Para Colombia, una advertencia de golpe ya vivido en Brasil – Por Carol Proner

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Para Colombia, una advertencia de golpe ya vivido en Brasil

Carol Proner*, especial para NODAL

Para construir una verdadera integración latinoamericana, el primer compromiso de Brasil debe ser acompañar y proteger la estabilidad democrática y los mandatos de los gobiernos electos en los países vecinos. En ese sentido, es urgente seguir lo que está pasando en Colombia.

Ante el silencio o tergiversación de los hechos reportados por los medios dominantes, una de las mejores fuentes de información es el discurso pronunciado por el presidente electo Gustavo Petro el pasado 7 de junio ante miles de personas reunidas en las calles de Bogotá y en otros 200 municipios de la país, y en el que, junto a la vicepresidenta Francia Marques, hizo un llamado al pueblo colombiano a reaccionar frente a un proceso de desestabilización en curso.

Petro calificó los hechos del último mes como “intentos de golpe blando”, en referencia a los suaves procesos de desestabilización institucional promovidos por sectores del poder legislativo y del poder judicial con el fin último de destituir al gobierno. Y lo comparó con lo que viene pasando en Perú con Pedro Castillo.

La decisión que llevó a Petro a salir a las calles a denunciar el intento de golpe se tomó tras el reciente escándalo de espionaje de grabaciones que probarían, a través de diálogos entre el exjefe de campaña y la jefa de Gabinete, negociaciones para recibir recursos electorales de fuentes dudosas en la región del Caribe, donde Petro obtuvo una importante ventaja electoral. Las grabaciones fueron difundidas por una revista de amplia circulación y presentadas por los opositores como prueba definitiva de la ilegalidad electoral.

Aun ante el desmentido de los implicados sobre la veracidad de las grabaciones y sin que exista otra prueba o hecho que corrobore las acusaciones, la justicia electoral inició proceso contra el gobierno y, posteriormente, el Congreso Nacional, paralizó la votación de las reformas, negándose a proceder mientras el gobierno esté bajo sospecha.

Sin mucho esfuerzo comparativo, lo que sucede actualmente en Colombia trae a la memoria los hechos ocurridos en Brasil en 2015 y 2016. Recordemos que, luego de las elecciones que llevaron a Dilma Rousseff al segundo mandato presidencial en 2014, masivos ataques de la prensa y las llamadas “pauta bomba” en el Congreso Nacional que impedían cualquier gobernabilidad. En ese momento, el gobierno todavía creía que podía defenderse con las reglas del juego democrático, que pronto se mostró ingenuo ante algo nuevo, una nueva forma blanda y aparentemente legal de acortar plazos, derrocar gobiernos e impedir candidaturas.

Brasil debe ser recordado como una advertencia de una gran trampa elaborada en el Congreso y apoyada por sectores de la justicia y los medios hegemónicos que, juntos y coordinados, vincularon los peores años vividos en Brasil desde el fin de la dictadura militar: el juicio político contra Dilma Rousseff; la asunción del vicepresidente Michel Temer, que implementó retrocesos normativos y privatizaciones; el fortalecimiento de sectores del Ministerio Público y del Poder Judicial operando lawfare con consagración de la Operación Lava Jato; la prisión política de Lula por 580 días, impidiéndole ser candidato en 2018; la elección de Jair Bolsonaro; el infierno de vivir bajo un gobierno de extrema derecha y bajo la constante amenaza de un golpe militar.

Es importante señalar que, en Brasil, recién hoy se están revelando fraudes electorales y judiciales y, superando el momento colombiano, recién ahora estamos probando ilegalidades en la red de espionaje, escuchas telefónicas y pruebas falsificadas por sectores corruptos de la justicia en alianza con sectores mediáticos, empresariales, militares y con la injerencia internacional.

Quizás la decisión de Gustavo Petro de hacer una convocatoria no pudo haber sido una opción para Dilma Rousseff en 2016. Con poca popularidad, ciertamente no era una alternativa viable, pero si hubiéramos recibido aviso de otro gobierno en una situación similar, quizás no habría cometido tantos errores de ingenuidad.

Así que ahí va la alerta de Brasil, que también la podría dar Argentina con Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, Bolivia con Evo Morales y ahora Luis Arce, Ecuador con Rafael Correa, el gobierno de México con López Obrador y hasta el actual gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, mientras se renuevan las trampas.

*Carol Proner es abogada, doctora en derecho, miembro de Abogados por la Democracia (ABJD-Brasil) y del Grupo de Puebla.

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