La Inteligencia Artificial Generativa, la OIT y el golpe al futuro del trabajo

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La Inteligencia Artificial Generativa, la OIT y el golpe al futuro del trabajo

Eduardo Camín*

El hombre ha vivido durante milenios y milenios oprimido por una circunstancia adversa, precaria, limitadísima, tiranizado por las dificultades. Por lo tanto, el horizonte humano consiste en un repertorio de facilidades y dificultades, donde cualquier realidad, puede ser facilidad y a la vez dificultad.

La hoja de ruta continúa, los dados ya están echados desde hace tiempo. La inteligencia artificial dará su golpe definitivo al mundo del trabajo. Sin duda, se perpetúa raudamente el nuevo choque cultural a escala mundial, ya no es horizonte sino puerto de destino. Las luces de alarma se encienden cuando algunos expertos estiman que desaparecerían 300 millones de puestos de trabajo en el mundo.

Durante su conferencia anual de junio 2019, ya señalábamos que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sería la caja de resonancia mundial, en la materia. Éste ha sido uno de los temas destacados en el histórico informe Trabajar para un futuro más prometedor, que la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo publicó en enero 2019 y que fue ampliamente discutido en la Conferencia internacional del Trabajo en Ginebra en junio de ese año.

Cuatro años después un nuevo informe de la OIT evalúa el impacto de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) en la cantidad y calidad de los empleos. El nuevo estudio de la OIT concluye que es más probable que la IAG complemente puestos de trabajo a que los destruya, automatizando algunas tareas en lugar de remplazar roles completamente.

Aparentemente no cabría dudas que la inteligencia artificial (IA) desempeñará un papel importante en el futuro del trabajo; un futuro que por otra parte ya ha comenzado. Los rápidos progresos en la IA tienen el potencial de crear nuevas oportunidades, aumentar los niveles de productividad y generar mayores ganancias.

También surgen algunas otras voces más precavidas que destacan el temor de que puedan causar la pérdida de empleos y el incremento de las desigualdades, con unos pocos afortunados apropiándose de los beneficios de la IA, mientras otros son dejados atrás.

El estudio, Generative AI and Jobs: A global analysis of potential effects on job quantity and quality, sugiere que la mayoría de los empleos e industrias están sólo parcialmente expuestos a la automatización y es más probable que sean complementados que sustituidos por la última ola de IA Generativa, como el ChatGPT. Es probable que el mayor impacto de esta tecnología no sea la destrucción de empleo, sino más bien los cambios potenciales en la calidad de los puestos de trabajo, en particular la intensidad del trabajo y la autonomía.

El trabajo administrativo es la categoría con mayor exposición tecnológica, con casi una cuarta parte de las tareas consideradas altamente expuestas y más de la mitad de las mismas con una exposición de nivel medio. En otros grupos profesionales, como los directivos, los profesionales y los técnicos, sólo una pequeña parte de las tareas se consideraba muy expuesta, mientras que aproximadamente una cuarta parte tenía un nivel de exposición medio.

La realidad es que la dominación del tejido productivo por parte de la IA presenta algunas novedades. A diferencia de otras épocas en que las máquinas han sustituido el trabajo manual, ahora estaríamos hablando de tareas que requieren razonamiento, comunicación y coordinación,

El estudio, de alcance mundial, documenta notables diferencias en los efectos sobre países con distintos niveles de desarrollo, vinculadas a las estructuras económicas actuales y a las brechas tecnológicas existentes: el 5,5% del empleo total en los países de renta alta está potencialmente expuesto a los efectos automatizadores de la tecnología, mientras que en los países de renta baja el riesgo de automatización sólo afecta a un 0,4% del empleo.

Por otra parte, el potencial de aumento es casi igual en todos los países, lo que sugiere que, con las políticas adecuadas, esta nueva ola de transformación tecnológica podría ofrecer importantes beneficios a los países en desarrollo.

El estudio insiste en que es probable que los efectos potenciales de la IA Generativa difieran significativamente entre hombres y mujeres, ya que más del doble del empleo femenino podría verse afectado por la automatización. Esto se debe a la sobrerrepresentación de las mujeres en el trabajo administrativo, especialmente en los países de renta alta y media.

Dado que los trabajos administrativos han sido tradicionalmente una importante fuente de empleo femenino a medida que los países se desarrollaban económicamente, uno de los resultados de la IA Generativa podría ser que determinados trabajos administrativos nunca lleguen a surgir en los países de renta baja.

El documento concluye que las repercusiones socioeconómicas de la IA Generativa dependerán en gran medida de cómo se gestione su difusión, y aboga por la necesidad de diseñar políticas que apoyen una transición ordenada, justa y consultiva. La voz de los trabajadores, la capacitación y una protección social adecuada serán claves para gestionar la transición. De lo contrario, se corre el riesgo de que sólo unos pocos países y participantes en el mercado bien preparados se beneficien de la nueva tecnología.

Los autores señalan que «los resultados de la transición tecnológica no están predeterminados. Son los humanos los que están detrás de la decisión de incorporar tales tecnologías y son los humanos los que deben guiar el proceso de transición».

La paradoja totalitaria

El capitalismo y su ideología legitimadora, el liberalismo, han impregnado todo tipo de relaciones humanas subordinando todo hacer social y todo pensamiento a la racionalidad económica. De esta forma la economía se ha convertido en el emblema del mundo moderno y no hay nada, ni pensamiento, ni sentimiento que no quede sometido al cálculo económico, a la rentabilidad que se convierte en nutriente de la acumulación.

Pero vayamos más lejos en el análisis, pensemos en los usos y costumbres de la vida, lo que se dice, lo que se hace, lo que se piensa, lo que se cree, lo que se consume… los usos actúan como la automatización de la vida, la regulación de ésta. De alguna manera y en el mismo sentido, la incursión de la tecnología a través de la IAG predetermina, establece pautas, y carriles por los cuales la vida va a continuar.

No obstante, los peores augurios o pronósticos vienen de la mano de aquellos que podrían considerarse aliados por naturaleza de clase. Un informe de la multinacional bancaria Goldman Sachs destaca que 2/3 de los trabajos actuales en EEUU y en Europa podrían estar sujetos a algún tipo de automatización provocada por la IA generativa, y sería esta tecnología la causante de la pérdida de la cuarta parte del empleo en dichas regiones.

Extrapolados los datos a nivel global, se estima que desaparecerían 300 millones de puestos de trabajo. Aunque algunos expertos – caso de la OIT – apuntan a la creación de nuevas profesiones y un posible incremento de la productividad en algunos sectores, estos avances son más complejos de predecir y dependerían tanto del desarrollo de la tecnología como del marco regulativo en que esto ocurra.

Incluso para algunos es significativo que la nueva Ley europea sobre Inteligencia Artificial haya dejado fuera de la clasificación como “alto riesgo” el uso de estos sistemas generativos en el mercado laboral y en entornos educativos, lo cual añade más incertidumbre a un tejido social atravesado por un sin número de dificultades.

En cualquier caso, los riesgos seguirían siendo muy importantes, principalmente impulsados por la ralentización del crecimiento económico, una subida del coste de los insumos y la reducción del poder adquisitivo en líneas generales, de parte de la ciudadanía.

Nada es lo que parece: entre la posverdad algorítmica y noticias falsas

No deberíamos olvidar que el desarrollo histórico de la sociedad burguesa ha corrido, desde 1859 a la fecha, evadiendo en cierta forma la automatización de la producción. Pero, se vio obligada en diferentes etapas de su desarrollo a su uso por la fuerza de la competencia entre los múltiples capitales, obsesivos en su ambición de acrecentarla y rentabilizarla.

No obstante, si realizamos un análisis más punzante vemos como el desarrollo de la IA durante el siglo XX y XXI es altamente paradójico: en realidad la IA ha sido utilizada en teléfonos celulares y en computadoras personales, así como todo tipo de aplicaciones fuera del proceso de producción, incrustados en el consumo, en la oficina y en la circulación tanto comercial como financiera.

Al tiempo, tímidamente se extiende la robótica a dicho proceso de producción, liberando de trabajos peligrosos a los seres humanos o simplemente eliminándolos para incorporándolos al ejército de reserva en vista de lograr mayor rentabilidad y eficacia general.

De esta forma se introduce efusivamente la IA en toda la línea cuando se trata de labores de vigilancia y de control social, así como de manipulación política e invasión de la privacidad o, también, del dominio del espacio exterior, de espionaje, o ataques con misiles, siendo además la herramienta por excelencia para manipulación y creación de falsas noticias (fake news).

Hoy se nos permite tener acceso fácil a los medios de transportes o para sacar dinero de tu cuenta bancaria: basta con posar tu dedo en un aparato de reconocimiento de huellas dactilares y simultáneamente quedas fichado en los archivos administrativos y de inteligencia gubernamentales (y/o empresariales).

Pero las consecuencias pueden ser absolutamente devastadoras en un clima ya afectado por la posverdad algorítmica, donde abundan las fake news, muchos gobiernos o partidos políticos han adoptado las estrategias “trumpistas” de institucionalización de la mentira, y el lucro de la élite ha quebrado los cimientos de la democracia.

Estamos hablando de campañas masivas destinadas a alterar procesos electorales, pero también de la suplantación de identidades gracias a fotografías que parecen reales, programas de clonación de voz, y un más que probable incremento de los ataques cibernéticos, a lo que se sumaría la falsificación de pruebas judiciales y, por consiguiente, una casi total incapacidad humana para distinguir qué es cierto y qué no, con la lógica pérdida de confianza en las instituciones.

Si ya habitamos un mundo de fanatismos, asaltos al Capitolio estadounidense, desencanto y descrédito del periodismo y la política, la nueva IAG tendría un potencial gigante para amplificar estos problemas.

El totalitarismo financiero del estado capitalista

El Estado capitalista genera en el contexto actual la aplicación desviada y perversa de la IAG en el metabolismo social, en una aplicación débil o limitada a nivel de la producción, pero intensiva en el consumo, el comercio y las finanzas, sustentando su aplicación clasista y con base en la propiedad privada. Por ello, a nivel político, sirve intensivamente al control, vigilancia y sometimiento de la población.

Hace algún tiempo atrás India, en connivencia con 30 megaempresas –como Máster Card, Visa entre otras, socios de la OIT en muchas iniciativas – impuso invalidar el dinero efectivo de un día para otro y obligar a la población a usar tarjetas de crédito en todas sus transacciones, previa identificación dactilar en ordenadores y celulares so pretexto de combatir el terrorismo, el narcotráfico y el mercado negro.

Este es el resultado de un experimento múltiple a escala planetaria de ingeniería social totalitaria, que en este caso es la desmonetización de la vida en favor de la financiarización y el control estatal total sobre la población, donde millones de cámaras de reconocimiento facial y corporal vigilan todo el territorio las 24 horas a fin de “proteger” a todos los ciudadanos.

Mientras, un sinnúmero de ciudades europeas bajo el manto del terrorismo conviven en la doctrina del gran hermano, que nos muestran un avance inquietante y sofisticado de vigilancia totalitaria, sin que la seguridad sea garantizada.

A la vista de lo que hoy son los intereses y las preocupaciones de la mayor parte de los intelectuales occidentales, éstos se muestran incapaces de vislumbrar dónde está el frente de batalla, aparecen desorientados y se confunde en qué lugar de la guerra debe ubicarse: ya no hay quien desgrane la realidad del poder y que orienten las luchas.

En momentos cruciales en que se dispone de dispositivos extraordinariamente potentes generados por la IAG, se construye un mundo paralelo (virtual) que, al tiempo que disfraza e invisibiliza el sometimiento y la explotación, opaca las resistencias. Hay otros, una gran mayoría que dedican todas sus energías e inteligencia a buscar, en general en el plano puramente retórico, salidas “viables” al capitalismo, “humanizarlo” con reformas, caminos alternativos, espacios de consenso.. pero que les eviten riesgos innecesarios, para seguir vendiendo libros.

Es cierto que no puede convertirse la capacidad de innovación en defecto, y consagrar, como supremas virtudes, la prudencia, el inmovilismo y el recelo, pero los errores pueden y suelen ser fatales en momentos evolutivos. Más aún cuando la elite mundial está comprometida con su propia realidad económica y no le importa una neurona lo que no sea rentable.

* Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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