema político. Para empezar, recordemos que en sociedades de capitalismo dependiente y periférico como las nuestras, los márgenes de maniobra de la política se vuelven cada vez más estrechos. Y todo puede ser revertido en el próximo ciclo electoral. El deterioro de la política es rápido y el costo de invertir en organizaciones y estructuras de largo plazo como son los partidos políticos es demasiado alto, ¿por qué no armar un movimiento electoral con liderazgo, que es más barato?

La pregunta, ¿qué función cumplen estas derechas?, debe ser respondida. ¿Es su función hacerse con el poder y conquistar gobiernos? ¿O es la de sembrar la semilla del racismo, el desprecio hacia los trabajadores y los pobres, la violencia antifeminista o el odio contra la izquierda en grandes franjas de la ciudadanía?

No, su función no es sólo hacerse con el poder. Manini no llegará a ser presidente. Pero siembra su semilla antifeminista, neopatriota y anticomunista en todo el Uruguay. Y construye agenda. Kast no ganó las elecciones, pero tiene la llave de la nueva constitución chilena. Bolsonaro enfrenta acusaciones graves y penas de prisión, pero el bolsonarismo está intacto y organizado. Milei le da voz y autonomía a una derecha que defiende la impunidad y siente que puede decir -sino hacer- casi cualquier cosa.

Las viejas derechas latinoamericanas se abrazan a las ultraderechas y a veces -como con Bolsonaro- reaccionan asqueadas de los monstruos que han creado. Esos que, como decía Gramsci, entre que un mundo muere y otro nace, emergen de los claroscuros de la historia.

* Constanza Moreira, uruguaya, es licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Políticas. Fue Senadora entre 2010 y 2020. Lidera el sector Casa Grande del Frente Amplio. Integra el Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas de la Universidad dela República (Udelar).

 

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